24

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Jennie hizo un leve mohín al sentir el tirón en su cabello, tratando de concentrarse en la tarea que hacía a último momento, mientras la pequeña ardilla en su cabeza se acomodaba otra vez.

El almuerzo era de una hora, pero parecía ser suficiente para que Lisa decidiera haberse tomado una siesta pequeña. Jennie no lo pensó mucho, le sugirió que podía transformarse en ardillita y acomodarse en su hombro, y así fueron los primeros diez minutos, aunque pronto se dio cuenta de que el espacio era demasiado pequeño. Así que, finalmente, le dijo que subiera a su cabeza, pensando que sería buena idea.

Craso error. A Lisa pareció encantarle el lugar, acomodándose unos minutos en el cabello desordenado de Jennie, antes de comenzar a agarrarle de los mechones y estirárselos, como si quisiera acomodárselos para dormir. Hacía eso cada cinco minutos, y de vez en cuando, bajaba para buscar una bellota, volviendo a subir y comiéndosela allí.

Una parte de Jennie pensaba que eso era en extremo tierno, sin embargo, otra parte no podía evitar sentir un poco de dolor ante los constantes tirones de cabello.

―Lisa, no hagas eso ―habló de pronto Shuhua, que llegó con Soojin de la mano―, dejarás a Jennie calva.

La ardillita chilló, soltándola y pareciendo acostarse para abrazar a Jennie por arriba, como si quisiera cuidarla. La alfa le dio las gracias a Shuhua en silencio.

―Ven, toma ―dijo Jennie, llamando la atención de la omega, y le tendió una avellana que el pequeño animalito agarró con alegría―. ¿Estás feliz? ―Lisa volvió a chillar, comenzando a comerse el fruto seco―. ¿Y ustedes? ¿Ya son algo oficial?

―Desde hace meses ―dijo Soojin, arrugando el ceño levemente―. Lo que pasa es que Shua es vergonzosa.

―No es así ―exclamó Shuhua, pero tenía las mejillas enrojecidas.

―¿Y qué pasa con Miyeon? ―cuestionó Jennie.

Shuhua gimió, apoyando su cabeza contra la mesa. Soojin soltó un resoplido, aunque había una sonrisa pequeña en su rostro.

―¿Es que no lo saben? ―dijo Soojin―. Shuhua tiene fetiches.

Lisa se atoró con la avellana, comenzando a escupirla. Jennie se espantó y la bajó a sus brazos, sin saber si golpearle la pequeña espalda para ayudarla. Temía hacerle daño por eso. Pero al ver que Lisa seguía medio atorada, le dio suaves palmadas hasta que logró sacarse el trozo atorado en la garganta. Shuhua y Soojin estaban inclinadas, preocupadas.

Lisa se arrastró fuera del regazo de Jennie, antes de volver a su forma humana. Tenía el rostro un poco rojo por la vergüenza de la situación.

—Lo siento ―barboteó―, ¡es que... que me agarró por sorpresa! ¿Shuhua fetichista?

―¡Yah, paren! ―chilló Shuhua.

―¿Alguien dijo fetiches? ―habló Jisoo, que apareció por detrás―. Shuhua siempre tiene unos...

―¡Oigan! ―Shuhua infló las mejillas―. ¡Pues Lisa tiene una manía con meterse cosas a la boca!

―¡Nooooooooooooo! ―exclamó Lisa.

Las dos herbívoros empezaron a discutir como si la vida se les fuera en ello, pero ninguna les estaba prestando real atención. Jennie comenzó a masajear su cabeza para aliviar los tirones de cabello que sufrió antes, y Jisoo le robó algunas avellanas a Lisa, mientras que Soojin sacaba el resto de su hamburguesa para seguir comiéndosela. Una tarde normal en el grupito.

Pronto, el timbre para volver a clases se anunció y todas recogieron sus cosas. Tanto Lisa como Shuhua se veían muy enfurruñadas, aunque decidieron dejar su discusión de lado.

―Te pasaré a buscar a la salida ―le dijo Jennie, llamando la atención de su novia.

―Sí, claro ―Lisa la abrazó y le dio un beso pequeño―. Recuerda que vamos a comer con mis papás.

―No lo he olvidado ―contestó la alfa, sonriéndole.

No tardaron en despedirse y cada grupo fue hacia su salón. Era la última clase del día, por lo que todo el curso parecía querer acabar enseguida con la jornada escolar. Ojalá pronto también acabara el año académico, pensaba la mayoría.

―¡Woah, mira, Lis! ―dijo Jisoo, llamando su atención y apuntando al lugar donde solía sentarse la híbrida de ardilla―. ¡Te dejaron flores!

Lisa parpadeó, un poco desconcertada al ver un pequeño macetero con girasoles de variedad enana sobre su mesa. Pensó, en primer lugar, que debía tratarse de una equivocación, ¿quién le iba a regalar esas flores?

―Son para ti ―habló otra persona de pronto, llamando su atención, y Lisa se volteó para ver a Sehun con una sonrisa tímida―. Es que los vi y pensé en ti, Lili.

―Ah... ―sin poder evitarlo, la ardillita enrojeció, más aún cuando vio que varios de sus compañeros los estaban mirando―, gracias, Sehun, pero no era necesario...

―Claro que sí ―el alfa no parecía un poco molesto con su respuesta―. Me gustas todavía, Lisa, y quería dártelo. No significa que tengas que corresponderme, pero de verdad, sentí ganas de regalarte girasoles.

―Bueno, um... gracias otra vez ―tartamudeó Lisa, y Sehun sólo le guiñó el ojo, yendo hacia su asiento.

―Que chico más intenso ―le susurró Shuhua cuando se sentaron―, aunque está lindo el regalo.

―Sí... ―contestó Lisa, agarrando el macetero y oliendo las flores. El dulce aroma llegó a sus fosas nasales y no pudo evitar sentirse halagada por el regalo, ¡era uno digno de un cortejo entre ardillas!

A las ardillas les gustaba particularmente el olor de los girasoles. Cuando se las regalaban entre ellas, podía significar muchas cosas, y ella recordaba los aniversarios de sus padres y como su papá le entregaba un ramo así a su mamá. Ella siempre lo ponía en el centro de la mesa, cuidándolo con especial ahínco.

De pronto, un toque de tristeza la invadió. En el período de cortejo, que se realizaba en abril, a veces los adolescentes alfas le entregaban girasoles a los omegas que cortejaban, y siempre exhibían esas flores con orgullo, felices de recibir ese tipo de atención. Ella jamás tuvo uno de esos y cuando veía que la mayoría de sus compañeros ardillas tenía uno, siempre le daban ganas de llorar. Incluso Anong recibió varios ramos cada año, mientas que ella se iba con las manos vacías y una apretada sensación de dolor en su corazón.

Más pena la atacó al recordar que la bonita carta que le hizo a Sehun, cuando se le confesó, era en forma de girasol.

Sin poder evitarlo, volvió a oler las flores y las acarició con cariño, como tratando de calmarse. De alguna manera, su corazón dio un pequeño vuelco al pensar en lo bonito que se sentía ser cortejada por alguien como ella, a pesar de que estuviera enamorada de Jennie. Era... era un poco agradable recibir ese tipo de regalos.

Para el resto de la clase apenas prestó atención alguna. Agarró con cuidado el macetero, no quería pasarlo a llevar o que se cayera al suelo, arruinando el regalo. Lo pondría en su escritorio por mientras, donde le llegaría más luz natural, y buscaría buenos consejos para que sus girasoles vivieran mucho tiempo.

Fue de las últimas en salir del salón para evitar el tumulto de gente, y fue cuando Jennie se asomó con una sonrisita, que se congeló al verla cargar esas flores. Parecía un poco desconcertada.

―¿Lili? ―preguntó, confundida―. ¿Y esos girasoles?

―Me los han regalado ―contestó, tímida―. ¿No son bonitos?

―Sí, están bonitos... ―de pronto, la alfa la miró con expresión grave―. ¿Y quién te las regaló? ¿Shuhua? ¿Jisoo?

La omega titubeó un momento, como sintiendo que se avecinaba una reacción mala por parte de Jennie. Una parte suya podía mentir y decir que fue Shuhua, que de seguro sería interrogada, pero su amiga le prestaría ayuda.

Sin embargo, no le parecía correcto eso. Además, ¿había algo de malo en haber recibido ese regalo? Estaba bien, Sehun le seguía medio cortejando, pero ella se encargó de dejarle las cosas claras hace tiempo.

―Fue Sehun ―dijo finalmente, saliendo del salón aprovechando que ya la multitud de gente pareció dispersarse―, él me las dio, Nini.

No se había equivocado. Vio cómo los ojos de Jennie se llenaron de irritación y su boca se contraía en un rictus de molestia, y Lisa mordió su labio inferior. Pudo sentir a su omega presa crisparse en señal de miedo, así que siguió caminando, como una manera de evadir el ataque.

―Lisa ―Jennie le alcanzó con facilidad―, ¿por qué le aceptaste las flores?

―Es que están bonitas ―barboteó, apretando el macetero contra su pecho―, me gustan los girasoles, Jen.

―Sí, bueno ―el tono de la alfa no dejaba el enojo, la ira―, pudiste habérmelas pedido, yo te habría dado unas si me lo hubieras dicho.

"No, pero así no", pensó Lisa, aunque no lo dijo. Ese tipo de regalo no era para pedirlo, era sólo para entregarlo de la nada como una señal de cariño. Además, Jennie jamás le había preguntado cómo era el cortejo entre las ardillas, a diferencia de ella, que sí le consultó. El de las panteras era de tipo jugueteo, lamidas y persecución, y ellas lo habían hecho. Jennie nunca le preguntó cómo las ardillas coqueteaban entre sí.

―Amor... ―trató de decir Lisa para calmar los ánimos. No quería pelear por eso―, es un simple regalo. No significa nada.

Salieron del colegio y se pusieron a caminar en dirección a la casa de Lisa. La omega controló su voz porque no quería llamar la atención, pero Jennie seguía viéndose muy enojada.

―Claro que significa algo ―replicó―, ese idiota te sigue cortejando, ¿no es así? ¿Quién se cree que es? ¡Tú estás conmigo!

―Y él lo sabe ―contestó la menor―, y yo te quiero a ti, Jennie.

―Pues no lo parece, aceptándole el regalo como si aceptaras su cortejo ―respondió, dura y eso le dolió a la menor―. Dámelo, ahora.

―No ―parpadeó, sorprendida, y aferró el macetero con más fuerza―, es mío.

―¡Que me lo des, Lisa! ―gritó Jennie, y Lisa, por el instinto de miedo que la atacó, se lo entregó con brusquedad―. Hablaré con ese imbécil para que no se te acerque.

―Pero Nini... ―lloriqueó la omega, triste―, es mi amigo...

―¿O es que te gusta igual? ―exclamó Kim, y por la molestia, tiró del macetero al suelo.

Lisa se quedó callada al ver como los girasoles se desparramaban por la acera, con la tierra esparciéndose y una grieta apareciendo en el plástico. Sintió los ojos llenándose de lágrimas al ver su bonito regalo arruinado, con el corazón apretándose, pero sólo se quedó en su lugar.

Jennie pareció reparar en lo que había hecho, porque de inmediato suavizó su expresión, con la culpabilidad atacándola. ¿Qué acababa de hacer?

―Lisa-ah... ―barboteó, torpe y avergonzada―, lo siento, cariño, yo no...

No quise hacerlo, iba a decir, pero eso era mentira. Ella si quiso hacerlo, porque estaba llena de celos y enojo al ver cómo su omega sostenía ese regalo como si la vida le fuera en ello, además de defender a ese alfa que le cortejaba.

Lisa sorbió por su nariz.

―Lo lamento mucho ―le dijo Jennie finalmente, agarrándole la mano―, y te compraré otro, te lo prometo. Uno más bonito y más...

―No quiero otro ―contestó Liza, retirando su brazo con pena―, yo quería ese, Jennie.

―Lili ―la alfa suspiró―, de verdad que lo lamento. Actué muy mal.

―Ya ―Lisa volvió a sorber por su nariz, limpiando sus ojos para no llorar―, está bien.

Ella ni siquiera sabía bien qué sentir en ese momento o cómo tomarse lo que acababa de pasar. ¿Tenía derecho a llorar? ¿O Jennie tenía un poco de razón? Se encontraba muy confundida en ese momento, ¿tuvo que haber aceptado ese regalo o rechazarlo? Lisa sólo consideró que fue un gesto agradable, nada más, y si bien se emocionó por recibirlo, ella no pensó en ningún momento en salir con Sehun. ¿Pero Jennie tenía derecho a sentir celos? Si otro omega le hubiera hecho ese tipo de regalo a su alfa, ¿cómo habría reaccionado ella?

Observó los girasoles en el suelo. Uno casi se rompió el tallo con la caída.

Ya no pudo aguantarlo más y se puso a llorar al ver eso. Se sintió estúpida por derramar lágrimas por esa visión, sin embargo, no tenía otro método de defensa. O era llorar, o era transformarse en ardilla y huir, aunque lo último le parecía peor en esa situación.

Jennie, frente a ella, parecía haberse quedado sin saber cómo reaccionar, pero Lisa no quería que la consolara. Si la abrazaba, ella iba a llorar más y, quizás, enfadarse también.

La gente, a su alrededor, se les quedaba mirando y Jennie se veía más avergonzada ahora.

—Va-vamos a tu casa, Lili-ah ―tartamudeó la alfa―, a-allá lo podemos hablar con más calma...

¿Pero qué iban a hablar? Ella ya trató de explicarle que aceptó el regalo porque le pareció lindo, por nada más, y que la amaba. Fue Jennie la que dudó de ella en todo momento.

Todavía llorando, Lisa se inclinó y comenzó a llenar de tierra el macetero medio roto, al menos, lo suficiente para poder dejar los girasoles allí mientras iba a casa. Jennie se le quedó mirando, con la expresión congelada, sin embargo, ella no le devolvió la mirada.

―Lo que... lo que hi-hiciste... ―balbuceó finalmente la omega, sorbiendo por su nariz―, no... no estuvo bien... ―recogió el macetero, tratando de que la tierra no se derramara por la grieta que había―, fue... fue feo...

―Sí ―aceptó Jennie―, y lo siento, Lili.

―No quiero verte más por hoy ―añadió.

―Bebé...

―A-arruinaste un regalo que... que quise durante mucho tiempo ―continuó Lisa, y Jennie calló―. Habría dado lo... lo mismo si me lo hubieras dado tú, o Sehun, o Shuhua igual, porque el regalo lo aceptaría de cualquier manera.

―Lo siento ―repitió―, pero Lili... Lili, me puse celosa.

¿Y eso qué? Estaba bien, Jennie tenía todo el derecho a sentir celos. Los celos eran una emoción que no se podían evitar sentir, pero lo que hizo, quitarle el macetero, asustarla y luego romperlo, ¡eso estuvo mal!

―Me gritaste ―la omega sacudió su cabeza―, me... me diste miedo, Jennie. Hiciste que... hiciste que te lo entregara, cuando yo no quería dártelo.

Más vergüenza en el rostro de la alfa.

―No se repetirá ―aseguró―. Por favor, vamos a hablarlo a casa...

―¡No quiero! ―exclamó Lisa―. ¡Ya basta, Jennie!

La alfa bajó la vista, viéndose ahora apenada y triste, pero la menor sólo apretó el macetero nuevamente. Sus pobres girasoles ya no se veían alegres, sino muy deprimidos, como ella.

―Quiero arreglarlo ―susurró Kim.

―Lo vamos a arreglar ―hipó Lisa―, pero no hoy, ¿vale? Estoy muy... muy herida y tú... tú debes seguir muy celosa, así que... ne-necesitamos pensar bien lo que vamos a decir y...

―Pero... ―la voz de la alfa se cortó―, no quiero terminar contigo.

―No vamos a terminar ―razonó Lisa―, sólo necesitamos calmarnos antes de... de hablar esto.

Jennie asintió levemente con la cabeza, evitando mirarla a los ojos.

―¿Puedo... puedo acompañarte hasta casa, Lili?

La omega tomó aire y sólo asintió con la cabeza, a pesar de que se seguía sintiendo muy afectada por lo que acababa de ocurrir. A ninguna le sorprendió que el resto del camino fuera hecho en silencio, sin ninguna queriendo hablar. Incluso, al despedirse, sólo se dirigieron una leve mirada antes de separarse.

Lisa entró pronto a su casa, muy apenada, y fue peor cuando se encontró con su mamá.

―¿Y Jennie? ―preguntó, antes de verla―. Cariño, ¿estuviste llorando?

Otra vez no pudo controlarlo y volvió a desatar nuevas lágrimas. Su mamá no tardó en ir a abrazarla, muy preocupada y llevándola al living para que pudiera sentarse. Allí, Lisa trató de explicarle todo lo que había pasado, aunque seguía llorando como posesa.

Era una fortuna que su papá todavía no hubiera llegado y Anong estuviera en la universidad. Cuando sus hermanos pequeños preguntaron porqué lloraba, mamá les dijo que era porque se le rompió la maceta de girasoles y ellos dijeron que lo arreglarían con pegamento.

―¿Te asustaste mucho, Lis? ―preguntó mamá, abrazándola y acariciándole el cabello.

―Mu-mucho ―barboteó, llorando en su pecho―, cuando me... me ordenó que le entregara las flores...

―Oh, Lis... ―suspiró ella, meciéndola con amor―, ¿y te pidió perdón?

―Mil veces ―no dejaba de sorber por su nariz, queriendo espantar los mocos―, pero le... le dije que mejor lo hablábamos mañana...

―Eso está bien, ambas necesitan calmarse ―Ten apareció y le entregó papel higiénico para limpiarle la carita, antes de ir a jugar con su melliza al patio―. Ven aquí, vamos a sacar esos feos mocos.

Eso le hizo reír con suavidad, dejando que su madre le sonara la nariz. Ella también le secó las lágrimas de las mejillas y los ojos.

―¿Entiendes por qué Jennie actuó de esa forma? ―preguntó ella, cariñosa.

―Porque tenía celos ―contestó Lisa, triste.

―Sí, pero también porque se sintió amenazada ―su madre le besó la frente―. No la voy a defender, pues el haberte asustado estuvo muy, muy mal. Sin embargo, ustedes dos todavía no parecen tomarle bien el peso al hecho de que son de especies diferentes, cariño.

―Lo sé ―Lisa sentía que iba a volver a llorar―, por eso acepté las flores, mamá. Yo... yo me sentí tan bonita de que alguien de mi especie quisiera cortejarme y no... no pude evitar recordar el mes de cortejo, entonces...

―Está bien, lo comprendo, cariño ―mamá le limpió los ojos ahora con los dedos―, pero supongo que Jennie no. Ella sólo vio que tú aceptaste unas flores y, con toda probabilidad, adivinó que eran un regalo de cortejo. Tú sabes que los animales somos muy, muy territoriales, y más los animales carnívoros. Debes hablar bien con ella y aclararle todo eso, y ella debe entenderte y tú también entenderla ―su expresión se puso seria―. Pero Lisa, si eso vuelve a repetirse, quizás llegue el momento de replantearte esta relación. Sé que quieres a Jennie, pero ustedes no pueden estar juntas si tú vivirás con constante miedo por tu instinto de animal presa. Eso provocará que vayas a ceder en todo y vivas infeliz, y ella te domine y someta por completo. Eso no está para nada bien ―le agarró la barbilla―. Ahora, vuelve a decírmelo: ¿ella no te levantó la mano ni te golpeó, Lisa?

Ella sabía que mamá debía estar muy preocupada por eso y quería asegurarse de que no le había ocultado información. Así que la miró a la cara para responder:

―No, te lo prometo, mamá ―le dijo con firmeza.

Sólo recién ella la dejó ir, y Lisa agarró el macetero para llevarlo al patio trasero. Se iba a cambiar de ropa antes de arreglarlo.

Fue hacia su cuarto, con su cabeza doliendo debido a las lágrimas derramadas. Fue, en ese momento, que su celular sonó:

Nini:

Lo lamento mucho, te lo juro, Lili-ah.

Me siento muy mal por lo que hice y por hacerte llorar.

Te compraré un nuevo macetero para que plantes los girasoles, ¿bueno?

Y te ayudaré a cuidarlos, si quieres.

Te amo mucho, bebé.

Lisa se tiró un momento a la cama, dudando si contestarle, hasta que finalmente decidió que lo mejor sería hacerlo. Ella seguía queriendo a Jennie y era parte importante en su vida, y si bien lo que hizo fue feo, eso no significaba que de pronto la quisiera lejos de ella.

Lili:

Está bien, unnie, ya estoy mejor.

Yo también te amo.

Mañana conversaremos todo con más calma, ¿vale?

Jennie le contestó con un emoji triste y un corazón, pareciendo decidir que lo mejor sería no insistir, y Lisa sólo pensó en lo distinto que eran ella y la alfa, con su corazón apretándose en tristeza.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro