⋆Capitulo 16⋆

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❝ Capítulo dedicado a sagabucky

"Haced vuestro deber y que los Dioses hagan el resto." -  PIERRE CORNEILLE 

Anocheció y con el silencio se hizo fuerte el ruido. Eso sólo significaba algo, la mayoría de los estudiantes aún no yacía en la cama. Amanda por el contrario sí, había pasado toda la tarde con su padre. Entrenaron juntos a Tany, quien ahora era el nuevo miembro de la familia Kido. Tany era un pegaso más pequeño que los otros. Con un blanco reluciente. Sus alas median alrededor de dos metros cuando las extendía, y a diferencia de otros era muy dócil.

Aunque, Amanda estaba en su habitación no ameritaba que estuviera durmiendo. Todo lo contrario, cavilaba el sueño. Estaba ansiosa de conocer a los elegidos a participar en el Torneo Galáctico. Alexandra que se encontraba recostada en la cama de a lado, escuchaba los molestos quejidos de su compañera, quien giraba de un lado a otro, en intento de dormir. 

 — ¿Quiénes crees que sean los afortunados? 

Amanda alzó la vista y de inmediato respondió: — No lo sé. Según dijo mi padre muchos se escribieron. Así que la decisión será muy difícil.

Alexandra volteó un poco la cabeza para mirar a la cara a su compañera, que había imitado la acción — Sabes, me hubiese gustado poder entrar, así mi padre se quedaría más tiempo en la academia — confesó — Además callaría bocas de algunos — añadió refiriéndose a Michael de Lince. 

— A mí también me hubiera gustado entrar. Aunque te confieso que me daría miedo. Es probable que califiquen a los más dotados en el tema. Seguramente son los que resaltan en todas las habilidades — dijo Alexandra, apoyando su cabeza sobre la almohada.

— Será mejor que intentemos dormir...

Amanda interrumpió sagazmente — Olvide decirte que mi padre me ha obsequiado un pegaso. Lo he llamado Tany.

Alexandra pegó un ligero brinco de la cama. Estaba boquiabierta, no podía creer lo que estaba escuchando. Si aún, el sol pegará un poco. Seguramente habría pedido a Amanda que se lo mostrará — ¿Cómo olvidaste decirme algo así? — inquirió indignada, pero no molesta.

— Todo fue un poco rápido, pase toda la tarde con mi padre, así que olvide comentarlo, tanto a ti como a Aiden — dijo la joven con disimulo. Miró con cautela a su alrededor, escudriñando que nadie la escuchará — .Mañana mismo té llevaré a que lo conozcas. Y podrás montarlo.

— ¡Asombroso! — exclamó Alexandra —. Aunque no sé montar — aclaró.

— Yo te enseño. De hecho creo que la profesora Leta nos dará la lección. A mi padre se le ha escapado contármelo — respondió ante tal respuesta.

— Espero que así sea. Porque si llegamos a ir a los campos Elíseos, tal vez podríamos ir en pegasos y unicornios. Debe ser alucinante ir en los cielos — dijo maravillada.

— Lo és— respondió Amanda.

Alexandra se cubrió la boca y bostezo. Aunque no lo decía ya se estaba muriendo de sueño. Estaba consciente de que en cualquier momento podía quedarse dormida y dejar a Amanda hablando sola. Amanda que notó la acción, prefirió desearle una buena noche y dormir.

Aquella noche, Amanda permaneció un largo rato despierta, sin darse cuenta por fin estaba dormida. Entre sueños escuchó un: 

                             jipp, jipp,jipp

Amanda abrió los ojos y se incorporó de inmediato. La cama de Alexandra estaba muy bien tendida y la joven ya no estaba. El sonido apuntaba venir del enorme ventanal. No sintió miedo y mucho menos angustia, así que se puso de pie y caminó súbitamente hasta la ventana. Movió ligeramente la cortina color púrpura de seda y allí estaba, un ave de color verdoso. Tal vez no era hermoso como las otras aves, pero el quitum prorrumpía un sonido tan curioso y ruidoso. Aunque en un momento, Amanda lo dudó. Pensaba que era buena idea usarlo de despertador. 

Dejando un lado al ave, corrió de nuevo la cortina y se dispuso a vestirse, pues en una hora nombrarían a los seleccionados del torneo. Se vistió tan pronto como pudo y salió velozmente de su habitación. 

La clase de telequinesia fue más aburrida que nunca. Amanda casi se queda dormida, pues el sueño comenzaba a envolverla. Aiden estaba como de costumbre sentado en el último pupitre, mientras no prestaba ni la más mínima atención a la profesora. Deseaba salir a la sala para conocer a los competidores del torneo. Pero como si el tiempo estuviera en contra de los estudiantes, la clase se hizo eterna. La gran mayoría solo se limitaba a bostezar, mientras que los otros no dejaban de moverse de un lado a otro. Finalmente la profesora comprendió la inquietud que se respiraba en el recinto y accedió a que se retiraran. 

— Casi me quedo dormida — comentó Amanda a Aiden.

— Creo que hubo un momento en que yo si lo hice — confesó el chico —. Extraño las reuniones con el profesor Chadwick.

— Yo también. Pero con todo lo del torneo la mayoría de actividades han sido suspendidas — dijo —. Me alegra que al menos no tengamos adivinación — reconoció con emoción.

— Al menos no tuvieron que presentar el examen de iniciación — reclamó la atención de aquel suceso —. Bueno... me alegro por ustedes — dijo el joven rectificando.

Amanda asintió. Los dos caminaron hacia la sala. Muchos estudiantes se apretujaban al entrar. Estaban ansiosos, no asimilaban que el día más llegado de lo que llevaba el ciclo escolar hubiera llegado. Apretaban fuerte sus manos. El enorme cáliz lucia reluciente en medio de un semicírculo de asientos. Cada estudiante tomó lugar que indicaba la casa a la que pertenecían.

Amanda y Aiden se sentaron juntos y unos minutos más tarde se les unió Alexandra, que estaba empapada de agua, pues la clase de natación había sido lo bastante frenética e intensa, ni siquiera le había dado tiempo de bañarse y secarse. Todo indicaba que una oleada le había caído encima a las señoritas de natación. Pues todas se miraban igual de deslucidas que Alexandra. 

Por otro lado, Alistair no dejaba de intentar interpretar las acciones de los mellizos. Según se corría el rumor en el colegio, Seline guardaba un valioso encargo de su padre, sin embargo las especulaciones variaban y ninguno con certeza podía afirmar de qué se trataba. 

El ruido era ensordecedor, los profesores intentaban calmar a los estudiantes, aunque sus intentos no servían en lo absoluto. Finalmente todos se callaron de golpe, pues el director salió de entre las sombras. Esta vez no estaba acompañado, ninguno de los padres permanecía presente. 

Todo lo contrario, después de unos minutos, los Caballeros dorados junto al caballero pegaso entraron por la puerta principal y tomaron asiento en unas sillas de oro que presumían ser lo bastante cómodas. 

— ¡Es un honor tenerles aquí de nuevo! — la ovación comenzó a retumbar —. Me enorgullece nombrar a los seleccionados de cada casa. Pero antes debo reiterar lo ya mencionado. Este torneo es para los valientes, para aquellos que desean probarse a si mismo que hacen aquí y quienes quieren ser en un futuro. Por ello, es que los estudiantes de primero año no pudieron participar, pues las pruebas son sumamente riesgosas y se necesita estar capacitado para enfrentar los horrores que alberga cada una.

Varios estudiantes pasaron saliva a través de su garganta y otros entreabrieron sus ojos, mostrando el temor en ellos. Aunque no emanaban ni una sola palabra comenzaron a sentir pena por sus compañeros, incluso ya no lamentaban no haber entrado a la competencia. 

— Llegó el momento de seleccionar a los estudiantes de la casa Hawsy — dijo el director y su voz sonó como un vociferador.

Dichas las palabras, el cáliz de luz incandescente resplandeció en un sutil azul y desde el interior un pedazo de pergamino voló hasta las manos del director, que abrió poco a poco para anunciar al primer candidato — ¡Nuestro primer campeón es Alistair de sagitario! — exclamó Frederick.

Y los gritos de la casa Hawsy comenzaron a retumbar fuerte. Sebastián frunció el entrecejo y siguió al hombre con su fría mirada. Aioros de Sagitario y Aioria de Leo se incorporaron del asiento para unirse al aplauso. Saga de Géminis lanzó una mirada fría al caballero de Sagitario, que, por el instante ignoró los ojos oscuros que denotaban odio a su persona. 

Alistair pasó a través del enorme camino que llevaba al director y después de recibir su aprobación. Se marchó al recinto, donde los campeones debían esperar las indicaciones. 

De nuevo el cáliz brilló y ahora de un color amarillo. El pedazo de pergamino nítido voló por casi toda la sala y se dejó caer sobre la palma de la mano del hijo de Zeus — ¡Nuestro segundo campeón es Camelot de piscis! — exclamó a los cuatros vientos.

Los aplausos retumbaron y algunas mujeres comenzaron a murmurar sobre los dos campeones de la casa Hawsy, pues todo indicaba que los más atractivos de la academia estarían participando por tan prodigioso torneo.

Camelot se encaminó hasta la sala de los campeones. Cómo de costumbre llevaba una rosa roja sobre sus labios y la obsequió a una de las mujeres que permanecía sentada justo más cerca. Casi se desmayo la mujer y sus compañeros chillaban de envidia.

— ¡Ahora elegiremos a los campeones de Hawne! — exclamó el director con emoción. El cáliz resplandeció en un color verde fosforescente y un pergamino salió disparado ante el director— ¡Nuestro tercer campeón es Yeun de Libra! — gritó.

Todos los de la casa Hawne aplaudieron con ganas. Yeun se levantó triunfante y los compañeros colocaban su mano sobre el hombro del hombre. Aquello era todo un disparate. Yeun se levantó y se dirigió a la sala de los campeones, no sin antes hacer una caravana al director. 

Unos minutos después el cáliz mágicamente se tornó a un color transparente. Y el pedazo de pergamino yacía en las manos del director. Que poco a poco comenzó a desdoblarlo — ¡Nuestro cuarto campeón es Channing de tauro! — exclamó. Y Channing se levantó y golpeó ligeramente el suelo. Estaba más confiado que de costumbre. Se dirigió hasta el director y lanzó un grito de emoción. Todos los aplausos de hubieron al igual que los gritos.

— Felicidades estudiantes de Hawne. Ahora el cáliz nos hará el honor de elegir a los estudiantes de Hexe — afirmó el director con entusiasmo.

Sebastián sonrió complacido. No tenía duda de que él era uno de los candidatos, es más, tenía la certeza de que el sería el ganador. El cáliz brilló a un color violeta y un pergamino rosado se paseó por la enorme sala antes de llegar a su destino. El director lo desdobló delicadamente y exclamó con todas su fuerzas: — ¡Nuestra campeona de Hexe es Adrya de Virgo! 

La joven se levantó de inmediato. Beth estalló en emoción y la sala se hundió en aplausos. Shaka de Virgo incorporó y aplaudió apacible. Adrya se encaminó hasta el director. Lamentaba que no pudiera pasar a saludar a los Caballeros dorados, así que cuando paso cerca de ellos, le sonrió pícaramente al caballero de Leo, que de inmediato desvío la mirada. 

Shaka de Virgo tomó asiento de nuevo y regaló una mirada de recelo al caballero de Leo, que prefirió permanecer con la cabeza abajo. Sin prorrumpir ni una sola palabra. Aioros no les presto atención, pues estaba más ocupado en saber quién sería el siguiente estudiante elegido de Hexe. 

Saga estaba impaciente, después de todo su hija Seline y Sebastián solo contaban con un cupo más. El cáliz resplandeció en un oscuro azabache y el pergamino salió despavorido hasta el director. — ¡Nuestro sexto y último campeón es Sebastián de Géminis! — exclamó a los vientos del norte, del sur, del este y oeste. 

Sebastián se incorporó y con decisión caminó. Con una actitud ufana. Seline aplaudió lentamente, pues se sentía se nuevo bajo la sombra de su hermano y aunque no le importará tanto sabía que su padre la reprendería duramente, por no ser ella la elegida, sino Adrya. 

Saga mostró una sonrisa complacida y aplaudió con triunfo. Nunca antes al caballero de Géminis se le había visto tan feliz. Aioros se lo lamentó, pero procuró no hablar. Pese que Saga lo miraba con el mismo odio de hace diez años o más. Y es que el desprecio hacia los otros caballeros dorados había disminuido, pero el desprecio hacía Sagitario seguía sin flaquear.

— Finalmente tenemos a los seis campeones de la Academia. Las pruebas comenzarán el tercer día y solo uno de ellos podrá obtener la armadura divina bajo su constelación. Y levantará con orgullo la copa del Torneo Galáctico — dijo el hijo de Zeus.

Los estudiantes observaron maravillados la copa. Estaban extasiados, en resumidas cuentas, seguramente la notoriedad del tema se alzaría en el colegio varios días y todos solo conversarían del mismo. Los Caballeros de oro y Seiya acompañaron al director a la sala de los campeones.

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