Tarea Del Hogar

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Un pequeño regalito hecho por mí. Espero les guste ese pequeño dibujo de nuestras criaturitas <3 Pd. Es del sueño de Annya, no se ilusionen.

Por favor no tomar la imagen sin permiso/compartir o sus semejanzas. Es obra de mi esfuerzo, en fin...

¡Disfruten la lectura!

(...)

–Siempre fui consciente de nuestra situación pero honestamente... – escondí nuevamente mi rostro en el hueco de su cuello, un espacio creado para mí. Por ley, por amor, siempre fue así – No pensé que sucedería tan rápido.

Dije en voz baja, temí romper nuestro momento íntimo, uno el que se volvió habitual entre ambos, su mano recorrió en una acaricia mi espalda desnuda. Lo escuché soltar una risa.

Casi de inmediato, apenas la bandera verde dio acto en señal de ser responsable de mis propios actos, esa misma noche, me vi sumergida en una densa marea de deseo que me arrastro por debajo del nivel de la razón o de la voluntad.

Protestar nunca fue una alternativa, las necesidades de mi cuerpo durante tanto tiempo suprimidas, enseguida se impusieron y apartaron a un lado todo mi raciocinio.

¿Qué podía hacer? Aferrarme a sus hombros al tiempo que era levantada en brazos por él amor de mi vida. Esa prisa de llevarme al interior de su apartamento, al mismo tiempo que dejaba mis labios sin escapatoria de los suyos.

Tan míos, y tan desesperados.

Pese a no haber tenido la amenidad antes, pese otras mujeres haber dejado su huella allí antes que yo.

Eran míos, y siempre han sido míos, Uzui Tengen fue creado para mí. Así cómo yo fui creada para él.

Y nuevamente, luego de dos semanas. Aquí estábamos, enredados entre sabanas y nuestras propias extremidades jugando con el calor del otro. Una sonrisa increíblemente suave y encantadora se extendió por rostro de Uzui al escuchar mi donaire, la cual dio en el clavo.

–Supongo que éramos una bomba de tiempo, mi amor. – Soltó un suspiro bastante largo, el sol del mediodía se abría paso entre laminas cerradas de las persianas, arrojando finas bandas de luz sobre el suelo - ¿estás satisfecha?

Esboce una mueca insegura.

-¿Tú lo estás? – quise saber, apoyándome sobre su pecho desnudo para verle fijamente, se entretuvo un momento con unos de mis mechones de cabello negro.

-¿De ti? Creo que eso será imposible.- deje escapar una risa cristalina.

-Creo que ya lo vi venir, por cierto... nunca hablamos de ese día.

Enarcó una ceja

-El día de la excursión... ¿crees que ellas se enfaden conmigo?

- Mm... Sí – afirmó, para mi propio descontento - ¿Qué planeas que te diga? ¿Qué su mejor amiga tenga un romance con un profesor y no se los haya dicho? Yo también me sentiría ofendido.

Carraspeó un poco, prosiguió con sus acaricias en la línea de mi espalda.

-Lo dices de esa manera, y me haces sentir como una mala persona – fruncí el ceño, ahora fue él quien dejó escapar una risa, no evité sonrojarme, lucía demasiado atractivo, su cabello platinado alborotado. Marcas de nuestros encuentros en su cuello.

Demonios, me he convertido en una ninfómana ¿o era normal desearlo cada segundo?

-No es eso, preciosa- confió con seguridad en su voz, hice un puchero – De seguro, estarán molestas cuándo les digas, no dudes de eso. Pero...

-Pero... - arrastré mis palabras esperando su respuesta – Me he sentido muy culpable al respecto – afirmé, mi voz quería quebrarse – Luego... mi comportamiento con Annya ese día. Fui muy...

-¿Precipitada? – Terminó por mí la oración, asentí avergonzada – son errores comunes, no te martirices por eso.

Casi olvidaba el nimio detalle, Tengen no solía ser muy bueno con las palabras o la compresión no iba de la misma mano que su vocabulario.

-Sentí molestia, ya que no nos había anticipado de la presencia de Rengoku-sensei en la excursión- intenté explicarme, lo escuché bufar. – cuándo yo ya te había considerado a ti como tutor...

-Eso no debes ni apuntar, sí al caso vamos... tú escondes una relación conmigo ¿no? – presioné mis labios en una fina línea. – E igualmente... cariño, hubiese sido lo mismo. ¿Acaso tú les anticipaste a ellas de mi presencia?

Negué cayendo en cuenta de la realidad.

Carajo, no tengo por donde justificarme, mi comportamiento fue incorrecto e hice el papel de canija abusiva frente al platónico de mi mejor amiga ¡la debí de haber avergonzado! además de haberla hecho sentir culpable derramando palabras sin sobriedades. Oh Dios, debería disculparme con ella, la ola de tropiezo se derramó en mí con mordacidad.

Necesito distraerme.

Me erguí frente a él escapando de su agarre, me vio extrañado cuándo me incliné hacia el buro a un lado de la cama, tomando mi liga para el cabello, haciéndome un moño rápido con él.

-¿Qué harás...

Me incliné sobre sus muslos, dejándome como muestra clara mis intenciones frente a su virilidad, en estado laxo ¿cómo aun así podía verse tan grande? Una sonrisa se dibujó en toda su faz.

-¿Puedo? – pose mis manos sobre su pelvis, éste con una expresión victoriosa llevo sus manos hacía atrás de su cabeza.

Bon appetit chiquita! – enunció, con un júbilo jocoso, solté una risa para comenzar lo prometido.

(...)

¿Ahora con qué cara le veía? Mordí mi labio inferior. El no poder controlar mis visajes era un inconveniente, he allí la propia autenticidad de lo que me han dicho siempre: soy demasiado expresiva.

Os juro que es algo inconsciente.

Después de prácticamente haberme permanecido tiesa como una efigie frente a él, apaciguó (o intensificó) el fervor que sentía luego de haberme convidado su llegada.

Depositó un beso en mi frente, aquello también se volvió genuino entre ambos.

"Eres cómo la hermana que en algún momento desee tener" recordé que me había confesado aquello hace unos días en la panadería mientras yo trabajaba.

(...)

Rengoku se encontraba en el local reiteradamente, se había trasformado en rutina al finalizar sus horas dúctiles en el instituto. Solía pasar con vehemencia, unas veces con Senjuro. Disfrutaba de verles, de reír y compartir con ellos.

Estábamos litigando el tema de la boda de Kanroji-sensei, curiosamente parecía muy transcendental para él, recalcando detalles y listas de aperitivos los cuales ya se había establecido con Jomei.

–¡Ella es una fanática empedernida de los dulces! – Enunció a un lado del mostrador, mientras yo le prestaba toda la atención posible mientras ordenaba los anaqueles de la pared – Estar contigo me recuerda un tanto a Kanroji.

Sacudí mis manos enarcando una ceja, no estaba segura si me había fascinado aquella comparación, baje del banco para por fin verle de frente mientras sacudí mi mandil llenó de harina.

– ¿A qué te refieres? – quise saber, esbocé mi mejor sonrisa en un intento de reservar mi desconcierto.

–Mm ¿es solo una sensación? digamos, ya que no son cabalmente semejantes – se encogió de hombros apoyándose en la aparador con indolencia, fruncí el entrecejo.

– ¡No te apoyes en la vitrina! – le reñí, tirándole un pedazo de pan.

-¡Para ser tan pequeña eres bastante dura! ¿Lo sabes? – dijo riéndose, llevándose el pedazo de pan a la boca, no evite contagiarme con su risa. – Creo que es el sentimiento de familiaridad. – Respondió por fin

-¿Sentimiento de familiaridad?

Rengoku asintió, en su rostro se dibujó una sonrisa gentil y sosiega, y sobre todo. Cautivadora, cómo si frente a él yaciera algo bienquisto, o de valor inapreciable.

-Eres como la hermana que en algún momento desee tener – afirmó con dulzura. –Es exactamente eso.

Solté un suspiro, más mi inconformidad fue disimulada por una sonrisa indiscutible en mi rostro. ¿Debía amar o dudar de ese cariño? ¿En verdad eso era lo que buscaba provocar en él?

No, no debo apresurar las cosas, debo aceptar su cariño. Sea por la razón que sea.

Más eso no me eximia de poder aprovecharme de eso ¿cierto?

Salí del otro lado del aparador, levanté la compuerta para dirigirme a él, no necesité señal alguna, requería, añoraba su calor. Sea por la cognición que sea.

Envolví mis brazos alrededor de su torso, para su propia sorpresa, más la tensión no hizo presencia en ningún lugar, y menos cuándo sus fuertes brazos me rodearon, y un beso fugas en mi coronilla.

-Y estoy agradecida de tenerte, Kyojuro.

(...)

Oh mi puritano Dios, Kyojuro, la chica, la dulce y gentil chica la cual imaginas como hermana, acaba de tener un sueño donde casi cogía contigo (el cuál no estuvo para nada mal).

Gruñí para mis adentros ¿Cómo que a cuidarme? ¿Hará una labor de niñero o qué? No es que este del todo en contra de la idea... más, no era... ¿normal?

-Kyo – le llamé asomándome por encima del respaldo, estaba organizando la compra con Jomei en la cocina

-¿Un nuevo apelativo? – Rio por mi manera de llamarlo, forme un puchero - ¿Necesitas algo?

Negué

-¿En verdad está bien que estés aquí? Digo...

-Yo fui quien le pidió, niña – Dijo Jomei, arremangando su bolso en el hombro, el rubor partió desde mis pómulos hasta las puntas de mis orejas – Sé que estarás en buenas manos.

Su voz sonaba un poco gangosa, fruncí el ceño.

-No sientes bien ¿cierto? – le inquirí, por más que estuviese encantada, no había necesidad de molestar a ninguno de los dos por mi bienestar, podía cuidarme sola. – Kyojuro, no es necesario que te preocupes por mí, valoro qué estés aquí pero...

-No me molesta - aclaró con gesto impasible- Jomei solo me pidió que estuviera contigo el resto del día hasta que ella volviera.

-¡Pero debes tener trabajo! Digo, normalmente estás ocupado y...

-Annya- Me interrumpió, está vez su faz no era serena, más no carecía de gentileza, pude evidenciar que tal vez le habría molestado que tratará de rebuscar objeciones – No tengo problema ¿sí? Tu nana fue quien me pidió, yo accedí gustoso ¿bien?

Asentí sin replicar alguna otra cosa. Me sentía como una niña, normalmente soy autónoma, y el tener que depender de alguien más en este momento me molestaba un poco.

-Ya oíste – jaló de mi mejilla para luego depositar un beso en mi coronilla – Pórtate bien.

-¿Irás a un médico? – Cuestioné, más no recibí alguna otra respuesta que el estrepitoso sonido de la puerta de entrada cerrándose - ¡Y yo soy la terca!

Me quejé para dejarme caer en el respaldo del sillón. Rengoku tomo asiento a mí lado, con una sonrisa de medio lado.

-Dios, Rengoku-san discúlpame la funesta cortesía – me apresuré hacia su persona – Es la primera vez que visitas a mi apartamento y te recibo... Así.

Me señalé a mí misma, el énfasis a mi pijama de conejitos, y mi pésimo humor de perro chihuahua.

-No te mentiré, tenía curiosidad como era tu hogar – lo escuché reír – Y Annya, por favor. Borra de tu cabeza que me hastía estar aquí, conozco con certeza lo que es tratar tu lesión, no debes realizar algún esfuerzo.

Un suspiró broto de mis labios, Jomei y Rengoku se habían vuelto relativamente contiguos, ella lucía complacida con él, lo apreciaba. Y con vehemencia me comentaba que le recordaba a su hijo, quien a estas alturas fuera casi contemporáneo en edad con mi maestro de Historia.

-¿Causas de Jiu-jitsu? – indagué intentando adivinar la razón de aquello, hizo una mueca en concordancia.

-Más o menos- admitió, se volvió hacia la puerta de entrada, lo perseguí con la mirada con curiosidad.

-¿A dónde vas? – quise saber, más no obtuve respuesta, eso. Hasta que escuche el grave sonido del inconfundible cierre de su maletín.

Si dirigió nuevamente hacía el sillón, tomando asiento a mi lado, con su portafolio azul en mano.

-Tú, pequeña- me señaló con una sonrisa la cual me crispó hasta la punta de los dedos del pie – Tienes tarea diferida conmigo.

Jadee, incrédula.

-¿Es una broma? – inquirí, más él negó con el mismo mohín en su cara – Kyojuro...

Está vez emitió un sonido de negación desde su garganta, como si no me permitiera querella alguna en cumplir con lo que debería hacer.

Como una chiquilla, me sentí. Tal vez.

-Sin lamentos. – aludió extrayendo algunos documentos.

-¿No se supone que no tendríamos actividades a causa del evento?

- Así es –afirmó, más a favor para mi desconcierto.

Me crucé de brazos.

-¿Entonces? – arquee una ceja, volteo a verme reiteradamente, más en lugar de desafiarle, le cause una risotada. - ¡No es chistoso! ¡Solo necesito que me expliques!

- Annya, las actividades a favor del evento son a causa de los clubs – empezó a explicarme con toda la afabilidad que puede acumularse en el mundo, eso tomado a la mano de su magnífica paciencia – Tú no estás participando en ninguno en este momento. – Afirmó – y la causa es obvia.

No sé por qué un pinchazo de culpa volvió a calarme nuevamente, tal vez es a razón de mi propia cuestión que es proyecto del fracaso del torneo de vóley, no pude evitar el volver a suscitarme de aquél reconcomio perjudicial, ya que por mi maldita jugada, caímos a la deriva en la única meta de la derrota.

-Entiendo – suspiré, era racional, y en parte. Justo - ¿Qué debo hacer?

Carraspeó tomando las hojas frente a mí, su mirada era tal y cómo veía en horas de clase, lacónica, impertérrita y un poco abstraída, tal vez. Portaba de aquella circunspección que imponía.

-Será muy cómoda para ti, créeme – confió, tendiéndome los papeles, los cuales tomé – De cualquier manera, no hay cosa que no hagas bien.

Satírico. Solo eso podía decir.

-Un cuadro comparativo y dos ensayos – señaló esté al escrito, evaluándolo por mí misma – Ya haz dominado el tema de las épocas, ahora quiero que me muestres el cómo tomas una discusión política entre dos siglos diferentes, espontáneo ¿verdad? – tragué saliva no muy convencida de aquello.

-¿Estás seguro? – cuestioné, viéndole con gesto incierto.

Su mano llevo uno de mis mechones hacía atrás de mi oreja.

-No hay nada que no puedas hacer, Noguchi. – de nuevo la alucinación de ausencia me albergó cuándo el calor de sus dedos abandono mi cabello. Quería que se mantuviera allí.

-Está bien – accedí en voz baja y mansa, sí. Sin duda ese era el resultado de él en mí.

-No te presiones – solté una risa, solía recordarme aquello con ímpetu – una vez que obtengas la pesquisa, créeme que te será muy natural encontrar los puntos.

-Está bien, sensei- le nombré tomándole el pelo, ganándome así un pellizco en la mejilla.

Y así, con su asistencia y del internet de mi laptop, en la ardúa labor de realizar mis compromisos pendientes, Kyojuro se sumergió en su mar de exámenes dados en su asignatura, pese a mi promoción no tener presencia en actividades, los otros años aún no finiquitaban su plan evaluativo.

Su concentración era impecable, admirable a decir verdad, ya que pese a mis clamores casi inaudibles, no mostro ni pizca de ser endeble a corregir esas evaluaciones.

La posición en la que estaba ya me disgustaba, Kyojuro se esforzó en traer una mesilla para mayor agrado, más, el estar tanto tiempo en la misma colocación me cobraba factura desde ahora. Solté un quejido estirando mis brazos, en un intento de captar su atención.

Nada, evidencie por el rabillo de mi ojo ¿Qué tan dedicado era este hombre? Una imagen efímera, y chocarrera paso por mi mente, la sonrisa tal y como una viperina socarrona se trazó en mi cariz.

-¡Estoy muy cansada! –Exhalé, dejando caer el peso de mi cabeza en el hombro de él, lo escuché soltar una risita baja -¿Todos son de 2do año?

Él asintió, me maravillé del como dejaba un mensaje motivacional en cada nota, sea negativa, sea positiva, Rengoku se encargaba de impulsar a cada estudiante en una muestra originaria de soporte.

Creía en ellos.

Tal vez era exceso de familiaridad, o cómo quisieran llamarlo. Más mi instinto vivaracho me llevo lejos de cualquier raciocinio análogo en mis acciones, cuando empecé a juguetear con esos hermosos mechones de tonalidad guinda atados tras su cabeza.

-¿Ya terminaste? – inquirió con voz dócil, no detuve mis manos sobre su mechón, jalando levemente de estos, y soltándolos, repetidamente.

- Nop – respondí con simpleza, lo escuché resoplar.

-Annya – llamó con voz hastiada, más no en reproche – Tu tarea. – replicó

Formé un puchero.

-¿Y sí no quiero hacerla? – Mi lengua actuó de manera exenta al retarle de esa manera, tenso sus mohines en una fina línea, apartando la mirada. Un poco vacilante.

-¿Y si no tienes nota? – rebatió, tal vez con la misma hazaña, no aparté el peso de mi mentón sobre su brazo, para compartir miradas unánime. – Me debes una nota, Noguchi.

Solté una risa.

-¿Dónde está el tan indulgente Rengoku-sensei? – indagué con aires joviales - ¿Acaso no le perdonará una mala nota a su alumna favorita?

Touche. Y en el clavo, objetiva, pero no indisimulada. ¡Excelente, Annya! Me apremié por mi intrepidez.

-Puede ser – relamió sus labios, esbozando una sonrisa- Más, una vez te dije que... el ser comprensivo no cambia mi severidad cuándo muestro mi ayuda.

¡Uh! Con la misma moneda, una sonrisa de medio lado se proyectó por mi rostro, mi mirada azul se iluminó. ¿Qué tan mal se vea esto? No tengo suplencia, solo soy una alumna, aprovechándose de la cercanía de su maestro y amor platónico.

-¿Entonces me reprobarás? – Fingí desconsuelo - ¿Acaso no soy tu alumna predilecta... Kyojuro?

Tentando al fuego.

Dejó escapar una risita mientras negaba.

-Eres una pequeña manipuladora – me acusó, en mi faz apareció una sonrisa de puro orgullo, incapaz de negar aquella autenticidad - ¿Alumna favorita? Mm... – se llevó una mano al mentón. - ¿Qué desea obtener de mí, alumna favorita?

Oh, Kyojuro, de ti deseo obtener tantas cosas, más. Sí de algo he aprendido, es el no ser ambiciosa a temprano camino.

-¿Te gusta el termino?

Se encogió de hombros, ésta vez, con sonrisa ladina.

-Es un buen término –mantuvo sus trece, ahora fue él quien sonrió ocurrente - ¿estás jugando conmigo?

-Puede ser. – repliqué su refutación, cuándo ambos estallamos en carcajadas en medio de este juego inadmisible. – Ya, en serio... ¿Tengo que terminar todo hoy?

Asintió, tomando nuevamente la resma de hojas llena de exámenes sin evaluarse.

-¡Sí! Es muy llano, me ha entregado cosas más complejas, pequeña. – me animó, me separé de su espació para volver apoyarme sobre la mesa, con actitud blandengue.

Luego de un rato, rodeados en nuestro cómodo silencio, sólo acompañados por las teclas de mi computador, el sonido de su bolígrafo, y la tenue brisa acariciando las persianas.

Ya para ese punto, en nuestro pequeño mundo, ambos habíamos terminado nuestros deberes.

-¿Lo ves? ¡Fue sencillo! – Dijo, recibiendo mis trabajos, esbocé una sonrisa apenada – Confía en mi palabra siempre, Annya, no hay nada que no puedas hacer.

-¡Sí! ¿Sabes que necesito ahora?

-Café- adivinó él, se apoyó en la posadera del sillón para colocarse de pie, asentí mientras reía.

-Déjame prepararlo yo ¿sí? Me siento entumecida... - estiré mis extremidades, soltando un jadeo.

-Pero...

-¡Tranquilo! – insistí, cuándo se refirió a mi yeso y mi falta de movilidad - ¡Puedo moverme!

Tensos sus mohines, sin refutar algo más.

Me apoyé sobre el respaldo para posarme de píe, tambalee un poco cuándo logré mi función, una sonrisa victoriosa apareció sobre mi rostro cuándo logre dar el primer paso, seguida por la mirada inquieta de Kyojuro quien aseveraba con sus manos alrededor en intento de mitigar cualquier sobre esfuerzo que ejerciera.

-¿Ves? Si puedo hacer... ¡Ay, ay, ay, ay! –gimoteé de manera desapacible, cuándo apoyé el pie envuelto en yeso contra el piso, oscilando bajo mi propio eje, más para mi pasmo, colisione de espalda sobre el respaldo de Kyojuro.

Todo mi peso sobre sus piernas, ambos patidifusos sobre nuestro propio término. Los nervios albergaron cada cumulo de mi cuerpo. Mi corazón latía frenético como el de un roedor. Sin articular fonética alguna. Lenta y propicia, recuperé un poco de nuestro espacio, en mutismo.

Sus manos por inclinación, fueron a dar a mi cintura al momento de la caída, la férrea necesidad de que permanecieran allí, me atacó como una oleada intensa de vigor sobre mi cuerpo. Voltee un poco mi cuello para mirarle, absorto, cómo o más que yo.

Miradas cerúleas y doradas ambos compartimos, conectándonos a simple vista con un solo suspiro, tal vez en un reflejo inconsciente el que haya afianzado su agarre de mí cuerpo hacía el suyo, y el recuerdo de mi sueño flamante dio figura en mi mente. Así, incrementando los ímpetus que sudaba por cada poro de mi piel.

Tal vez era pretensión, más algo en él me llamó, me conectó y me atrajo como virutas de metal hacia un imán el cual eran sus labios. ¿Cómo terminamos de esta manera? El tiempo era relativo, tanto cómo espacio el cual íbamos cerrando, su respiración golpeo contra mi espalda, me apoyé sobre su pecho sin detener a pensar las derivaciones de esto.

Detente, alto. Me advertía mi mente, cuándo su mano por fin se sumergió en los hilos de mi cabello rubio, atrayéndome hacía él.

Centímetros, que se convirtieron en milímetros cuándo la punta de mi nariz se encontró por fin con la suya.

Oh, mi señor. Está pasando, cerré los ojos solo esperando el acto. Su tacto, su aliento, su olor, era un aroma grato, dulce. Ligeramente almizclado, el cual flotó en el aire y que anulaba el endémico de los productos de limpieza que utilizaba Jomei para el hogar. Sentí como se aceleró mi sangre de manera instintiva, hipnotizaba, era el aroma a hombre, universal en ciertos aspectos. Más, exclusivo del él en otros.

Cuándo el roce era mínimo, y el chirrido de victoria se llenó de regodeo en mi clarividencia, nuevamente una imagen de impremeditación agradecida nos extrajo a la fuerza al presente. El manojo de llaves anunciando la arribada de mi nana por la puerta de entrada.

Estrepitosamente me separé de su persona, su mirada se cruzó con la mía cuándo caí abruptamente al piso nuevamente, seguido de mi quejido, su reacción fue instantánea cuándo me ayudó a posarme de pie.

Sin ninguna palabra, sin ningún comentario. Solo dos personas apenadas por algo que tal vez aún no estaba predestinado.

-¡Ya llegué! –escuché a Jomei, y el ruidito de sus pertenencias sobre el perchero.

-¡A-aquí estamos! – enuncié tomando el brazo de Kyojuro, quien me auxilió a levantarme.

Los pasos del pequeño tacón de mi nana, resonaron hasta acá, con una pequeña sonrisa.

-¿Cómo la pasaron? – cuestionó, sin saber las represalias de postura que caería sobre ambos a causa de esa pregunta.

-Eh... hice mis tareas – carraspee inquieta, sobando mi ante brazo sin verle directamente. – Rengoku me ayudó con ellas ¿verdad? – me dirigí hacia él.

-¡Sí! – Respondió con naturalidad, como si el suceso anterior, hubiese sido inexistente – No hay nada que Annya no haga bien.

Tal vez un poco enfático a la última palabra, más, tal vez solo fue mi mente con sus malas jugadas.

-¡Excelente! Hoy habrá una comida especial en la cena, Kyojuro ¿quieres...

-¡Disculpe! – Se anticipó, reuniendo sus pertenencias- Es que... recibí una llamada de mi padre, y me pidió que le ayudase con la academia y...

-Tranquilo querido- sosegó con una sonrisa serena, lo vi posarse de pie, esbocé una mueca, carajo. Tal vez arruiné todo. – Espero volver a tenerte por aquí, gracias por cuidar nuevamente de mi niña.

Ahora fue el turno de él de sonreír.

-Siempre. – respondió él con su actitud fidedigna, el rubor llego hasta mis orejas cuándo se dirigió hacía a mí – Nos vemos, Noguchi.

Plantó un beso en mi frente, más indiscerniblemente, dejó un pequeño papel sobre mis manos, las cuales descansaban encima de mi respaldo.

Esto, para luego retirarse, seguido por los pasos de Jomei, me aseguré de no tenerla cerca, desdoblando el pequeño papel, un poco arrugado.

Casi dejo escapar un chillido absurdo de maravilla.

Era su número telefónico.

(...)

El aparato persistía en sonar, en alaridos a ser atendidos, escapó de los labios de Suma los cuales lo contenían cautivo en un mar de efusión que veía lejos de terminar.

-Tengo que responder, preciosa- dijo, entre besos y risas de la azabache – Vendré por ti, solo será un momento.

Ella negó.

-No quiero estar ni un momento sin ti. –Aclaró, introduciendo su lengua en su cavidad, desbordando avidez entre ambos. Más la prudencia le obligó a separarse de ella, a la par que escuchó un quejido cuándo la plantó de espaldas contra el mullido colchón. Dejando un beso sobre su sien.

-Solo será un momento. – aclaró, la pantalla del móvil señalaba el nombre de "Pollito", extrañado, tomo el aparato – Es Kyojuro.

Informó, esta se irguió, apoyando su espalda contra la cabecera, con curiosidad cuándo esté contestó.

-¡Pollito! - Del otro lado de la línea, se escuchaba el blondo con respiración temblorosa.- Hombre ¿está todo bien?

Quiso saber, con más sensatez.

-No lo sé... ¿estás ocupado? – cuestionó, un poco afanoso, dando pasos como animal en cautiverio dentro de su apartamento.

Uzui miró a Suma por encima de su hombro, la cual le dirigió la vista inquisitiva.

-Eh... un poco. Pero cuéntame –relamió sus labios- ¿en qué puedo ayudarte?

Un estruendoso suspiró se escuchó.

-Necesito hablar contigo – aclaró, sin rastros de titubeo en su voz – Creo que... eres el único que puede ayudarme.

Uzui formó una línea tensa con sus labios.

-Te espero en la tasca del centro en una hora.

-Ahí te veré.

(...)

HOLA MIS HERMOSOS COSHINITOOOOOS HOY ES LUNES WUUUUUUU

¿Que les pareció? ¿Les gustó? Les dije que comenzaría lo bueno :).

Los dejaré con esta incertidumbre, pueden aguantar. Muajajaja.

¡Nos vemos en el próximo capitulo! 

Y... ¡Seguimos con las metas! Muchas gracias por leer, los amo con mi vida.

META:5VOTOS.

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