Capítulo III

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Advertencias: segunda parte de Kilig, por lo tanto, para entenderla, debes haber leído previamente esa historia. YoonSeok. Angst y drama en estos primeros caps.

La motocicleta de Taehyung se detuvo frente a él, y Jimin sintió alivio de que el mayor estuviera sólo en ese instante, porque no sabría cómo reaccionaría si también iba a buscarlo con Jungkook.

El alfa frente a él se quitó el casco, con su cabello desordenado cayendo sobre sus ojos, y Jimin sintió deseos de pasar sus dedos por entremedio de su pelo.

Por supuesto, se contuvo.

―¿Necesitas un aventón para tu casa? ―preguntó Taehyung, sonriendo y ofreciéndole el casco.

Jimin lo tomó, poniéndoselo, y subió detrás de Taehyung. Lo abrazó por la cintura, el masculino olor alfa envolviéndolo.

Jimin no sabía a qué olía él, no podía adivinar su aroma, pero esperaba que no fuera algo tan fuerte como el olor de Taehyung. Inmediatamente quedó un poco aturdido cuando el aroma de cuero y pino lo llenaron.

―¿Puedo pasar la noche en tu casa, por favor? ―preguntó en voz baja.

Taehyung pareció tensarse unos segundos, sin embargo, luego relajó sus hombros y encendió la moto.

―Tus deseos son órdenes, ChimChim.

Cerró sus ojos cuando el apodo envió una ola de calor por su espina dorsal, y se aferró al cuerpo de Tae apenas partió, apretando contra su cuerpo la cajita con las cartas.

Minutos después Taehyung se estacionó fuera de un conjunto departamental, por lo que Jimin se bajó, esperando al alfa para que lo guiara a su hogar.

―Vivo solo ―comentó Taehyung en el ascensor―, bueno, con Jungkook ―se removió, nervioso―. Sobre lo del otro día, me disculpo por él...

Jimin le miró, asintiendo.

―No importa ―contestó, restándole importancia.

Taehyung rascó su mejilla, sin decir otra cosa, y cuando las puertas del ascensor se abrieron salió hacia la derecha, deteniéndose delante de una puerta. Jimin le siguió avergonzado, pero sin saber exactamente el porqué.

El más alto abrió, quedándose quieto.

Jimin sintió que se ahogaba cuando un olor suave, como loción de bebé, llegó a su nariz.

―¿Taehyung? ―se oyó una voz viniendo del interior―. Estoy aburrido, TaeTae, ¿por qué no vienes y me follas?

Sentía de pronto sus mejillas coloradas, en especial cuando los ojos de Taehyung se dilataron.

―Mierda, Jungkook, ve a ponerte algo de ropa ―ordenó Taehyung, entrando.

―¿Por qué? ¿Sigues enojado conmigo? Anda, prometo... ―Jungkook se enderezó cuando Jimin apareció también, sin mirarlo a los ojos―. Oh ―el omega bajó un poco la camisa blanca y larga que llevaba, ocultando su ropa interior―, bueno, si quieres un trío...

―¡Jungkook!

El omega soltó un resoplido, poniéndose de pie, y marchándose al cuarto mientras murmuraba por lo bajo.

Taehyung dejó las llaves de la moto sobre la mesita junto a su casco, frustrado y molesto, y Jimin cerró la puerta detrás de él, sin saber qué hacer exactamente.

―¿Quieres un café? ―ofreció Taehyung, yendo a la cocina americana.

Jimin sacudió su cabeza, nervioso, y Taehyung le miró unos segundos. Luego, abrió el refrigerador sacando dos cervezas, ofreciéndola una en silencio.

El más pequeño miró la lata, parpadeando.

―Soy menor de edad ―dijo, pero agarró la cerveza.

Taehyung se encogió de hombros.

―Sí, pero tienes cara de mierda ―contestó honestamente―. Anda, siéntate.

Jimin obedeció, acomodándose en el sofá. Tae se sentó frente a él, suspirando.

Hubo un extraño silencio entre ellos, no incómodo, pero sí raro. Por un lado, Jimin se sentía aturdido todavía, tratando de procesar toda la información que le fue soltada de sopetón en las últimas horas, forzándose a olvidar los ojos llenos de lágrimas de Jiwoo, la voz destrozada de Yoongi, la verdad cayendo sobre su cuerpo como una roca, pesada y difícil de quitar.

Observó la cajita en sus manos, sintiendo cómo sus dedos picaban, y tragó saliva.

Bajo la atenta mirada de Tae, sacó la primera carta, la que parecía ser más reciente, y la abrió.

Querido Jimin:

¿Cómo estás, bebé precioso? Sé que ya no eres un bebé, pero de seguro debes ser el chico más guapo del mundo entero. Aun así, aunque no te guste, tú siempre serás mi bebé, así que tendrás que soportar que te siga llamando de esa forma hasta que muera, ChimChim.

Ya has comenzado un nuevo año escolar y espero que te vaya muy bien, eres un chico muy inteligente, lo sé, y también imagino que debes tener a algún o alguna pretendiente por allí, después de todo, siempre has sido precioso, no como yo, que he sido siempre un desastre.

Espero que tu padre esté muy bien también y no siga tan gruñón, ¿ves que siempre anda de mal humor? Parece una mezcla de un gatito enfurruñado y un oso panda por lo dormilón que es.

La situación aquí está algo tensa, ya debes saberlo por las noticias, pero espero que pronto se solucione todo.

No tengo nada más qué decir por hoy día, he tenido una semana algo aburrida, en la biblioteca no ha pasado nada nuevo, así que me despido por hoy, Jiminie.

Te ama, mamá.

Sus manos temblaron al leer la última frase y dobló la carta con cuidado.

Luego, rebuscó y sacó una más vieja.

Hola hermoso bebé, espero que hayas tenido un lindo día hoy, ¡es tu cumpleaños! Ya tienes ocho añitos, estás tan grande, mi vida. Me habría encantado enviarte algún regalo, pastelito de arroz, pero pesa demasiado y no tengo el dinero suficiente como para enviar un paquete de un país a otro. Espero que puedas disculparme, mi vida.

Te extraño mucho, Jiminie, todo el mundo me ha dicho que esto se irá haciendo más fácil a medida que pase el tiempo, pero siento que es todo lo contrario, siento que se está haciendo más difícil. ¿Puedes creer que casi no recuerdo tu rostro? Casi no recuerdo tus ojitos cerrados por la risa, tus mejillitas rechonchas, tu sonrisa escandalosa.

¿Cómo serás ahora? Estoy seguro de que debes ser hermoso.

Jiminie, mi vida, ¿puedo volver a pedirte un favor? Sé que ya debes estar cansado a estas alturas, pero por favor, ¿podrías enviarme una fotografía tuya?

Entenderé si no quieres, no te preocupes, no voy a enojarme contigo, así como tampoco me he enojado porque no has contestado mis cartas, pero me haría muy feliz que lo hicieras, ChimChim.

Bueno, en fin, lamento haber escrito palabras tan deprimentes, no quiero arruinar tu cumpleaños. Ojalá papá te haya comprado muchos regalos y haya sido un lindo día.

Te amo.

Mamá.

Jimin trató de imaginarse a Hoseok escribiendo esa carta años atrás, sentando sin nadie a su lado, rogando por una fotografía de su hijo, sin recibir respuesta alguna, y antes de darse cuenta estaba llorando otra vez, sintiendo cómo su corazón se quebraba.

Su mamá –su verdadera mamá– le estuvo enviando cartas en todo momento, sin cansarse, sin importarle si no recibía respuesta alguna, y volvió a sollozar.

Limpió sus ojos, levantando la vista. Chocó con la tranquila mirada de Taehyung, y recordó sus palabras.

―Tae ―murmuró, llamando su atención―, tú... ¿tú recuerdas a mi mamá?

El alfa frente a él arrugó los labios levemente, asintiendo, pero antes de poder hablar otra vez, levantó la vista y rodó los ojos.

―¿Qué está ocurriendo aquí? ―preguntó Jungkook, entrando.

Jimin observó las piernas desnudas del omega, vistiendo un short junto con esa maldita camisa blanca

―Jungkookie ―llamó la atención Taehyung―, ¿recuerdas a tío Hobi?

El rostro de Jungkook se iluminó, una sonrisa enorme extendiéndose por su rostro, mostrando sus dientes, y Jimin tuvo que desviar la vista.

―¿A tío Hobi? Claro que sí ―dijo Jungkook―, siempre nos dejaba jugar contigo, ChimChim ―el omega lo miró con falso disgusto―. Tú siempre hacías trampa en todos los juegos, Jiminie.

Jimin mordió su labio inferior, apenado porque no podía recordar nada y menos relacionarlo con recuerdos viejos, pues no tuvo amigos en su infancia.

―Tío Hobi nos hacía reír mucho ―prosiguió Jungkook―, también jugaba con nosotros y nos bailaba canciones tontas ―la sonrisa del omega se tambaleó―. ¿Por qué lo preguntas, Jiminie?

El alfa bajó la vista.

―No lo recuerdo ―dijo con voz suave―, no recuerdo a mamá ―su tono tembló―. Él... él se fue hace catorce años y no lo he visto más.

Tae se atragantó con la cerveza, mientras Jungkook parpadeaba por la sorpresa.

―¿Qué? ―farfulló Tae.

Jimin se abrazó, temblando.

―Yo no sé... ―tomó aire, tratando de explicarse―. Yo creía que... me hicieron creer que mi mamá era... era Jung Jiwoo, su hermana, pero... Ella está casada con papá y... y no había nadie más y...

―Espera ―Jungkook se enderezó―, ¿Jiwoo? ―su voz se volvió furiosa―. ¿Esa perra?

―Jungkook... ―murmuró Taehyung.

―¡Por la culpa de esa bastarda nos tuvimos que mudar! ―espetó Jungkook, enojado y mirando a su hermanastro―. ¡No me mires así, Taehyung, lo sabes bien! ¡Mierda!

―¡Carajo, Jungkook, ¿puedes callarte unos segundos?!

―¡Vete a la mierda, Tae! ¡Esa perra casi arruina el matrimonio de nuestros padres!

Tae apretó sus labios.

Y luego habló:

Ve al cuarto a hacer la cama, Jungkook, y no regreses hasta que estés calmado.

Jimin sintió un escalofrío cuando Taehyung habló con su voz alfa, todo demandante y exigente, sin permitirle protestar. Eran contadas las veces que vio a algún alfa hacer uso de aquella voz y seguía sin gustarle, ya que podía ver cómo el omega se encogía por el miedo, sin poder reclamar por verse obligado a hacer algo que no deseaba.

Jungkook se tensó, con su expresión llena de humillación y, soltando maldiciones en voz baja, volvió a marcharse con rabia.

Taehyung se giró, mirando a Jimin de reojo.

―Lo siento ―se disculpó―, Jungkook es... ―rascó su brazo―. Desde que se reveló como omega que Jungkook no tiene control.

Jimin observó la expresión de Taehyung, aclarando su garganta.

―¿No lo esperaban?

El alfa frente a él sonrió amargamente.

―No, claro que no, Jungkook tuvo que haber sido alfa ―los ojos del mayor se posaron sobre él―, así como tú debiste ser omega, ¿no, ChimChim?

Se tensó, apretando su mandíbula y recordando los ojos sorprendidos de todo el mundo cuando, al cumplir los doce años, no tuvo ningún celo, pero sí liberó un olor envolvente y duro que anunciaba su nueva condición.

―Para todo el mundo fue una sorpresa ―admitió Jimin.

Tae asintió.

―Mi olor era demasiado fuerte ―dijo el alfa―, y cubría el olor de Jungkook, y cómo estábamos todo el día juntos, era fácil pensar que los dos seríamos alfas ―Tae mordió su labio inferior―. A Jungkook no le hizo gracia alguna cuando llegó su celo, se enojó con todo el mundo e inevitablemente nos alejamos ―tragó saliva, su boca seca―. Él... él quería demostrarles a todos que no importaba que fuera omega, podía hacer las mismas cosas y merecía el mismo trato que los alfas teníamos.

―Pues lo tiene ―replicó Jimin, sin poder evitarlo.

Taehyung asintió, aunque sus ojos estaban llenos de pena.

―Claro que sí, Jimin, pero no todo el mundo piensa igual que tú ―Tae suspiró, acariciando su frente―. Jungkook entró en celo cuando tenía dieciséis años en medio de una fiesta y todos los alfas allí enloquecieron porque querían marcarlo. Así que tuve que actuar antes de que eso ocurriera y... bueno...

―Lo marcaste ―completó Jimin.

―Jungkook no estuvo feliz tampoco ―agregó Tae―, pero no es malo, sólo algo caprichoso.

Otro silencio entre ellos, pesado y un poco incómodo.

Jungkook apareció cargando ropa en sus brazos, molesto y enojado todavía, murmurando groserías por lo bajo. Cruzó hacia la pequeña habitación donde tenían la lavadora.

Tae lo miró con una sonrisa perezosa, antes de guiñarle el ojo a Jimin.

―Finge odiarme ―declaró en voz baja―, pero en el fondo me quiere, mira.

Cuando Jungkook volvió, enfurruñado, Tae suspiró acariciando su cuello.

―Mierda, me siento tenso ―comentó como si nada.

Jungkook miró a Tae con el ceño arrugado, moviéndose, manoteando su mano y comenzando a masajear su espalda.

―Es porque duermes horriblemente mal y te encorvas cuando te sientas, ¿cuántas veces te lo he dicho, idiota?

Tae se rió por lo bajo, moviéndose, y palmeó el asiento a su lado.

―¿Por qué no te recuestas a mi lado, bebé?

Jungkook empujó sus manos, fastidiado, pero obedeció y apoyó sus piernas sobre los muslos de Tae, recostando su cabeza en la almohada. Miró a Jimin.

―Lamento lo que dije sobre Jiwoo ―dijo Jungkook―, no quise... uh... No tuve que dejar que mi rabia me cegara.

Jimin sacudió su cabeza, asintiendo.

―No te preocupes ―contestó con tono amable―, supongo que ella... Ella no ha sido una buena persona.

Pero te crió. Estuvo a tu lado todo este tiempo. Fue una madre para ti.

Sí, fue una madre porque te alejó de tu verdadera mamá.

―¿Jimin? ―preguntó Jungkook con tono tímido.

Lo miró, inquisitivo.

―Tío Hobi te quería mucho ―contestó en voz baja―. De verdad que sí. Cuando llorabas, él era el único que podía calmarte.

Cerró sus ojos un momento, recordando todas esas veces que lloró antes en la soledad de su cuarto, sin nadie a su alrededor porque nadie era capaz de consolarlo, ni siquiera su papá.

Lloraba hasta quedarse dormido, y cuando eso ocurría, solía soñar con Hoseok.

Tae mordió su labio inferior, sus dedos acariciando las desnudas piernas de Jungkook, causando que soltara leves feromonas.

―Necesitas relajarte y dormir ―dijo repentinamente Tae.

Jimin lo contempló en silencio, sus ojos desviándose segundos después a la piel expuesta de Jungkook, y se sintió algo culpable, porque estaba mirando al omega de un alfa que decía ser su amigo.

Porque se sentía extraño al lado de esos dos chicos.

Tae le sonrió de forma cuadrada, divertido.

―¿Sabías que Jungkook estaba enamorado de ti? ―dijo en voz baja suave y persuasiva.

Jungkook le contempló con incredulidad, sus mejillas coloreándose, pero soltó un gemido bajo cuando los dedos de Taehyung subieron a sus muslos.

―T-Tae...

―Bueno, yo también lo estaba ―prosiguió Taehyung, sin vergüenza alguna―, ambos creíamos que serías un omega, ChimChim, así que nos decíamos que cuando fueras más grande, los dos te compartiríamos.

Jimin parpadeó, sus ojos abiertos y expresivos, sintiendo de pronto su pantalón apretado. Observó cómo la mano de Taehyung se metía ahora bajo la tela del short, con Jungkook gimoteando en voz baja.

Bueno, ¿qué mierda?

―A mí no me molestaría compartir a Jungkook contigo ―agregó Tae―, ¿qué dices tú, bebé? ¿Por qué no le dices a Jimin que quieres que te folle?

Jungkook jadeó, mirando a Jimin por sus ojos entrecerrados, y separó sus piernas mientras la mano de Tae no dejaba de acariciarlo, la parte delantera de su short con una mancha oscura.

―Ji-Jimin... ―gimió Jungkook, moviendo sus caderas―, te ne-necesito...

Jimin observó la escena sin moverse.

―Perverso ―masculló Jimin, mirando a Taehyung, que sonrió ampliamente.

―No digas eso, ChimChim ―se rió Tae, su mano moviéndose para bajar el short de Jungkook―, ¿no es más sucio de tu parte que quieras que yo te folle?

Jimin se puso colorado, moviendo su boca para tratar de negarlo de alguna forma, sin embargo, no pudo hacerlo. No cuando Tae le quitó por completo el short a Jungkook, juntando sus piernas, y tirando de ellas contra su cuerpo, levantando su culo.

Antes de poder decir algo, vio como Taehyung metía dos dedos por el ano de Jungkook, arrancándole un fuerte gemido, su polla erecta y goteante.

Mordió su labio inferior, luchando para no tocarse.

―Ahora, imagínalo... ―Tae le estaba mirando directamente, mientras metía y sacaba los dedos del trasero de Jungkook haciéndolo gemir, su mano húmeda por la lubricación natural del omega―, imagina lo necesitado que estarías mientras te follo, Jimin. Imagina a Jungkook bajo tuyo, en cuatro, follándolo, mientras yo te follo. ¿No te parece sucio?

―Tae... po-por favor... ―murmuró Jungkook, aunque miraba a Jimin.

―¿Qué quieres, bebé? ―preguntó Tae como si nada, sin dejar de mover sus largos dedos en su interior, acelerando el movimiento de su mano.

―Co-correrme... ―balbuceó, necesitado.

―Ah, pero Jungkookie... ―Tae sacudió la cabeza―, bueno, te dejaré correrte sólo si le dices a Jimin lo que me dijiste a mí anoche.

Jungkook cubrió su rostro con ambas manos, avergonzado, sin dejar de gemir.

Entre balbuceos, Jungkook contestó:

―Que me marquen ―jadeó, sollozante―, que los dos me marquen.

Jimin se corrió sin tocarse, viendo a Jungkook alcanzar el orgasmo cuando Tae le dio una palmada en su culo.

Tae quitó su mano del interior del culo de Jungkook, tranquilo, y enarcó una ceja.

―¿Funcionó para relajarte, ChimChim? ―preguntó como si nada.

Jimin no pudo evitarlo en ese instante: soltó una risa nerviosa, aturdido.

―¿Hacen eso con todos sus invitados? ―preguntó, sacudiendo su cabeza.

Jungkook soltó un quejido.

―No, sólo contigo ―contestó el omega.

Jimin no sabía cómo sentirse exactamente.

―Anda, bebé ―dijo Tae, poniéndose de pie―, lleva a Jimin al cuarto para que duerma mientras yo limpio mi mano de tu sucio desastre.

―Vete a la mierda, Tae ―murmuró Jungkook, poniéndose de pie antes de chillar cuando otra nalgada cayó en su trasero―. ¡Eres un monstruo!

―Sí, sí, cómo digas...

Jungkook, sin importarle si estaba desnudo de la cintura para abajo, tomó la mano de Jimin y tiró de él. Para fortuna del alfa, la camisa del omega era lo bastante grande como para cubrir sus partes íntimas, aunque no mejoraba mucho el panorama.

Jungkook abrió la puerta del dormitorio, y Jimin se quedó quieto al observar la cama matrimonial.

―Yo... ―su garganta se secó―, ¿no prefieren que duerma en el sofá?

El omega se giró, arrugando la nariz. Pasados unos segundos, sacudió la cabeza y buscó en el cajón de ropa otro short para ponerse.

―No nos importa ―dijo Jungkook como si fuera obvio―, puede que tú no te acuerdes de nada, pero entre los tres siempre compartíamos todo.

Jimin asintió, humedeciendo sus labios, y entró con timidez. Jungkook no tardó en entregarle un pijama también, que de seguro le iba a quedar grande. Segundos más tarde, Taehyung entró, tranquilo, y Jimin de alguna extraña forma se sintió calmado cuando las suaves feromonas omegas de Jungkook lo envolvieron junto con el fuerte aroma de Taehyung.

Había algo extrañamente reconfortante en aquellas dos presencias a su lado.

Se recostó y Jungkook no tardó en trepar a su lado, acurrucándose contra su pecho, como si fuera un gato ronroneando. Tae tiró de él por la espalda, abrazándolo en su pecho, pero lejos de sentirse asfixiado, Jimin sólo pudo sonreír. Cerró sus ojos, sabiendo sin duda alguna de que había alguien a su lado para sostenerlo.

―¿Cuántos libros puedes llevarte, Lin Fan?

―Tres, señor Zheng.

―¿Y cuántos llevas ahí?

―Cuatro.

Hoseok miró a la pequeña niña con ojos entrecerrados, pero Lin Fan le devolvió la mirada con ojos expresivos e inocentes.

El omega terminó suspirando, sacudiendo su cabeza.

―¿Qué me darás a cambio, Lin? ―preguntó Hoseok, mientras comenzaba a pasar los libros por el sistema, anotando la fecha de devolución.

La niña saltó por la felicidad.

―Le traeré un caramelo cuando vuelva, señor Zheng ―prometió Lin.

―Tendrán que ser dos, si me descubren, me van a despedir ―contestó Hoseok, entregándole los libros.

―¡Gracias, señor Zheng!

Hoseok rodó los ojos, sonriendo inconscientemente al ver como la niña salía corriendo de la biblioteca municipal sosteniendo los libros contra su pecho. Hoseok agarró los libros que fueron a devolver esa mañana para ordenarlos en sus estantes correspondientes.

Mientras hacía eso, pasó a ver a Minghao, que estaba jugando en la sección de niños siendo vigilado por la señora Hao, una dulce beta que se hacía cargo de esa zona de la biblioteca.

El niño lo miró pasar, sonriéndole ampliamente, y Hoseok le devolvió la sonrisa.

Luego se dedicó a ordenar todos los libros, suspirando de alivio porque era martes y a esa hora todo el mundo estaba en clases, así que no había una alta demanda por pedir libros. Sus días solían ser bastante tranquilos y aburridos, aunque considerando que muy probablemente esa misma tarde...

Sus pensamientos se vieron interrumpidos por un aroma alfa que le hizo arrugar el ceño con disgusto.

―HaoXi.

Se giró, saludando con la cabeza a Yanan y sonriéndole minúsculamente, ignorando el ramo de flores junto con el tierno peluche de perrito que sostenía.

―¿Cómo estas, Yanan? ―preguntó con educación.

―Extrañándote, HaoXi ―contestó Yanan con una expresión de pena, pero que no provocó nada en Hoseok.

Quizás antes se habría sentido culpable, y sonreído con disculpa para prometer salir en algún momento, porque se supone que los omegas debían ser amables y serviciales con los alfas, en especial si eras un omega sin pareja.

Pero eso habría sido con el Hoseok de antes, aquel Hoseok que estaba muerto.

Suspiró, cansado, poniendo el último libro de Historia Universal en el estante.

―Estoy en mi horario de trabajo ―contestó impasible, frío y helado.

Yanan asintió, mordiendo su labio inferior. Era alto, más alto que él, con cabello negro cuervo y piel intermedia, ni tan pálida ni tan morena. Lo bonito de Yanan era su sonrisa, como de niño pequeño, amplia y mostrando sus dientes, capaz de sacudir los corazones de cualquier omega frente a él.

Menos de Hoseok, por supuesto.

―Yo sólo quería... um... quería traerte esto... ―balbuceó Yanan torpemente―, lo vi y pensé en ti, HaoXi.

Hoseok trató de suavizar su expresión para no seguir intimidando al pobre alfa.

―Gracias, Yanan ―contestó con calma, tomando el ramo de tulipanes y dejándolos sobre el escritorio―, ¿no te molesta si las dejo aquí en el trabajo? Ayudarán a que se vea más lindo.

Yanan sacudió la cabeza.

―No te preocupes ―contestó, mordiendo su labio inferior―, pero yo quería preguntarte sí... mmm... después de que salgas tenías algo qué hacer...

Hoseok le miró, recordando al alfa antes, sonriente y persuasivo, insistente, persiguiéndole para todos lados. Ahora notaba que actuaba todo nervioso y tímido, pues haber sido rechazado tantas veces por un omega no era normal, hería en lo profundo de su orgullo.

A Hoseok realmente no le interesaba, pero se sentía un poco mal, pues Yanan no era una mala persona.

Tomó el peluche, acariciando su lomo.

―No creo que sea buena idea, Yanan ―dijo, observándolo a los ojos―, ¿por qué no te rindes?

Las mejillas de Yanan se tornaron rojas.

―Es que realmente me gustas ―contestó el alfa―. Me pareces un omega dulce y amable, me gustas un montón.

Su marca ardió y sintió a su omega gemir por el dolor.

―No salgo con alfas ―respondió Hoseok―, ya te he dicho que no salgo con ellos.

Yanan asintió, apenado.

―Pero si me dieras una oportunidad...

―No lo entiendes ―interrumpió Hoseok―, y no quiero sonar duro, Yanan, no te lo mereces, pero no me dejas opción ―bajó su voz―: no confío en ningún alfa. No confiaré en ningún alfa nunca más en mi vida.

Yanan bajó la vista, compungido.

―Nos vemos, HaoXi.

Hoseok se enderezó, haciendo un gesto vago con su cabeza mientras Yanan se marchaba.

Cuando quedó solo, volvió su atención a la computadora hasta que su móvil recibió un mensaje de Jackson con una dirección y una hora, por lo que terminó suspirando con cansancio.

Eran sólo las cuatro de la tarde y ya sabía que sería un largo día.

Jimin observó la casa desde fuera, mordiendo su labio inferior y su mano temblaba por los nervios. Miró hacia atrás, donde Tae y Jungkook estaban sentados en el auto haciéndole gestos de apoyo.

El alfa no sabía cómo explicar la sensación de agradecimiento que sentía hacia los dos chicos, porque si bien todo comenzó mal y extraño, incluso incómodo, estaban allí para darle apoyo moral, para tenderle una mano y aconsejarlo. Nunca nadie antes hizo tanto por él sin querer algo a cambio.

Así que Jimin tomó aire, caminando hacia la casa, para abrir la puerta y entrar.

Esperaba encontrarse con Jiwoo histérica, llorando en el sillón, o a su papá haciendo llamadas para encontrarlo, pero no...

No...

―¿Qué mierda está pasando? ―preguntó, sintiéndose enfermo.

Su abuela se volteó, chasqueando los dientes, y Yoongi escupió sangre al suelo cuando el matón de la mujer lo dejó de patear. Jiwoo tenía la mandíbula apretada, sentada en el sofá con una expresión de desprecio, la televisión prendida frente a ella.

―Jimin ―la voz de su mamá –no, su tía, su tía– sonó aliviada, poniéndose de pie―, Dios, Jiminie, estaba tan preocupada...

―No te acerques ―gruñó, mirando a su padre―, ¿por qué están golpeando a papá?

―No es de tu incumbencia, Jimin ―espetó su abuela―, ahora ve a tu cuarto, luego tendremos una seria conversa–

―¡Porque a tu dulce abuela no le pareció correcto que te dijera la verdad! ―se burló Yoongi, riendo sin levantarse―. Jiwoo le contó todo y tu abuela quiso darme una lección.

―Cierra la boca, Yoongi ―gruñó Hyeyon con rabia en su voz―, ¡no puedes hacer nada bien!

―¡Lamento ser una decepción, madre! ―se rió Yoongi―. Una horrible mujer sólo se merece un horrible hijo.

―Jimin, por favor, te acompañaré hasta tu cuarto para que podamos hablar ―rogó Jiwoo con tono suplicante.

Pero Jimin sacudió la cabeza, recordando las cartas que dejó en el departamento de Taehyung, los tiernos mensajes que no exigían nada a cambio, y pensó que todo ese tiempo su mamá le estuvo escribiendo a nadie, creyendo que si no recibía respuesta era porque Jimin no deseaba hacerlo.

Y aun así continuó escribiendo.

―Yo sentía que no pertenecía a ningún lado ―dijo, mirando a los ojos a Jiwoo―, no importaba cuánto me esforzara, sentía que no me acoplaba en ningún lugar ―tomó aire, sacudiendo su cabeza―, pero ya entiendo por qué.

Jiwoo dio un paso para acercarse, pero Jimin retrocedió.

―Jiminie, por favor...

―Ya sé a qué lugar pertenezco.

Yoongi sonrió, y no importaba que su boca estuviera ensangrentada, que siguiera en el suelo, jamás lo vio tan orgulloso como en ese instante.

―Es porque pertenezco a mamá ―Jimin miró ahora a su abuela con seriedad―, es porque mi verdadero lugar es con mamá.

La expresión de su abuela se tornó roja por la rabia y el disgusto, enfurecida por las palabras de Jimin.

―No hables estupideces, Jimin ―espetó la mujer―, tú perteneces a la familia Min, a nadie más, ¿entendido? Si insistes con esto, me encargaré de que pagues cada uno de tus errores.

Jimin no se amedrentó, sólo endureció su mandíbula.

―¿Te arriesgarás a quedarte sin ningún heredero para tu empresa, abuela? ―preguntó con tono frío.

Hyeyon soltó un gruñido en advertencia.

―Vas a heredar esto quieras o no, así como obligué a tu padre a hacerlo ―escupió―, y tú padre sabe bien que la persona que pagó por sus errores no fue él, sino ese asqueroso omega.

Jimin dio un paso, furioso, sin importarle si era más pequeño de porte que su abuela.

―Te atreves a tocar a mamá y prometo destruir todo tu maldito imperio ―amenazó, apretando sus manos en puños―. Si lo haces, abuela, si te atreves a hacerlo, le diré a todo el jodido mundo que tu familia no es más que una farsa ―sonrió heladamente―, ¿cómo crees que reaccionará el Gobierno si se entera que ocultaste que yo no soy hijo de papá y mamá, abuelita?

Jiwoo rompió a llorar, desconsolada, mientras Yoongi se ponía de pie y limpiaba su boca con la manga de su suéter, humedeciendo sus labios.

―¡No se te ocurra amenazarme, Jimin! ―gritó Hyeyon, desquiciada.

―No es una amenaza, abuela ―replicó con dulzura―, es un hecho.

Hyeyon endureció su expresión, furiosa por ver sus manos atadas. Finalmente, soltó un resoplido mientras le hacía un gesto a su guardia que se ubicó detrás de ella.

―Ya te darás cuenta del enorme error que estás cometiendo, Jimin ―espetó, y salió del cuarto sin mirar a nadie más, dejando el comedor sumido en un tenso y pesado silencio.

Yoongi se sentó en una silla, haciendo una mueca de dolor.

―Si piensas golpearme, Jimin ―dijo su padre tranquilamente―, que no sea en el rostro. Creo que me han roto la nariz.

El menor le miró impasible, con Jiwoo limpiando su rostro.

―Por favor, Jiminie... ―murmuró la mujer, pero enmudeció cuando el chico sacudió la cabeza.

Iba a hablar, a decirle algo, a comenzar a exigir más respuestas, sin embargo, su voz quedó atorada en su garganta al ver el noticiero.

―Súbele volumen ―ordenó, mirando a Yoongi.

El alfa arrugó el ceño, confundido, pero al mirar la televisión pudo ver cómo su expresión se tornaba más pálida. Jiwoo no tardó en soltar un grito de sorpresa y horror.

Era el noticiero de noche y se podía leer en la barra ‹‹Presentación de nuevo activista en China›› en letras grandes y más abajo ‹‹Asume luego de la muerte de Liu YiFei››.

―¿Ho... Hoseok? ―balbuceó Yoongi con la voz ahogada.

Sus labios estaban secos cuando reconoció al omega en pantalla, sentado entre dos personas, una mujer de aspecto duro y otro hombre con expresión tranquila.

Yoongi le subió volumen.

―... la presentación de Zheng HaoXi se ve enmarcada luego de que YiFei haya sido asesinada en una extraña redada por parte del gobierno chino hace tres días, en mitad de un discurso que se dio fuera del Ayuntamiento en Pekín ―se mostraron en ese instante fotos de la redada, con la conocida activista hablando en un escenario con miles de personas escuchándola, y luego de unos segundos comenzaron los disparos―. Dentro del movimiento por los derechos de omegas que comenzó en China hace tres años, siempre se han visto tres rostros visibles como voceros y representantes. Song Qian ―se enfocó a la mujer al lado de Hoseok―, es considerara el cerebro detrás de todo esto, siendo la líder omega que se alzó con un pequeño grupo de simpatizantes cuando comenzó. Detrás de ella se podía ver siempre a Jackson Wang ―se apuntó ahora al hombre―, como uno de los primeros alfas en apoyar la situación, junto a Liu YiFei hasta su muerte ocurrida. Es el primer recambio que se ve dentro de los voceros del grupo, y hoy se dio a conocer junto a una pequeña ronda de preguntas para resolver dudas.

Jimin sentía que iba a vomitar en cualquier momento por todo lo que estaba ocurriendo en ese instante. Yoongi no lucía mejor, aturdido, mientras Jiwoo ponía una expresión de incredulidad en su rostro.

La presentadora dejó de hablar y se procedió a mostrar toda la entrevista.

Señor Zheng, ¿no es así? Surge curiosidad dentro de la comunidad porque es la primera vez que se ve su rostro junto a Song Qian y Jackson Wang. Ni siquiera en las manifestaciones anteriores se le había visto.

¿Por qué tendrían que verme? ―contestó Hoseok, y Jimin se estremeció cuando oyó su voz en directo, suave pero firme―. Song, Jackson y YiFei eran los rostros importantes.

¿No cree que ocupar el puesto de Liu YiFei es una gran responsabilidad para usted?

Cuando YiFei fue asesinada cobardemente por la policía y se me preguntó por esto, por supuesto que pensé en negarme al inicio ―respondió Hoseok―, después de todo, conocí a YiFei de forma íntima luego de que tendiera su mano cuando no tenía nada. Pero YiFei confiaba en mí como su amigo, como activista, y fue ella la que quiso que asumiera. Es una gran responsabilidad y trataré de dar lo mejor de mí para que los omegas podamos tener aunque sea la mitad de los derechos que tienen los alfas.

¿Y cuál es su historia, acaso? ―preguntó burlonamente un periodista―. ¿Cuál es su triste historia con la que piensa conmovernos?

Jimin pudo notar como Yoongi se tensaba y Jiwoo bajaba la vista.

En la televisión, Hoseok enarcó una ceja, con su rostro impasible, y Jimin no pudo evitar sentir admiración por notarlo tan calmo.

Cuando tenía dieciséis años mi primer alfa me violó y marcó detrás de un basurero ―dijo con tono amable―, y dos semanas después nos casamos. Luego de diez meses di a luz a mi primer y único hijo, pero mi alfa murió en un accidente y quedé solo. Cuando mi bebé tenía más de un año, conocí a otro alfa que me prometió el mundo entero si me dejaba marcar por él, y confié en él ―sus dedos acariciaron de forma distraída su marca―, así que sacrifiqué la vida de mi bebito. Pero luego de marcarme, mi nuevo alfa me dejó por otra omega, y volví a quedar solo. Perdí a mi bebé, perdí a mi alfa, por el simple hecho de dar todo y no recibir nada a cambio ―su tono se volvió frío, mirando directamente a la cámara ahora―. Nuestra intención no es conmoverlos a ustedes, sucios alfas, con nuestras historias. Nuestra intención es destruir su sistema jerárquico que nos han impuesto sólo para su propio disfrute.

Jimin no pudo seguir escuchando la entrevista porque Jiwoo se puso de pie, furiosa, y golpeó la televisión con su pie, rompiendo la pantalla con odio.

―¡Un mentiroso! ―escupió Jiwoo, mirándolo directamente―. ¡¿Te das cuenta, Jimin?! ¡Ese imbécil es sólo un mentiroso! ¡Para él estás muerto!

―¡Cállate, maldita sea! ―gritó Yoongi con la voz quebrada.

―¡¿Y tú aún lo amas?! ―espetó Jiwoo―. ¡Pues si no lo notaste, Yoongi, mi hermanito te odia! ¡Para él no eres más que una basura! ―la omega los miró con ojos llenos de lágrimas de rabia―. ¿Por qué no se dan cuenta? Nosotros podríamos ser... ser una familia...

―¿A base de mentiras? ―murmuró Jimin―. ¿Yongsun es siquiera su hija?

―¡Jimin!

El chico miró a Jiwoo en silencio, notando cómo parecía volver a llorar pronto, y luego desvió sus ojos al magullado rostro de Yoongi, que observaba la rota televisión con una mirada desamparada y ojos destrozados, totalmente afectado por lo que acababa de ocurrir, por lo que acababa de ver.

Recordó, entonces, que no sólo él llevaba catorce años sin su mamá, sino que Yoongi llevaba esa misma cantidad de tiempo sin su omega, y se preguntó cómo sobrevivió lo suficiente y no enloquecer en el proceso, porque no había nada más doloroso para un alfa que no tener a su omega cerca.

Cerró sus ojos por un instante, recordando el rostro de Hoseok en televisión, sus dedos acariciando su marca, y tragó saliva.

Si Hoseok decía odiarlos, si odiaba a Yoongi, ¿por qué conservaba su marca?

―Voy a ir a buscarlo ―dijo en voz baja, y ambos adultos le miraron―. Voy a buscar a mamá.

Jiwoo negó con la cabeza mientras Yoongi sonreía con debilidad.

―No Jimin, no puedes–

―Y no iré solo ―le interrumpió a Jiwoo―, porque tú me vas a acompañar, papá. No pienso recuperar sólo a mamá, sino también a tu omega.

Yoongi palideció y parecía a punto de vomitar.

¡gracias por leer!

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