1. Mudanza

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Tres semanas antes

Todo empezó con un montón de cajas en el suelo.

A simple vista no parecería ser algo importante, pero lógicamente, para un montón de adolescentes hormonales todo podía ameritar una rabieta o una gran charla de horas y horas. Y a juzgar por la expresión de enfadó de mí hermana mayor, Ellie, al ver unos cuantas cajas abiertas con una que otra decoración rota el infierno estaba por comenzar.
Meredith se tropezó, dejando caer una pila de cajas a su alrededor, Ellie, como la exagerada que es, empezó a darle un sermón sobre la importancia del cuidado de objetos que podrían o no ser suyos.

Realmente Meredith no parecía darle importancia, todo lo contrario, cada vez que Ellie desviaba la mirada ella aprovechaba y hacía sus clásicas musarañas para burlarse de ella. Mientras que Ellie y Meredith tenían su pequeña discusión, Mariana se dedicó a poner las cajas en la respectiva habitación de las chicas, mientras que yo me centraba en observarlo todo. Mí hermana, Ellie, se había mudado por cuarta vez con sus compañeras de apartamentos, está parecía ser de verdad, habían tenido varios altercados con distintos inquilinos y arrendadores, pues parecía ser que tres chicas viviendo solas era la clara invitación a un cuarteto, pero eso no evitaba que estuviera impresionada por este lugar, cuatro habitaciones, dos baños, un cuarto de lavandería — con todo y lavadora incluido — y una sala, ¡Era el sueño de cualquier universitaria! Claro que tantos lujos no eran baratos, ahora el 80% del salario que obtenían iría a la renta, el resto se dividía entre los comestibles y las facturas, por un tiempo eso no sería un problema, gracias a la madre de Mariana había sido lo suficientemente gentil como para pagar tres meses de renta por adelantado, así las chicas podían administrar mejor su dinero y pagar con más facilidad todo lo que necesitarían.

Hasta cierto punto era incómodo tener a tres chicas chillando de emoción por cada cosa nueva que veían.

Cuando seas universitaria y pagues por tus propias cosas entenderás.

Me había dicho Ellie la primera vez que la reprendí por actuar así, me parecía patética esa clase de comportamiento, entendía que era fantástico algo que alguna vez fue completamente normal, a veces me imaginaba cómo sería yo en aquella situación, quizás mejor, quizás peor, quién sabe. De todas formas seguía estando en shock por semejante lugar, ¡Era grandísimo! Y ubicado en un muy buen lugar de la ciudad, aunque la mayoría de las casas fueran habitadas por políticos y sus familias parecía ser todo esto un sueño, me encantaba, podía imaginarme viniendo aquí cada fin de semana o cada vez que mamá me hacía enojar, podía quedarme en el cuarto al lado de la lavandería, era el más pequeño pero me conformaba.

— ¡Este departamento es enorme! — giré a mí alrededor, observando todo feliz.

— Sí, pero ni pienses que por tener una habitación de más vendrás a vivir aquí, Raquel.

— Cállate la boca, Ellie, que tú no eres mamá.

— ¡Raquel! ¡No le hables así a tú hermana! — se quejó mamá mirando su reloj, yo bufé algo enojada, dejándome caer en el sofá individual, mamá reviso su celular antes de tomar su chaqueta y bolso — debo irme, lo siento, el trabajo llama, ¡Estoy muy orgullosa de ti, Ellie! — mamá abraza y besa a Ellie, ella me saca el dedo del medio con mamá aún en brazos, rodé los ojos, una parte de mí quería decirle a mamá lo que Ellie estaba haciendo, pero otra simplemente quiso dejarla disfrutar por una vez de algo de favoritismo — ¡Me encanta este departamento! Administra bien tú dinero y verás como no tendrán problemas, es un gran vecindario, el mejor de la ciudad para universitarios, aprovéchalo — mamá corrió hasta la puerta y antes de irse se despidió —. Adiós chicas.

— Adiós, señora Martínez.

Cuando mamá salió me dispuse a ver todas las habitaciones, con muchísimo entusiasmo, miraba todo como una niña pequeña, realmente estaba emocionada, era como si por medio de mí hermana pudiera saborear la independencia...o la pobreza, depende de por donde miramos. Algo que me había parecido hasta cierto punto curioso era lo barato que era este departamento a comparación de las casas a su alrededor, la más económica valía casi ocho veces más que está, prácticamente la encontraron casi regalada, en el sitio web decía que únicamente se aceptaban mujeres, al principio me pareció raro, pero uno de los dueños aclaró que había tenido a varios inquilinos, todos hombres que habían causado muchísimos destrozos, por ende ahora querían darle la oportunidad al género femenino para ganarse su confianza.

Aún así no me cuadraba mucho la idea de que una casa tan barata fuera así de linda, aparentemente existía algo llamado "descuento de universitarios" ya que la familia dueña aparentemente era muy rica, así que no les afectaba en lo más mínimo tener un alquiler a tan bajo precio para sus estándares, de todas formas eso no me hacía calmar ni un poquito, seguía con la rara sensación de que algo no estaba bien, que era demasiado bueno como para ser verdad.

Sí, así era, demasiado bueno para ser verdad.

Sin esperar permiso o algo similar me adentré en las habitaciones, estrenando las camas y demás, cosa que aunque causó ternura en dos de las pibas aquí presentes, en una casi le da un ataque de rabia.

— ¿Quieren cambiar de hermana? Te la regalo, Meredith, si la quieres te la doy Mariana, cualquiera se puede quedar con ella, no la quiero.

— No gracias, a penas sí me soporto a mí misma, menos voy a soportar a alguien extraño.

Me crucé de brazos algo indignada, esas dos siempre se referían a mí de esa manera, como si yo no estuviera allí, como si fuera un objeto. Decidí no darle importancia, en el fondo yo sabía que ambas me amaban, revisé una de las cajas, era de Ellie, adentro tenía un lindo calendario navideño, uno de los tantos que mamá solía regalarnos en navidad con tal de distraernos de que papá no iba a llegar, abrí una de las puertecitas de cartón, para mí sorpresa parecía estar sellada, como resultado había un pequeño caramelo envuelto allí dentro, lo saqué con malicia, ignorando el grito que de seguro Ellie me daría al enterarse que tomé algo tan preciado como era el regalo de papá, el chocolate estaba rancio, cosa que apoyaba mí teoría de que era el último calendario navideño que él nos dio, por allá durante la conquista de constantinopla, pero lo que captó mi atención fue el dibujo: a primera vista parecía algo natural, sumamente tierno, dos niños jugando en un trineo sobre un puente, con copos de nieve cayendo a su alrededor, además de tener ropa colorida y llena de detalles por lo cual supuse que habían sido dibujados a mano, vinilo, tal vez, pero si observabas bien podías notar un par de esferas rojas bajo la oscuridad del puente, al principio pensé que sería un error de imprenta o incluso el resultado de pasar tantos años cerrados, pero al ver mejor pude notar que en realidad no era un error o unas esferas perfectamente dibujadas, eran un par de ojos que aparentemente vigilaban a ambos niños a la distancia.

Cerré el calendario y lo dejé en la caja, para después ir al baño y meterme los dedos en la garganta y expulsar por completo aquel nefasto chocolate.

— ¿Raquel? ¿Qué estás haciendo? ¿Te sientes bien?

Le dí el pulgar arriba aún vaciando mí estómago en la taza del retrete, ni siquiera miré abajo, pues sabía lo asqueroso que sería. Salí del baño, con el espantoso sonido de estas tres pibas caminando de un lado a otro: una limpiando los estantes y acomodando cosas allí, otra doblando la ropa y colocándola en los cajones, y la última paseándose de una habitación a otra recogiendo basura que hubiera por algún lado; cuando tuviera compañeras de cuarto las quería como Meredith y Mariana, eran muy ordenadas y eso era importante para una persona desordenada como yo, claro que las ayudaría de vez en cuando pero la pereza a veces supera la razón.

— ¿A qué hora vendrá mamá por tí? — pregunto Ellie colocando el periódico en una bolsa de plástico.

— No vendrá, me abandonó, así que viviré aquí ahora y para siempre, tendrás que mantenerme, darme de comer, etc.

— ¡Ja! ¡Muy graciosa la muchachita! Mamá no puede vivir sin ti, además, ¿Dónde dormirás? No hay espacio.

— ¿Y qué hay de la cuarta habitación?

— Esa la vamos a usar para guardar cosas, como una bodega — responde Meredith sin mirarme.

— Vale.

Arrastré los pies hasta llegar a la ventana, esa era otra de las ventajas de este lugar, su vista era impresionante, casi podía verse toda la ciudad desde aquí, era fascinante, ver los colores cálidos del cielo trasladarse a unos fríos colores, haciendo que las nubes parecieran bellísimas rocas a punto de caer al suelo y matar a cuánto estuviera en la calle. Una pequeña sombra captó mi atención, al bajar y mirar hacía la casa de al lado, no era un edificio, era una casa enorme, gigantesca, de esas que podían almacenar a 15 personas allí, al mirar bien, me di cuenta de que en realidad era más de una sombra, al estar en contra luz no se podía ver bien con claridad quienes eran pero estaba segura que eran más de uno.

— ¿Es mí imaginación o los vecinos nos están espiando?

— Siempre y cuando no sean una secta satánica, todo bien.

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