Capítulo 4 Conociendo a Stephen

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Yessabell aparco enfrente del lugar.
Bruno abrió la puerta. Estefanny entro primero y luego Yessabell.

-Vaya… sí que es… increíble –Apuntó Yessabell con los ojos brillando. Como niño en dulcería –Es perfecto.

-Lo es. Ven –Estefanny tomó a Yessabell de la mano y la guió a una sección de novelas de todo tipo –Esta es mi sección favorita –Confesó ella.

-Wow –Yessabell comenzó a tocar los libros como si estuviesen hechos de cristal. Con delicadeza y cariño.

Encontró el libro que había comprado para su padre dos años atrás, “El Club De Los Corazones Solitarios”, tiempo después del accidente, se enteró que su padre estaba pensando en comprar el mismo libro. En esa ocasión Yessabell lo perdió, entre tanto ajetreo. Así que intentó comprarlo nuevamente, pero ninguna librería lo tenía, hasta que tres meses después se dio por vencida.

Pero ahora. Ahí. Frente a sus ojos, estaba el recuerdo. El último recuerdo de su padre.
Aunque realmente no era el que
él había tocado.
Era suyo.

Yessabell lo tomó entre sus manos y comenzó a ojearlo. Era tal y como lo recordaba. Que no pudo evitar sonreír.

-¿Interesada en el romance? –Una voz varonil Interrumpió sus pensamientos, sobresaltándola y haciéndola tirar el libro.

-¡Dios mío! –Exclamó Yessabell sorprendida.

-No dios. Me llamo Stephen. Stephen Lakes –Se agachó y levanto el libro, acomodándolo y regresándoselo a Yessabell –Toma.

-Mucho gusto Stephen Lakes. –Yessabell tomó el libro, sus dedos se rozaron un poco y Yessabell sintió una rara sensación en el estómago –Y nop. No estoy interesada en el romance, es solo… un libro… con viejos recuerdos –Volvió a mirar el libro entre sus manos.

Ella levantó la vista y se encontró con unos hermosos ojos grises.
Yessabell tenía el color de ojos azules y de piel clara. Eran como si encajaran el uno con el otro.
Stephen era alto, solo unos 5 centímetros más alto que ella. Su cabello castaño caía levemente sobre su frente pálida. Era fuerte, igual que Andrew.
Definitivamente otro jugador de americano. Llevaba una camisa a cuadros rojos y negros, unos jeans oscuros y tenis converse negros a juego.

-¿Quieres una foto? –Preguntó Stephen sonriendo. Una de esas sonrisas que haría a cualquier chica temblar o querer arrojarse a sus brazos, pensó ella –Te aseguro, que durara más.

-¿Qué? –Preguntó reaccionando a la situación.

Dándose cuenta que había pasado por lo menos unos minutos viéndolo sin apartar la vista.

-Lo digo, porque no dejas de verme –Contestó Stephen sin dejar de sonreír.

-Yo… no… solo me preguntaba si… -Yessabell volteó a ver a Bruno rápidamente, él estaba justo detrás de Stephen -¿Encontraste el libro que necesitabas?

-El libro… -Comenzó a decir Bruno –Ah. No. No lo tienen, como sea, vendré después –Bruno jalo3 a Stephen un paso atrás –Por cierto hermano. Vimos a tu novia en la papelería.

-¿Novia? –Preguntó Yessabell intrigada, con media sonrisa en los labios.

-Sí Yessabell. Frida. La chica que iba de rosa –Bruno levantó la
mandíbula en señal de victoria –Al parecer su viaje a parís fue corto.

Stephen se volteó un poco y articulo “idiota”.

-A… sí… Frida –Volteó a ver a Yessabell, que ya se encaminaba a la registradora con Estefany.

Stephen y Bruno las alcanzaron.

–Pronto se cansara de mí y seguro me botara. ¿Me permites? –Extendió sus manos, para tomar el libro de Yessabell y Estefanny.

-¿Cómo? ¿Trabajas aquí? –Preguntó Yessabell sorprendida, mientras le extendía el libro. Estefanny hizo lo mismo, nada sorprendida, al parecer.

-¿Sorprendida? –Preguntó Stephen, con una sonrisa juguetona.

-Algo –Contesto ella fingiendo desinterés.

-Sí. Mi mamá es la dueña y me hace trabajar en periodo vacacional y a veces después de clases –Stephen se paró detrás de la caja y comenzó a apretar botones –Pero este es mi último día aquí.

-Ya. No sé si mi mamá les dijo, pero vamos a hacer una pequeña reunión con algunos vecinos, para el cuatro de Julio, por su puesto están invitados. Tú y tú familia.

-Vaya. Gracias. Mi mamá lo menciono en la mañana –Stephen hizo una pausa -¿Juntos? –Preguntó.

-No –contestó Estefanny.

-Sí –Aseguró Yessabell pasándole una tarjeta de crédito.

-Pero… -Comenzó a decir Estefanny.

-Sin peros. Tómalo como un regalo, por el 4 de Julio –Yessabell le sonrió y Estefanny, le devolvió la sonrisa.

-Gracias –Aceptó Estefanny.

Yessabell le guiño el ojo y volvió a ver a Stephen.

-Toma –Le paso una bolsa blanca, con un logotipo de ambos lados: “Librerías Lakes”. Adentro se encontraban los dos libros y dos pequeños separadores de regalo –Disfruten su compra – Aviso Stephen sonriendo ampliamente, mientras le regresaba a Yessabell la tarjeta de crédito –Y gracias por invitarme.

-De nada y… Gracias –Yessabell y Estefanny comenzaron a salir.
Yessabell se detuvo en la puerta y volteo a ver a Bruno -¿Quieres que te lleve a casa?

-Yo… me quedare con Stephen hasta que salga. ¿Te parece si rentamos unas películas y vamos a tu casa en un rato, como las cuatro? –Preguntó Bruno, cruzando los dedos en la espalda.

-Claro, eso suena bien –Aceptó ella saliendo de la librería.

Bruno y Stephen esperaron hasta que su camioneta se fuera.

-¡Dios Mío Bruno! –Stephen se secó las manos en el pantalón –Tenías razón. Ella es diferente. No es como cualquier chica de por aquí.

-Te lo dije –Bruno le dio un ligero golpe con el puño en el hombro –Pero, tú tienes novia y yo no. Así que ya está apartada.

-Lo dices como si fuera una silla para sentarse a ver “el súper bowl”. –Exclamó Stephen –Sé que aún salgo con Frida. Pero hare lo posible por terminar con ella y después Yessabell y yo estaremos juntos.

-Ni si quiera la conoces –Atacó Bruno cruzando los brazos.

-¿Y tú sí? –Preguntó Stephen.

Ambos se pasaron el resto de la mañana y parte de la tarde discutiendo, por quién se quedaría con Yessabell, hasta que decidieron, que era mejor, dejarlo al destino. Que ella eligiera y que ninguno se molestaría por su decisión. No iban a dejar de ser amigos por eso.

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