II

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—¡Darling! —exclamó Joy, divisando a quien quería ver.

La mencionada se limitó a dar la vuelta y saludar con una reverencia, como acostumbraba hacerlo siempre. Ambas se encontraban bajo un cerezo. Y al estar lo suficientemente cerca, se recostaron bajo el trono, bañado en la luz del reciente atardecer.
—¡Hola Joy! ¿Cómo has estado?
—¡Bien, gracias!
—¿Y Meme?
—Se quedó en una de las cabañas, está trabajando en su parte del evento.
Darling solo pronunció un "Awww".
—¡Si te digo la verdad, no esperaba que se lo tomase tan en serio...!
—¡Hmmp! ¿Y que haces tú?, ¿Las lluvias no han detenido la "operación", ¿o si? —dijo Joy haciendo las comillas con los dedos.

Darling titubeó un poco mientras su sonrisa nerviosa la delataba.
—Bueno, eh... ¡Imagínate! Eh... estaba en- pues en... umm... ¡Ayudando a Darklight con la decoración, claro!

Joy arqueó una ceja, incrédula.
—Okey —soltó con una sonrisa pícara—, entonces ¿Qué haces aquí, si estás ayudando con los adornos?
Darling encogió sus orejas y sus hombros, mientras intentaba cubrir su rubor con su cabello rubio; mientras soltaba una risita que comunicaba un "Bueno, me descubriste".
—Bueno si ese es el caso —susurró Joy— ¿Ya lo lograste? —preguntó señalando las alas de la contraria.

Darling bajó su cabeza en señal de vergüenza y decepción, rascando su fino pelaje verde.
—Nop. Aún no puedo ni levantarme del suelo.
—Algún día lo lograrás —motivó Joy— al menos eres la mejor administradora que ha tenido esta isla ¿A que no?
—Soy la única administradora que ha tenido —protestó Darling, forzando una sonrisa—. Pero en fin, de seguro no viniste solo para decir "hola", así que... ¿Qué ocurre?
Joy rió.
—Okey me atrapaste, quiero preguntarte algo.
—¡Oh! ¿Solo eso? Entonces, perfecto, ¡pregúntame!

Joy contempló el cielo por un segundo, buscando las palabras correctas y el tono correcto. Entonces bajó la mirada y suspiró.
—¿De dónde vienes? —preguntó Joy.
Darling lo pensó por un segundo, de cierta forma le sorprendía la pregunta.

—No lo sé —confesó— todo lo que está en mi mente es un cuento borroso, y... extraño, a mi parecer; ¿Por... Por qué la pregunta?

—Uh... ¿Tú de dónde crees que vengo?

—Bueno... —Darling pensó— Sea donde sea, debe ser un lugar lindo, ¿No crees?
Joy se ruborizó ligeramente, agradeciendo el cumplido.
—Espero que sí —se interrumpió a sí misma para pensar otra vez— ¿Sabes? llevo mucho, MUCHO tiempo pensando (Creo que demasiado...), y pues, quiero saberlo. Todo el mundo viene aquí de algún lado, ¡Yo también debo! Pero no sé nada de nada, y no quiero agobiar a Meme con mis preguntas, pero, quiero saberlo, no pienso (y no podré) dormir hasta saberlo —Joy soltó esa declaración con rabia e impotencia. Ya no le importaba como, debía saber.

—Bueno... No sé que decir al respecto ¿A dónde piensas ir para averiguarlo?

—No lo sé —soltó de repente—. Pero sea lo que sea, quiero ir.

Darling se puso de pie, asustada y con un disgusto enorme, sorprendida tal vez de la insistencia de Joy, que nunca había mostrado jamás esa clase de impulso, le daba miedo y hasta algo de rabia, no le gustaba para nada la idea de salir de la isla, ni ella ni nadie debía, siquiera considerar irse, al menos no Joy; descubrieron esta isla juntas, no había forma de que se separaran, mucho menos ahora, en un momento tan especial y cuando todo mundo está feliz. Y de repente ¿Joy se quiere ir? pero qué egoísta. Al menos eso pensó Darling, inconscientemente dándole una mala cara a una Joy muy confundida, quien al darse cuenta, se puso de pie, enojada y se alejó de ahí sin esperar a que la otra contestara.

Tal vez estaba exagerando, no le importaba. Este era uno de esos momentos en los que te das cuenta de que hay secretos, deseos que no se pueden compartir.
—¿A dónde vas? —preguntó Darling, inconsciente del daño que había hecho.

—A algún otro lugar —dijo Joy sin voltear la mirada. No se dio cuenta, pero sus ojos estaban húmedos.

Darling dio un vistazo al cerezo, y estampó su cabeza contra el tronco, no cambió de opinión, pero definitivamente debió haber utilizado otra cara, u otras palabras; tal vez dejar de lado sus ideales y dar algo de apoyo, así sea con mentiras. Pero ya era algo tarde. Al día siguiente de seguro podrán hablar, ahora no.

Dando zancadas de rabia, Joy se escabulló de entre los matorrales para perderle la vista, no quería verla ni en pintura. Pensó que ella escucharía, pensó que ella la apoyaría; pensó que pertenecía a algún lado.
Después de eso Joy se detuvo en seco, sin darse cuenta de lo mucho que había caminado.
Miró a su alrededor, buscando un punto de referencia para ubicarse; su esbelto cuerpo fue bañado por la luz del crepúsculo al posar sus ojos en una edificación, de la que ya sabía su existencia, pero jamás le había prestado tanta atención hasta ahora.
Se reflejaba un poco de la luz crepuscular desde los cristales rotos del edificio, que era una biblioteca abandonada, pero no lo parecía, más parecía una alcaldía que un templo de conocimiento. La  naturaleza se había envuelto alrededor de la edificación en forma de lianas, enredaderas, y musgo y cal creciendo por los muros y sus pilares; reclamándola, recuperando la tierra que una vez fue suya. El viento rugió desde adentro de la edificación, llamando a... alguien.

Joy optó por aventurarse mientras aún había un poco de sol iluminando el camino. Los muros eran tan altos y el techo tan lejano al suelo que le dieron mareos. No tenía idea de porqué se había metido en la biblioteca, pero prefirió tomar el riesgo por primera vez en su vida y evitar arrepentirse de no ver, de no vivir algo importante esa noche.

Justo cuando iba a darse la vuelta y correr, escuchó un crujido; un crujido muy diferente a los que escuchaba en su día a día. El crujido de las hojas, de las ramas, alguna piedras tan viejas que al pisarlas se desintegraban al tacto; este crujido era diferente, pero a la vez muy familiar. Nuevamente, Joy se veía incapaz de recordar.
Echó la vista a sus pies, y vio una hoja de papel magullada, arrugada y sucia. Joy la recogió gentilmente del piso, estaba segura de que no estaba ahí antes.
Quiso ver lo que estaba escrito pero la oscuridad de la noche la alcanzó, e impulsada un poco más por su fobia a las tinieblas, corrió a todo lo que pudo fuera de ahí.

[...]

—¿Y... cómo te fue? Dijiste que querías hablar con Darling de algo, ¿Qué te dijo?
—Uh... No la encontré —dijo Joy cerrando suavemente la puerta detrás de ella—, ¿Cómo te va con tu...? —No terminó la frase al ver la cantidad de bolas de papel desparramadas por el suelo, temiendo perder la suya, la apretó contra su pecho.
—Horrible —confesó Meme, rindiéndose porque ya no quería arrancar más hojas de su libreta.

El interior de la cabaña estaba tenuemente iluminado por lámparas, hechas por la misma Joy, juntando hongos fluorescentes y amarrándolos como si fuesen un manojo de uvas, colgándolos desde el techo por enredaderas trenzadas. Con mucho cuidado, Joy desprendió una de las láminas de la seta y la ubicó cerca de la lámina de papel.
Forzando un poco la vista, Joy vio que no había palabras en la hoja, solo dibujos, aunque se atrevería a llamarlos garabatos.

Los trazos se veían rasposos, como los de un crayón, pero entre las magulladuras del papel se distinguían tres figuras, personas tal vez; a Joy le tomó menos tiempo de lo que esperaba darse cuenta de que una de las figuras era ella. El mechón morado, las medias a rayas, el color de su pelaje y su labio superior colmilludo; todo resulto en una inquietante coincidencia. La segunda figura tenía un aterrador parecido con Meme: El plumaje azul, su falda rosada y su carencia de piernas.

La última figura fue imposible de reconocer, Joy jamás la había visto en su vida.
Como eran casi garabatos era imposible decir que era.
Tenía una piel de color verde fuerte, un traje de presentador con capa y sombrero; se paraba en dos patas y en una de sus "manos" llevaba una varita mágica, o un bastón, no sabría decir.
Si algo tenían todos en común, es que estaban sonriendo. No era una sonrisa aterradora, ni tierna; solo una sonrisa.

—¿Qué es eso? —preguntó Meme, guardando su libreta y prestándole toda su atención a su mejor amiga.

Joy escondió el dibujo.
—¿De- De- De qué hablas...? —tartamudeó la mayor.
—¡Qué lindo dibujo! —exclamó el ave al asomarse atrás de Joy— ¿Lo hiciste tú?

Sin saber como responder al bombardeo de preguntas, Joy empezó a temblar, física y mentalmente, cosa que Meme aprovechó para arrebatarle la hoja de la forma más cariñosa posible. Felicitó indefinidamente a su amiga por "su" pequeña obra de arte al va vez que le preguntaba, dónde y cómo había conseguido los crayones.
Saliendo de su trance momentario, Joy le arrebató la hoja y le hizo un resumen de la situación, omitiendo ciertas partes; Joy no quería que Meme fuese consciente de sus intrigas; ya sabía que no las podía compartir con nadie.

—¿Quién es la del traje? ¿La conozco?
—Eso me gustaría saber —dijo Joy rendida, sentándose en el suelo y dejando a un lado la seta bioluminiscente.
Meme la vio preocupada.
—¿Qué tienes? —preguntó la pequeña con un brillo en los ojos—, pareces muy cansada por un dibujo.

—Yo... Creo que podré explicártelo más tarde, creo que ahora necesito relajarme; quiero nadar un poco mañana, para despejar mi mente ¿sabes?, ¿Qué dices, me acompañas?

Meme se emocionó, y aleteó para sujetarse de uno de los garfios que, igual que los hongos, estaban arrimados al techo para que ella se sujetara y rondara por donde ella quisiera; con movimientos ágiles y dominados, ella se dejó caer cerca del marco de la puerta; para sorpresa de Joy.

—¿Adonde vas? —preguntó Joy, aún en el piso.

—¡Voy a buscar unas Manzanas! —exclamó Meme, alzando vuelo— ¡Se que te gustan las manzanas!

Joy se levantó presurosa y al alcanzar el marco de la puerta, todo lo que pudo presenciar fue a la silueta de su mejor amiga desaparecer en el cielo nocturno. Sentía un impulso de seguirla, pues su fobia le susurraba insistentemente que lo hiciera para asegurarse de que nada malo le pase a su amiga, pero su deseo de descansar de las preocupaciones era mucho más fuerte.
Joy tomó el dibujo y deseó no haberlo encontrado; era la prueba máxima de que la felicidad está en la ignorancia, pero aún así, lo dobló con cuidado y lo guardó en uno de los bolsillos de sus medias.
Y así sin más, se quedó a esperar a Meme en el marco de la puerta, debajo de un cielo y luna que la desconocían.

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