[10] : THE BATTLE OF THE DEPARTMENT OF MYSTERIES

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CAPÍTULO 10 // LA BATALLA DEL DEPARTAMENTO DE MISTERIOS

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EL MOMENTO POR FIN HA LLEGADO. EL MOMENTO PARA EL QUE ESTE AÑO SE ESTABA PREPARANDO. El grupo entró en la sala de techo elevadísimo, como el de una iglesia, donde no había más que hileras de altísimas estanterías llenas de pequeñas y polvorientas esferas de cristal. Éstas brillaban débilmente, bañadas por la luz de unos candelabros dispuestos a intervalos a lo largo de las estanterías. Las pequeñas esferas contenían un remolino de gas parecido a la niebla en su interior. Harry contó en voz alta, mientras pasaba por los números, tratando de encontrar el número correcto en el que estaba Sirius.

—Debería estar aquí —afirmó Harry, mirando un punto en la nada.

—Harry. Ahí pone tu nombre —dijo Neville, observando una pequeña esfera de cristal en particular que relucía con una débil luz interior, aunque estaba cubierta de polvo, con una etiqueta amarillenta que estaba pegada en el estante, justo debajo de una de las esferas. En ella había una fecha de unos dieciséis años atrás escrita con trazos finos, y debajo la siguiente inscripción:

«S.P.T. a A.P.W.B.D.
Señor Tenebroso
y (?) Harry Potter.»

Harry frunció el ceño y se acercó a la estantería, levantó la bola de cristal, mirándola fijamente.

—El único con poder para derrotar al Señor Tenebroso se acerca... Y el Señor Tenebroso lo señalará como su igual, pero él tendrá un poder que el Señor Tenebroso no conoce... Ninguno de los dos podrá vivir mientras el otro... siga con vida —la voz misteriosa de una mujer salió del objeto.

—Harry, ¿dónde está Sirius? —preguntó Blaire, mirando a su alrededor.

Y entonces, a sus espaldas, una voz que arrastraba las palabras dijo:

—Deberías aprender a ver la diferencia... entre los sueños... y la realidad.

Todos se volvieron para ver una figura negra encapuchada con una máscara dorada.

Se quitó la máscara y el mismo Lucius Malfoy se acercó al grupo.

—Viste sólo lo que el Señor Tenebroso quiso que vieras. Ahora, entrégame la profecía —exigió Lucius, extendiendo el brazo.

—Si nos hace algo, la romperé —habló Harry, aferrando con fuerza la profecía.

Una ruidosa carcajada vino de detrás de Lucius.

—Sabe cómo jugar —dijo la voz crepitante de la mujer que había soltado la risa, imitando la voz de un niño pequeño—. Mi pequeño bebito, Potter.

—Bellatrix Lestrange —dijo Neville, sus rasgos estaban tensos por la ira.

—Neville Longbottom, ¿verdad? ¿Qué tal papá y mamá? —preguntó su voz, con una sonrisilla burlona en la comisura de sus labios.

—Mejor ahora que van a ser vengados —gruñó Neville, apuntando con su varita a la bruja de pelo negro y rizado.

—¡Neville, no! —gritó Blaire, mientras ella y Harry tiraban de Neville hacia atrás.

—Un poco de calma, por favor... —dijo Lucius con voz tranquila y arrastrada—. Lo único que queremos es la profecía.

—¿Por qué me necesitaba Voldemort para conseguirla? —preguntó Harry, refiriéndose a la pequeña esfera que brillaba en sus manos.

—¿Te atreves a pronunciar su nombre? —susurró Bellatrix antes de gritar—. ¡Asqueroso sangre sucia!

—Tranquila —dijo tranquilamente Lucius, alzando la mano para silenciar a la malvada bruja—, es sólo un chico curioso, ¿a que sí?

»Las profecías sólo pueden recogerlas aquellos para quienes fueron concebidas —explicó el hombre de pelo largo—. ¡Qué suerte para ti! ¿No te has preguntado nunca... cuál es la razón de la conexión entre tú y el Señor Tenebroso? ¿Hum? ¿Por qué no pudo acabar contigo, cuando eras sólo un infante? ¿No quieres saber el secreto... de tu cicatriz?

Blaire se agarró al brazo de Harry, queriendo que hiciera algo. Temía por su vida. La castaña nunca había estado en una situación en la que tuviera que enfrentarse a un mortífago, no sabía lo primero que tenía que hacer.

—Todas esas respuestas están ahí, Potter... en tu mano. Todo lo que tienes que hacer, es dármela. Y yo te enseñaré todo —ofreció Lucius lentamente, acercándose al chico de pelo negro con la mano extendida.

—He esperado catorce años.

—Lo sé.

—Puedo esperar un poco más —respondió Harry—. ¡Ahora! —gritó entonces él.

¡Desmaius! —gritaron todos, disparando el hechizo hacia Lucius, Bellatrix y los demás mortífagos que se iban acercando.

El grupo se separó, corriendo. Blaire giró a la derecha y se encontró con un mortífago. El pánico le recorrió el cuerpo, mientras levantaba su varita.

¡Reducto! —gritó ella, haciendo que el mortífago fuera empujado hacia atrás en llamas.

—¡Volved a la puerta! —gritó Harry, cuanto todo el grupo tropezó con los demás. Corrieron hacia la puerta, mientras saltaban, Blaire que tenía su varita en alto, pronunció un hechizo que les hizo detenerse justo encima del suelo y luego caer.

—Gran hechizo, Hope —refunfuñó Ron.

—Oh, cierra el pico, Weasley.

Blaire se volvió hacia Harry, viendo que se concentraba en el enorme arco que estaba en la cima de una gran tarima de piedra.

—Las voces. ¿Entendéis lo que dicen? —preguntó él, subiendo lentamente hasta ahí.

Hermione lo miró con extrañeza.

—No se oyen voces, Harry.

—Yo también las oigo —dijo Blaire, mientras Luna también coincidía con ellos en eso.

Lucius y Bellatrix entraron disparados en la habitación, con la ira grabada en sus rostros.

—¡Poneos detrás de mí! —gritó Harry. Sin embargo, Blaire no le hizo caso, y se puso justo a su lado.

En instantes, varios mortífagos se llevaron a todos menos a Harry. Blaire estaba con un Mortífago desconocido para ella, mientras luchaba por liberarse, pero el Mortífago le puso la varita en la garganta.

—¿Acaso creías...? ¿Has sido tan inocente como para pensar... que unos críos tendrían alguna opción contra nosotros? —se burló Lucius, arrastrando las palabras mientras se acercaba a él y se paseaba mirando a sus amigos retenidos, dándose la vuelta entonces para enfrentarlo—. Te lo voy a poner muy fácil, Potter. Dame la profecía ahora, o contempla cómo mueren tus amigos —exigió el hombre con severidad, al tiempo que sacaba la mano.

—¡No se la des, Harry! —gritó Blaire, provocando que el mortífago se aferrara a ella con más fuerza, la castaña hizo una mueca de dolor. Harry la miró fijamente, sus ojos le suplicaban que no lo hiciera.

Harry depositó la profecía en su mano y Lucius suspiró con satisfacción, levantándola hacia el cielo. Un toque en el hombro de Lucius le hizo mirar hacia atrás.

Sirius Black estaba parado justo allí, con orgullo.

—Deja en paz a mi ahijado —espetó él, propinándole un puñetazo a Lucius. El rubio platinado cayó al suelo, dejando caer la profecía. Al tiempo que se hacía añicos, vio con ojos muy abiertos cómo la niebla de la esfera se alejaba hacia el olvido.

Los mortífagos se dispersaron, mientras Blaire corría hacia Harry. Los miembros de La Orden aparecieron y todos comenzaron a disparar hechizos a diestro y siniestro. Harry estaba con Blaire y Sirius, mientras los tres luchaban con algunos mortífagos.

¡Expelliarmus! —gritó Harry, haciendo que la varita de Lucius saliera disparada de su mano.

—¡Muy buena, James! —felicitó Sirius, mientras disparaba con su varita a Lucius.

¡Avada Kedavra! —pronunció de repente Bellatrix, el hechizo golpeó a Sirius en el pecho. Dio la impresión de que Sirius tardaba una eternidad en caer: su cuerpo se curvó describiendo un majestuoso círculo, y en su caída hacia atrás atravesó el raído velo que colgaba del arco.

Blaire vio cómo pasaba, parpadeando un par de veces para ver si estaba soñando, pero no era así. Todo esto estaba pasando, acababa de ver al padrino de Harry morir ante sus ojos. Se giró hacia Harry que dejó escapar un grito agónico y desgarrador. Remus lo contuvo para que no fuera tras Bellatrix. Sin embargo, Harry logró liberarse, corriendo tras la asesina de Sirius.

—¡Harry! —gritó Blaire, corriendo tras él.

—¡Yo maté a Sirius Black! —cantó Bellatrix por el pasillo, mientras Harry la perseguía.

¡Crucio! —bramó Harry, haciendo que Bellatrix se desplomara en el suelo, pero no gritó de dolor.

Blaire estaba casi temblando en sus zapatos, cuando vio a Voldemort pasar en picado por la cabeza de Harry.

—Tienes que desearlo, Harry. Ella le ha matado. Se lo merece —dijo Voldemort, lo que produjo una sonrisa enfermiza en el rostro de Bellatrix—. Conoces el conjuro, Harry. ¡Hazlo!

Voldemort apareció por completo, y una voz los interrumpió a todos.

—Ha sido una imprudencia venir hoy aquí, Tom —dijo la voz de Dumbledore, con un tono de severidad—. Los aurores están en camino...

—Cuando lleguen yo me habré ido, y tú... estarás muerto —le espetó Voldemort, disparando con su varita a Dumbledore, que ya tenía su varita apuntando hacia él.

Sus hechizos se estrellaron el uno contra el otro, chispas rojas y verdes chocaron entre sí. Voldemort soltó el hechizo, mientras hacía que las ventanas se rompieran, múltiples trozos de cristal cayeron al suelo. Dumbledore protegió a Harry y a Blaire de los trozos que descendían sobre ellos. Dumbledore se levantó, haciendo un conjuro protector que hizo que los trozos de cristal se convirtieran en arena.

Voldemort hizo que su cuerpo se convirtiera en un tornado y desapareció, huyendo hacia el cuerpo de Harry.

—Has... Has perdido, viejo amigo —se burló Voldemort, utilizando la voz de Harry; había conseguido poseerlo y ahora estaba dentro de su mente.

—¡Harry! —gritó Blaire, mientras ella y Dumbledore se arrodillaban ante él.

A Harry le costaba luchar contra Voldemort. Su cuerpo se estremeció violentamente, mientras el grupo entraba en la habitación, viéndolo en una forma poseída.

—Harry, no se trata de vuestras semejanzas. Sino de vuestras diferencias —habló Dumbledore, tratando de llegar a él.

Blaire se sentó a su lado, observando cómo temblaba. Se sintió bastante impotente, ya que quería ayudarlo.

—Tú eres el débil —dijo entonces Harry—. Y nunca sabrás lo que es el amor o la amistad. Y siento lástima por ti.

Voldemort abandonó entonces el cuerpo de Harry, y puso su varita contra su mejilla.

—Eres un necio, Harry Potter. Y lo perderás... todo.

Los miembros del Ministerio empezaron a aparecerse desde las redes Flu, y miraron a su alrededor, viendo lo dañado que estaba el Ministerio, pero entonces contemplaron atónitos a Voldemort de pie ante ellos.

—Ha vuelto —tartamudeó Fudge.

Una vez que todo el grupo estuvo de vuelta en Hogwarts, todos fueron enviados a sus salas comunes, todos excepto Harry, que fue al despacho de Dumbledore. Blaire estaba cabreada por tener que ir a la sala común de Slytherin, donde no quería estar. Odiaba a sus amigos, que estaban allí.

•  •  •  •

El banquete final del año se acercaba, y Blaire y Harry paseaban juntos, hablando del año que habían tenido. Mientras caminaban por el pasillo, vieron a Luna Lovegood colocando letreros en las paredes de piedra.

—¿Cómo es que no estás en el banquete? —le preguntó Harry a la rubia.

—He perdido todas mis pertenencias —contestó Luna con serenidad—. Al parecer la gente las ha estado escondiendo.

—Eso es horrible —exclamó la castaña.

—Oh, sé que es una broma. Pero como es la última noche, necesito recuperarlas —explicó Luna, colgando otro letrero en la pared.

—¿Quieres que te ayudemos a encontrarlas? —ofreció Harry.

Luna negó con la cabeza, con una pequeña sonrisa en la cara. Miró los carteles en sus manos y desvió la mirada hacia el azabache.

—Siento mucho lo de tu padrino, Harry.

Blaire pudo ver una expresión de dolor escrita en el rostro de Harry, quien cambió de tema.

—¿Seguro que no quieres que te ayudemos? —insistió él.

—Tranquilo —respondió Luna otra vez, sonriente—. Además, mi madre decía que las cosas que perdemos siempre acaban volviendo a nosotros.

Los tres levantaron la mirada y vieron las zapatillas de Luna colgando de los cordones en la parte superior del arco de madera del pasillo.

—Si bien no siempre de la manera que esperamos —pasó unos momentos antes de que volviera a hablar—. Creo que tomaré algo de pudin —dijo ella, alejándose a toda prisa y dejando atrás a Blaire y a Harry.

Los dos estallaron en carcajadas, mientras miraban por la ventana, viendo el sol ponerse detrás de las nubes. El silencio que reinaba entre ellos era bastante cómodo, mientras observaban el exterior. Blaire miró a Harry por un segundo antes de volverse otra vez hacia la ventana.

—Gracias.

—¿Por qué? —preguntó Harry confundido.

—Por hacer que este año sea emocionante para mí —confesó ella, esbozando una sonrisa—. Si no fuera por ti y por tu vida, todavía estaría con Pansy y Draco siendo la perra Slytherin que era.

Harry le sonrió.

—En ese caso, gracias.

—¿A mí? —inquirió Blaire—. ¿Y yo qué he hecho?

—Enseñarme que no todos los Slytherin son malos.

Blaire tenía una amplia sonrisa tirando de sus labios, mientras ambos se volvían para seguir mirando por la ventana.

El cuarteto se dirigió hacia el Expreso de Hogwarts, llevando sus maletas.

—He estado pensando en algo que me dijo Dumbledore —habló de repente Harry.

—¿Y qué es? —preguntó Ron.

—Aunque nos queden muchas batallas por librar, tenemos algo que Voldemort no tiene.

—¿Sí? —preguntó esta vez Blaire.

—Algo por lo que merece la pena luchar.

Blaire, Hermione y Ron simplemente sonrieron a su amigo. Se acercaba la batalla y la castaña no sabía cómo iba a terminar, pero de una cosa sí estaba segura. Con las tres personas que tenía a su lado, que eran en las que más confiaba, sabía que estaría bien. Sin importar lo que pase.

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