Capitulo dos:

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La soledad puede usarcé de diferentes maneras dependiendo de la persona, hay algunas que aprovechan aquellos momentos para pasar tiempo consigo mismos, beben su bebida favorita, escuchan aquella canción que hace que sus corazones bailen al ritmo de la música, o simplemente se quedan en su lugar favorito de su casa, haciendo aquello que les permite pausar el mundo aunque sea por unos minutos.

Luego esta otra porcentaje de las personas, en donde la soledad que sienten es mas profunda de lo que imaginan, y aquellos momentos solo provocan una sensación incomoda en el pecho y aquella fuerte necesidad de hablar y sentir que no hay nadie con quien hacerlo. Como si estuvieras dentro de una caja con la nada misma, solo tu y tus pensamientos que se van haciendo cada vez mas grande y ruidosos, haciendo que quieras callarlos sin logro alguno.

Bueno, así se sentía Leila en aquel momento. Sentada en su sala, o lo que se supone que debe ser, rodeada de algunas cajas con objetos (mas de Harry que de ella misma), y con una pequeña cuna de madera desgastada que entre los barrotes permitía ver aun bebe dormido.

Leila miraba la puerta de su nueva casa con la mente intranquila. Los nuevos comienzos la aterraban, o al menos lo habían empezado a aterrar hace poco, cuando la incertidumbre de su vida le deja a la espera de cualquier golpe fatal.

Sabia que debía levantarse, sabia que debía ordenar la que seria su nueva casa, poner en orden su nueva vida, pero a pesar de repetirlo varias veces era incapaz de hacerlo, ¿por que? porque la mente le jugaba aquella mala pasada, en donde miles de escenarios se presentaban en su cabeza con una rapidez aturdidora, buscando prepararla para un evento inminente, en donde siempre concluía en el mismo final: caos.

Podría abrir algunas cajas, que provocarían  inevitablemente el encontrar objetos cargados de memorias dolorosas, lo que llevaría a otra tarde de lagrimas. Podría despertar a Harry y dar una vuelta por su nuevo barrio en busca de conocer sus alrededores, pero no sentía las ganas de hacerlo y menos de despertar a su sobrino, cuando era tan difícil dormirlo y lidiar con su llanto solo la llevaría a ella misma a llorar de impotencia. Tal vez podría organizar los papeles que sabia que debía tener para su nuevo trabajo, pero de solo pensarlo le dolía la cabeza y sabia, aunque no quería admitirlo, que hacer aquello solo seria un golpe de realidad que la haría llorar.

Por eso estaba sentada lidiando con sus pensamientos.

Presionada por su mente en tener que tomar una decisión que no quería hacer.

Últimamente su cabeza estaba llena de pensamientos ruidosos que la aturdían de tal manera que habían ocasiones que no era consiente de lo que sucedía a su al rededor, como en esta ocasión donde el timbre de su casa estaba siendo tocado repetidas veces y ella era incapaz de oírlo, hasta que por aquel ruido Harry despertó haciendo sonidos que indicaban un inminente llanto.

Rápidamente se levanto y camino hasta la cuna, para poder alzar a Harry en sus brazos y detener el llanto. No quería lidiar con eso ahora.

Por suerte Harry se calmo y simplemente se quedo viendo a su tía atentamente. Leila suspiro aliviada y camino hasta la puerta. Al girar el picaporte encontró del otro lado a un hombre alto de pelo castaño y barba.

-Buenas tardes, lamento las molestias soy...

-Henry Edevane- interrumpió Leila- te conozco, Dumbledore me hablo de ti.

Henry asintió y para el fue inevitable no posar su atención en el pequeño bebe que jugaba con el cabello de su tía. En su camino a la casa de la Evans se repitió incontables veces no fijar su atención en el pequeño y mucho menos en su cicatriz, pero una vez adelante del salvador del Mundo Mágico, fue prácticamente imposible no hacerlo.

Leila, que suponía aquella acción, no tardo en darse cuenta acomodando a Harry en su hombro, haciendo que el pequeño le de la espalda al hombre.

-¿Puedo ayudarte en algo?- pregunto sin tratar de ocultar su incomodidad. Se sentía cansada y no quería hablar con alguien mas, aunque agradecía no estar sola con sus pensamientos o sabia que iba a volverse loca.

-Oh, lo siento- se disculpo rápidamente. Henry quiso golpearse ahí mismo, Dumbledore le había advertido de tener cuidado en como veía a Harry,  y podía entender aquello, pero su curiosidad fue mas grande que su razonamiento.- Solo quería venir a darles la bienvenida, traje esto... 

Henry alzo una canasta, que hasta ese momento Leila no había observado. Una canasta roja con algunos objetos en su interior, que por la rápida mirada que le dio, pudo apreciar una tarta con fresas picadas encima, además de algunas botellas pequeñas de cristal.

-Son algunas pociones- explico Henry al ver la mirada de Leila en las botellas- principalmente son para infantes, ya sabes, para mareos, dolores de cabeza, entre otros. Lo hice yo mismo, tengo algunos conocimientos, no se si sabes...

-Lo se, tranquilo- Y si que lo sabia. Una vez Dumbledore lo menciono, a Leila no le fue difícil haber recordado aquel apellido, no es que sabia mucho, pero recordaba haber leído algunas notas en el profeta, donde hablaban de la familia Edevane y sus grandes aportaciones al mundo de la medicina mágica. 

-Lo entiendo, gracias- respondió dando un leve asentamiento de cabeza. Henry la miro inseguro dando un rápido vistazo a la casa y notando el desastre en ella. Leila cerro un poco la puerta atrás para evitar que el siga viendo- Si eso es todo...

-Si quieres puede ayudarte a desempacar- se animo a preguntar sabiendo que posiblemente fuera rechazado- Seguro tienes el servicio de agua desactivado y tal vez necesites ayuda en armas algunos muebles. 

Leila lo pensó varios segundos. Enserio lo pensó, llegando a la conclusión de que aunque no le gustara debía confiar en el, porque Dumbledore lo hacia, y para ser sincera sabia que si alguien no la ayudaba ella nunca podría limpiar y organizar su casa.

Leila se hizo a un lado.

-Puedes entrar.

Su afirmación provoco que por un segundo, casi invisible, los ojos de Henry captaran un pequeño destello proveniente de la casa.

-¿Tu encantaste la casa?- pregunto dando un paso al interior del hogar notando que este además de tener las cajas, tenia polvo acumulado y algunas telas de arañas. Dejo la canasta en una de las cajas. 

-Si.- se limito a decir caminando hasta la cuna de Harry, lo dejo con cuidado asegurándose de que el tuviera algunos juguetes con los que entretenerse- si vas a ayudarme a armar algunos muebles no uses magia. Nada de magia.

Henry quedo bastante confundido. ¿Por que no usar magia?

-Esta bien- fue lo único que dijo. Era extraño que no le permitiera usar magia, pero tampoco podía cuestionarla cuando no era de su incumbencia. Una parte de el la entendía y sentía empatía por ella, así que no dijo mas nada por un largo rato, haciendo únicamente lo que vino a hacer, limpiar y recoger.

Noto como ella escogía algunas cajas pequeñas que al sacar los objetos en su interior enseñaba ropa de bebe u otros objetos, mientras que a el le dejaba lo demás.

Cuando Henry abrió una caja y lo primero que vio fue una túnica de Gryffindor entendió el porque ella no tocaba las cajas mas grandes.  Por respeto no saco nada de aquella caja y solamente la dejo a un lado sin decir ni una palabra.

-¿Sabes donde se encuentra el hospital general de Forks?- pregunto Leila sacando algunos artículos de cocina. Apenas era un sarten, un paquete de platos desechables y dos cucharas. Necesitaba comprar mas cosas.

Henry, quien barría el suelo la miro.

-Esta cerca de tu casa, si quieres te dejo un papel con la dirección- propuso. Leila le asintió, sabiendo que con su pésima memoria no se acordaría de nada si el se lo dijera.- ¿trabajaras allá?

-Seré secretaria- afirmo tirando una caja en uno de los rincones de la casa, en donde se encontraban otras ya vacías.

-Ahí trabaja Carlisle Cullen, el patriarca del clan del pueblo- aquella noticia llamo la atención de Leila, que dejo de mirar a Harry para voltear a verlo.

-Hablando de aquello, ¿Cómo son estos vampiros? Dumbledore me dijo que te llevas bien con ellos.

Henry dejo la escoba a un lado y camino hasta la canasta, dio una breve mirada a Leila.

-¿Te importa?- pregunto señalando la canasta, Leila negó. Henry abrí la envoltura de plástico trasparente y saco la tarta, además de dos botellas de refresco- ¿te gustaría descansar?

Leila miro con el se sentada en el suelo y colocaba la comida frente de el, para luego mirarla como si esperaba que ella hiciera lo mismo. La pelirroja solo lo miro por algunos segundos indecisa, pero el maravilloso olor de la tarta de fresas hizo tomara el paquete de platos desechables y sus únicas dos cucharas.

-Los Cullen ya estaban aquí cuando llegue al pueblo- respondió Henry una vez Leila se sentó frente a el. Tomo una cuchara y comenzó a partir la tarta con un poco de dificultad- al principio estaba un poco incomodo con su presencia, pero con el paso de los días me fue inevitable no comenzar a acercarme a ellos.

-¿Por que te acercaste?- Leila tomo el pedazo que Henry le ofrecía, y llevo su cuchara hasta tomar una porción generosa, al probar aquel postre sintió como todo su cuerpo se relajaba y sus ojos expresaban asombro.

-Sabe a gloria, ¿verdad?- pregunto Henry con una sonrisa orgullosa, dando un bocado de su propio pedazo- esto fue lo que me hizo acercarme.

-¿El pastel?

Henry rio.

-El amor.

Leila dejo de masticar y miro al brujo con asombro. Por su mente pasaron tantos pensamientos en donde la mayoría lo llamaban idiota. ¿Amor?

-Si, yo me sentí así cuando me di cuenta- expreso con una gran sonrisa en su rostro. Le daba gracia ver el rostro estupefacto de Leila.- Todas esas historias que me contaban mis padres de aquellas bestias sanguinarias desaparecieron, cuando una de esas bestias se presento ante mi con una tarta. 

Leila esperaba que el le dijera que solo bromeaba, y que la razón de su acercamiento era otro, pero la mirada cargada de amor de Henry viajo a su anillo plateado que descansaba en su mano izquierda.

-No te diré que te enamores de alguno de ellos, pero al menos dales el beneficio de la duda- la miro con seguridad, mientras giraba su cabeza para ver al pequeño Harry jugar con un trencito de madera- quien sabe, tal vez te sorprendan.

Leila no dijo nada, aun cuando ambos terminaron de comer el pastel y seguir limpiando, o cuando Henry se despidió de ella dejando la dirección del hospital en un papel, ni siquiera cuando abajo de aquella dirección estaba su numero de teléfono.

Solo rio, cuando al revisar la canasta encontró una caja de teléfono junto a una lista de números y nombres de cada integrante de aquel clan de vampiros.

Leila se permitiría conocerlos y solo deseaba no arrepentirse. 

"Bienvenida nueva vecina. Llama y ahí estaremos"

"A menos que sea de día, no te pases"

—Los Cullen.










































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