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En el momento en que pisaron el hospital, Lisa no podía saber quién estaba más histérica: si ella, o Jennie.

Aunque no fue muy difícil decidirlo, no cuando Jennie la empujó a través de la recepción en la silla de ruedas, gritando como desquiciada. Hasta Lisa sintió ganas de golpearla ante esos chillidos desquiciados.

―¡Necesito un doctor, un maldito doctor! ―gritaba Jennie―. ¡Mi novia está a punto de parir a mis cachorros!

Lisa cubrió su rostro con ambas manos por la vergüenza cuando las personas se voltearon a verla. Para su fortuna, en ese momento llegó una enfermera, una híbrida de elefante, que poco más empujó a Jennie a un lado y agarró la silla de ruedas de Lisa para tirar de ella. Fue un poco gracioso de ver, pero la omega no pudo reírse como correspondía debido a una nueva contracción que tuvo.

Jennie no tardó en seguirlas, mirando con mala cara a la enfermera, que dejó a Lisa en una habitación reservada para omegas en trabajo de parto. Ella era la tercera de ese día, lo que no era una sorpresa, y para su fortuna, la doctora Bae ya estaba allí revisando a otra paciente.

―Tengo miedo ―barboteó Lisa, tratando de controlar sus respiraciones para no ponerse histérica como había estado Jennie.

La alfa le agarró la mano, dándole un suave apretón.

―Estaré contigo en todo momento ―le aseguró la mayor―, no voy a dejarte por nada del mundo.

―¿Y si me pasa algo? ―Lisa empezó a hiperventilar―. ¡¿Y si muero en mitad del parto, Jennie?!

―¡No digas esas tonterías! ―se escandalizó.

―¡¿Y si los bebés me rasgan desde adentro para salir, como en esa película?!

―¡No seas idiota, Lisa!

Lisa se puso a llorar ante el grito de Jennie y la alfa enseguida extendió feromonas protectoras para calmarla un poco. Vale, no estuvo bien haberle gritado de esa forma, ¡pero es que realmente le agarró desprevenida que dijera esa tontería!

―Agradecería que no griten tanto ―dijo la doctora Bae, llegando con una expresión de regaño―, están asustando al resto de pacientes.

―Perdón ―se disculparon las dos, amedrentadas.

Joohyun comenzó a revisar los signos vitales de Lisa junto con su estado en general, y fue a comprobar la dilatación.

―Estás dilatando rápido ―dijo Joohyun―, por lo tanto, ¿quieres un parto natural?

―¡No, son cinco bebés! ―se espantó―. No podría... ¡Me moriría empujando tanto! Por favor, doctora...

―Entonces ordenaré que preparen el quirófano lo antes posible para que te podamos operar ―dijo la mujer―. No debes preocuparte o estresarte, ¿está bien? ¿Trajeron todo lo necesario? ―Jennie asintió, levantando el bolso que había llevado en todo momento―. Mientras esperan, pueden anidar. Lo importante es que te calmes a pesar de las contracciones. Volveré a buscarte cuando tengamos todo listo para ingresarte a pabellón y una enfermera procederá a ponerte una sonda y una vía.

La omega asintió con la cabeza e hizo un mohín ante el nuevo dolor, pero para su fortuna, Jennie en ese momento estaba sacando del bolso algunas prendas de ropas, las que usaba Lisa cuando hacía sus nidos, junto con el cobertor de la cama. Mientras hacía eso, una enfermera apareció y procedió con la fase preparatoria del parto, para el que todavía faltaba. Una vez terminó, Jennie decidió envolverla en las telas de nido con cuidado.

―Me dará calor ―barboteó Lisa, sin embargo, el aroma de Jennie la llenó casi de golpe, y sólo eso fue necesario para relajar un poco los músculos de su cuerpo―, alfa...

—Eso, así, así ―animó Jennie, suspirando con alivio cuando Lisa también soltó feromonas de calma―, un nido es lo que necesitabas ahora, ¿eh?

―Pe-pero dejaré todo sucio... ―farfulló la omega.

―No importa, esto se lava ―Jennie se quitó los zapatos y, a pesar de que la cama no fuera demasiado grande, se subió también y abrazó a Lisa―, ahora mi omega y mis cachorritas me necesitan.

Lisa soltó una carcajada y, sorprendentemente el dolor pareció disminuir un poco con la nueva contracción.

―Dime cosas lindas ―pidió la pelinegra.

―Tú eres algo lindo ―contestó.

―Nooooo ―bostezó―. Como... como...

―Mmm... ―Jennie le besó la mejilla―, pues... Sé que siempre te lo digo, Lili, pero te amo. Realmente te amo. Eres lo más importante que tengo en mi vida... y no sé qué haría sin ti. Nunca se lo he dicho a Jisoo, pero en verdad le estoy agradecida por haber propuesto esa cita de tres para que nos conociéramos.

La omega volvió a reírse por lo que dijo, gimiendo por la siguiente contracción que tuvo. Jennie sólo extendió más feromonas.

―Yo te tenía mucho miedo al inicio ―dijo Lisa, recordando ese año―. Le tenía miedo a todo el mundo, en realidad.

―Y mírate ahora ―dijo la alfa, orgullosa―, cargando cinco bebés, a punto de darlas a luz... Eres la omega más valiente que conozco ―un beso en los labios ahora―. En el momento en que te vi por primera vez, sólo podía pensar... "Vaya, que chica más linda".

―Bromeas.

―Claro que no ―Jennie le habló con ese tono ronco que hacía a su omega retorcerse y emocionarse―. Lili... sé que a veces todavía te cuesta aceptarlo, pero para mí, nunca has sido una persona desagradable o fea por tu peso ―Lisa sorbió por su nariz, sensible de pronto ante esas palabras―. Desde que te vi, para mí siempre fuiste hermosa. Siempre has sido hermosa, en todas tus formas... Ya sea como ardillita, o como humano... Incluso cuando subes de peso en el invierno, o luego lo bajas en verano, siempre, siempre, eres lo más hermoso que mis ojos han visto.

Lisa se puso a llorar con esas palabras, sintiendo su corazón tan apretado y lleno de amor por lo que le había dicho. Si bien Jennie le decía muchas cosas lindas, esa era por muy lejos, la más conmovedora que había escuchado en mucho tiempo. El saber que fue capaz de gustarle a Jennie desde el inicio y jamás le juzgó por su peso.

―Te amo ―barboteó Lisa, sollozando en el hombro de Jennie mientras se llenaba de sus feromonas―. Fuiste... fuiste la primera persona por verme como... como soy... Eres mi alfa, mi novia y la persona que más amo en el mundo, Nini.

―¿Y a nuestras cachorras? ―preguntó Jennie, besándole la frente.

―Por supuesto que sí ―afirmó la menor―. Me has hecho la omega más feliz del universo entero, ¡porque tengo a la mejor alfa de la vida!

Jennie sonrió con más fuerza ante sus palabras, sólo extendiendo más y más feromonas a su alrededor para tranquilizar a su chica, lo que fue una fortuna, pues la doctora estaba demorando más de lo esperado. Pasó cerca de una hora cuando volvió y Lisa estaba entrando en un nuevo ataque de histeria por el dolor.

―¡Nunca más me pondrás la mano encima! ―le estaba diciendo Lisa a Jennie―. ¡No más hijos, ¿te ha quedado claro?!

―Cariño...

―¡Esta camada es suficiente!

―Señorita Kim, señorita Manoban ―dijo Joohyun cuando apareció, viéndose impaciente―, estamos listas para la cesárea, pero como siga con esos gritos, se la haremos sin anestesia.

Lisa pegó un nuevo grito de espanto que no la relajó, sólo la alteró más.

―¡Dile algo, Jennie! ―exclamó, agarrando a la alfa de la playera y sacudiéndola―. ¡Está... está siendo mala conmigo!

―Por favor, no sea mala con Lili... ―tartamudeó Jennie, con las mejillas coloradas y expresión tímida.

Si no hubiera estado tan adolorida, Lisa se habría estirado a darle un manotazo por la indignación.

Para su fortuna, Joohyun se compadeció de ellas y procedió a pedirle ayuda para poder inyectarle la anestesia epidural, explicándoles que tardaría cerca de media hora más en hacer efecto completo. Eso frustró a la omega, que estalló en nuevo llanto al sentir el dolor.

―Ya, bebé, bebé... ―suspiró Jennie, un poco cansada, volviendo a envolverla en el cobertor con intención de calmarla.

―Te harás una vasectomía ―farfulló la menor, limpiando sus lágrimas.

―¿Y si empiezo a usar condón? ―sugirió.

―No ―siseó Lisa―, ¡no me dejarás sin tu semen!

En ese momento iba entrando una nueva paciente a la salita de espera, que se persignó al escucharla decir esa frase. Jennie no sabía dónde ocultarse por la vergüenza.

La media hora pasó más rápido de lo esperado. Pronto, estaban empujando a una Lisa que ya no tenía dolor en el cuerpo, pero se encontraba muy nerviosa. Jennie iba detrás de ella, también muy nerviosa, aunque tuvieron que separarse unos breves minutos en los que la alfa se cubría con una bata de plástico, una redecilla y unos cubre zapatos desechables. Cuando entró a la sala de cirugía, ya habían extendido una sábana para que ambas madres no miraran la operación en sí.

―¿Estás un poco mejor? ―le murmuró, agarrándole la mano.

―No siento mucho ―tartamudeó Lisa, evidentemente ansiosa―, pero... pero supongo que estoy bien...

―Es un proceso relativamente rápido, Lalisa ―dijo Joohyun al otro lado―, no tardaremos más de hora y media aquí, no debes preocuparte. Los bebés estarán aquí en unos minutos, aunque tardaremos más en quitarte la placenta, la sutura...

―Y es muy seguro ―aseguró Jennie―, ya lo verás, cariño, pronto esto acabará y estaremos en casa con nuestras cachorritas. Nuestras...

Fue como si Jennie sufriera un golpe de realidad en ese momento. Es decir, ella había pensado mucho sobre eso, sobre que pronto sería una familia más grande con Lisa, que pronto recibirían a sus cinco bebés. Sin embargo, ahora ya era algo innegable, inevitable, ¿no? En menos de una hora sus cachorritas estarían con ellas.

―Lili ―barboteó, desconcertada―, seremos madres.

Lisa la miró, parpadeando, y su expresión cambió a una de completa incredulidad.

―Por supuesto que sí ―la omega le dio un apretón a su mano―, Jennie, ¿qué estupidez estás diciendo?

―¡Que seremos madres! ―gritó con emoción―. ¡Vamos a tener cachorros!

―¡¿Acaso te has olvidado de los últimos meses?! ¡Eres una...!

No pudo terminar la frase como tal, pues en ese momento Jennie se inclinó a darle un beso en la boca. La omega se atragantó un poco con su saliva, lo que fue un poco asqueroso, pero no pudo menos que seguirle el beso al notar la cantidad de feromonas de felicidad a su alrededor. Incluso sus orejitas se crisparon.

―Eres una idiota ―barboteó Lisa, aturdida, cuando se alejó.

―Una idiota loca por ti ―afirmó Jennie―, seremos mamás, bebé. Esto... ―una risa ahogada y Manoban notó los ojos llorosos de la alfa―. Perdón, cariño, es que... es que nunca pensé que alguna vez sería mamá, y ahora me estás dando este regalo...

Lisa no pudo menos que sentir su corazón cálido ante esas palabras y emitió una suave risa también, liberando sus propias feromonas de amor.

―Tonta ―murmuró Lisa, oyendo los ronroneos bajos de Jennie cuando la alfa comenzó a frotar su cabeza contra la mejilla de la omega―, eres una tontita...

―Esta tontita es tu novia ―contestó Kim.

―Sí, mi novia ―Lisa suspiró―, nunca te cambiaría por nada del mundo.

Jennie le estaba dando otro beso en la boca, más dulce y tierno, cuando escucharon el primer llanto de bebé. La alfa se enderezó, con el corazón acelerado y la emoción en su rostro.

―La primera ―habló Joohyun, entregándole la pequeña a una enfermera―, la van a limpiar y se las darán, no deben ponerse ansiosas.

Pero Jennie sentía que no podía esperar. Las ganas de ver a su cachorrita eran más grande y cuando, dos minutos después una enfermera apareció, casi le arrebató a la bebé de los brazos. Nuevas ganas de llorar la inundaron al notar las pequeñas orejitas de pantera en su rostro.

―Oh, bebé ―susurró―, eres preciosa...

Se acercó a Lisa, que parecía también muy desesperada por tomarla en brazos. La pequeña estaba sollozando, aunque se calmó cuando la omega la agarró, observándole con fascinación. En ese momento escucharon el segundo llanto.

―Es hermosa ―farfulló Lisa―. Hola, pequeñita...

En menos de veinte minutos estaban todas las bebés acomodadas en el brazo de Lisa: una panterita y cuatro ardillitas, todas mujeres. Ambas madres no dejaban de mirar de una a otra bebé, fascinadas y con la emoción pintando sus facciones, y las pequeñas ya estaban durmiendo, cómodas entre las mantas y las feromonas de mamá.

―Son muy pequeñitas ―sollozó Lisa, acariciándoles con cuidado las orejitas―, siento que... que las puedo romper si las muevo, Jennie...

―No lo harás ―Jennie tampoco podía desviar su vista a otra parte―, míralas, nuestras cachorritas...

―¿Cómo las vamos a llamar? ―preguntó Lisa.

―Bueno... ―la alfa tomó en brazos a la panterita, cariñosa―. Dijimos que esta pequeña sería Minji, ¿no es así? La mayor de las cinco y resulta ser la pantera... ―una risita―. Va a proteger mucho a sus hermanitas pequeñas, así como yo te protejo a ti.

―La segunda mayor... ―Haerin apuntó a una de las ardillitas, que tenía orejitas de color café oscuro, como ella―, es Hanni. Y la del medio... ―ahora señaló a una de orejitas café claras―, es Danielle.

―Las dos menores... ―Jennie se inclinó contra una, de orejitas de ardilla pero de color negras―, esta es Haerin. Y la más pequeña de las cinco ―le acarició la barbilla a la última, con sus orejitas de un gris oscuro―, es Hyein.

―Hyein... —repitió Lisa con una sonrisa.

Una vez le suturaron y verificaron que todo estuviera bien, le avisaron que la iban a mover a una habitación para que descansara con las cachorras. Sugirieron que una enfermera llevara a las bebés, pero Lisa se negó enseguida, casi gruñendo en señal de advertencia. Sabiendo que eso era normal en las omegas madres, no insistieron más con el tema y se apresuraron a trasladarles para que Lisa pudiera descansar.

―No quiero que duerman lejos de mí ―dijo la omega una vez quedaron a solas. Habían dejado una cuna al lado de la cama para las cachorras―, ¿y si les pasa algo? ¿Si me necesitan, Nini?

―Me quedaré yo contigo ―señaló Jennie―. Tienes que descansar, bebé.

Le costó convencerla, sin embargo, luego de unos minutos logró que acomodaran a las pequeñas en la cuna. Lisa las observó un largo momento.

―Lo hiciste bien ―le dijo Jennie, ayudándola a recostarse en la cama―, lo hiciste más que bien, bebé.

―¿Estás feliz? ―Jennie se vio un poco triste de pronto―. Sólo te di una pantera, yo quería...

―No digas eso ―Jennie le sonrió con cariño―, me has dado cinco preciosas cachorras. No importa si una es pantera, o ninguna lo es, o lo son todas. Son nuestras bebés y las amo por eso, te lo juro. Además...

Jennie hizo una pausa dramática. Lisa la observó, expectante.

―Las ardillas son deliciosas, ahora tengo carne fresca...

La omega agarró una almohada y se la lanzó, con clara expresión de indignación. Jennie soltó una carcajada antes de inclinarse para besarla en la boca, ignorando los empujones enfadados de Lisa.

―Era una broma, te lo juro ―se rió Jennie al alejarse.

―Tu verdadero objetivo siempre fue devorarme ―masculló la omega.

―¿Devorarte? Claro que sí ―Jennie le dio un nuevo beso―. Una carnívora como yo necesita de una pequeña ardilla salvaje que la tenga feliz.

Lisa no pudo evitarlo y también soltó unas risas, sólo pensando en lo feliz que era ahora con una alfa que la amaba, a pesar de todo; ahora, si tuviera que definir su vida, diría que era afortunada y excepcional.

Al parecer, ser una híbrida de ardilla no estaba tan mal.

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