Bienvenido a Páramos Fúngicos

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El gorjeo de los pozos de ácido acompañaba el crecimiento de los hongos, que alzaban sus cabezas sobre la tierra para esparcir las semillas de la próxima generación, en un proceso tan rápido que cada mañana el paisaje era diferente, pero este día en particular, había algo en el páramo  que modificaba la escena aún más de lo normal. 

En el fondo de un valle, medio enterrado entre la tierra y las setas brillaba una luz blanca, una que aunque era tenue, lograba abrirse paso entre la inmundicia y el moho. Al acercarse más se podía apreciar que se trataba de un bicho bioluminiscente, un gusano específicamente, que aunque en esos momentos se mostraba inerte, era claro que la chispa de la vida aún estaba dentro de él.

De pronto un ligero temblor sacudió su cuerpo y la criatura abrió sus ojos con pesadez, tosió un par de veces y con esfuerzo se levantó del suelo temblando, le dolía todo su cuerpo y el aturdimiento hacía de sus recuerdos algo borroso y confuso, se quedó unos momentos sentado tratando de recuperarse y de aclarar su mente, cosa que logró luego de unos minutos.

Cuando finalmente estuvo en condiciones de examinar su entorno se dio cuenta de que ese sitio no le era familiar, ni siquiera había estado alguna vez en un ambiente así ¡Todo estaba repleto de hongos! ¡Y eran enormes! Edwyn nunca había visto hongos en su estado salvaje, para él lo normal era verlos en su plato, trozados, aderezados y acompañando alguna carne, esto era surreal ¿Dónde rayos estaba?

De inmediato puso su cerebro a trabajar y tras pensarlo un poco no tardó en deducir que ese sitio era Páramos Fúngicos, un lugar donde era casi mágica la forma en la que crecían los hongos en tanta cantidad. Por supuesto que había leído del tema alguna vez, pero los libros que habían sobre la flora y fauna de esta zona no eran muy completos, probablemente debido a lo complicado que era investigar con la presencia de las mantis, aunque había escuchado que se habían abierto a recibir algo de gente en los últimos años.

Aún así se notaba que todavía faltaba aprender mucho sobre Páramos Fúngicos, por algo jamás había leído sobre un garpiés fúngico....

Y entonces los recuerdos lo golpearon con toda su fuerza. Finalmente se develó la cortina de humo que opacaba los hechos que habían ocurrido recién.

Recordó a su hermano que se había ido por su cuenta para retar a las Lords, a su padre desesperado yendo a buscarlo, a sus hermanos y a él corriendo detrás, el monstruo enorme que los atacó, el segundo monstruo enorme que los atacó, a su hermano Coco que fue a ayudarlo y el momento en el que fueron devorados....

Su corazón se apretó cuando llegó a ese punto, Coco se había sacrificado para salvarlo, ahora lo veía con claridad, cerraba sus ojos y todo acudía a su mente, aquella cavidad húmeda de olor asqueroso, casi podía sentir la presión del bicho que trataba de triturarlos con su boca para tragarlos y un escalofrío recorrió su espalda cuando escuchó las últimas palabras de su hermano.

—¡Edwyn! ¡Usa tus garras!

En toda su vida jamás había tenido que usar las garras de mantis, nunca tuvo necesidad, la comida llegaba lista a su plato, no cazaba ni era aficionado a la lucha, por lo que para él solo eran una herencia inútil y poco estética. Alguna vez se le ocurrió decir en voz alta lo mucho que le disgustaba tener esas garras tan feas que desentonaban con su imagen de príncipe, su padre al oírlo se había enfadado mucho y lo regañó diciendo que no era correcto despreciar la herencia de su madre y que algún les encontraría la utilidad, por su parte solo se quedó callado considerando estúpido valorar algo como eso.

Pero al final, su padre tenía razón, aquellas garras resultaron ser la diferencia entre la vida y la muerte. Un gusano normal hubiera sido engullido sin problemas, pero él luchó, enterró sus manos en aquella boca y el dolor forzó al monstruo a abrir sus mandíbulas en un grito ensordecedor. Entonces su hermano que estaba más al fondo trepó al borde de la boca y lo empujó, pero antes de que él mismo pudiera saltar y salvarse, las mandíbulas se cerraron sellando su destino para siempre.

Edwyn cayó de aquel bicho, con tal suerte que justo se deslizó por un agujero en el terreno que lo hizo caer aún más bajo, pero al llegar al piso inferior logró agarrarse de un hongo que sobresalía, lamentablemente su mala condición física y poca fuerza hicieron que no lograra subir, por lo que cayó otra vez, esto se repitió un par de veces hasta que impactó en el fondo donde quedó inconsciente.

El largo trecho que había que recorrer para alcanzar a esa presa tan minúscula hizo que el garpiés desistiera de recuperarla, no valía la pena, además de que estaba demasiado herido, por lo que prefirió retirarse a descansar, tenía la cola destrozada y estaba muy cansado. 

Y así fue como Edwyn quedó vivo, el problema ahora era seguir así ¿Pero qué podía hacer un pequeño gusano? Su especie era una de las más débiles del reino, no podía pelear, no era fuerte ni ágil ni nada.

Se sentía devastado, tanto por el dolor de perder a su hermano como por el temor de su porvenir, en tales circunstancias lo único que podía hacer era enroscarse y llorar, enterrar la cara en la tierra esperando que se lo tragara de alguna forma, porque en ese momento ya no quería estar ahí, prefería cualquier lugar menos ese, ojalá desapareciera desvanecido en el viento para ya no tener que soportar el dolor o el miedo.

Ni siquiera podía confiar en que alguien apareciera para rescatarlo, estaba en Páramos Fúngicos, era territorio mantis, un lugar donde la entrada era restringida. Quizás en los últimos años habían surgido algunos tratados con las mantis y ciertos guerreros elegidos podían transitar por el territorio, pero... ¿Alguien siquiera lo buscaría? Pensándolo bien su familia prácticamente había visto como lo devoraban, era obvio que lo iban a dar por muerto, teóricamente no debería haber ningún rastro de él ¿Qué iban a buscar? ¿Caca de garpiés? Quizás con suerte solo encontrarían su túnica regurgitada y desplegar un equipo de búsqueda solo por eso no valía la pena.

Definitivamente no podía contar con que alguien lo ayudara, de hecho quizás ni siquiera les importara, ni sus hermanos ni su padre parecían interesarse nunca por él, solo algunos de sus tíos, en especial el tío Big.

Se apretó el pecho mientras las lágrimas caían a raudales por su rostro. El tío Big seguro quedaría destrozado, era demasiado amable y lo quería demasiado, era horrible pensar en lo mucho que estaría sufriendo en ese momento.

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Una atmósfera de tristeza se cernía sobre el Palacio Blanco, todos se encontraban sumidos en la melancolía por la pérdida de los dos príncipes, desde la humilde mucama hasta el orgulloso soldado, ya no se escuchaban las risas y los jugueteos de los niños, pues los retoños sobrevivientes solo permanecían en sus cuartos sin deseos de salir, la culpa los oprimía, sobre todo a Aster, quien solo lloraba una y otra vez pensando en que nada de eso hubiera ocurrido si no hubiera ido a Páramos Fúngicos.

Pero las consecuencias no se limitaban solo a haber perdido a sus dos hermanos, había un quiebre en la familia, intentaban ocultarlo lo mejor posible, pero no eran tontos y se daban cuenta, el tío Big estaba haciendo responsable a su padre de lo que había ocurrido, claro, era fácil decir "no los protegiste", pero la situación era desesperada, saltar para salvar a uno de ellos significaba condenar a otro, Aster lo pensaba una y otra vez y no se le ocurría como podrían haberse salvado todos, el tío Big estaba siendo muy injusto y no era el único que lo pensaba.

—¡Majestad! ¡Destituir a Hollow de su puesto es demasiado! —Exclamó Ogrim.

—De que sirve un capitán que no es capaz de proteger ni a su propia familia —contestó Big con amargura.

—Y sin embargo sigue siendo el guerrero más competente de todo el escuadrón de caballeros, es un elemento útil ¡No lo puede expulsar por un mero capricho!

—¿Te parece que mis sobrinos son un mero capricho?

—No, no es lo que quise decir —Ogrim meditó como expresarse de la forma más sutil posible—. Me refiero a que no debe tomar decisiones basándose en sus sentimientos. Quizás Hollow falló en salvar la vida de los cuatro niños, pero según ellos mismos, la situación era muy complicada, probablemente nadie en este mundo hubiera sido capaz de salvarlos a los cuatro.

—Yo hubiera...

—Usted no estuvo allí, no puede asegurarlo. 

—Estás de su lado sólo porque es tu amigo ¿Cierto? —Apretó los puños con frustración.

—No, estoy de su lado porque es lo justo, la mortandad infantil es algo muy común, por algo los bichos tenemos tantos hijos, por favor, mi mamá tuvo 15 hijos de los cuales solo cuatro llegamos a adultos, nadie tiene hijos suponiendo que vivirán todos.

Big lo miró estupefacto, incapaz de creer lo que escuchaba, esta actitud dejó a Ogrim pensativo.

—Ummm... Claro, supongo que usted no está muy acostumbrado a lidiar con este asunto de la muerte debido a la naturaleza de su familia, pero para nosotros los insectos comunes, es algo del día a día, o al menos lo era hasta que llegó el rey Pálido, sus civilización y gobierno trajo muchos cambios sociales y culturales, nuestra barbarie y comportamiento de bestias acabó pero... —Dio un sentido suspiro—. Sí, perder a alguien puede doler mucho, en el pasado y en el ahora, sigue siendo algo complejo, hay muchos cuestionamientos sobre lo que se pudo o no se pudo hacer, pero así es la vida, así es la naturaleza.

—Será por eso que papá...

—Umm.... No es una situación comparable, los padres normalmente tratan que la mayor cantidad posible de hijos llegue a la adultez, lo usual es que los más fuertes y sobre todo los más listos vivan.

—¡Edwyn era el más inteligente de todos! —Gritó el monarca dolido.

—Sí... Pero inteligencia no necesariamente está relacionado con sentido común y usted sabe que eso no es algo que abunde en su familia.

Big le dedicó una mirada tan triste que conmovió el corazón de Ogrim, se acercó a  él y lo abrazó, el rey se aferró a él llorando.

—Lo que más le duele es que uno de los fallecidos fue Edwyn ¿Cierto? 

—Es... Como perder a papá otra vez.

—Pero Edwyn no es el rey Pálido, Edwyn es Edwyn, y si su vida estaba destinada a ser así de corta no hay nada que hacer, no se mortifique pensando en todo eso, solo rece por el descanso de su alma y perdone a su hermano, él también lo está pasando muy mal.

—¡No puedo! ¡No puedo perdonar a Hollow! —Se soltó del abrazo de Ogrim—. Ni siquiera soporto verlo, cada vez que lo tengo al frente me acuerdo de lo que pasó y solo deseo que se esfume.

—Pero es su hermano, ustedes siempre fueron muy unidos.

—Sí, lo sé, LO SÉ. Hollow siempre ha sido mi querido hermano pero... Esto es demasiado, me siento dolido y... Confundido además... Bueno, supongo que ya no hay problema si te lo digo...

—¿Qué cosa? 

—Yo... Ya había decidido que Edwyn iba a ser mi heredero, lo íbamos a anunciar en su próximo cumpleaños pero ahora...

—Ay no...

—De los dos que quedan... Jazmín, no tiene carácter, se deja llevar demasiado por las opiniones de los demás y es demasiado fácil de manipular y Aster es su opuesto absoluto, demasiado terco para aceptar ideas ajenas y demasiado arrogante para reconocer sus errores. Justamente Coco y Edwyn eran los mejores candidatos.

—Ya veo... 

Ogrim no sabía qué contestar, reconocía que el rey tenía razón, ninguno de sus dos sobrinos parecían buenos candidatos para el trono, ahora temía el porvenir del reino, aunque aún era demasiado pronto para preocuparse por eso, de momento le preocupaba más la salud mental de su monarca actual. Dirigió su mirada hacia el retrato del Señor de las Sombras que colgaba de la pared principal de la oficina y le dedicó una plegaria silenciosa pidiendo por el rey y el futuro del reino.

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Edwyn jamás en su vida había llorado tanto, fueron horas de llanto y desesperación las cuáles solo concluyeron cuando el cansancio lo venció y se quedó dormido, fue un sueño profundo, que duró varias horas, era evidente su agotamiento y cuando despertó, deseó no haberlo hecho, deseó profundamente que todo fuera un mal sueño, que en cualquier momento abriera los ojos y se encontrara en su cuarto enterrado en sus sábanas de seda, con muchas criadas a su disposición para cumplir sus caprichos y con todos sus familiares vivos esperando a que se levantara.

Pero sus ilusiones se quebraron como el cristal cuando rascó el suelo y sintió la tierra deslizarse por sus garras, abrió los ojos y todo lo que pudo ver fueron hongos y más hongos, de todos los colores y tamaños posibles. Nuevamente se sintió fatal, pero ya no le quedaban energías para llorar, de hecho tampoco era conveniente que lo hiciera, tenía sed y no podía arriesgarse a deshidratarse.

Aunque la desesperación lo invadía trató de mantener la cabeza fría y trazar un plan, por muy estúpido que fuera, con un objetivo en el cual enfocarse podía sobreponerse a su sufrimiento, o al menos olvidarlo por un rato.

"Bien, tranquilo Edwyn, estás en un lugar desconocido, lleno de amenazas y de depredadores esperando cualquier oportunidad para comerte, pero debes estar tranquilo.... ¡Como si pudiera!"

Enterró sus garras en la tierra y apartó un poco a un lado, excavar lo tranquilizaba de formas que no podía comprender, su olor y textura eran relajantes, quizás eran sus instintos de gusano que tomaban el control por unos momentos. Cerró los ojos dejándose envolver por la comodidad del suelo, era una sensación magnífica, como si hubiera encontrado el lugar al que pertenecía, allí oculto, cubierto de polvo y suciedad...

Abrió los ojos de golpe y prácticamente brincó fuera del hoyo donde se había estado metiendo ¿Pero en qué rayos estaba pensando? Él era un príncipe, no un sucio plebeyo sin clase ni buenas costumbres, tampoco era un bebé, no podía estar jugando en medio de la mugre, ahora estaba hecho un asco. Miró con pena su piel resplandeciente, ya no brillaba tanto y se veía algo opaca por la suciedad, por lo que se apresuró a sacudirse, necesitaba urgentemente darse un baño y cambiarse de ropa, pero obviamente no tenía acceso a esas comodidades, el territorio completo era un basural salvaje lleno de mugre y hongos.

Suspiró apesadumbrado y finalmente tuvo la mente despejada, por lo que se dispuso a trazar su plan de acción.

Páramos Fúngicos no era un lugar con el que estuviera familiarizado, ni siquiera había estudiado el mapa de la zona dando por hecho que nunca tendría que poner un pie allí, solo recordaba  tres accesos, uno que venía desde Cruces Olvidados, uno que daba a Nido Profundo y el lugar por el que había caído allí. Nido Profundo era muy peligroso, así que descartaba salir por allí, la entrada por Cruces Olvidados no tenía idea de donde estaba así que dar con ella sería cosa de suerte, su mejor opción era llegar a Tierras Verdes por el mismo lugar que había caído.

Levantó la mirada y observó los cinco pisos que lograba ver hacia arriba entre aquel bosque de hongos. Tragó espeso y se preguntó cómo iba a alcanzar semejante altura, no tenía alas y tampoco era capaz de saltar muy alto, quizás pudiera encontrar algún camino que subiera, pero antes de explorar tenía otros asuntos que atender, como su propia subsistencia.

Necesitaba encontrar agua de alguna forma. Había leído que Páramos Fúngicos tenía muchos pozos de ácido, pero también abundante agua, era obvio, los hongos necesitaban humedad para prosperar, así que en algún lugar cercano debía haber de ese líquido.

Inició su marcha entre el bosque de hongos, caminando con cautela tratando de ocultarse bajo los champiñones más grandes, también tomaba nota de lo que iba encontrando por el camino, entre la tonelada de libros que se había leído, había una enciclopedia de hongos y ahora trataba de recordar qué decía el libro sobre ellos, reconoció unas cuantas especies, algunas de las cuales eran comestibles, al menos tenía la cena de ese día asegurada.

Su lógica le decía que donde había más agua, habrían más hongos, así que trató de localizar los especímenes más grandes y sanos. Su plan resultó bastante acertado, pero habían ciertos elementos que no tomó en cuenta.

Ya había recorrido un buen trecho cuando unos ruidos lo pusieron en alerta. Eran unos balbuceos agudos, parecía una conversación pero no lograba comprender las palabras, se apegó lo más que pudo a la tierra y se arrastró hasta que pudo ver de que se trataba, era una fungiguerrera que hablaba con sus seticrías. 

Edwyn contuvo una exclamación de emoción, por primera vez veía en persona algo que solo estaba presente en un libro y además eran seres poco estudiados debido a lo restringido que era el paso hacia esa zona. Lamentó no tener su cuaderno de apuntes en ese momento, feliz se hubiera quedado a vigilar a esos seres y registrar su comportamiento, sería una gran contribución a los biólogos de Hallownest, pero como no podía anotar nada, se limitó a observar y tratar de memorizar todo lo que pudiera.

Pero había algo que Edwyn no sabía y tenía que ver con sí mismo, su bioluminiscencia natural era algo que se podía controlar y a menudo se relacionaba con su estado de ánimo, una emoción muy fuerte realzaba su brillo, mientras que al estar más calmado su resplandor se opacaba, como en ese momento sus emociones afloraron, su luz se intensificó llamando la atención de las seticrías, quienes de inmediato se sintieron atraídas. 

La fungiguerrera de inmediato se puso en alerta, sus retoños eran débiles hasta rayar en lo ridículo, por lo que su supervivencia dependería en absoluto de ella. Lanzó un grito de guerra y se lanzó contra la fuente de luz, no sabía qué era ni que amenaza representaba pero no tenía intenciones de averiguarlo, mataría cualquier cosa que se acercara a sus crías sin distinción.

El gusano logró rodar hacia un lado justo a tiempo para evitar ser arrollado por la seta andante, quien giraba a una velocidad vertiginosa arremetiendo contra todo lo que se movía, no comprendía aún como lo había encontrado, pero no tenía tiempo de averiguarlo. Corrió con toda la velocidad que le permitía su mal estado físico, no era mucho la verdad, a los pocos minutos le faltaba el aire y su paso se enlenteció, la fungiguerrera se lanzó contra él de nuevo. Las seticrías se sentía naturalmente atraídas por su brillo y no dejaban de seguirlo, además de que la lentitud de Edwyn les hacía sumamente sencillo el alcanzarlo.

La bola fúngica que era la madre cayó una vez más sobre el gusano, las seticrías que lo rodeaban se apartaron con facilidad, pero él no pudo hacer lo mismo, trató de rodar a un lado otra vez, pero esta vez la punta de su cola fue alcanzada por el impacto.

Chilló de dolor y enterró las garras en la tierra tratando de reponerse para seguir escapando, sólo la desesperación de ver a la criatura abalanzarse sobre él logró hacer que reaccionara y se pusiera en movimiento, pero lo que no podía controlar eran sus quejidos de dolor y las lágrimas que brotaban de sus ojos.

Temblando de miedo y dolor se arrastró por la tierra, una vez más las seticrías lo siguieron, trató de ahuyentarlas inútilmente, su luz era demasiado hermosa para ellas. La funguiguerrera una vez más lo atacó, no se rendiría hasta eliminarlo.

El gusano no dejó de luchar por escapar en ningún momento, pero ya estaba acabado, en tal situación lo único que fue capaz de hacer fue gritar, soltó un chillido de su frimiento tan horrible que sonaba como una bestia moribunda y en Páramos Fúngicos, al igual que en muchas otras tierras salvajes, todos siempre estaban alerta a las oportunidades, una criatura moribunda siempre era la promesa de una cena fácil.

Un garpiés fúngico emergió del campo de hongos donde estaba oculto, los hongos de su espalda lo camuflaban de forma excepcional.

La bestia se irguió y contempló el alimento que estaba a sus pies, tras unos segundos decidió su próximo curso de acción, se arrojó a tierra y calculó la trayectoria de manera precisa para enterrar en sus mandíbulas en la fungiguerrera. Edwyn se salvó por suerte, o por el criterio de la criatura, un fungiguerrero era por lejos una presa mucho más apetecible que un diminuto gusano como él, claro, se decía que los gusanos tenían mejor sabor pero las bestias salvajes normalmente no se preocupaban demasiado por eso, sobre todo las más grandes que necesitaban gran cantidad de alimento para subsistir.

El desconcierto de las seticrías ante lo que veían hizo que finalmente se quedaran quietas y dejaran de seguirlo, por lo que Edwyn rápidamente se escabulló entre los hongos antes de que el depredador terminara y fuera por él.

Pasaron muchas horas en las que permaneció oculto sobándose la cola adolorida y rezando para que ningún monstruo lo encontrara, ya no lloraba, no le quedaban lágrimas, solo miedo e incertidumbre. Permaneció allí hasta que calculó que había llegado la hora del descanso y todo alrededor estaría menos activo. Entonces con miedo y mucha cautela se asomó fuera de su hongo, miró a ambos lados y esperó... Los minutos transcurrieron sin que nada se moviera, solo entonces se atrevió a salir, pero solo para correr a esconderse en el siguiente hongo, ya no volvería a fiarse de nada.

Fue un largo trayecto viajando de un hongo a otro y siguiendo el camino que antes del encuentro con la fungiguerrera quería seguir. Eventualmente su viaje lo llevó al objetivo que tanto ansiaba, un pozo de agua limpia y clara, aunque había aguantado bien, la sed lo estaba desesperando, por eso cuando encontró aquel tesoro líquido se arrojó de cabeza y bebió con desesperación.

Por primera vez en ese día experimentó felicidad y calma, rio y celebró el hallazgo, chapoteó y cuando la euforia pasó, se quedó en blanco contemplando su reflejo, solo entonces se dio cuenta de algo.

—Brillo... Estoy brillando... ¡Siempre brillo! Soy como un faro... De esta forma los depredadores siempre me encontrarán... Ay no... ¿Qué voy a hacer?... Ah... Creo que papá me habló de esto alguna vez...

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Ocurrió en la terrible expedición de cacería del año anterior.

Edwyn a menudo se lamentaba de que su papá le prestaba menos atención que a sus hermanos, a quienes los llevaba de paseo a Tierras Verdes o a campeonatos de caballería, pero una vez Hollow sinceramente se esforzó por pasar tiempo con él, el problema fue que la actividad elegida no fue muy del agrado de Edwyn, una expedición de cacería de tres días no era algo que muy interesante para un gusano que no estaba hecho para cazar.

El viaje fue muy tenso, Hollow lo regañó una y otra vez por su falta de interés y nulo esfuerzo por siquiera aprender a colocar una trampa para atrapar una presa. Edwyn se excusaba siempre argumentando que era un gusano, y los gusanos no cazaban, pero eso solo servía para que su padre le recordara que tenía garras de mantis y que estaba empeñado en enseñarle a usarlas. Al final terminaron peleados, Hollow incluso le gritó muy fuerte cuando Edwyn se quejó de que un príncipe no necesitaba preocuparse de estupideces como aprender a cazar u ocultarse, el viviría en un palacio atendido por sus sirvientes.

La expedición estaba planeada para que durara tres días, los cuales se acortaron a dos debido a que la situación se hizo insostenible cuando Edwyn se puso a llorar porque no quería cubrirse de lodo para que su brillo no espantara a las presas. No cruzaron palabra en todo el camino de regreso, lo único que le dijo su padre cuando llegaron a casa fue:

—El ocultarte no es solo para no espantar a las presas, también te ocultará de los depredadores, solo estoy tratando de prepararte para el futuro ¡Eres un mocoso malagradecido!

Su padre no le habló por una semana, Edwyn se mantuvo en su idea de que su papá era un idiota por enseñarle algo que no iba a ocupar nunca, de todos modos aún tenía al tío Big, quien lo consintió mucho esos días para aliviarlo por la mala experiencia.

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—Y al final resulta que papá siempre tuvo razón —Se lamentó Edwyn— Supongo que fui algo injusto con él... ¿Será muy tarde para pedir disculpas? —Lo pensó un momento— Ya me preocuparé después, ni siquiera sé si lo volveré a ver.

Caminó hasta la orilla y miró la tierra impregnada en agua, suspiró con pesar y se quitó su túnica, en un lugar salvaje de nada servía vestir de seda fina y blanca, esa ropa era apropiada para un salón de fiestas y la alta sociedad, era muy bella pero la verdad restringía un poco su movimiento, y aquí necesitaba toda la velocidad posible. Miró con algo de disgusto su cuerpo rechoncho, otra razón por la que le gustaban sus túnicas era porque escondía su gordura, pero aquí no había nadie ¿Quién lo iba a juzgar?

De inmediato comenzó a revolcarse en el lodo, tratando de opacar por completo su blancura y su brillo hasta quedar tan pardo como todo lo que lo rodeaba, si era capaz de confundirse con una roca su objetivo estaría cumplido.

Aunque al inicio sintió asco de verse cubierto de lodo, al poco tiempo aquello fue reemplazado por una sensación de confort, eran sus instintos de gusano, los de su especie se sentían seguros y protegidos en la tierra.

—Bueno... Papá decía que en territorio salvaje es buena idea seguir los instintos y... Nadie mira —Necesitaba convencerse antes de hacer lo que estaba a punto de hacer.

Se alejó de la fuente de agua y buscó un rincón de tierra suave a la sombra de los hongos, donde se dejó llevar por sus impulsos y se puso  a cavar. Para su sorpresa tenía un talento innato para eso, aunque sus garras de mantis dificultaban la tarea, por lo que tardó un largo rato en hace un agujero apropiado. Una vez concluida su obra, se metió dentro, se sintió tan a gusto como en la cama más suave y dado que estaba muy cansado, cerró los ojos y se durmió hasta el día siguiente.

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Un capítulo lento pero lo veo necesario, Edwyn debe aprender a adaptarse al ambiente salvaje y a sobrevivir, por lo menos tiene mucha grasa en su rechonco cuerpo de gusano a la que le sacará provecho. 

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