Capítulo 26 - Parte I

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Zion no puede conciliar el hecho de que Ana haya terminado su vida por su causa, para acabar con el ciclo de reencarnación que los unía y que, además, haya tenido un "amigo" oculto. Ni una carta ni un mensaje había dejado, nada que explicara su accionar. Se siente decepcionado y poco valorado.

Mirando alrededor de su departamento, encontraba su imágen en cada rincón, sonriendo, haciendo bromas, seduciéndolo. ¿Es que acaso había sido todo una mentira? ¿La había llevado a su suicidio al haberla amado durante tanto tiempo? ¿Qué había hecho mal?

—No puedes culparte —dice Olivia, entrando a la cocina, en la casa de Yue—. Fue su decisión.

—Yo también quería terminar con nuestro ciclo de rencarnación —confiesa, dándole una mirada rápida a la detective—, aunque nuestros motivos eran diferentes. Por mi parte, quería seguir viviendo como Zion, hacer que esta fuera nuestra última vida juntos, y detener el hecho de que ella me dejara en cada vida. No lo soportaba —dijo, sacudiendo la cabeza—. Supongo que ella quería detener el ciclo para librarse de mí.

—Aquel dios dijo que ella te amaba pero...

—No era suficiente. Hiciera lo que hiciera, ella nunca me amaría más de lo que amaba su naturaleza. Creo que tampoco puedo culparla, puede llegar a ser agotador estar condenado a vivir una y otra vez la misma situación. Yo soy el culpable de que no exista más, por atarla a mí.

Olivia se acerca más a Zion y no puede evitar apoyar una mano sobre su rostro, ver sus ojos brillozos de la tristeza le remueve algo en su interior. No puede soportar su sufrimiento: primero su madre, ahora Ana. Cree que Zion es una buena persona y que no merece lo que ocurre a su alrededor.

—No te culpes por amar —dice ella—, eres un hombre especial. Yo... nunca conocí a alguien así.

Zion no sabe qué responder. Él siente lo mismo. Olivia es una mujer valiente, independiente, justa y hermosa. Su mente está hecha un lío: abatido por Ana, Bastet, su eterno amor, y atraido por Olivia, una simple humana que logra calarse bajo su piel.

Un grito se escucha desde el comedor de la casa. Ambos, Zion y Olivia corren hacia el lugar, preocupados, temerosos de que se trate de Seth... pero, en su lugar, ven a Syria correr alrededor de la mesa. Quien grita es Yue.

Olivia guarda su arma y suspira.

—Syria, qué demonios... —dice Zion, pasándose una mano por el rostro. Su hija está alterada, tratando de atrapar a Yue como si estuvieran jugando a la mancha.

—¡¿Qué demonios, me dices?! ¡Qué demonios digo yo! —se queja— Este dios transexual me engañó.

—Yo no te he engañado, chiquilla —se defiende Yue, tirando una de las sillas al piso para bloquear a Syria—. Tú has interpretado lo que querías interpretar.

—Tu magia no sirve, me enviaste directo al enemigo.

—Eres tan distraida que ni siquiera puedes ver lo que tienes enfrente —sigue Yue, refiriéndose a Cassiel.

Zion se cansa del escándalo y toma a su hija de los brazos, deteniéndola de perseguir a Yue. Ella forcejea un poco y luego se rinde, bufando.

—Está bien, está bien —dice ella, más serena—. La ademandaré.

—¿Ah, sí? ¿Y por qué? —contesta Yue.

—Pues por... por... ¡Por falsos testimonios!

—¿Siquiera sabes lo que eso significa? —presiona Yue, burlándose.

—Ja. Si sé lo que significa, si sé lo que significa, dice.

—¡Ya basta! —grita Zion— ¡Las dos!

—¿Dónde está Cassiel? —pregunta Olivia, mirando alrededor.

—Está... —comienza Yue, pero un trueno opaca sus palabras. Todos se miran, ese trueno ha sonado más fuerte de lo normal.

Al instante, el suelo comienza a moverse, a temblar. Las lámparas se bambolean, los cuadros y adornos se caen al suelo, y no pueden sostenerse de nada puesto que todo se sacude.

—Es un terremoto —dice Cassiel, entrando nuevamente al comedor—. Tenemos que salir de aquí.

Los cinco salen a la calle y se sostienen entre ellos. Afuera, varios vecinos salen de sus casas y, desde allí, en los suburbios de Olimpo, ven como algunos edificios del centro de la ciudad se desmoronan. El cielo se ha vuelto gris oscuro y truenos y relámpagos lo cubren.

—Esto no es normal —dice Zion, abrazando a Syria con un brazo y sosteniendo la mano de Olivia con su mano libre.

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