彼女は再び

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Luego de tener que cumplir con una extensa jornada laboral teniendo que permanecer sentada alrededor de ocho horas cumpliendo funciones en un trabajo que detesta, Jisoo por fin tiene la dicha de salir.

Sale del trabajo con notorio cansancio y un molesto dolor en la espalda. Ya es bastante tarde, las calles son iluminadas por el tenue alumbrado público, no hay gente alrededor; están desoladas. Más era eso lo que les daba ese espíritu de tranquilidad.

De hecho, por primera vez, y a pesar de todo el cansancio, Jisoo pudo apreciar la paz y la calma de la noche.

El silencio llenaba el ambiente. La luz de algunas tiendas aún permanecían estaban encendidas, lo que indicaba que aún estaban abiertas, otras ya tenían puesto el letrero de "cerrado" y otras más estaban ya por cerrar, pero hubo una en particular que logró llamar la atención de la azabache. No era una gran tienda, tampoco una muy llamativa más bien era una peculiar tienda de antigüedades.

Se acercó hasta el exhibidor, tras él parecían encontrarse ciertas baratijas viejas, pero quizás de mucho valor: collares, relojes, monedas. Jisoo e acercó a pesar de que todos esos objetos no eran de su importancia, lo único que llamó su atención fue la figura y el rostro conocido detrás del cristal, era lo único parecía merecer su atención.

Aquella mujer tras el cristal sintió una mirada sobre sí y por curiosidad volteó, sólo para toparse con un par de ojos oscuros. Ambas miradas se encontraron, se miraron por un tiempo perdiéndose en los ojos de la otra, desde detrás de un cristal.

Hasta que Jisoo fue la primera en apartar la mirada, acercándose hasta aquella puerta de madera, abriéndola y haciendo sonar aquella campana tan distintiva.

Vuelven a mirarse, ahora sin un cristal entre ellas, y las ganas de correr a los brazos de la otra son mutuas pero antes de siquiera dar un paso una voz se hizo presente, era el dueño de la tienda, un señor de apariencia amable apareció con una caja entre sus manos. Interrumpiendo a ambas chicas.

―Buenas noches señorita,― Habló con una sonrisa en su rostro.―si algo le interesa puede ir con ella.― Terminó, señalando a la chica rubia cerca del mostrador, quién sólo asintió en respuesta.

―Oh, vamos, no seas así.― Volvió a hablar el dueño, dirigiéndose a la rubia.―Sé amable y preséntate con esta linda señorita.― Dijo antes de dirigirse a una puerta detrás del mostrador.

―C-claro.― Habló la rubia, mientras se acercaba a la mayor y hacía una reverencia.―Mi nombre es Chaeyoung, puede venir conmigo si necesita algo.

―Gracias, Chaeyoung.― Hizo una leve reverencia con una sonrisa en el rostro.―Por cierto, soy Jisoo.

Volvieron a mirarse a los ojos, igual volvieron a presentarse, cómo si realmente no se conocieran aunque realmente era todo lo contrario. Se conocieron hace un tiempo, en un encuentro casual que terminó en algo más íntimo de lo que esperaban.

Caminaron juntas por la pequeña tienda. Poniendo cualquier excusa para lograr un pequeño roce entre sus manos. Jisoo preguntaba en voz baja por cada cosa que pareciera mínimamente interesante mientras que Chaeyoung, detrás de ella, contestaba de la misma manera intentando resolver sus dudas.

Continuaron su recorrido hasta terminar en el principio. Chaeyoung detrás del mostrador y Jisoo justo enfrente. Ambas recargadas sobre aquel pequeño mostrador viéndose a los ojos, estando quizás demasiado cerca.

―¿Desea ver algo más?― Preguntó Chaeyoung en un suspiro, el deseo de juntar sus labios era cada vez más difícil de ocultar.

―Qué tal, eso de allá.― Respondió la mayor, susurrando en los labios de la rubia, mientras señalaba una curiosa caja en el viejo estante detrás del mostrador.

Y sus labios, cada vez más cerca, y justo estando a punto por fin de poder unirse en un beso que tanto han deseado, es Chaeyoung quien se aleja de manera provocativa, dejando a Jisoo con ganas de aquel contacto entre sus belfos.

Bajo la atenta mirada de Jisoo, Chaeyoung gira lentamente hasta ir por aquella caja que la mayor anteriormente había señalado, hasta finalmente traerla al mostrador en medio de ambas.

Por un momento Jisoo dejó de poner atención a la chica frente a ella y por se fijó en aquella caja que señaló aleatoriamente. Era una pequeña caja cartón que exhibía pañuelos de tela, de varios colores, de varios diseños. Sin darse cuenta, Chaeyoung ya los estaba sacando de su caja para mostrarle algunos.

Volvieron a su pequeña burbuja, ambas hablaban de los curiosos pañuelos, de vez en cuando decían uno que otro halago y las caricias que disimuladamente daban a sus manos las hacía ver cómo algo más que simples conocidas.

Estaban tan embelesadas hasta que el dueño de la antigua tienda salió por la puerta de la que se había metido hace algún tiempo, sorprendiéndolas a ambas.

―Chaeyoung...― Ambas chicas se sobresaltaron ante el llamado del anciano, con ambos rostros teñidos de rojo soltaron sus manos, Jisoo desvió la mirada y la menor se acercó al dueño.―... Ya es tarde, mi esposa debe estar preocupada porque no llego a casa. Por favor, cierra la tienda cuando termines de atender a la señorita.― Terminó de decir el dueño en un tono cansado.

Chaeyoung asintió a cada palabra, amablemente acompañó al anciano hasta la puerta y le deseó una buena noche. Cerró la puerta con el corazón latiendo a mil y con las mejillas demasiado rojas, pensando en qué pudieron ser descubiertas por lo obvias que llegaron a ser.

Se dió la vuelta y nunca esperó tener de nuevo aquellos labios en forma de corazón sobre los suyos.

Ambas bocas por fin estaban juntas, en un suave toque. Las manos de Jisoo se afianzaron a la cintura de Chaeyoung, mientras ella se aferraba al cuello de la otra.

Cuando finalmente se separaron volvieron a perderse en los ojos de la contraria, el silencio del exterior daba todavía más calma al ambiente, hasta que una de ellas fue quien rompió aquel cómodo silencio con un suave susurro.

―Creí que no volvería a verte.― Susurró Jisoo antes de acercarse a dejar suaves besos sobre el cuello de la menor.

Chaeyoung no contestó de inmediato, sólo se dejó llevar por los cálidos labios en su cuello, hasta que éstos se detuvieron y sólo sentía la tranquila respiración de la mayor sobre su piel.

―Lo siento, recientemente me mudé y abandoné mi número anterior. Perdón por no avisarte.― Finalmente habló la menor, dejando tiernas caricias sobre el cabello y nuca de la azabache.

―Entiendo. Lo importante es que nuevamente estoy contigo.― Volvió a hablar Jisoo sin separarse del cuello de Chaeyoung.

Se separaron sólo para volver a juntar sus labios en un contacto un poco más intenso que el anterior, luego de un tiempo volvieron a probar apropiadamente los labios contrarios, juntaron sus lenguas en una coordinada danza, volviendo a explorar la boca de la otra.

El calor se hizo presente en el ambiente. Los suspiros y el choque de sus bocas eran audibles, y como era de esperarse, las caricias y uno que otro toque indecente igual se hicieron presentes. Luego de aquel contacto simplemente volvieron a los brazos de la otra.

Jisoo recargada en el hombro de la menor dejando caricias sobre su cintura, mientras Chaeyoung enredaba sus dedos sobre los finos cabellos color azabache de la otra.

―Creo que debería empezar a cerrar ahora.― Habló Chaeyoung, sin querer separarse de los brazos de Jisoo.

―Bien, déjame ayudarte.― Jisoo se separó de la menor no sin antes dejar un corto beso sobre sus labios, dejándolas a ambas con una sonrisa en sus rostros.

Juntas guardaron algunas cajas compartiendo risas y uno que otro beso en el camino, así hasta que finalmente terminaron de guardar todo. Volvieron a besarse antes de apagar las luces y finalmente salir y asegurar el local.

Ante la soledad, se dieron la libertad de entrelazar sus manos. Jisoo se ofreció a acompañar a la menor a su nuevo apartamento, caminaron sin soltarse hasta finalmente llegar a su destino.

Antes de irse, Chaeyoung se acercó para volver a besar aquellos labios que tanto había extrañado, con suavidad y cariño, con sus manos aún sin desentrelazarse.

Cuando por fin sus bocas se separaron, Chaeyoung recordó algo que había guardado en su bolso y fue en su búsqueda.

―Toma.― Mencionó mientras le extendía a la azabache aquella caja de pañuelos que había señalado en la tienda.

―G-gracias.― La acción tomó por sorpresa a Jisoo, pues recordaba que aquella caja permanecía en el local.―¿Cuánto te debo?

Chaeyoung soltó una ligera risa ante la pregunta.

―No es nada. Va por la casa.― Comentó en voz baja, acercándose por última vez a sus labios para terminar soltando lentamente sus manos, despidiéndose.

Ese día ambas regresaron a sus hogares con los corazones cálidos y el recuerdo del roce de sus labios.

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