VI

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Algo se movía agresivamente entre el pasto alto, advirtiendo y dándose a conocer a quien sea que esté cerca, por su comportamiento, no parecía amigable.

Joy estaba a punto de decirle a Meme que lo acorralaran, pero para sorpresa de nadie, Meme ignoró la advertencia y se lanzó al peligro.

No sabiendo exactamente qué iba a atrapar, se abalanzó con los brazos abiertos al pasto alto esperando conseguirlo. Y como era de esperarse, no lo logró, estampó su barbilla contra el suelo mientras el pasto le hacía cosquillas. Abrió los ojos forzosamente mientras intentaba ver entre el pasto, que le daba mareos con su color fuerte.

Fue cuando su ojo captó un color fuera de lugar. Un punto borroso de color café, sobresalía sin esfuerzo en la espesura del pastizal. La menor sacudió su cabeza en medio de su confusión, y al ubicar el lugar, el punto había desaparecido.
"¿Qué pasa?" se preguntaba Meme.

Mirando a los lados, se levantó tronado su fuerte espalda, Meme pensó que había visto un espejismo.
Cuando de repente, rápido como relámpago, algo saltó algo a su cara; y con un grito, alertó a Joy.

Esta se giró para presenciar a su amiga haciendo lo posible para apartar a un animal pequeño de arañar su rostro.

Sin pensarlo, Joy pateó al animal.
El pequeño mustélido rodó por el pasto dándose golpes. Cuando finalmente pudo reincorporarse miró a las intrusas con odio. Su pelaje café chocolate se erizó, mientras instintivamente mostraba sus garras para parecer amenazante (a pesar de ser, tan, pero tan pequeño)

Como una emboscada mal planeada, el animal se volvió a avalansar hacia Meme. Poco sabía él, que lo atraparía en el aire, dejándolo vulnerable.
Por suerte para ambos lados, Meme le sonrió.

—¡Qué ternura! —exclamó acariciando al pequeño mamífero con sus pulgares, sosteniéndolo en el aire como si de un premio se tratase.
Al verlo más de cerca, Meme pudo apreciar su pelaje café oscuro, y el color chocolate claro que se extendía por su vientre; y en su rostro, patas y cola en patrones afilados, contribuyendo a su ya amenazante actitud.

Pero a Meme eso no le importaba.
—¡Joy, ¿Podemos conservarlo?!

La mayor le dió un grande y rotundo "No".
—Awww, ¿por qué no? —se quejó, abrazando al pequeñín, quien al borde de la asfixia, se encontraba impotente ante la voluntad de la menor— ¡Es un lindo... Perrito!

—¡¡NO ES UN PERRO, ES UNA COMADREJA, BÁJALO YA!! —explotó.

Y con un suspiro de alivio, y que finalmente alguien supiera lo que realmente era, la comadreja se zarandeó fuera de los brazos de Meme, para salir corriendo de ahí.
Joy pensó que su trabajo había terminado, pero no estaba preparada para que Meme decidiera seguirlo.

—¡No te vayas! ¡Por favor! —gritaba nerviosa.
El mustélido era rápido por naturaleza, pero no era tonto, su plan falló, debía huir.
Su silueta café casi volaba sacudiendo el pasto por aquí y por allá, no tenía nada más en su cabeza que el correr de las invasoras, que no terminaba de entender. De la nada:

—¡¿Conoces a la Rana?!

Como si de un personaje de caricaturas se tratase, la comadreja frenó, su expresión se transformó a una de asombroso y confusión.
Con ojos nerviosos, el animal se dejó ver y contempló a Meme por unos segundos, esperando una explicación.

Ya tomando algo de aire por tanto aletear, Meme tomó una distancia más o menos prudente con la comadreja, no quería acercarse a esas garritas otra vez. Y al darse cuenta de que tenía su atención, Meme se iluminó.

—¡Sí! ¡Sí, la Sra Rana! Tú también la conoces, ¿Verdad?

Con cautela, la comadreja se le acercó con un poco más de confianza. Sabía que para saber tal cosa, realmente debían haberse topado con la anfibio en cuestión.
—Eso es...—susurró Meme al ver que el animal se dirigía a ella.

—¿¡Cómo salimos de aquí!? —gritó Joy en la lejanía.
Ese gritó, esa afirmación, y más específicamente, esas palabras exactas, fueron suficientes para que a la comadreja le diera un subidón de adrenalina.
En un acto de ira, mordió uno de los dedos de Meme, para después huir y definitivamente desaparecer de su vista.

Al contemplar los sucedido, Joy resumió sus gritos y amenazas, pegándole patadas al aire para que no volviera más.
—¿Estás bien? —preguntó a su compañera.

Meme gruñó ligeramente por el dolor, abrazando su mano lastimada con la otra; Joy quiso investigar la mordida más de cerca y Meme objetó enojada.
—¿¡Qué te ocurre!? ¡Ya lo tenía! —gimoteaba.

Joy le lanzó unos ojos llenos de furia, con un hocico arrugado y el labio inferior afuera.
—¡Esto es como cuidar a un bebé! —se quejó Joy— ¿Tienes idea de cuantos años tienes?

—¡Emm... no lo sé! —respondió Meme como si no fuese gran cosa— ¿No lo sabes tú?

—¿¡Cómo es que no lo sabes!? —dijo incrédula.

—¡No llevo la cuenta! Jeje, no es que importe.

Joy se abofeteó. Y mientras se tomaba su tiempo ahogándose en su desesperación, Meme fue tras el mustélido, convencida de que él era el siguiente paso en su búsqueda del tesoro.

Y como era de esperarse, el rápido mamífero los llevó a la arboleda.
Árboles gruesos y delgados, altos y pequeños, con hojas fucsia y hermosas enredaderas que se dejaban caer entre las ramas como decoración. Combinado con un olor artificial a tierra mojada, el ambiente era perfecto para jugar al escondite. Especialmente si no querías que te encontraran.

La comadreja sabía esto, y al ver que su emboscada había fallado en toda forma posible, se adentró entre los matorrales, buscando perder a nuestras dos protagonistas.
Con sus patas cortas, zigzagueó bajo la sombra de los árboles fucsia con dirección a su respectivo escondite. Sólo le llevó unos pocos segundos para llegar a su destino.

Una cortina de enredaderas trenzadas se dejó caer desde la altitud de las ramas, hasta rozar el piso; ocultando a simple vista un lugar especial. Y ya pueden imaginarse qué especial era en lugar como este.

Con un olfateo por aquí y por allá, el mamífero confirmó sus sospechas, y sin mayor complique, cruzó hacia el otro lado de la cortina, siendo rosado gentilmente por las lianas.

Un pequeño claro se encontraba detrás, con un árbol viejo y sin hojas, que dejaba pasar la luz artificial del sol, o la luna, o la fuente de luz perteneciente a este mundo; sobre una roca lisa considerablemente grande y ancha, parecía un mini escenario.
No parecía que una obra iba a empezar pronto, ni mucho menos. No era nada personal, pero a la comadreja no le gustaba nada el teatro, ni el drama en general, pero para sus suerte no había nada de eso en el lugar, sino más bien, alguien especial.

Una figura fémina, algo pequeña se encontraba sentada al borde de la roca, sumida en sus pensamientos e inconscientemente jugando con su cabello casi transparente.
Fue casi asustada por el contacto del mamífero, pero al darse cuenta de quien estaba a sus pies, lo recogió y ubicó tiernamente en su regaso.

—¡Justo a quien quería ver! —exclamó.

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