Bridge

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Medio año había pasado sin darse cuenta. Lo único que había hecho durante ese tiempo fue sobrevivir, dormir y trabajar. Nunca se había sentido más vacío.

Esa mañana no era diferente. Despertó por alguna tonta notificación de su teléfono. "Feliz cumpleaños" le deseaba su cuenta de correo electrónico, pero nadie más. ¿A quién le importaría de cualquier forma? Solo iba a ser un aburrido 28 de Abril como cualquier otro.

Pero quizá, sólo quizá, ese día podría hacer feliz a alguien. Llevaba mucho tiempo pensándolo y por fin se había decidido: Le daría trabajo a la policía, a los médicos y a los detectives. Se había decidido por desaparecer de ese mundo en un lugar donde nadie pudiera encontrarlo.

Se preguntaba, ¿Cuánto tiempo tardaría alguien en darse cuenta de que ya no estaba? ¿Cuánto tiempo pasaría hasta que alguien se molestara en notificar su desaparición? Estaba seguro de que mucho. Si tenía suerte, quizá los detectives encontrarían su cuerpo descompuesto e irreconocible, entonces no tendrían que lidiar con el pensamiento de "rescaté el pútrido cuerpo de Nagito Komaeda", sino solo con el de "rescaté un cuerpo" y podrían sentirse orgullosos. Nadie estaría orgulloso de salvar a Nagito Komaeda. Ni siquiera él mismo.

Y es por eso que durante el anochecer se adentró en el bosque sin nada más que sus ropas y una pequeña navaja de bolsillo. Tenía pensado deambular hasta que sus piernas quemaran y su cuerpo se rindiera. Entonces se escondería detrás de algún frondoso árbol y tallaría su último mensaje en sangre y lamentos.

Pero sus planes se vieron modificados cuando encontró una pequeña casita en medio de la nada. No estaba demasiado lejos de la ciudad, pero sí bien oculta: Era difícil verla a distancia entre los troncos de los robustos robles, y tenía colores que se camuflaban fácilmente con el entorno. Era bastante adorable, si era sincero.

Se decidió por entrar a curiosear un poco. Tuvo que tener cuidado con la puerta, que parecía estar a punto de derrumbarse. Por lo demás, estaba en buen estado. No lucía como si hubiese sido habitada en los últimos 50 años, pero no daba tampoco la sensación de un deterioro irreparable. Le agradó mucho y le inundó una sensación de hogar que nunca había sentido antes. Era como si perteneciera ahí, como si pudiera formar una nueva vida.

¿Podía? No debería, existiendo solo le causaba problemas a otros, y se suponía que ya se había decidido por morir. Odiaba que su voluntad fuera tan débil, pero no podía evitar preocuparse cuando, en el piso superior, encontró la figura de una pequeña niña con los ojos rojos de antiguos llantos.

Ella llevaba ropas caras y estilosas. No era el típico atuendo que una niña usaría, sino el que una mujer adulta y rica llevaría a galas y cenas de empresa. En parte le recordaba a las ropas que su madre solía utilizar. Le repudió eso, los niños no deberían vestir así, haciéndolos tan autoconscientes de sí mismos e impidiéndoles jugar por miedo a que algo se rompa. ¿Estaría esa niña llorando por eso? ¿Porque la mitad de su vestido estaba desgarrado?

Pero poco a poco, su mente se fue haciendo a otra idea. Las ropas estaban rasgadas por unas zonas específicas, como si hubieran intentado arrancarlas de ella. Su cabello rosado estaba enredado y despeinado, como si nadie se hubiera preocupado de peinarlo durante un tiempo. Su cuerpo estaba demacrado y débil, como si no se hubiera alimentado.

Su mente lanzó resultados terriblemente desesperantes y horribles. Y, antes de darse cuenta, ya había confirmado que la cocina funcionaba con gas, tenía una bombona funcionando, había comprado ingredientes y estaba cocinando una sopa en aquella casa abandonada.

Estaba cerca de terminar cuando unas débiles y pequeñas pisadas le alertaron. Sus ojos rosados lo miraban con miedo desde la puerta de la cocina, aún asustada de lo que le pudieran hacer. Nagito solo le sonrió, sirvió un cuenco de sopa y preguntó: "¿Quieres comer?"

No supo en qué momento ella aceptó y le agradeció, ni cuando empezó a cuidar de ella, ni cuando ella empezó a confiar en él hasta decirle que se llamaba Kotoko. No sabía por qué, pero era doméstico y familiar. Le agradaba cuidar de ella, como si un instinto materno que no sabía que tenía se hubiera despertado.

Unos meses después, encontró a un niño con una careta de monstruo deambulando por el bosque, temeroso de volver a casa por miedo a su madre.

Y poco a poco, el grupo de niños fue creciendo. Todos habían sido maltratados por sus padres, pero aún conservaban la sonrisa. Era esperanzador ver a esos niños, pero la justicia nunca haría nada por ellos a tiempo. Nunca hacían nada a tiempo.

Nagito decidió quedarse con ellos. Los iba a cuidar lo mejor que sabía y le daría un propósito a su vida desperdiciada.

Y estaría ahí para ellos de la forma en la que nadie lo estuvo para él.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro