9. Elizabeth

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Peleas y peleas, gritos, llanto y finalmente súplicas de rodillas, así fue este fin de semana, con mamá tratando de convencer a los padres de Mer y Mariana de dejar la casa, a los padres de Mer les daba igual, ella no se iría por voluntad propia, no al encontrar una casa tan perfecta para ella, a los padres de Mariana si le importaba, salvo que no podían confirmarlo, la policía jamás hizo un registro o algo similar, además de que ellos no confiaban en "una prostituta" como mamá.

Gerald engañaba, eso lo tenía a su favor, hacía parecer que era perfecto, que todo estaba bien, incluso yo empecé a dudar de mí misma, pero tan solo de recordar cómo le gritó a esas mujeres me daba a entender que no era una buena persona, luego verlas rezando como desquiciadas me sorprendió, ¡Ah! ¡Claro y la escena toda sangrienta de Gerald!
No dije nada a la policía, porque creí que con enterarse de que era un "depravado sexual" lo investigarán y así sabrían la verdad de él, pero no, el dinero lo puede todo. Al final los padres de Mariana se negaron a cerrar el contrato, incluso lo renovaron y sin más alternativa Ellie tuvo que quedarse, claro que no ha dejado molestarme desde entonces, me ha ignorando, ni siquiera me saluda o hace de comer, nada, cada tarde que pasó aquí es una tortura, pero aún así es mejor que estar sola, aunque el incidente ya había sido hace 4 días, Ellie seguía enojada como el primer día.

Todo lo contrario Mer, ella estaba bien, no parecía enojada, no estamos tan juntas como antes, pero aún así me trata bien, aunque pareciera que me evita. Me dejó caer en la silla frente a Mer, ella escribe algo en una libreta para después pasarlo a su computadora.

— Hola, Mer.

— Hola.

Ella no me mirá.

— Y...¿Qué haces?

— Escribiendo el artículo que necesitan en mí trabajo.

Directa y cortante, así es Mer. Me balanceo sobre ella intentando captar su atención, ella me ignora por varios minutos hasta que finalmente suspira y me mirá.

— Me gustaría que me dejes trabajar, Raquel — Mer me miraba a través de su computadora —. Necesito escribir este catálogo de jardinería, a diferencia tuya, no tengo una madre o un padre que me apoyen financieramente.

Asentí rendida, alejándome de ella.

— ¡Oh, espera! — me devuelvo hacía ella emocionada por su atención —. Pronto llegará la nueva inquilina, Elizabeth, ¿Podrías recibirla? Veo que te llevas bien con los extranjeros, tiene un acento marcado así que posiblemente se lleve mejor contigo.

Asentí decepcionada.

— Sí, lo haré.

Caminó hacía el sofá pero antes de que pueda sentarme escuchó que tocan la puerta.

— ¡Raquel, abre la puerta!

— Bien.

Abrí la puerta encontrándose con una chica joven: de estatura media, pero sumamente curvilínea, cabello oscuro y piel blanca, llevaba unos lentes de sol negros que combinan con su vestido y guantes también negros, ella me sonrió.

— Hola, ¿Tú eres Meredith Delia?

Mer tenía razón, sí que tenía un acento muy marcado.

— No, no, soy Raquel Martínez, ¿Y tú?

Ella me sonríe extendiendo su mano, que mujer tan elegante y hermosa.

— Elizabeth, Elizabeth Adamson, un gusto — nos estrechamos las manos —. ¿Vives aquí? Hablé con Meredith y Ellie para alquilar con ellas, ¿Es posible que esté en la dirección equivocada?

— No, es aquí, Ellie es mí hermana y Mer su mejor amiga, pasa — me hago a un lado y ella entra, moviéndose con gracia y elegancia, que hermosa — ¡Mer, la nueva inquilina llegó!

Elizabeth es hermosa, pero nada se compara a la belleza de Mer, al menos para mí y ella con su hermosa carita aparece por los pasillos, sonriendo amigablemente.

— ¡Hola! Tú debes ser Elizabeth, ¿No?

— Puedes llamarme Lizzie, es un gusto.

Lizzie me sonríe guiñandome el ojo.

— Bien, ¿Ya tienes todo listo para mudarte?

— Sí, pero tendré que venir con mis cosas más tarde.

— No hay problema — dice Mer sonriendo.  — ¿Necesitas ayuda con el equipaje?

— No, descuida, es sólo unas maletas, además, ya tengo a alguien que me pueda ayudar.

— Bien, Raquel, ¿Podrías enseñarle su habitación? Además de la recepción y todo, para que no tenga problemas para adaptarse.

— Bien.

Guío a Lizzie por el pasillo, hasta llegar a la antigua habitación de Mariana, sus pertenencias estaban en la casa de sus padres, sólo por tres meses porque luego ella volvería de estudiar en Italia, para ese entonces a Lizzie le tocaría irse a otro departamento o mudarse a la cuarta habitación, era posible.

— Bien, espero que te guste, mí hermana y Mer pasaron todo el fin de semana arreglando aquí y allá, para que sea de tú agrado.

Lizzie se quita los lentes de sol revelando un par de ojos color marrón, ósea, caquita pasión. Aún con la simpleza de sus rasgos Elizabeth era una de las mujeres más sexys y bellas que había visto en mí vida.

— Es muy acogedora — ella se adentró en la habitación, haciendo que el sonido de sus tacones hiciera eco —, ¡Que bien! Un baño individual, pero...¿A dónde da esa ventana?

"Hacía un posible asesino violador" pensé para mí.

— Todas las ventanas dan al patio trasero de los dueños de los departamentos.

— Ya veo.

Lizzie caminó hacía la ventana, abriendola y sacando la mitad de su cuerpo por ella, el aire al instante movió su cabello y de forma inconveniente se abrazo así misma, ajustando sus pechos, al agacharse me dejó ver su prominente trasero, tuve el impulso de besarle el cuello, de seguro sabía tan bien como olía, pero me contuve, a penas la conozco, además, no me ha dado su consentimiento.

— Me encanta — parpadeó saliendo del sueño erótico que está aparición de mujer me ha provocando —. Iré por mis cosas, pero...¿Me acompañas a la recepción? No quiero ir sola — Lizzie hizo un débil puchero, que no hizo más que aumentar mis ganas de besarla.

Lastimosamente yo ya estaba comprometida.

O me casaba con Mer o con Ander, solo ellos habían logrado despertar en mí más que atracción sexual y lo que Elizabeth había despertado no era más que dicha atracción.

— Claro.

Ambas caminamos a la salida, antes de eso, Lizzie se despidió de un abrazo con Mer. Me sorprendió lo elegante y educada que era ella, de seguro es extranjera.

— Y...¿De dónde eres?

— Nací en Inglaterra, pero desde los 13 vivo en España, aunque ahora vine aquí, a Argentina.

— ¡Vaya! Debes viajar mucho, ¿No? — ella me sonríe, colocándose los lentes de sol.

— Desde que me divorcié, sí, lo he hecho.

Casi escupo un pulmón, ¿Divorcio? Elizabeth no parecía más allá de 23 años, ¿Ya se casó? ¡Todavía era una niña!

— Oh...Wow, la verdad no sé qué decir.

— Mejor no digas nada, Raquel, a veces es mejor callar, aunque simplemente te sugiero pensar antes de actuar, pensar bien las cosas — Elizabeth sube al ascensor despidiéndose con la mano, aún pareciendo la misma reina empoderada de hace un rato.

Me sorprende que no me haya dejado acompañarla más, pero me sorprende su declaración, "Pensar antes de actuar, pensar bien las cosas" eso sonaba más a un reproche que aún consejo, ¿Existía la posibilidad de que ella supiera lo que pasó? Imposible, toda la noticia fue un caso aislado, ni siquiera los vecinos lo sabían y nadie a mí madre le creía.
Regrese hasta el departamento, aún faltaban dos horas antes de que Ellie regresé del trabajo y Mer sigue en la computadora. Sin más opción de entretenimiento camino hacía la habitación de Ellie, para mirar por la ventana, ya parezco una vieja chismosa de lo mucho en que me lo paso aquí, pero...¿Qué más puedo hacer? Todos me ignoran u odian, pero soy tan dependiente de mí entorno que no puedo simplemente dejarlos, todavía soy una niña, sólo eso, una niña, aunque mí cuerpo indique lo contrario eso soy, una niña asustada que necesita de apoyo, pero eso apoyo no ha llegado, solo Ander me lo ha dado.

Ander.

Hace tiempo que no hablo directamente con él, no desde el tema de la policía y los fetiches sexuales del vecino, lo extraño. Ander ha sido mí amigo desde que éramos unos espermatozoides, lo quiero muchísimo, he de admitir que me dolió mucho cuando me rechazo en quinto grado, pero ahora veo que ha sido para mejor, sí me hubiera aceptado habría recibido el mismo bullying que yo, quizás incluso más. Me dejó caer en la cama de Ellie golpeando mí cabeza contra el marco de la ventana.

— ¡Weon hijue...! ¡Carajo! — exclamó dulcemente sobando suavemente la circunferencia de mí cráneo, que ha sido afectado por el golpe.

Sacó la cabeza por la ventana, aún sobando mí cabeza, como duele, voy a romperme el cráneo algún día con lo descuidada que soy, miró hacía abajo encontrándome con Gerald en el pasto, él está sólo, mirando hacía el cielo. Retrocedí intentado no ser vista, sería demasiado vergonzoso verlo.

— ¿Puedes hacer silencio? Intentó relajarme.

Me quedo helada sin decir nada, hasta que finalmente él abre los ojos mirándome con indiferencia.

— ¿O viniste a verme masturbarme con cadáveres?

— No...yo...¡Lo siento!

¿Por qué te disculpas, burra? Primero lo juzgas de depravado y ahora le das la razón, ¡Decidite, Raquel!
Gerald me ignora, cerrando nuevamente los ojos, me le quedó observando, bajo la luz del sol su cabello parece ser rubio y su piel se vuelve un poco más claro, es como si brillará.

— ¿Necesitas algo más? — aún sin abrir los ojos es capaz de hacerme sentir culpable.

— No, sólo quería saber algo.

— Habla entonces.

Él seguía con los ojos cerrados.

— ¿Qué fue lo que hice? Digo, ¿Eso te afectó de alguna forma? Ósea, no me arrepiento del todo, sólo que soy muy impulsiva — él por fin abre los ojos y me mirá —, solo soy una niña, que se sintió sumamente insegura contigo, sé que no debía tratar el tema de esta forma, pero...— él se levanta y camina hasta debajo de mí ventana — tenía miedo — no sé si es por las secuelas del golpe o porque por fin estoy liberando mis sentimientos, pero de forma inconsciente se llenan mis ojos de lágrimas —, no sabía que clase de persona eras, todavía no lo sé, pero hiciste que me sintiera incómoda con mí propio cuerpo, actúas de una forma tan extraña, le gritaste a esas mujeres que aparentemente darían la vida por tí, luego te vi manchado de ese líquido rojo — él abre un poco sus ojos y baja la cabeza, haciendo que el nudo en mí garganta crezca —, el punto es: lo siento.

No, no lo sientes.

Estás en lo cierto.

— Nada de lo que dije me da el derecho de haber hecho lo que hice, sólo...nunca me he podido expresar de manera normal, no suelo pensar, no lo hago, porque nunca puedo decir lo que pienso y como verás cuando lo hago son sólo cosas malas, y eso es lo que acabo haciendo, yo realmente...

— Descuida — Gerald alza la cabeza con una pequeña sonrisa —, es mí culpa, en mí comunidad las mujeres de tú edad ya son consideradas eso, mujeres, olvidé que para el resto del mundo eres sólo una niña, no debí actuar de manera indebida, mirándote como a una mujer o haciendo comentarios sobre tú cuerpo, lo lamento — él camina hacia adelante y yo retrocedí aunque estamos a metros de distancia —. ¿Volvemos a empezar? — sonríe.

— Volvamos a empezar — aceptó yo.

— No deberías juntarte con personas así, puede ser peligroso — me giró para ver a Lizzie con una valija en sus manos, mirándome preocupada.

Debiste escucharla.

Lo sé.

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