ꜰɪᴇꜱᴛᴀ

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La fiesta hasta ese momento iba sorprendentemente bien, casi de manera inusualmente bien.

La mansión de Namjoon resultaba ser un espacio amplio en su totalidad. No era sorprendente, considerando que era el hijo de uno de los empresarios más exitosos de Corea. Además, era el mejor amigo de Jeon y uno de esos chicos típicos que adoraban organizar fiestas innecesarias solo para celebrar un día más de vida.

Dentro y fuera de la casa, las personas se amontonaban, bailando, coqueteando y tocándose entre sí. El sudor, los gritos y las sonrisas en sus rostros eran un testimonio evidente de lo asombrosa que podía ser la noche en la residencia de Kim.

Y Jeon lo sabía muy bien, ya que nunca se había perdido una de las fiestas organizadas por Namjoon.

Jungkook, un joven de veintiséis años con cabello castaño y tez blanca bronceada, tenía una mirada intimidante y oscura que te hacía ver estrellas. Sus labios rojos eran tan apetecibles que daban ganas de saborearlos. Era plenamente consciente de lo deseado que era, un hombre que estaba disfrutando de esa fiesta antes de enfrentarse nuevamente a la cruda realidad de regresar a su empresa, la cual había heredado de su difunto padre.

La vida de Jungkook era aburrida y monótona, llena de las cosas habituales: fiestas, trabajo, citas, parejas, novias... Lo que se consideraba normal.

Tenía una vida relativamente tranquila, exenta de discusiones y compromisos, sin nada que pudiera obstaculizar su camino hacia adelante.

Sin embargo, siempre hay un "pero", algo que nunca confesaría.

Jungkook siempre se sintió diferente, como si algo dentro de él no encajara. Sabía que había un vacío inexplicable, algo que le faltaba, pero se esforzaba por no darle importancia. Intentó llenar ese vacío con mujeres, amantes, lujos y todo tipo de ocurrencias, pero nada parecía funcionar.

Lo sabía, pero se negaba a admitirlo.

Su mirada escaneó el entorno de la casa, observando a las personas bailando y bebiendo mientras tomaba un sorbo directo de la botella de cerveza.

Si pensaba en sus amigos, en ese momento debían estar en alguna de las habitaciones del segundo o tercer piso, entregados a la pasión con alguna chica. Nunca desperdiciaban el tiempo; los conocía lo suficientemente bien como para saber que no estarían sentados charlando tranquilamente. Eran unos completos idiotas, tenía que admitirlo.

En cambio, él se sentía aburrido. Sus ojos inquisitivos se movieron de un lado a otro durante unos minutos, sin saber qué hacer o hacia dónde mirar. Tomó otro sorbo de su cerveza con ansia y continuó observando al gran grupo de personas. Sin previo aviso, sus ojos quedaron cautivados por la figura de una mujer que parecía ser hermosa, con un trasero voluptuoso y el cabello rubio y relativamente corto. Su cintura esbelta lo atrajo por completo, mientras su imaginación volaba al ver la ropa escasa y transparente que vestía.

Maldita sea, nunca había presenciado algo así.

"Por favor, que no sea él", rogó mientras mordía sus labios, escudriñando esa figura seductora a solo unos pasos de distancia.

La chica balanceaba sus caderas al compás de la música, sus movimientos sensuales y provocativos solo aumentaban su excitación. Apretó los labios con fuerza, formando una sonrisa, y la observó durante largos segundos, apreciando lo delicada y sexy que lucía en medio de la multitud que la rodeaba.

Y entonces, la cruel realidad se hizo presente.

Esa chica se giró revelando su verdadera identidad: era un chico. Y no era cualquier chico, era Park Jimin.

— Lo sabía — murmuró con resignación.

Desde el momento en que sus ojos se posaron en ese cuerpo, siempre lo supo. Sin embargo, estúpidamente, trató de engañarse a sí mismo, convenciéndose de que Jimin no podía estar presente en todos los lugares en los que él se encontraba.

Como si fuera una maldición. Una maldición excitante.

— Joder — murmuró mientras apretaba con fuerza el vaso de plástico rojo en su mano.

¿Qué tenía de malo?

Muchísimo. Ese chico lo volvía loco desde que estaban juntos en aquel patético instituto cuando tenían quince años. Aunque no lo admitiera, recordaba y disfrutaba de esos momentos en los que, con su sonrisa inocente y coqueta, se acercaba a él, causándole más problemas de los que podía manejar. Era tan fácil distraerse o tropezar con cualquier cosa cuando estaba cerca. Y esas miradas desafiantes y brillantes lo dejaban completamente hipnotizado. Y no hablemos de las veces en que lo vio usando aquel diminuto traje de baño cuando fue seleccionado para competir contra otras universidades el año pasado. Ese trasero expuesto que deseaba tocar más que cualquier otra cosa en este maldito mundo.

Lo conocía desde que era solo un niño. Siempre que lo veía, sus ojos se negaban a apartarse de él, de su delicada figura y esos labios carnosos que alimentaban su imaginación y despertaban su creatividad.

Era una tentación irresistible. Una tentación que Jungkook consideraba prohibida.

Jungkook conocía a Jimin. Sabía todo acerca de él. Y odiaba tener que admitir que sabía más de lo que le gustaría saber.

Odiaba y, a la vez, disfrutaba de ese conocimiento.

Por ejemplo, Jungkook sabía que Jimin era profesor de danza contemporánea en una reconocida academia. Aunque eso era de dominio público, no había persona que no supiera ese dato. Lo mismo ocurría con su orientación sexual: todos sabían que era gay. Pero a Jungkook no le gustaba saberlo. De hecho, reaccionó de la misma forma cuando se enteró de que Jimin había besado a su mejor amigo, con todo y lengua, durante un desafío. Casi se desmayó. 

Jungkook también sabía que Jimin detestaba los pasteles. Sabía que le gustaba el dulce, pero no en exceso. También sabía que Jimin siempre se vestía de manera impecable, sin importar la ocasión. Conocía sus colores favoritos, que eran el crema y el negro. Estaba al tanto de todos sus tatuajes. Conocía sus gustos y disgustos, así como las historias de sus novios y rupturas. Incluso sabía de aquella vez en que Jimin lloró o sonrió, sin importar el motivo.

En resumen, Jungkook era consciente de cada detalle de la vida de Jimin, y eso le generaba una mezcla de fascinación y angustia.

Y podrían decir: Jungkook es un hombre gay reprimido que se esconde detrás de mujeres, trabajo y fiestas para evitar enfrentar su verdadera orientación sexual. Podrían afirmar que su atracción hacia Jimin ha estado presente desde el primer momento en que lo vio. Podrían afirmar que está en negación.

Pero no.

A Jungkook le gustaban las chicas. Siempre estuvo seguro de eso, y no permitiría que la reaparición de Park Jimin en su vida pusiera en duda su convicción. No. Él estaba decidido.

Nada podría cambiar eso.

Se repetía a sí mismo una y otra vez que era hetero, que solo sentía atracción por las mujeres. Se aferraba a esa creencia como si fuera un salvavidas en medio de un océano tormentoso. Quería convencerse de que su interés por Jimin era simplemente una admiración platónica, nada más. Ignoraba los latidos acelerados de su corazón cuando estaban cerca, el cosquilleo en su estómago y la forma en que su mente se nublaba cada vez que Jimin le sonreía coqueto.

No, no podía permitirse aceptar que tal vez, solo tal vez, su verdadera orientación sexual fuera diferente. Sería demasiado complicado.

Así que se aferraba a su heterosexualidad con uñas y dientes, negándose a explorar los sentimientos que Jimin despertaba en él. Se convencía de que todo era una ilusión, una coincidencia, una simple confusión temporal.



Jungkook todavía recordaba vívidamente el día en que conoció a Jimin. Era como si el recuerdo estuviera grabado a fuego en su mente, dejando una huella imborrable. Recuerda claramente cómo, desde el primer momento, sintió un odio inexplicable hacia él. Sí, desde aquellos días en el instituto, cuando tenían quince años, Jungkook odió a Jimin con toda su alma.

Odió la forma en que se acercaba a los demás con facilidad, como si fuera el centro de atención. Odió que siempre estuviera rodeado de personas, que todos parecieran adorarlo. Odió lo lindo que se veía, con su sonrisa encantadora y su cabello esponjoso que parecía pedirle que lo acariciara. Odió el deseo intenso que sentía de probar esos labios suaves. Odió cada momento en que sus ojos se encontraban con los de Jimin, porque sabía que eso solo aumentaba su frustración. Y odió que, a pesar de todo, Jimin nunca le prestara atención.

— ¡Hola, Kookie! — Gritaba Jimin emocionado cada vez que lo veía en aquellos años. Y Jungkook, por supuesto, lo ignoraba con todas sus fuerzas.

Porque no quería que nadie notara el sonrojo que afloraba en sus mejillas.

Mucho menos aquel chico de cabello esponjoso y mirada curiosa.

Jungkook siempre se mantuvo a una distancia segura, pero a la vez tan cerca como podía estar de ese chico con las mejillas regordetas. Podía odiar a Jimin, pero jamás podría dejarlo por completo. Cuando veía a Jimin, nunca imaginó que estaría tan cerca y, a la vez, tan lejos de él.

Sí, admitámoslo, era algo tonto y torpe.

Cuando tenía a Jimin frente a sus ojos, Jungkook se volvía un completo idiota. Perdía toda su compostura, tropezaba con sus propias palabras y se sentía tan estúpido. Pero, a pesar de todo eso, no podía negar que Jimin ejercía una influencia poderosa en su cuerpo y en su vida.

Cuando veía a Jimin, nunca pensó que podría causarle tanto daño, que se quedaría constantemente en su mente. Era como si Jimin se hubiera convertido en una obsesión involuntaria, haciéndolo sentir embobado y meloso.

Incluso llegaba a suspirar como una colegiala enamorada sin darse cuenta.

A regañadientes, Jungkook admitía en lo más profundo de su ser que encontraba a Jimin increíblemente lindo, demasiado lindo para su propio bien. Pero se negaba a ir más allá, porque sabía que adentrarse en ese terreno sería peligroso. Jungkook no quería correr el riesgo de perder el control y enfrentarse a las verdaderas emociones que Jimin despertaba en él.

Jungkook se aferraba a la idea de que era heterosexual, eso era todo.

O eso intentaba convencerse a sí mismo.


Un grupo animado de chicos y chicas, incluyendo a uno de sus amigos, se encontraban sentados en el suelo, jugando a girar una botella en el centro de un círculo improvisado. Las risas y los desafíos llenaban el ambiente, mientras apostaban por realizar acciones cada vez más "extremas". El castigo para el perdedor era beber la mitad de una botella de vodka.

— ¡Fondo, fondo, fondo! — Gritaban los chicos, formando un círculo deformado en medio de la sala. Y allí estaba Jimin, entre ellos.

«Se veía hermoso», pensó Jungkook, mientras observaba la escena desde su posición.

Incluso cuando el alcohol resbalaba por la garganta de Jimin, perdiéndose en su camisa negra traslúcida. Incluso cuando su cabello se había desordenado debido a los movimientos bruscos. Incluso cuando sus ojos se cerraban, dejándose llevar por el ritmo de la música. Incluso cuando mordía sus labios con aquella sonrisa cautivadora. A pesar de todo eso, Jimin seguía siendo hermoso.

«Joder», maldijo Jungkook en silencio.

Se suponía que ya había superado esto. Se suponía que ya no debía pensar en Jimin de esa manera. Hace años, se había hecho la promesa a sí mismo de que Jimin no volvería a cruzar su mente de esa forma.

Pero, como si fuera un spoiler trágico, Jungkook descubrió que su promesa había sido en vano. Jimin seguía ocupando un lugar especial en su mente, a pesar de todos sus intentos por apartarlo. Era una realidad frustrante, una realidad que Jungkook no podía negar, incluso si eso implicaba enfrentar sentimientos incómodos y complicados.

Entonces, en medio de aquel juego y el bullicio de la fiesta, Jungkook se encontró atrapado en un dilema interno. Luchaba por mantener la distancia emocional que se había impuesto, pero al mismo tiempo se sentía atraído por la belleza y la presencia magnética de Jimin.

La batalla interna continuaba, mientras Jungkook se esforzaba por contener sus emociones y resistir la tentación de dejarse llevar por lo que realmente sentía. 

La visión de Jimin con los ojos cerrados y esa expresión en su rostro solo aumentaba su deseo, provocando un fuego interno en Jungkook.

Después de que Jimin terminara de beber la botella, como castigo por perder el juego, todos celebraron a su alrededor. Le gritaron, chocaron los puños y algunos incluso lo besaron.

Mierda. Eso molestó a Jungkook.

Pero la pregunta persistía en su mente: ¿Por qué le molestaba ver a Jimin besando a otro chico? Y la respuesta, aunque difícil de admitir, era bastante clara.

A lo largo de los días, Jungkook había deseado con ansias probar los labios de Jimin. Soñaba con devorarlos, dejar su marca en ese hermoso rostro que le pertenecía. Sin embargo, eso era algo que nunca reconocería, ni siquiera ante sí mismo.

Jamás lo admitiría.

Él se consideraba heterosexual, y eso era algo en lo que se aferraba constantemente. No se cansaría de repetirlo una y otra vez. Porque, después de todo, era la verdad, ¿verdad? Pero cada vez que veía a Jimin, esa afirmación se tambaleaba, creando un conflicto interno en Jungkook.

Por un lado, su deseo por Jimin era innegable. Por otro lado, estaba la presión de mantener su identidad heterosexual intacta. Era un constante juego de negación, de ocultar sus verdaderos sentimientos bajo capas de negación y represión.

Pero la realidad seguía ahí, golpeándolo en cada mirada furtiva y cada pensamiento intruso. No importaba cuánto insistiera en su supuesta heterosexualidad, su corazón sabía la verdad.

Jungkook luchaba contra sus propios deseos, contra las convenciones sociales y contra su propio miedo. Se aferraba a la idea de ser heterosexual como un salvavidas en un mar tormentoso, temiendo el impacto que tendría si admitiera su verdadera orientación.

Sin embargo, en lo más profundo de su ser, sabía que no podía negar por más tiempo lo que realmente sentía. La atracción que sentía hacia Jimin era real, intensa y abrumadora.


En un instante confuso y borroso, Jungkook se encontró con una chica entre sus brazos, besándolo con lentitud en un intento de hacer de aquel beso algo apasionado y romántico.

Y le fastidiaba, porque no sentía absolutamente nada. Llevaba mucho tiempo sintiéndose de esa manera, y no hacía falta repetir una y otra vez el motivo o la persona que causaba esa falta de conexión.

Con una expresión de desagrado, apartó suavemente a la chica y, con la excusa de sentir náuseas, se alejó caminando hacia la oscura cocina. Sin embargo, para su maldita mala suerte, se encontró con Jimin siendo acorralado por otro chico en la encimera.

— ¿Qué estás esperando para besarme? — desafió Jimin con una sonrisa coqueta y una mirada llena de deseo.

Jungkook, confundido y con una mezcla de emociones revoloteando en su interior, se quedó paralizado ante la escena frente a él. Sentía una punzada de celos arder en su pecho, pero no podía negar que también lo excitaba ver a Jimin en aquella situación tan íntima.

— Debería castigarte por comportarte así, pequeño — murmuró el otro chico, agarrando con firmeza las caderas del más bajo y uniendo sus labios en un beso apasionado. Sus lenguas se encontraron en un frenético baile mientras sus salivas se mezclaban en un torbellino de pasión desenfrenada.

Jungkook se mantuvo allí, en la penumbra de la cocina, siendo testigo de aquel intercambio ardiente y prohibido. Sentía una guerra interna desatarse dentro de él. Por un lado, una parte de él anhelaba estar en el lugar de aquel chico, explorando los labios y el cuerpo de Jimin con la misma intensidad y pasión. Por otro lado, sentía una incomodidad incómoda al ver a la persona que tanto le atraía entregándose a alguien más.

Asco.

Eso fue lo primero que le produjo. Ahora sí parecía tener ganas de vomitar.

Intentando controlar sus emociones y despejar su mente, Jungkook decidió dar un paso atrás y alejarse discretamente de la escena. No estaba listo para enfrentar sus sentimientos encontrados hacia Jimin, ni para aceptar las posibles consecuencias de cruzar esa línea.

Caminó hacia el balcón, buscando aire fresco y tratando de calmar su mente turbulenta. El viento nocturno acariciaba su rostro, pero no lograba disipar la confusión y la atracción desbordante que sentía por Jimin.

Y casi como si fuera una conspiració en su contra, su imaginación voló descontrolada y eso le jugó en contra. Jungkook se encontró sumido en una fantasía intensa y erótica en la que él era aquel chico que sometía a Jimin en su cama, acorralándolo contra la pared y entregándole un placer exquisito que nunca había experimentado antes. Se imaginaba a Jimin gimiendo su nombre entre sus labios y rendido de placer sobre las sábanas. Visualizaba sus cuerpos entrelazados, besándose ferozmente y explorándose con avidez.

La excitación se apoderó de él y una erección emergió incómodamente bajo sus pantalones. Sin esperar más, corrió hacia el baño, necesitando un momento de intimidad para aliviar la tensión que lo embargaba.

«Estás mal, estás malditamente mal», se regañó a sí mismo mientras se cubría la entrepierna con una mano temblorosa. Jeon estaba seguro de su atracción por las chicas, siempre lo había estado. Nunca había dudado de su heterosexualidad, siempre había tenido novias, siempre había sido con las chicas, siempre.

Entonces, ¿por qué cada vez que veía a Jimin parecía que su mente y su cuerpo solo reaccionaban a él? ¿Qué tenía de especial? ¿Serían sus labios tentadores? ¿Sus cautivadores ojos? ¿Quizás su irresistible trasero? ¿O sería porque, en lo más profundo de su ser, siempre había negado su verdadero gusto por los hombres?

No, no debía permitirse dudar.

Corrió por la casa, con la mano aferrada a su entrepierna, desesperado por encontrar un lugar donde desahogarse. Las habitaciones y baños del segundo piso estaban ocupados, lo que solo aumentó su frustración y urgencia. Sin pensarlo dos veces, subió apresuradamente al tercer piso y se metió en el primer baño que encontró desocupado.

Cerró la puerta tras de sí y se quedó allí, apoyado contra el lavamanos, tratando de controlar su respiración agitada y sus pensamientos desordenados. El espejo del baño le devolvió la imagen de un joven confundido, luchando contra sus propios deseos y emociones.

Con respiración entrecortada, Jungkook cerró la tapa del inodoro y se sentó sobre ella, liberando su pene erecto al aire mientras las imágenes en su mente causaban estragos en su cordura.

Su mano se aferró automáticamente a aquella carne dura y venosa, comenzando a moverse lentamente hacia arriba y hacia abajo, sin ser consciente de la delicada humedad pre-seminal que se extendía a lo largo de su miembro.

— Jimin — susurró en voz baja, dejando escapar un gemido mientras aceleraba el ritmo de sus caricias, imaginándose a sí mismo y al rubio en un escenario íntimo donde él tenía el control absoluto. Se imaginaba a Jimin en diversas posiciones y expresiones extasiadas, alimentando su excitación y deseo desbordante.

Sin embargo, la presencia de alguien y la penetrante mirada a su costado lo detuvieron en seco. No quería mirar, maldita sea.

— ¿Te masturbas pensando en mí? — preguntó esa voz con una sonrisa coqueta, llenando el ambiente de tensión sexual y anticipación.

Jungkook se sintió congelado, con la mano aún aferrada a su erección y el corazón martillando descontroladamente en su pecho. Levantó la mirada lentamente, encontrándose con los ojos cautivadores de Jimin, que parecían leerlo y desentrañar sus más oscuros secretos.

El silencio se prolongó, cargado de una electricidad intensa y cargada de deseo. Jungkook no sabía qué decir, cómo justificar sus fantasías y la intensidad de sus emociones hacia Jimin. La verdad lo atormentaba, pero negarlo sería una traición a sí mismo.

Tragó saliva con dificultad, tratando de encontrar las palabras adecuadas para responder a esa pregunta tan inesperada y reveladora. Sus labios se abrieron ligeramente, pero ninguna palabra salió de su boca. En lugar de eso, su mirada se intensificó, transmitiendo una mezcla de deseo y vulnerabilidad.

Finalmente, en un susurro apenas audible, Jungkook respondió con sinceridad:

— Sí, Jimin. Sí, me masturbo pensando en ti. 

Las palabras resonaron en el aire, dejando una tensión palpable entre ellos. Jungkook esperaba cualquier reacción de Jimin, ya sea rechazo, confusión o incluso reciprocidad. Sabía que estaba en un punto de no retorno, donde la verdad saldría a la luz.

Con el corazón latiendo furiosamente, Jungkook esperó, preparado para afrontar las consecuencias de su confesión y dispuesto a luchar por lo que realmente deseaba.

Jimin mantuvo la mirada fija en Jungkook, procesando sus palabras mientras una gama de emociones cruzaba por sus ojos. Por un instante, el tiempo pareció detenerse entre ellos, como si el peso de la confesión los envolviera en una burbuja íntima y cargada de tensión.

Finalmente, una sonrisa cautivadora se dibujó en los labios de Jimin, desvelando un brillo travieso en su mirada.

— Vaya, Jungkook. No esperaba una respuesta tan directa — dijo Jimin, acercándose lentamente a él, dejando que la cercanía entre sus cuerpos aumentara la carga eléctrica en el ambiente.

Jungkook sintió el corazón martillando en su pecho, mezclando la incertidumbre con la expectativa. ¿Qué pasaría ahora? ¿Qué haría Jimin?

Jimin se detuvo frente a Jungkook, su aliento cálido rozando su rostro, creando una corriente de sensaciones intensas en la piel de Jungkook. Acarició suavemente la mejilla de Jungkook con el dorso de los dedos, trazando líneas invisibles mientras su sonrisa se ampliaba.

— ¿Quieres saber algo, Jungkook? Yo también me masturbo pensando en ti — confesó Jimin en un susurro seductor, revelando una vulnerabilidad que antes se mantenía oculta —. Me gustas más de lo que parece.

Las palabras de Jimin resonaron en el interior de Jungkook, desencadenando una mezcla de alivio y anticipación. Había una conexión palpable entre ellos, una atracción que se había negado durante tanto tiempo y que ahora emergía con una fuerza arrolladora.

Jungkook se dejó llevar por el impulso del momento, dejando que sus labios se encontraran en un beso ardiente y ansioso. Las chispas estallaron en el aire mientras sus lenguas se entrelazaban en una danza apasionada, explorándose mutuamente y descubriendo los secretos que habían estado ocultos entre ellos.




N/A: impureza.

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