Capitulo 27

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Todo Amphibia estaba revolucionado con la vuelta de Anne.

Cada vez se parecía más a la niñita impecable que era antes de que Sasha se cruzara en su camino. La mitad del pueblo estaba feliz de que que Doña Perfecta hubiera encontrado a su media naranja, ya que ella y Marco Regino Wu III, quien era conocido ya por todos como Don Perfecto, eran indiscutiblemente la pareja ideal.

Pero eso era sólo lo que pensaban algunos, ya que la otra mitad de la población de este pequeño pueblo estaba a favor de Sasha, la Salvaje.

Estos aburridos lugareños mantenían que, sin las discusiones entre Sasha y Anne, todo sería mucho más tedioso; por lo tanto, si alguien tenía que estar con Anne, que fuera aquel que la hacía ser ella misma y no un clon de la perfección.

Como las discusiones sobre este tema comenzaron a hacer que lo vecinos se enemistaran, el jefe de policía lo solucionó de la manera simple en la que siempre habían remediado estas disputas: Wally limpió el polvo a su vieja pizarra, que llevaba un par de años en el trastero, y la dividió en dos mitades. En una de ellas escribió «Don Perfecto» y en la otra «La Salvaje».

A partir de ese día se admitieron apuestas: ¿Quién se casaría finalmente con la querida Anne? ¿El hombre perfecto o la salvaje apenas domesticada?

―¡Se aceptan apuestas, señores!―gritó Wally felizmente en su bar, celebrando la pérdida del hastío y la llegada de Doña Perfecta de nuevo a su hogar.

Sprig entró en el bar de Wally a tomar una cerveza y, como pasaba últimamente cada vez que cruzaba esa puerta, todos y cada uno de los ojos que allí había se dirigieron expectantes hacia él. Wally le sirvió incluso antes de que él pidiera, y los parroquianos volvieron sus asientos hacia él esperando impacientemente a que hablara.

Sasha lo lleva fatal ―comentó Sprig señalando los punto marcados en la pizarra.

―Las apuestas están cinco a uno, y por ahora la Salvaje no ha conseguido ningún tanto―señaló Wally.

―No, la verdad es que no le va nada bien. Mi hermana no atiende sus llamadas, le devuelve sus regalos y, al mismo tiempo, sigue saliendo con Don Perfecto.

―¿Y qué hace Sasha mientras tanto? Porque hará algo, ¿no?

―Sí, hacer que Polly y yo le acompañemos continuamente a espiar las citas de Anne. En lo que va de mes ha tenido más citas conmigo que las que que ha tenido jamás con mi hermana.

―Tal vez con un bonito presente consiga que la perdone.

―Compitiendo con ese tío es imposible: si Sasha manda un hermoso ramo de flores silvestres, Don Perfecto manda dos docenas de rosas rojas. Que decide regalarle un tierno oso peluche, Don Perfecto envía un peluche de un panda de un metro de alto... y así llevamos todo el mes. Y encima, como Anne sigue furiosa con ella, le devuelve todos los regalos hechos pedazos: las flores las desmenuza, los peluches los apuñala...

―¿Cómo está Sasha?―preguntó Wally preocupada.

Pues abatida por los desplantes de Anne y furiosa con Don Perfecto. He tenido que convencerla más de una vez de que no puede secuestrar a ese tío y abandonarlo en el desierto.

―Entonces, ¿por quién apuestas?―indagó interesada en anotar un nuevo jugador.

―Por Sasha, siempre por Sasha―contestó apoyando a su amiga.

Pero, por lo que me has dicho, Sasha no puede ganar.

―Me da igual, mi hermana no es un juego y, a pesar de que el tipo sea Don Perfecto, no veo en sus ojos lo que sí veo en los de Sasha.

―¿Y qué es lo que no ves en Don Perfecto para que no te guste para tu hermana?―se interesó Wally por el bien de su futuro negocio de apuestas.

―Amor, no veo en su rostro al loco enamorado que veo cada vez que miro a Sasha. Así que, como soy un romántico empedernido, apuesto por el amor, apuesto por Sasha―dejó veinte dólares en la mesa, reafirmando sus palabras―. Además, esta noche vamos a perseguir a Anne en otra de sus citas y Sasha está más decidida que nunca. Le ha comprado hasta un anillo de compromiso por si en algún momento consigue quedarse con ella a solas. Deséame suerte―pidió mientras se disponía a marcharse―, después de todo, es la primera vez que me llevan a un restaurante elegante a cenar para pedir la mano de mi hermana, espero que no acabe pidiéndomela a mí, porque, como esto siga así, Polly y yo vamos a ser los que más citas románticas hayamos compartido con Sasha.

Sprig cerró la puerta del bar tras de sí y ése fue el momento en el que se abrieron las apuestas acerca de quién sería el futuro marido/esposa de Doña Perfecta. Al terminar la tarde los números no favorecían para nada a la Salvaje, aunque ya se había decidido que finalmente era Sprig quien más citas había tenido con la chica de los Waybrith.

...

POV Anne

El restaurante era el más caro y romántico del pueblo, sumamente elegante, con sus pequeñas e íntimas mesas apartadas del mundo iluminadas por unas velas aromáticas con olores a esencias, y una orquesta de música clásica en directo.

Marco me había cogido por sorpresa ese día diciéndome que tenía preparado algo especial para mí. Como recordatorio de la noche en que nos conocimos, llevaba el mismo vestido, aunque me había comprado otros zapatos. Ya no quería nada que proviniera de Sasha. Mi vecina había sido y seguiría siendo por siempre jamás una salvaje, le había devuelto cada uno de sus malogrados intentos de hacer las paces y no atendía a sus estúpidas súplicas de perdón.

¿Es que no se daba cuenta de que ella no era perfecta para mi, que al fin había encontrado a alguien con quien ser feliz? Un hombre que cumplía todas y cada una de mis expectativas. ¿Por qué simplemente no se rendía y me dejaba en paz?

Yo por mi parte lo estaba intentando; apenas recordaba su molesta presencia excepto por las noches cuando, dormia y sin poder evitarlo, rememoraba los momentos que había pasado entre sus brazos. A la mañana siguiente me despertaba y me prometía a mí misma no volver a pensar en ella, borrarla para siempre de mi mente, pensar sólo en Marco, sustituir la presencia de Sasha por la de Marco en mis sueños.

Pero, aunque mis sueños comenzaran con el príncipe azul, siempre terminaban con ella. Mi mente estaba algo confusa, pero también decidida a tener al mejor y éso sin duda alguna no era Sasha.

Ella tenía tantos defectos como puntos había en mi lista o más...

―¿Qué te ocurre, Anne? Esta noche estás algo distraída―intervino Marco interrumpiendo mis pensamientos.

―Perdóname, Marco, estaba algo abstraída recordando alguno de mis problemas.

―Pero esta noche es una velada especial para nosotros, así que no se te permite estar triste―me riñó suavemente alzando mi rostro entre sus manos mientras me hacía responder a una de sus hermosas sonrisas.

―¿Y cuál es la sorpresa que me tienes preparada?―pregunté, muerta de curiosidad.

―¡Ah! Eso lo sabrás al final de la noche, mientras tanto disfruta de la comida. Aquí es exquisita. ―Señaló al camarero que me tendiera la carta y yo observé extasiada las delicias que se describían en ella, preguntándome cuán elevado serían los precios para que no los hubieran indicado junto a los platos.

Él eligió un sublime vino tinto, luego despidió al camarero con un elegante gesto de su mano y me recomendó pedir un solomillo a la pimienta con verduras escaldadas. Yo estuve de acuerdo, y él, con una sola mirada, hizo que el camarero atendiera a sus demandas con celeridad y eficacia.

Mientras llegaba la comida charlamos sobre su trabajo, que era realmente aburrido, pero él lo hacía ameno contándome anécdotas de clientes y compañeros de lo más divertidas.

Yo por mi parte le hablé de mi estancia en la galería de arte, de lo mucho que había aprendido y de todo lo que me quedaba por saber. Le recomendé algunas obras de arte y él me aconsejó alguna que otra inversión. La comida pasó rápidamente entre risas y coqueteos.

Cuando llegamos a los postres, Marco pidió una botella de champán para los dos. Me pregunté si querría emborracharme para llevarme a la cama, pero yo sabía que él era un perfecto caballero y nunca haría eso. Así que lo miré sorprendida con la copa de champán en la mano mientras él se levantaba y caía ante mí, de rodillas. Con la hermosa melodía de un violinista que se acercaba a nosotros como fondo, extrajo una pequeña caja que me ofreció como el más preciado de los presentes.

La abrí emocionada, encontrando en ella el anillo más hermoso que había visto jamás, un enorme diamante relucía deslumbrándome, a la vez que Marco me preguntaba:

―Anne Boonchuy, sé que llevamos juntos poco tiempo pero nada más verte supe que eras para mí la pareja perfecta. ¿Quieres hacerme el hombre más feliz del mundo aceptando ser mi esposa?

Por unos instantes me quedé muda y confusa con todo lo que ocurría a mi alrededor; luego recordé que eso era lo que siempre había soñado.

―¡Sí!―grité alegremente mientras me arrojaba a sus brazos y besaba sus labios, que a pesar de ser perfectos no me hacían estremecer. 

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