•CAPÍTULO DIEZ•

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(Se combina con el cap. anterior en su comienzo)

"El adeudo"

Me dispongo a incomodar al Doctor Jeon porque me lo debe, porque quiero y porque puedo...

Observo frío y calculador, su sometimiento. Y ante cada una de mis sublevaciones como piezas de un tablero de ajedrez, obtengo una reacción ante cada una de las acciones que cometo.

Y en cuanto acerco mi cuerpo y él simula firmar, atisbo su nuez de Adán recorrer un delicioso camino para degustar. Pero cuando intento acercarme, aún más, una enfermera acude en mi llamado a causa de una urgencia.

Inmediatamente atiendo a la misma, dado que el pequeño paciente (súper héroe) del interino a mi cargo ha sufrido una descompensación. Así que actuando, eficazmente, logramos estabilizarlo inyectando un diurético más un calmante para luego proporcionarle suministro adicional de oxígeno y disminuir el uso excesivo de sus pequeños pulmones. Por lo menos hasta poder drenar las diferentes bolsas de aire de los mismos.

Observo al bonito doctor, de soslayo, conversar con la madre del pequeño tratando de calmarla y explicando la situación. Y asegurándome de su frecuencia cardíaca, saturación de oxígeno y temperatura corporal, indico al interino Kim que lo vigile y que cualquier cosa me avise lo más urgente posible.

Entonces salgo del cuarto en búsqueda del neurocirujano, pero no hay rastros del mismo. Y asegurándome de que los interinos estén encaminados con sus pacientes en cuanto a su actuación, observando fichas y despejando dudas, doy inicio a mi misión.

Me dirijo al gabinete y rebusco entre mis pertenencias hasta encontrar lo que preciso con suma urgencia. Luego, me cambio a toda velocidad claramente consciente de lo que voy a hacer y sin lugar para arrepentimientos.

Porque aunque él lo niegue, lo quiere igual o más que yo...

Al arribar a su oficina y verificar si mi vestuario está en perfecto orden, golpeo, suavemente, el acceso.

—¡Pase!

Escucho el masculino timbre de su voz con demasiados tintes de hastío. Y entonces, decido ser yo, el promotor de su confort. Y al ingresar y atenderlo en solitario, de inmediato cierro la puerta con pestillo.

"Para lo que tengo en mente, prefiero no tener fisgones a la vista". Pienso y sonrío para mis adentros. Y observándolo directo a los ojos, todo seductor, deslizo mis pantalones quedando solo con la bata completamente abotonada.

Erótico y sugestivo comienzo mi despliegue hasta su escritorio. Él, me guarda en completo silencio aunque sus orbes parecen querer salirse de sus cuencas. Y mientras me observa, solo emite un pequeño jadeo producto de su acentuada respiración.

Y es tal el deleite que me subleva, que contemplarlo morar tieso con su renegrida mirada puesta en cada fracción de mi agraciado cuerpo, me aviva en completas llamas.

—Doctor Jeon... —articulo sensual rodeando su escritorio mientras deslizo, lentamente, mi dedo índice por todo el contorno de la madera. Luego, lo observo tragar grueso y escoltar mi trayecto a medida que me arrimo hasta su cuerpo—. Usted posee contractura en demasía, déjeme ayudarlo...

Ubicado detrás de su cuerpo, me aferro a sus hombros y con ágiles movimientos, comienzo a masajear ejerciendo algo de presión a su tensionado cuerpo.

—Jimi... — Intenta decir pero lo silencio con mi dedo apoyado en sus labios.

—Doctor Park, para usted doctor. ¿O ya se le olvidó el formalismo? —Murmuro inspirando su varonil fragancia que tanto me enloquece. Y retomando con mi misión, rápido me precipito hacia sus hombros, acercándome a su oído cuando percibo su laxitud y el cambio en su respiración —. Relájese Doctor, vengo a recuperar mi adeudo... —murmuro rozando su oreja con mi nariz entre tanto deposito efímeros besos sobre la base de su cuello y hombros.

Él, inclina la cabeza en una clara invitación, dirigiendo su mano hasta tomar mis cabellos con bastante  presión.

Y entre toque y toque, observo cómo su entrepierna se aviva proclamando pronta liberación. Y en un rápido movimiento, jalonea mis cabellos apresando mis labios en un fuerte roce con incrementada pasión.

—Doctor Park... Usted está jugando sucio... —Susurra entre toques desesperados y algo agresivos, delineando con su mano el contorno de mi piel por encima de la tela de mi bata.

—Y me encanta...—murmuro apresando su labio inferior en un suave tironeo para luego alejarme de su alcance y así poder rodear su asiento.

Inmediatamente, me persigue con sus renegridos ojos y jadeante, desprende los primeros botones de su camisa como en busca de calmar su incipiente asfixia.

Entonces, lo enfrento al otro lado. Recorriendo, con mis laboriosas manos, el contorno de mí cuerpo hasta halagar mi rostro en ellas... Y sorbiendo un dedo en lo profundo de mi cavidad bucal, lo atisbo completamente perdido en mi atrevida sublevación.

—N-no... puede... hacerme... esto...—anuncia el caliente y bonito jefe que tengo en un tembloroso hilo de voz.

—Puedo, —desprendo el primer botón de mi bata —porque usted — desprendo otros dos, acariciando mi erecto pezón por sobre el encaje que asoma —me lo debe —desprendo por completo la bata y la deslizo hasta el suelo, dejando mi cuerpo abrazado por un mórbido encaje —. Y saldará... En este preciso momento. —Finalizo.

—Eres sublime...—comenta el bonito jefe en un grueso susurro. Y presiento mi cuerpo temblar ante su perspectiva.
Pero cuando intenta aproximarse le ordeno: —No se mueva...

Encaminándome, suavemente, para subirme a gatas sobre su escritorio. Dejando mi gran y venturoso trasero al lento meneo de mis caderas por unos cuantos segundos, hasta que giro sobre mi eje y con aniñada expresión le anuncio: —¡Cúreme Doctor! Estoy enfermito.

En ese momento, el brillo de sus renegridos ojos me traspasa de lado a lado. Y es tan intensa su mirada, que eriza por completo mi cuerpo, aunque aún no haya incumbido entre los pliegues de mis nalgas.

Luego, se aboca a deleitarme entre miradas y acercando sus húmedos labios a los míos me susurra: —Pagaré Doctor Park, no me gusta deber nada... Y déjeme revisar, en donde se encuentra más enfermito. 

Comenzando primero por mis pies, acunándolos entre besos y lamidas, mientras una corriente de incrementadas sensaciones recorre mi espina dorsal. Luego, un gemido agudo denota el ambiente cuando paladea con ímpetu mi dedo hallux envolviendo con su lengua una y otra vez.

—Por acá, está todo en delicioso estado. Veremos por aquí —comenta el sexi Doctor continuando con sus abocadas manos a recorrer cada centímetro de mis piernas mientras dispersa húmedos y calientes besos.

—¡Jeon! —se escucha proveniente del acceso e inmediatamente me incorporo.

—¡Con un demonio! —susurra —¡Ya va!— grita ofuscado, observándome fijamente para luego atrapar mis labios en un fogoso y rápido beso —. Escóndete aquí abajo, enseguida regreso.

Y observo asombrado mi resguardo mientras medito risueño "Esto se pone aún más interesante..."

Entonces, se escuchan pasos, rezongos y reclamos del otro lado hasta que escucho el acceso ser abierto por completo.

—¿Se puede saber por qué demonios te encierras? — comenta una familiar voz seguida de una tercera.

—Jeon tiene todo el derecho de cerrar Nam, eres tú, el que quiere ingresar sin golpear.

—¿Se puede saber qué precisan ambos? Estoy ocupado —comenta el Doctor que quiero morar entre mis piernas. Y risueño sonrío para mis adentros al percibirlo alterado como nunca lo había visto hasta ahora.

—¡Wow! ¡Pero qué carácter Doctor! ¿Qué haces con esa bata en tus brazos?

—Nada que te importe. — Espeta el bonito.

—¿No ocupas tu trono? Entonces aprovecharé a senta...

Escucho los rápidos pasos hacia el escritorio y la inmediata intervención de Jeon —. Ni se te ocurra, aquí me siento yo. — A toda velocidad, el bonito doctor se acomoda en su silla y mi mente se repleta de maldades. Y acercándome hasta él, me arrodillo entre sus piernas.

Sus amigos comienzan peleando entre ellos a causa de un alta. Uno de ellos se queja del maltrato que recibe de parte de los enfermeros y el otro lo acusa de que eso le pasa por hacerse el galán todo el tiempo.

Yo, solo puedo concentrarme en mi tarea mientras él, me atisba de reojo con su renegrida mirada como exigiendo que no lo haga.

Pero para su mala o buena suerte, a mí me da igual lo que piense.

—¿Acaso nos estás escuchando, Jeon?—cuestionan sus amigos. Y en cuanto amolda sus labios para contestar, abarco su glande en mi caliente cavidad bucal de un solo y delicioso bocado.

Repentinamente, golpea su escritorio, provocando un silencio sepulcral entre sus no invitados. Y juguetón, continúo en mí labor mientras aprieto suavemente con mis dientes, la punta de su caliente y duro pene, para luego tomarlo con mi mano y tocarlo en todos lados.

—S-si no... hay nada importante... ¿S-se pueden retirar?—comenta visiblemente irritado.

—¡Per..!— se escucha en un reclamo.

—Se van ¡Ya! —grita enfurecido mientras continúo con mis lamidas y succiones a su caliente virilidad.

Luego, escucho la puerta de acceso cerrarse y de un fuerte jalón, me eleva sublevado sobre el escritorio con sus ojos enfurecidos de pasión.

—Eres un niño muy malito, a parte de enfermito— susurra apretando mis caderas y enredando sus dedos en los tirantes de mi agraciado encaje.

—¡Castígueme Doctor..! — confieso excelso en excitación.

A continuación, nos fundimos en un apasionado beso donde la lengua de uno ejerce dominio sobre la otra buscando un certero ganador. Mientras sus manos recorren ansiosas mi ardoroso cuerpo y elevo mis uñas con la intención de razguñar ese lomo que se carga como espalda...

Él, me arrima de un solo tirón hacia el borde del escritorio y corriendo el encaje con suma delicadeza, abarca mi latente intimidad, desaforadamente, entre sus labios.

Solo jadeos y gemidos inundan todo el lugar. Y recuerdo el pestillo, y la puerta a medio cerrar...

—D-doc... tor... la p-puerta —digo como puedo y entre pequeños jadeos.

—Que entren si quieren, déjeme disfrutar... — murmura consumiendo mi miembro y tanteando mi entrada con los restos de saliva provocados por su intensa deglución.

Con dos dedos se hunde en mi interior. En un vaivén que me vuelve completamente loco. Y al inclinarlos hacia arriba, ejerciendo presión, libero un gutural grito que es silenciado por su exquisita boca.

Y sentándose, velozmente, me atrae a su regazo besando cada porción expuesta de mi piel a su favor.

"Es un puto Dios del sexo, solo debía motivarlo" medito perdido en mis desaforados deseos mientras roza mi cuello y oreja.

Y agarrando mi cadera con firmeza, hunde tres dedos en lo profundo de mi interior, mientras me suelta: —Lo voy a follar a pelo y bien duro, por atrevido Doctor.






















Omaigad😏😈





































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