[11] : THE TROUBLE WITH DRACO

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CAPÍTULO 11 // EL PROBLEMA CON DRACO

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UNA CORRIENTE DE AIRE RECORRÍA LA HABITACIÓN POR LA QUE BLAIRE HOPE SE PASEABA. La castaña estaba en pura angustia, todo el verano. Estaba preocupada por Harry, más que nada. Blaire había descubierto durante las largas vacaciones de verano que tenía fuertes sentimientos por Harry. Ella lo consultó con la almohada durante días, pensando en cómo habían cambiado sus sentimientos desde el año pasado. Blaire estaba feliz de ser amiga de Harry— incluso feliz de ser amiga de Hermione y Ron. La castaña disfrutaba de la sensación de estrecha conexión que desprendía el trío. Independientemente de lo que cualquiera pensara de los tres como individuos, siempre te cubrirían las espaldas.

Blaire suspiró agobiada, cruzando los brazos sobre su pecho.

—Estoy preocupada por Harry. Ha estado desaparecido todo el verano, y no me ha dicho nada, ni una carta.

Hermione le dedicó una sonrisa comprensiva a la castaña.

—Blaire, estoy segura de que está bien.

Blaire se mordió el labio inferior, pensando en todos los peores escenarios que podrían ocurrirle a Harry.

—Caray, Blaire, nunca había visto a nadie ponerse así, excepto a Hermione cuando cree que ha suspendido un examen —dijo Ron.

Hermione le dio un manotazo a Ron en el brazo, y Blaire soltó una leve carcajada antes de parar. La bruja castaña salió de la habitación, bajando a la cocina. Blaire llevaba unos días en la Madriguera, aunque no es que le importara. Siempre le había gustado lo acogedora y hogareña que era la casa de la familia Weasley.

Una lechuza blanca como la nieve llamó la atención de la castaña.

—¿Hedwig? —dijo extrañada Blaire y se asomó cerca del principio de la gran escalera de la casa que llevaba a las otras plantas— ¿Señora Wealsey? —llamó ella, Molly apareció por la escalera mirando hacia abajo.

—Blaire, ¿qué quieres?

—Me pregunto cuándo ha llegado Harry aquí.

—¿Qué? ¿Harry? ¿Qué Harry? —preguntó Molly confundida.

—¡Harry Potter, quién va a ser! ¿Qué otro Harry con una cicatriz en forma de rayo conoces? —dijo ella sarcásticamente.

Molly puso los ojos en blanco mientras bajaba los escalones.

—Creo que sabría si Harry Potter está en mi casa, ¿no?

—Pues su baúl está en la cocina con Hedwig —respondió Blaire—. O está aquí o ha dejado sus cosas y se ha ido. Sentido común, mujer —hizo una mueca.

—¿Harry? —dijo Ron mientras Hermione y Ginny se unían a él en diferentes pisos mirando hacia abajo sobre los escalones.

—¿Está ahí contigo? —le preguntó Ginny a su hermano.

—Claro que no. Creo que sabría si mi mejor amigo está en mi habitación, ¿no? —contestó Ron.

—¿Es una lechuza lo que he oído? —preguntó Hermione, mientras Hedwig se revolvía en su jaula.

—Al parecer está por la casa —Blaire se encogió de hombros.

—¿En serio? —preguntó Hermione.

—En serio —dijo una voz, haciendo que el grupo se diera la vuelta.

—¡Harry! —gritaron todos, mientras corrían hacia el chico de pelo azabache.

—¡Qué maravillosa sorpresa! —se rió Molly, abrazando a Harry— ¿Por qué no nos has avisado de que venías?

—No lo sabía —Harry se encogió de hombros—. Dumbledore.

—Oy, ese hombre. ¿Pero qué haríamos sin él? —preguntó Molly, mientras soltaba a Harry.

Ron y Hermione tuvieron su oportunidad de abrazar a Harry, ya que luego fue el turno de Blaire. La castaña sonrió al chico, mientras le pasaba los brazos por el cuello. Harry respondió de inmediato, colocando sus manos alrededor de su cintura. Pasaron unos segundos del momento cuando ambos se apartaron, creando una incómoda tensión que surgió en el aire.

• • • •

Cuando todos por fin saludaron a Harry, el cuarteto se metió en la habitación de Ron. El grupo se sentó en silencio durante un rato.

—¿Cuándo habéis llegado? —preguntó Harry, dirigiéndose a las dos chicas.

—Hace unos días —contestó Hermione por las dos.

—Mamá estaba un poco agobiada la semana pasada —contó Ron débilmente—. Dijo que no era conveniente que Ginny y yo volviéramos a Hogwarts. Que es muy peligroso.

—Oh, venga ya —se quejó Harry.

—No es la única —añadió Hermione—. Hasta mis padres que son muggles saben que algo malo está pasando.

—Hasta mi padre se puso de los nervios por un momento —expresó Blaire.

—Pero bueno, papá intervino y le dijo que estaba exagerando... Le costó unos días, pero al final entró en razón —terminó de decir Ron.

—Pero, estamos hablando de Hogwarts, de Dumbledore —señaló Harry—. ¿Qué hay más seguro?

—Bueno, se ha hablado mucho últimamente... de que Dumbledore, como tú dices, está un poco mayor —Blaire ladeó la cabeza.

—¡Bobadas! —declaró Harry con enfado— Solo tiene... ¿Cuántos años?

—¿Ciento cincuenta? Año arriba, año abajo —preguntó Ron, provocando las risas del grupo.

El cuarteto se dirigió al Callejón Diagon, a la tienda de bromas de Fred y George. Blaire estaba sorprendida de que hubieran cerrado la tienda de bromas de Zonko y del éxito que los gemelos estaban teniendo con la tienda. La castaña se quedó alucinada con todos los artículos que crearon los gemelos.

—¿Qué tal, señoritas? —uno de los gemelos les habló a Blaire, Hermione y Ginny, que estaban mirando las pociones de amor.

—Filtros de amor, ¿eh? —preguntó George— Sí, realmente funcionan. Por lo que cuentan, hermanita, a ti no te hace ninguna falta.

—¿Y eso? —preguntó Ginny, alzando las cejas.

—¿No estás saliendo ahora con Dean Thomas? —le preguntó Fred.

—No es asunto tuyo —refunfuñó Ginny, alejándose.

Blaire se rió mientras Hermione y ella iban a buscar a los chicos. Vieron a Ron mirando algo, recogiéndolo antes de acercarse a los gemelos con el objeto.

—¿Cuánto cuesta esto? —les preguntó él, levantando el objeto en alto.

—Cinco galeones —dijeron los dos gemelos al mismo tiempo.

—¿Cuánto para mí? —Ron reformuló la pregunta.

—Cinco galeones —repitieron los gemelos al unísono, encogiéndose de hombros.

—Soy vuestro hermano —dijo Ron con el ceño fruncido.

—Diez galeones —los gemelos se volvieron a encoger de hombros.

Blaire soltó una carcajada, apretándose el estómago.

—Ron, acabas de ser timado por tus propios hermanos.

—Anda, vámonos —dijo Harry, mientras el grupo empujaba a la gente para pasar.

Blaire, Harry, Ron y Hermione salieron al exterior del oscuro y tranquilo pueblo de Callejón Diagon. Blaire recordaba lo animado que solía ser el pueblo, ahora era como un escondite para los mortífagos.

—¿Cómo lo hacen Fred y George? —preguntó Blaire, atónita— Medio callejón ha cerrado.

—Fred cree que lo que la gente necesita estos días es reírse —dijo Ron.

—Qué razón tiene —coincidió Harry.

—Oh, no —exclamó Hermione—. Todo el mundo compraba su varita en Ollivander's.

El grupo vio la tienda de Ollivander's a oscuras y los escaparates reventados. Blaire odiaba cómo los mortífagos se estaban apoderando del Mundo Mágico.

—Harry —le llamó Ron de repente—. ¿Soy yo, o Draco y su mamá tienen toda la pinta de estar evitando que los sigan?

—¿Draco? —preguntó Blaire, volviéndose para mirar a Draco y a su madre, que entraban en el Callejón Knockturn.

El cuarteto se miró, sabiendo que tenían que seguirlos. Siguieron a los dos Malfoy mientras los veían entrar en Borgin y Burke. Blaire frunció el ceño preguntándose por qué Draco estaría allí. El grupo se subió a un tejado para ver mejor la tienda y ver qué se traían entre manos. Blaire entrecerró los ojos, intentando entender lo que estaba pasando.

—Qué gran lugar para estar, Potter —refunfuñó Blaire, y Harry le lanzó dagas con los ojos.

Greyback, un hombre lobo mortífago que mordió a Remus Lupin hace mucho tiempo, estaba en la tienda con los Malfoy. Blaire había hecho un ruido, haciendo que el Hombre Lobo se diera la vuelta. El cuarteto fatal se congeló, bajando la cabeza. Cuando volvieron a levantar la vista, las cortinas de la tienda se habían cerrado. Blaire seguía muy confundida sobre lo que Draco estaba haciendo. No quería creerlo, pero tal vez, sólo tal vez, Draco Malfoy era o se estaba convirtiendo en un mortífago.

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