12. No tienes nada, sin mí, no tienes nada.

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¿Qué hay en las calles de Argentina? Bueno, hay artistas y personas que intentan ganarse la vida día a día, pero también hay drogas y sexo, quizás por eso no salgo mucho.
Me siento en el sofá, esperando, Mer me observa con desconfianza desde la cocina preparando el té para ella y Elizabeth, ella al igual que Mer nota algo distinto.

Quizás sea que estoy usando mí ropa favorita: una falda hecha de retrasos de vestidos de cuando era pequeña, una camiseta negra con una mándala blanca en el centro y unas botas rojas. Puede que no sonará como algo lindo, porque no lo era, pero el valor emocional que tenía era tan jodidamente cegador que podría hacer un altar con esta ropa, la amo muchísimo.

La falda: son partes de mis vestidos de bebé, una de las mejores épocas de mí vida, porque no era consciente de nadie ni nada, no sabía que tan mal se podría llegar hacer.

La camiseta: me la dio mí papá para mí con cumpleaños número 10, él mismo la hizo y diseño el logo.

Las botas: el único regale que Ellie me ha dado en mí cumpleaños, aunque luego me enteré que quien las compro fue Ander y Ellie se llevó el crédito, por eso era tan importante, por primera vez Ellie intentó fingir que le importaba y Ander... simplemente decidió dejarme ser feliz, creyendo en mí ignorancia, creyendo en que ella me quería.

Miré a la nada, escuchándolo todo, el sonido de la tetera hirviendo, las respiración de Mer, la mirada de Elizabeth, el televisor encendido, los autos pasando por la autopista, el sonido de la ducha liberando el agua e impactando en el cuerpo de Ellie y el suelo. Por un momento pensé, ¿Qué estoy haciendo? Gerald me había invitado a salir con él, iríamos a un parque cercano y allí pasaríamos el rato, pero...¿Por qué?

Porque lo incriminaste de algo que él no hizo.

¡Pero él no se veía afectado en lo más mínimo! Perfectamente solo puedo ignorarlo y seguir con mí vida, pero él... él me ha dado la atención que tanto me han negado. Estoy consciente del papel que desempeñó en mí familia: el de una carga, soy la hija que no sabe hacer nada, que todo lo hace mal, la sin futuro, la que posiblemente termine embarazada antes de los 18, el error.
Lo sé, claro que lo sé.
Cubro mí rostro con mis manos, intentando no llorar, a veces olvidó lo que soy.
Sin ánimos de que el amor de mí vida y la nueva inquilina me vean llorar me levanto y voy a la había de Mer, su vista no es tan hermosa y directa como la de Ellie, ya que justo al frente una pared de ladrillos de otro edificio aparece, dejando muy poca naturaleza y montañas que ver, claro que no hay muchas pero sí hay, es... verdaderamente hermoso ver el paisaje a medio día; las sombras de las nubes se proyectan de una manera tan hermosa, tan pero tan hermosa, todo es tan azul y verde, las casas parecen únicamente pedazos de tierra coloridos.

Y allí, en la punta de la ventana, me siento como una especie de reina o diosa, que todo lo puedo, que soy el centro de todo pero a la vez nada, que estoy allí, pero nunca estuve allí, allí, en lo alto del edificio puedo escuchar el secreto de los árboles y el silencio del cielo, puedo sentir emociones y sensaciones, es...es el único lugar donde me siento bien y no tengo la abrumadora necesidad de intentar tirarme de un puente, quizás sí de la ventana, pero no de un puente, me dan ganas de llorar y arrancarme el cabello con los dedos, de apretarme el cuello hasta romperlo, de golpear mis piernas contra una roca, de azotar mí cabeza contra el suelo...¿O no? Yo no pienso, ¿Verdad? Al menos no en ese aspecto, quizás sí lo hago, quizás es el único lugar donde pienso, de ser así, eso explicaría todas esas sensaciones abrumadoras que siento.

Mis pensamientos son interrumpidos por el sonido de la puerta siendo tocada, nuevamente apagó mí mente y dejó de pensar. Un frío envuelve mí cuerpo y de repente siento como si alguien me observara, como si unos ojos se posaron en mí, lo escucho...lo escuchó, el suave sonido de algo moviéndose, muy lentamente, como si alguien no quisiera ser oído. El sonido es apenas perceptible, es tan bajo que por un momento pensé que era producto de mí imaginación, sigo el sonido hasta al lado de la cama de Mer, justo debajo de su cama de hecho: notó un extraño hundimiento en una zona del suelo; me agachó debajo de la cama y colocó mí oído en el suelo; el sonido sigue, pero está vez noto de que en realidad son voces, voces muy leves.

¿Qué crees que haga?

— No lo sé, pero espero que haga lo correcto.

— ¿Lo amas?

— Más que a nada, ¿Y ustedes?

— ¿Crees que si no lo amará no estaría aquí intentando robar cosas de su futura esposa?

Las voces eran tan suaves y bajas que a penas sí podía entender lo que dijeron, casi hablaban como si les faltará la voz.

Apreté mis dedos contra el suelo de madera, intentando encontrar un desnivel o algo, algo que me confirmará que esas voces son reales o...¡OH! ¡NO, NO, NO, NO!
Sin quererlo empiezo a pensar y todo cambia, de repente no estoy en la habitación de Mer, estoy en el bosque, con el fango cubriendo mis pies, los árboles tan altos que parecen no tener final, la niebla...la niebla tan oscura y densa, no me deja ver nada, ni siquiera mis manos, en el cielo no hay ni estrellas ni Luna.
Abro mí boca para gritar pero nada sale de ahí, escuchó el sonido de las ramas siendo rotas por los pasos de alguien, escuchó sus voces y risas, sus carcajadas, para ellos es sólo un juego, para mí el infierno.

— ¡Oh! ¡Que agradable sorpresa!

La voz de Mer hace el bosque temblar, los cuervos salen volando por los aires, los árboles se anudan entre sí, sus hojas desaparecen dejando desnudas sus ramas, los árboles son tirados desde las entrañas de la tierra hacía abajo y poco a poco desaparecen, empiezo a correr cuando la niebla empieza a caer sobre mí, el agua crece, los charcos y el fango se convierten el un río y el río en un lago, sin darme cuenta ya estoy en el centro de esa masa de agua.
Me tapo los oídos, a punto de gritar.

No quiero pensar, no quiero pensar.

Por favor, sólo no quiero pensar.

Siento algo sujetando mis tobillos, mis tobillos, mis tobillos...en cansancio se apodera de mí, quizás sólo deba irme a dormir y jamás despertar, simplemente déjenme morir, por favor, déjenme morir. Y sin darme cuenta ya estoy debajo del agua, los peces nadan a mí alrededor, el agua es gris y blanca, el frío la puso así, mí cabello flota alrededor de mí cabeza y dejó que mis pulmones den su último respiró y cierro los ojos.

— ¡Raquel!

Abro los ojos y lo primero que veo es a Elizabeth notablemente preocupada, sus ojos están abiertos y sus manos tiemblan, miró a mí alrededor y veo que estoy en la habitación de Mer. El psiquiatra Griffin dijo que podía llegar a disociar, pero nunca de una manera así.

— ¿Qué sucede Elizabeth? — pregunto sobando mí cabeza.

— ¿No recuerdas nada?

Niego.

— Vine a ver qué hacías y te vi debajo de la cama, estabas inmóvil, cuando quise hablarte empezaste a balbucear mientras te arrastraban debajo de la cama, luego corriste debajo de ella hasta que tú cabeza se golpeó contra la pared.

Bajé el rostro avergonzada.

— Lo siento — Elizabeth me acaricia la mejilla y deposita allí un beso.

— No tienes que disculparte, cariño — me sonrojo, que mujer —, no es tú culpa, sólo esperó que algún día me digas que te sucedió — abro mis ojos sorprendida y Lizzie sonríe — entre traumadas debemos apoyarnos.

Elizabeth me ayudó a levantarme pero no salió de la habitación de Mer y caminé a la sala, en la puerta estaban Mer y Ellie junto a...

— ¿Qué haces aquí? ¿Raquel volvió a hacer algo mal? — pregunta Ellie invitando a Gerald a pasar.

— No nada de eso, solo vine por ella.

Observé por un momento a Elizabeth que estaba junto a la puerta de la habitación, mirando a la nada, sin dejarse ver por Gerald, ¿Por qué? No es mí asunto, me arreglo un poco con mis dedos el cabello y me acerco a Gerald.

— ¿Estás bien?

— No — respondo recostandome en su pecho, él al instante me abraza, ¿Quién diría que un abrazo sería tan adictivo?

Abro levemente los ojos y veo las miradas en shock de Ellie y Mer, yo sonrió levemente antes de empujar a Gerald afuera del apartamento y seguirlo. Ni siquiera dejo que se despida de mí hermanastra y las demás, simplemente salgo con él arrastras.
Salímos del edificio casi corriendo, bueno, yo corriendo y el preocupado intentando seguir mí paso, me detuve bastante agitada, era como si una descarga de adrenalina dejará mí cuerpo, quería desmayarme, me giré para encarar a Gerald, el jadeaba cansado, pero al instante se puso derecho, miré sus manos y vi que traía un ramo de rosas finamente decoradas.

— Veo que me trajiste rosas.

Él sonríe y las extiende.

— Sí, así es, siempre te daré un regalo así o mejor.

Tomó las rosas sonriendo, noto que aún tienen espinas y tengo el incesante deseó de   comerlas y que sus espinas rompan mí cuello.

— ¿Raquel...? — él me mirá asustado acercándose a mí — ¿Te sientes bien?

— Yo...— siento el aire apretar mí torso, encogiéndose de manera dolorosa, abro mí boca en busca de aire, llevo mis manos a mí pecho y siento a Gerald tomarme de la cintura evitando que caiga, no quería me viera así, era patético, lo sabía, pero sin el dolor no soy nada, no soy nada sin el dolor que me provoca cada vez que se acercan esas fechas, sin dolor no tengo nada, no soy nada, nada — no, no me siento...bien...

— ¡Raquel!

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