Capítulo 16

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—¿Estás listo? —pregunta Olivia a Zion.

Él está concentrado en las dos piezas históricas que tiene en sus manos y que nadie jamás ha visto. Dorian, el dios Tot de la sabiduría, se había asegurado que nadie las poseyera más que él, ambos documentos guardan los secretos y el poder de sus esencias como dioses. En la antigüedad, cada difunto era momificado y enterrado con una copia del libro de los muertos, cada persona tenía el suyo. Pero este, el que Zion sostiene, es el original, el libro propio de un dios.

—¿Quieres que lo abra yo? —interviene León, el dios Osiris, su padre adoptivo como Anubis y mejor amigo como Zion. León sabe de la importancia del libro y lo que significa para Zion, quizás allí esté la clave que los lleve al asesino de Bastet y Tot.

Zion se levanta de la silla y despliega el gran papiro sobre la mesa del comedor en la casa de Mila y León. Los cuatro se ponen a cada extremo y contemplan los jeroglíficos en él, la pintura está algo rasgada y el material parece a punto de convertirse en polvo pero aún así es majestuoso.

Mila se cubre la boca y deja caer lágrimas de emoción, han pasado millones de años desde que ha visto un elemento original de su época, de sus días dorados y libres. No se queja de su vida como humana pero nada puede compararse con su presencia como Isis.

—¿Pueden leerlo? —Olivia es la primera en hablar. Está asombrada por la pieza pero ella solo ve dibujos abstractos de ánimales y figuras.

—Este es el libro de los muertos —explica Zion, tocando muy suavemente el papiro, trazando los jeroglíficos con la yema de sus dedos—, los muertos eran enterrados con una copia de los sortilegios que ayudarían al alma de esa persona llegar a la Duat, nuestro inframundo, y superar el juicio de Osiris si es que lograban pasar primero el juicio de Anubis.

Olivia mira a las tres personas junto a ella, parecen tan normales y agradables que aún no logra verlos como dioses gigantes y poderosos.

—Estas almas debían ir al inframundo y verte a ti primero —dice Olivia a Zion, él asiente— para que pesaras su corazón con una pluma. Que en realidad no era una pluma sino una diosa que tomaba forma de pluma, Maat. Si la balanza quedaba quieta podía pasar al juicio de Osiris —mira a León—, si no, era dado a un cocodrilo para que se lo comiera.

—El Ammyt —dice Mila con una sonrisa, está impresionada de que Olivia se haya instruido en tan poco tiempo—, el devorador de muertos, una criatura con forma de cocodrilo, león e hipopótamo.

—Esa es solo una pequeña parte del libro, la que ustedes los humanos conocen. En esta otra parte —comenta Zion, tocando la parte escrita, la parte hierática—, están todos los sortilegios posibles para nuestros dioses, para nosotros. Hechizos para hacer el bien o el mal. Y sí, podemos leerlo, es como nuestra lengua materna.

—¿Cómo va a ayudarnos este libro con los asesinatos? —presiona Olivia. Se ha instruido tanto como ha podido respecto a la historia del antiguo egipto, sobre los dioses, pero no entiende cómo unos hechizos pueden ayudar a resolver los asesinatos. Teme estar perdiendo el tiempo.

—Por este libro mataron a Dorian, a Tot —contesta León—. Es más poderoso de lo que aparenta ser, con esto se puede exterminar el mundo como los humanos lo conocemos.

Olivia mira el ejemplar con desconfianza ahora. Y piensa que, si es así de poderoso, quizás sea mejor destruirlo. Mira a su alrededor, las personas acompañándola no parecen compartir ese mismo pensamiento, al contrario. No puede hacer nada al respecto, no la dejarían poner un dedo sobre el libro, son tres dioses gigantezcos y poderosos contra ella sola, una humana.

Zion se permite usar su poder para mirar dentro de Olivia, siente su duda y un poco de temor. Le sonríe, tratando de aplacar esa duda, tratando de decirle que no va a dejar que eso pase con el mundo, pero en lugar de alivio siente que ella se llena de más duda aún. Como si su sonrisa la hubiera desequilibrado.

—No vamos a dejar que eso pase, por supuesto —dice en voz alta, quizás así sea más efectivo su intento por tranquilizarla—. El libro va a quedar a salvo aquí, por ahora. Hasta que podamos ubicarlo bien.

—Puedes confiar en nosotros —comenta Mila, también notando la insertidumbre de la humana.

—Está bien —dice Olivia al fin, no le queda otra opción que aceptar. Por ahora.

Dando por terminada la conversación, Zion, Mila y León se dan a la tarea de leer los hechizos del Libro de los Muertos de Tot, mientras le explican a Olivia lo que van encontrando. El libro se divide en diferentes secciones, capítulos, y cada uno contiene hechizos pertinentes. Los que más interesan son los de protección, ataque y resurección.

Luego de horas analizando los hechizos, Zion se sienta en una silla sintiéndose derrotado. Para revivir Dioses necesitan de la presencia de Tot, es imperativo, mucho del conocimiento que conlleva la resurección, viene de Tot, de su esencia, no del libro. No se puede reemplazar. Tampoco hay nada acerca de la extinción total de la esencia de un Dios, tal como ocurrió con Ana.

—No digas que fue en vano —dice Mila, Isis. Le parte el corazón ver a su hijo desesperanzado por amor—. Tal vez no encontramos nada en el libro, pero lo haremos, de alguna forma.

—Además —interrumpe León—, aún así, podemos sacar provecho de los hechizos de protección. Si alguien está en tu búsqueda y nosotros estamos en peligro también, con estos hechizos podemos asegurarnos que no haya más muertes. Principalmente de los humanos que te rodean: tus amigos, tu familia humana, Olivia...

Zion suspira y decide dejar de lado su decepción, León, Osiris, tienen razón. No ha sido todo en vano. Lo mejor será reunir a todos los dioses que lo rodean para llevar a cabo los rituales de protección y luego él se hará cargo de los humanos.

* * *

Por más que Seth, que Mikhail, haya sido un enemigo en el pasado y, en la actualidad, sea un humano poco agradable de tratar, no puede dejarlo afuera del plan. Tiene que advertirle, él también está involucrado, ya es parte del grupo de Zion, y corre el mismo peligro que los demás. Aunque, claro, no le diría que lo considera parte de su grupo y que se preocupa por él, el dios de la guerra no es exactamente alguien que aprecie la preocupación de otros hacia su persona. Por eso mientras camina por los pasillos de la estación de policías, trata de encontrar una manera de convencer a Seth para que acepte el ritual deprotección sin que suene a ofensa, sin que parezca que lo necesita.

Caminando hacia la puerta de su oficina, alguien sale de una de las oficinas costeando el pasillo y choca con Zion.

—Discúlpeme —dice la joven rubia, acomodando los papeles que lleva en los brazos, sin levantar la vista.

—¿Syria?

—¡Hey! ¿Qué haces aquí, papi? —El rostro de Syria se ilumina, está emocionada de su nuevo trabajo y no puede esperar para contarle todo a su padre. No solo el trabajo es divertido y la mantiene ocupada, arreglando el desorden de la oficina de Olivia, sino que es un buen cambio de lo que siempre ha hecho en vidas pasadas.

—Vine a hablar con Seth. ¿Tú qué haces aquí? —Zion la mira algo perdido. Syria es incapaz de robar o hacer algo ilegal.

—Trabajo. ¿No es genial? —contesta ella, con los ojos brillozos de felicidad—. Olivia me ofreció ser su secretaria y no pude negarme. Además estoy cerca de Mikhail y de todas las noticias importantes, para después informar si hay algún caso extraño. Estoy siendo útil y también ganando un poco de dinero. Es perfecto.

A Zion le parece que está lejos de ser perfecto, más bien peligroso. Tampoco le agrada la idea de que esté cerca de Mikhail, nunca se sabe con él, es una bomba de tiempo que se activa con el más mínimo ruidito. Y Syria es una bocina.

—Olvidó mencionar ese pequeño detalle —dice en voz alta. Más decide dejar el asunto para otro momento, luego hablaría con ambas—. Tengo algo que mostrar a Mikhail, ven, vamos.

Syria no deja de preguntar de qué se trata, no puede lidiar con sorpresas o secretos. Zion se detiene a la puerta de Seth y trata de hacerla callar antes de entrar a la oficina. Mikhail abre la puerta en aquel momento y los mira con rostro más que serio, casi asesino. Syria cierra la boca y se esconde atrás de Zion.

—Tengo algo importante que... —comienza a decir Zion pero Seth le cierra la puerta en la cara. Él insiste, llamando a la puerta, pero Seth se rehusa a abrir—. Es importante. ¡Mikhail!

—Es inútil —dice Olivia a sus espaldas, llegando y viéndolos perder su tiempo—. Cuando está en sus días es imposible hablar con él. No tiene caso, deben esperar.

Zion se pega a la puerta, hablando al borde del marco.

—Tenemos el libro. Vamos a usar sus hechizos de protección contra lo que sea que esté matando dioses, deberías unirte. —dice y cree escuchar una risita irónica del otro lado. Sacude la cabeza y no puede creer la obstinación de aquel hombre, de aquel dios. O no, no le sorprende.

—¡¿Tienen el libro?! —grita Syria. Zion le tapa la boca y Olivia les hace señas para entrar a su oficina. No pueden confiar en nadie, las paredes tienen oídos. Una vez dentro de la reformada oficina de la detective, Syria no puede contener su curiosidad— ¿Cómo es? ¿Dónde está? ¿Por qué no me llamaron? ¿Qué tiene adentro?

—¿Qué llevas ahí? —pregunta Olivia a Syria. Syria se da una palmada en la frente.

—Casi lo olvido. Voy a llevar a guardar estos archivos de casos resueltos de hace dos años y luego tengo que salir a investigar a un plumífero. Nos vemos —dice y se detiene antes de salir, mirando y señalando a Zion—. Más te vale llamarme luego para contarme todo sobre ese libro.

—¿Dijo que tiene que ir a investigar a un plumífero?

—No sé a qué se refiere —contesta Zion, sentándose en una silla—, esta versión de Qebehut es incluso más particular que de costumbre.

—Así que, ¿cuántas vidas han tenido hasta ahora? —pregunta, juntando papeles y guardándolos en diferentes cajones.

Zion la nota nerviosa, acomodando a su alrededor para mantener su mente distraida. No necesita utilizar sus poderes para darse cuenta que está incómoda con su presencia, en un espacio chico y lejos de la protección que brindan las multitudes. Ahora que lo ha visto en su forma natural y sabe de lo que todos ellos son capaz, sus sentidos humanos están más alertas que nunca.

—Demasiadas. Cuando nuestro cuerpo físico llega a su fin, volvemos a reencarnarnos en alguien diferente, desde bebés —explica. Olivia no lo mira aún—. Al principio no tenemos consciencia de quiénes somos pero sabemos que somos diferentes a nuestros padres, hasta que nuestra psiquis queda "construida", por así decirlo, y todo queda claro. Vuelven nuestros recuerdos de otras vidas, nuestros poderes, y solo al alcanzar la adolescencia humana podemos volver a transformarnos a nuestra verdadera apariencia. ¿Quieres que abra la puerta?

La pregunta hace que Olivia lo mire. Apoya una mano sobre su escritorio y otra en su cintura, fingiendo que tiene sus emociones bajo control.

—No, por supuesto que no. ¿Tienes calor? —responde. Zion suelta una risa.

—Me da la impresión que ahora que estamos solos, luego de haber visto mi apariencia de dios egipcio, las cosas son diferentes, el trato es diferente. Te pongo nerviosa. —Olivia no dice nada pero lo sigue mirando con suficiencia—. Aquella noche que me viste... no iba a lastimarte o comerte, sabes. Quizás pierdo mi humanidad pero sé quiénes son y lo que significan para mí cada uno de los seres que veo. Jamás podría hacerte daño, Olivia. Sé que es difícil pero, ¿puedes creerme?

—Está bien, sí —admite, soltando el aire que había estado conteniendo—, estoy algo aterrada. Al principio todo me pareció una locura pero ahora estoy empezando a digerir por completo el hecho de que... no somos iguales, que nada ni nadie es lo que parece ser. Que esta vez la justicia va más allá de mis capacidades. ¿En qué podría contribuir si estoy rodeada de dioses todo poderosos? —Olivia espera una respuesta y Zion se mantiene en silencio—. Exactamente, nada.

—Tienes lo que a algunos dioses que deberían ayudar les falta, por codicia, por egoismo, por falta de empatía. —Zion no necesita aclarar quién es el ejemplo de sus palabras—. Contigo en el caso, ayudando, estoy seguro que vamos a tener éxito. Que Ana va a tener justicia.

—¿Qué tan terminal es la situación? —se atreve a pregunta la detective. Zion levanta sus hombros.

—Bastante. Que no esté en la Duat, nuestro inframundo, es grave. Es como si nunca hubiera existido, y no se puede revivir algo que nunca vivió. Es imposible clonar a un humano sin ADN de una persona, es incluso más imposible tratándose de un dios. Y en ambos casos, el clon tampoco sería exactamente igual a su original: no tendrían los mismos recuerdos, el mismo entorno social, todo lo que hace a un ser... único.

—Por eso se reconocen en cada vida, porque por más que lleven diferentes cuerpos, siguen siendo únicos: no hay dos dioses egipcios de la muerte, no hay dos dioses egipcios de la felicidad.

—Sí —dice Zion, no queriendo complicarla con temas considerados místicos para los humanos. Esa conexión entre dioses no sería capaz de comprenderla; no por creerla inferior, sino porque no está presente en su humanidad—, algo así.

Los dos se quedan en silencio puesto que la conversación se ha hecho más personal, nada profesional, más como dos amigos o personas que se están conociendo. Zion le sonríe, le agrada darse cuenta que la relación con la detective está tomando ese rumbo, está teniendo la oportunidad de ver el lado suave debajo de esa cortesa de piedra, la cree una mujer encantadora. No le sorprende que esté sola, es una mujer simple, que no necesita a nadie para vivir, que tampoco espera a nadie, que si en algún momento deja que un hombre esté a su lado, será para acompañarla, para caminar a su lado. Ella misma es su motor, su impulso. Es admirable.

—¿Te ocurre algo? —ella rompe el silencio y Zion se da cuenta que la está mirando fijo. Quizás la ha asustado, pensando que se transformaría en medio de su oficina.

—No, nada, estaba pensando —dice, levantándose—. Será mejor que me vaya, nos veremos mañana para el ritual. Te llamaré.

Zion le extiende su mano y Olivia la estrecha, a ambos les da corriente.

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