Capítulo 7

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Zion está en su oficina, terminando de preparar un informe sobre la autopsia de una anciana que, al parecer, murió envenenada, cuando Theo y Mora entran peleándose. Zion sigue tipeando en la computadora y sonríe al escucharlos.

—Estabas dispuesto a decirle que te esposara y te golpeara con una porra —se queja Mora, desplomándose en la silla frente al escritorio de Zion.

—No me avergüenzo —contesta Theo y luego se dirige a su amigo—. ¿Crees que si voy a la estación, la preciosura esa acepte una invitación a cenar?

Mora se da una palmada en la frente y se inclina hacia el escritorio, indignada con el descaro de Theo.

—Zion, no lo escuches, no contestes sus boberías.

—No sé de quién están hablando —dice él, terminando el informe y prestándoles atención. Se levanta de su silla y toma su abrigo.

—De la oficial que nos arrestó, la rubia esa. Theo se cree que cualquier mujer va a caer a sus pies por él. Ja.

Los tres salen de la oficina y del hospital, su turno ha terminado por el día. Zion ha estado sumergido en su trabajo toda la mañana y la tarde, logrando así olvidar sus problemas por Ana. Solo que ahora todo comienza a recaer en sus hombros nuevamente.

—¿Quieres hacer algo? ¿Ir a cenar? —pregunta Mora, enganchándose al brazo de Zion, intuyendo que le vendría bien la distracción.

Al salir al estacionamiento, los tres ven una figura apoyada sobre el auto de Zion. La figura, al verlos, se levanta y comienza a correr en su dirección. A Mora y Theo, en la oscuridad, el movimiento brusco los asusta un poco. Zion ya sabe de quién se trata: su hija.

Syria, en cuanto los alcanza, da un grito agudo y se cuelga de Zion, feliz de verlo. Zion responde el abrazo, sonriendo y sintiéndose igual de feliz de tenerla en su vida. Syria no tiene maldad en sus venas, y no necesita su poder para verlo.

—¿Y esta? —pregunta Mora, no entendiendo.

—Ella es Syria —presenta Zion, separándose del abrazo. Syria le da un beso en la mejilla a Theo y a Mora, sonriendo.

—Soy su sobrina favorita, en el mundo entero —comenta la chica. Mora la mira como si estuviera loca y después se enfoca en Zion.

—¿Vienes? —pregunta, Zion sacude la cabeza y saluda a su dos amigos.

—Vayan ustedes, iré con Syria un momento. Los veo luego. —Ambos se marchan directo al auto. Zion saca su celular, lo prende y Syria le da un codazo.

—¿Por qué apagaste tu celular? —cuestiona en voz baja— Agh, no importa. Seth llamó a Isis, dijo que tiene noticias sobre el caso. Mila trató de ubicarte más temprano pero no lo consiguió y, como no puede dejar a León, me mandó a mí en su lugar. Mikhail nos está esperando en la estación de policías.

—Lo lamento, necesitaba desconectarme de la realidad por un rato. Gracias por el mensaje —dice abrazándola—. Te llevaré de regreso al campus e iré a ver a Mikhail.

Syria se separa un poco para mirarlo a los ojos.

—¿Estás de broma? Yo iré contigo.

—Es martes, mañana tienes clases y es tarde —explica Zion, no quiere quitarle tiempo de sus estudios.

—Al demonio con las clases cuando tienes la oportunidad de ver al maldito dios de la guerra —dice exagerando su voz, Zion la mira regañandola por su lenguaje. Ella sonríe con inocencia, apelando a la ternura para zafar—. Upsi.

***

En la estación de policías, la oficial malhumorada que trabaja en la recepción los trata con mejor predisposición y los acompaña hasta la oficina de Seth, la cual se encuentra abierta. Mikhail está sentado sobre su escritorio, leyendo unos archivos en silencio. Al verlos llegar, su rostro sereno se torna enojado.

—Cierra la puerta, Alicia —dice y la oficial obedece. Zion se aproxima a Seth y extiende su mano para saludarlo. Mikhail ni siquiera se molesta en mirar el gesto, se levanta del escritorio y se arrima a un pequeño bar con botellas de alcohol—. Llegas tarde. Si continúas con tu jodida impuntualidad puedes dar el acuerdo como anulado.

—Estaba trabajando —explica Zion y se arrepiente de inmediato. A Seth no le interesa, no ve más allá de su nariz.

—Y yo ahora podría estar en mi casa, con mis esposas, y no esperando a un perro abandonado —dice Mikhail, volviendo a su silla con un vaso en la mano.

A Zion no le sorprende su actitud y sus malos modales al no invitarlos con algo u ofrecerles asiento, así que decide no esperar más y sentarse. Syria, en cambio, comienza a husmear la habitación. Zion está a punto de llamarla, detenerla, pero nota que Seth no le presta atención, parece no importarle.

—¿Qué has descubierto? —pregunta Zion, yendo al punto. Mikhail toma un trago de su bebida y le extiende un archivo.

—Una muestra de cabello —contesta, mientras Zion ve las pruebas y los análisis por sí mismo—. Lo encontraron en el piso, cerca del cadáver de Ana, y esta vez...

—Es una mujer —completa Zion, Mikhail asiente—, una anciana según los estudios. Entonces dos personas estuvieron aquella noche. ¿Ningún vecino vio nada?

—No, entrevistamos a todos. Pero tenemos una pista que sí se puede rastrear, al contrario del otro ser, aunque llevará tiempo —explica Seth.

—¿Cuánto? —insiste Zion, impaciente de saber qué ocurrió con su antiguo amor. A Mikhail no le hace gracia su desesperación.

—Lo que tenga que tardar —contesta de mala gana. Syria se acerca y se sienta a un costado del escritorio, cruzando sus piernas.

—¿Una anciana y un ser antiguo en su forma original? —dice pensativa— ¿Por qué querrían matar a mi madre?

—¿Has pensado en quién podría querer vengarse de ti? —pregunta Mikhail, obviando a Syria y el hecho de que esté sentada sobre su escritorio.

Zion ha pensado en quién podría tener un motivo para querer vengarse de él y nadie viene a su mente por más que se esfuerce. No tiene problemas con nadie y nunca los ha tenido. Y la vida de Ana, antes de encontrarla es casi un misterio para él, no le ha contado mucho sobre su pasado, solo lo que ella creía significante: hija única, madre bebedora, padre ausente, ambos conflictivos y golpeadores. Solo eso.  No tiene idea de si tenía amigos o antiguos novios, Zion no la presionaba, no le importaba su pasado.

—Sí, pero no tengo ningún enemigo —contesta seguro de sí mismo.

—¿Qué hay de ella? —insiste Mikhail, claramente molesto de la pasividad de Zion.

—No se mucho de su pasado en esta vida —dice y Seth pierde la paciencia, pasándose una mano por el rostro, tratando de contenerse y no golpearlo.

—¿Puedo ver los archivos que tienes del caso? —pregunta Syria a Mikhail, distrayéndolo de sus pensamientos.

Seth suspira, domando su bestia interna y asiente. Se levanta de la silla y coloca en el escritorio las tres carpetas que tiene sobre el caso de Ana, abriéndolas para que ambos Syria y Zion vean.

Zion toma las declaraciones y los análisis, sintiéndose más confiado en descubrir algo allí. Syria, por su parte, sin escrúpulos, toma las fotos de la escena del crimen.  

El celular de Seth comienza a sonar y se corre del lugar para atender más tranquilo.

—Espero que quites tu trasero de mi escritorio para cuando termine —dice a Syria y atiende su llamada. Ella pretende no escuchar.

Zion sigue leyendo y encuentra fascinante el análisis de la sangre del ser desconocido que asesinó a Ana. De reojo, ve que Syria ha tomado las fotos y se detiene de su lectura.

—No deberías mirar eso —dice él, poniendo una mano sobre la foto que está mirando su hija. Ella le sonríe débilmente, indicando con ese gesto que se encuentra bien.

—Hemos visto peores cosas en todas nuestras vidas —contesta, quitando la mano de Zion—. Además, esta foto es solo de unas cosas que encontraron en el piso: una cuchilla, un anillo y...  ¿dos hilos? —dice extrañada, mirando más de cerca la foto.

—¿Hilo? —repite Zion.

—Quizás era de su ropa —contesta Syria, levantando los hombros y volviendo a poner las fotos en la carpeta correspondiente.

Seth termina la conversación y vuelve al escritorio, luciendo algo molesto luego de la llamada, parándose cerca de Syria, listo para remarcarle que se quite del escritorio. Ella aprovecha para mirarlo directo a los ojos, sonreír y batir sus pestañas de manera inocente.

—¿Así que tienes esposas? —pregunta.

—Tres —contesta de manera casual, inadvertidamente disparando la imaginación de Syria. Ella agranda sus ojos.

—¿Y cómo son? ¿Lindas? Claro, por supuesto que deben serlo ¿Las quieres por igual? —cuestiona, hablando rápido como cada vez que se entusiasma por algo— ¿Tendrías cuatro?

Zion pone una mano sobre la de su hija, pero Syria tiene su atención puesta en Mikhail.

—No te importa —contesta él, comenzando a enojarse—. ¡Y ya te dije que quites tu sucio trasero de mi maldito escritorio de una puta vez!

Syria se baja de inmediato, igualando la mirada fulminante de Seth. Zion presiente que está a punto de mostrar su lado oscuro, aquel que heredó de su parte chacal.

—No está sucio para tu información, está mucho más limpio que el tuyo seguramente. Y... —dice alterada, tratando de encontrar algo más para replicarle— y si sigues con ese carácter te saldrán canas verdes en tu lindo cabello rojizo, ¿crees que el verde pegará con tu color? ¡Ja! Pues no, señor. —Mikhail solo la mira— ¿Crees que estoy bromeando? Una amiga se pintó el cabello de verde y luego tenía las cejas marrones, ¿y sabes cómo le decíamos luego? Troll, como los muñequitos esos, y cabeza de pasto, y que las vacas se confundirían y la dejarían calva. ¡¿Quieres ser un cabeza de pasto?! ¿Eh? —insiste, agitada, tratando de recuperar su aliento.

Zion se levanta y toma a Syria de un brazo. No puede leer la expresión de Mikhail, pero no cree que su silencio sea algo bueno. Deben abandonar el lugar de inmediato.

—Ya nos vamos. Estaremos en contacto, gracias por tu tiempo —dice Zion, arrastrando a Syria fuera de la oficina. La chica lucha por desatarse de las garras de su padre.

Caminando por el pasillo, ambos escuchan una carcajada, sorprendiendo a ambos.

—¿De qué se ríe? —dice ella, molesta. Luego el hecho de que Seth, el dios de la guerra, se esté riendo la hace recapacitar y sonríe, satisfecha— Se está riendo. Lo hice reír. ¡Lo hice reír, Zion! ¡A  Seth!

Zion sigue arrastrándola, pensando que solo tuvieron suerte.


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