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Definitivamente esa no había sido la noche que Suga tenía planeada. Pensó que al llegar la noche podía bajar hasta la cuidad y traer comida para él y para el pelirosa, pero en vez de eso se encontraban caminando en el solitario bosque.

Suga iba por delante, quitando obstáculos en el camino con ayuda de su espada, mientras que Jimin se mantenía detrás de él, con su cabeza gacha y sus labios temblando debido a sus sollozos.

El pelinegro no era una persona empática, mucho menos paciente y por ese motivo estuvo a nada de detenerse y callar al menor, pero debía ser empático, debía entender que el pelirosa se encontraba asustado, asustado de él, de aquellos que los perseguían y de que posiblemente nunca volvería a ver a su familia.

Y es que Jimin no era él único asustado en esos momentos, él también se encontraba asustado. No sabía que hacer exactamente. Ya no podía volver a su casa y si no apresuraban el paso, los encontrarían. Es por eso que no juzgaba al pelirosa.

De pronto, se detuvó, llamando la atención de aquel que venía detrás de él.

-Nos detendremos aquí. Ya es muy noche y ni siquiera hemos comido.-Le indicó, para después dejar su cargamento en el suelo.

-¿E-es seguro?-Preguntó el pelirosa en un titubeó, al mismo tiempo que limpiaba sus lágrimas con las mangas de su atuendo.

-No.-Contestó.-Pero ya estamos lo suficientemente alejados y eso nos dará ventaja.

-Entiendo.-Bajó su cabeza, para después hacer lo mismo que el pelinegro y dejar las cosas que cargaba sobre el suelo.

-Quédate aquí, iré a buscar algo para cazar.-Le ordenó y este solamente asintió, pero continúo con su cabeza gacha.-Y amh...-Titubeó por un momento.-No te preocupes, no llegarán hasta acá, no somos tan importantes para ellos. Prefieren que un oso nos devore aquí a introducirse la bosque a altas horas de la noche. Así que haz una fogata...-Le ánimo, a lo que el pelirosa sonrió ligeramente, para después asentir.

El mayor no dijo nada más y se introdujó hasta lo más profundo del bosque, dejando al pobre chico indefenso en medio de este, sin saber como es que se hacía una fogata.

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Hacer una fogata no era tan difícil como había pensado. En realidad había sido muy fácil, solamente tenía que frotar algunas piedras o ramas para provocar pequeñas chispitas, de las cuales se obtenían las llamas. El único problema fue que cada que intentaba sacar llamas de las chispas, estas se apagaban.

Pero al fin lo había logrado y todo justo antes de que el pelinegro regresara.

Se sentó frente a la fogata que había logrado encender. Se sentía muy orgulloso de si mismo ya que nunca había hecho una y con una gran sonrisa, espero al mayor.


Pero este no llegó y eso comenzó a inquietarlo. La luna estaba bajando y en unas horas más sería de día.

Por su mente cruzaron demasiados escenarios, debido a su paranoia. ¿Que tal y si el gladeador había sido devorado por un oso? O ¿Qué tal y lo había abandonado en ese bosque? Y es que tenía mucha lógica, nadie merecía cargar con una carga como él...

Sintió una punzada en su pecho, pensó que al fin tenía a alguien en quien confiar.

Se recostó sobre el suelo, sintiendo la fría tierra debajo de él. Dió una última mirada a las llamas de la fogata, para después cerrar sus ojos y esperar que su final llegara.

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La caza había sido algo complicad, ya que, en ese bosque los animales no acostumbran a vivir, mas que pequeños roedores. Y esos eran los más difíciles de cazar, ya que eran muy rápidos y escurridizos. Para poder atrapar a uno tardó al rededor de una hora y al ver como la luna estaba a punto de esconderse, decidió que con un conejo bastaba para los dos.

Se dirigió por el sendero oscuro para poder regresar hasta donde el pelirosa. Afortunadamente había una fogata y el humo de esta le indicaba que camino debía tomar.

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A

l llegar, se topó con la sorpresa de que el menor se encontraba dormido cerca del fuego.

Estuvo a punto de despertarlo y reclamarle que así no es como se tomaba una guardia y que si seguía, así ambos morirían. Pero no dijo absolutamente nada. Caminó lentamente hasta un tronco que se encontraba cerca y se sentó sobre este.

Observó detenidamente al pelirosa, el cual seguía durmiendo en el suelo.

Se sintió mal al verlo abrazandose así mismo. Era muy difícil tener que arreglartelas tú mismo, sin ayuda de tu familia…Sabía muy bien lo que se sentía, por eso no lo dejaría solo a su suerte, no como lo habían hecho con él.

Se puso de pie, para después dirigirse hasta él y dejar caer una manta sobre su frágil cuerpo.

Lo miró unos cuantos segundos, para después esbozar una media sonrisa y apagar la fogata con un pequeño chorro de agua.

Después de esto, simplemente se acostó en el suelo, frente al pelirosa, con las cenizas de la fogata interponiendose entre ellos. Y entonces se dejó envolver por un profundo sueño.

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U

nos cuantos sonidos que hacían que su sueño fuera interrumpido y esa fue la única manera en que logró despertar.

Al abrir los ojos completamente, se topó con la figura el mayor frente a él, guardando cosas en los morrales que traían consigo. Por un momento su corazón palpitó fuertemente al verlo de pie frente a él, y fue entonces cuando cayó en cuenta que no lo había abandonado en ese bosque.

—N-no te fuiste…—Musitó, pero el pelinegro fue capaz de percibir ese susurró y se dió la vuelta.

—¿Así le hablas a tus mayores?—Arqueó una ceja, provocando que el menor bajara su cabeza y se hiciera chiquito.—Ahg…—Suspiró hacia el cielo, sintiendose frustrado, aquel chico era demasiado sensible para su ser.—¿Sabes? Olvídalo, eso es lo menos importante ahora, lo que realmente importa es que debemos salir de este bosque cuanto antes.—El menor asintió y se levantó inmediatamente, esperando una orden del pelinegro.—En cuanto salgamos de este bosque, iremos por el sendero que conduce a una aldea. En esa aldea nadie nos reconocerá y podremos vivir sin tener que escondernos. Tengo un amigo ahí y le pediré que nos ayude.

—Y-y…—Titubeó al sentir como el mayor estaba muy cerca de él, mientras le  colocaba el morral.—¿Por qué está tan seguro de que no nos reconocerán?

—Porque la aldea está muy lejana de la cuidad y nadie se dirige hasta allá sólo para ver a los gladeadores.

Jimin asintió, al tiempo que Suga se alejaba y tomaba las cosas que le correspondían.

—Así que prepárate, porque no es un viaje corto.

Fue lo último que dijo, para después avanzar por el bosque, mientras era seguido por el menor.

Sin duda les esperaba un largo viaje.

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