ᴅɪᴇᴢ

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Jungkook casi tiró a Baekhyun a un lado en su prisa por llegar a Jin.

Corrió a través del patio y destrozó la puerta abriéndola sólo para lanzar un grito al mirar delante de él. Su compañero estaba sentado en la parte trasera de la camioneta, si es que Jungkook podía llamar a la criatura enferma dentro de esta su compañero.

Los ojos de Jin estaban hundidos en su cabeza, tanto que parecían enormes en su rostro. Los huesos se le marcaban en su cara y su piel era blanca. Parecía haber perdido unas veinte o treinta libras. Su piel, prácticamente colgaba de su cuerpo. Se veía tan frágil, Jungkook casi tenía miedo de recogerlo.

En su lugar, se arrastró a su lado, sosteniendo la inerte forma de Jin contra sí. Alisó el cabello seco y quebradizo quitándolo de su rostro, se sentía triste por la pérdida de la lustrosa apariencia de Jin.

―Jin, cariño ―le susurró Jungkook. No recibió respuesta, ni siquiera un destello de un parpadeo―. Vamos, bebé, abre los ojos.

Todavía no había respuesta.

Decidió que tenía que llevar a Jin dentro de la casa, Jungkook recogió a su compañero con sus brazos, hizo una mueca de dolor cuando se dio cuenta de que apenas pesaba. Se deslizó hasta la puerta donde Baekhyun, Yoongi, y Hoseok se agolpaban.

Jungkook corrió hacia la casa, dirigiéndose directamente hacia su habitación. Compartía la casa con Yoongi y Hoseok, como lo hacía antes de mudarse a Wolf Creek. Su habitación estaba situada a un lado de la casa, la de Yoongi y Hoseok, al otro lado.

―¿Hobi, puedes apartar las sábanas? ―preguntó Jungkook en el momento en que entró en la habitación.

Hoseok se adelantó y apartó las mantas hacia atrás. Jungkook se acercó y puso a Jin en la cama. Se sentó junto a él, lo exploró con las manos, recorriendo hasta el último centímetro de su cuerpo en busca de lesiones.

A excepción de la extrema pérdida de peso y la piel blanca pastosa, no parecía haber nada malo con Jin. Simplemente no se despertaba.

―¿Qué fue lo que pasó, Baekhyun?― preguntó Jungkook, con las manos siempre rozando el cuerpo de Jin―. ¿Alguien lo envenenó otra vez?

―¿Otra vez?― gritó el criado―. ¿Alguien lo había envenenado antes? ¿Cuándo?

Jungkook miró a Baekhyun, sonrojándose. ―Sí, ¿recuerdas ese par de días que estuvimos en la habitación de Jin? ¿Cuándo viniste a quejarte de los rumores? Alguien había envenenado el vino del Príncipe.

―Nunca me lo dijo.

Jungkook negó con la cabeza. ―No quería que nadie lo supiera. Dijo que lo haría vulnerable.

―Tenía razón ―coincidió Baekhyun―. A la primera señal de debilidad, sus enemigos le atacarían.

―¿Qué enemigos? ―gruñó Jungkook―, ¿Ha sido envenenado?

―No sé ―dijo Baekhyun―. Ha estado desanimado desde que usted se fue, pero hace una semana me di cuenta de que empezaba a verse muy pálido. Me ofrecí a llevar un donante de sangre, pero él no quería saber nada de eso. Se enfadó mucho conmigo cuando insistí.

Jungkook se congeló cuando las anteriores conversaciones con Jin se filtraron en su cerebro. De golpe se dio cuenta de que fácilmente, el estado del Príncipe podría ser culpa suya. Le había dicho que una vez acoplado, un vampiro no podía beber sangre de nadie más, excepto de su compañero. Jungkook era su compañero, y se había ido.

―Todo el mundo fuera ―Jungkook gruñó―. Necesito unos minutos a solas con Jin.

―¿Estás seguro, Kook?― preguntó Hoseok.

―Sí ―dijo―. Pero te agradecería si le hicieras un poco de sopa caliente y té. ¿Y Yoongi? Es posible que desees informar a Junghwan que dos vampiros se quedarán aquí por ahora. Estoy seguro de que querrá saberlo.

―Querrá saber más que eso.

Jungkook hizo una mueca. Había atraído un montón de problemas sobre la cabeza de Junghwan. Esperaba que el Alfa entendiera que su compañero estaba involucrado y que no tenía otra opción.

―Baekhyun ―dijo Jungkook, con su voz llena de autoridad―. Ve con Hoseoj y prepara algo de comida para el Príncipe. Estoy seguro de que va a tener hambre cuando se despierte.

Baekhyung asintió con la cabeza y se apresuró a ir con Hoseok. Jungkook sabía que el sirviente necesitaba algo que hacer. Parecía tan fuera de sí de la preocupación. Jungkook lo estaba también. Sólo tenía una sola idea de lo que podría estar mal con Jin. Podría estar equivocado, pero no lo creía.

Tan pronto se cerró la puerta del dormitorio, Jungkook se giró hacia Jin. Seguía estando helado. Le sacó la ropa con cuidado, doblándola y colocándola en una silla cercana. Volvió a la cama y arropó con las mantas a su compañero.

Jungkook acarició la cara de Jin. ―Oh, Jin, ¿qué nos estamos haciendo el uno al otro?

Jin se movió. A Jungkook se le congeló su aliento en la garganta.

―¿Jin? ¿Cariño?

El Príncipe se giró hacia él. Sus ojos se agitaron y finalmente se abrieron. Parecía aturdido, muy perdido. Mientras poco a poco se despejaba, una sonrisa se abría camino en su rostro.

―Jungkook, mi Jungkook ―susurró Jin, alcanzando con una mano temblorosa a su compañero.

Jungkook se quedó inmóvil, no sabiendo si debía tomarla o no. Cuando no hizo ningún movimiento para tomar la mano, esta cayó sin fuerzas a la cama. Una sola lágrima rodó por la mejilla de Jin cuando él apartó la cabeza.

Jungkook, de repente se sintió como un tonto por resistirse a su compañero, se acercó a Jin.

―Jin, cariño ―le dijo en voz baja―mírame.

El Príncipe no dio ninguna señal de que oía a Jungkook.

―Jin, esto es ridículo. Obviamente, necesitas alimentarte. Yo estoy aquí.

El Príncipe negó con la cabeza. Seguía sin mirarle. Jungkook le acercó el brazo y lo sostuvo bajo su nariz. La única señal que Jin dio en respuesta fue apretar los labios y levantar la nariz.

―Maldita sea, Jin ―espetó Jungkook―. Deja de jugar al mártir.

Cuando Jin no lo mordió, Jungkook cogió un cuchillo y se hizo un corte en la muñeca. Llevó la muñeca sobre la boca de Jin, viendo como su sangre caía sobre los labios del hombre. El Príncipe no reaccionó en un primer momento, la sangre le goteaba por la barbilla. Entonces, de repente, se volvió y mordió la muñeca de Jungkook.

Gritó por la ferocidad de la mordida. Una mirada salvaje apareció en los ojos de Jin cuando empezó a chupar la esencia de su vida.

Cuando Jungkook comenzó a sentirse mareado, trató de tirar de su brazo, pero Jin no lo dejaba ir. Le gruñó, sujetándolo con más fuerza, succionando con más ansia. Jungkook podía sentir que empezaba a debilitarse. Tiró de nuevo.

―Jin…Jin ―exclamó Jungkook en su desesperación―. Cariño, tienes que soltarme.

Jungkook finalmente apretó la mano contra la cabeza de Jin y empujó para conseguir que el Príncipe lo dejara en libertad. Se levantó y envolvió con la otra mano su muñeca que seguía sangrando, mientras se maldecía a sí mismo en silencio.

Se dirigió al baño para limpiar y tratar la herida. Metió la mano bajo el chorro de agua fría y luego limpió el hilo de la última gota de sangre. A medida que envolvía una gasa alrededor de la muñeca, se dio cuenta de que le gustaba la idea de proveer a su compañero en un nivel tan básico. Le hacía sentirse necesario de una forma que nunca antes había sentido.

Jungkook apoyó las manos en el costado del lavamanos de mármol, mientras se contemplaba a sí mismo en el espejo. ¿Podría ser lo suficientemente honesto consigo mismo para darse cuenta que la mentira palidecía en comparación al hecho de no tener a su compañero? ¿Podría tener otra oportunidad?

No estaba seguro, pero tenía que intentarlo. No podía dejar que las cosas se quedaran como estaban. Alguien andaba aún tras Jin y no podía dejar que le pasase nada a su compañero, ni siquiera por su propia mano.

Cuando entró de nuevo en el dormitorio, Jin estaba apoyado en las almohadas. Su color era pálido, pero no mortalmente blanco. Los duros ángulos en su rostro se suavizaron un poco y le pareció que tenía un poco más de brillo saludable.

Jungkook se sentó en el borde de la cama y esperó. Estaba decidido a descubrir por qué Jin estaba en tan malas condiciones, ¿Por qué no había venido antes? Jungkook podía estar enojado con él, pero aún así eran pareja.



―Debiste haber dejado que muriera ―murmuró Jin sin mirar en dirección a Jungkook. Podía sentir a su compañero mirándole.

―No seas ridículo ―dijo―. No voy a dejar que te mueras.

―¿Por qué no? ―resopló el Príncipe―. Hubiera sido más amable.

―Jin…

El Príncipe se volvió para mirar a Jungkook, enfadado.

―¿Crees que quiero venir a ti cada día y rogar por el resto de mi vida? Prefiero estar muerto.

―¿Realmente no puedes beber de otra persona ahora que estamos acoplados?

Jungkook parecía sorprendido. Probablemente pensaba que Jin le había mentido sobre eso también.

―¡No!― gritó Jin, furioso. Jungkook no era el único que se sentía traicionado. Se suponía que iban a ser compañeros, que cuidarían el uno del otro por encima de todo. A Jungkook no parecía importarle.

―Estas realmente en un aprieto, ¿no?

―Que te jodan, Jungkook. ―Jin no podía creer que Jungkook se tomara su vida tan a la ligera, pero supuso que su compañero le había dejado en claro cómo se sentía con respecto a él.

A Jungkook él no le importaba. Ahora Jin sabía que nunca tendría la pareja que quería, la pareja con la que había soñado desde hacía quinientos años.

―Sólo estoy diciendo, Jin, que será mejor que te tragues tu orgullo o marchitarte y morir.

―Voy a marchitarme y morir, muchas gracias.

―Nunca le pediría algo a su compañero si no le era dado libremente. Prefería morir.

―¿Me odias tanto?― susurró Jungkook.

―No, yo no te odio ―respondió Jin suavemente, de repente se sentía muy triste y resignado ante la pérdida de su compañero―, sino todo lo contrario. Eso no cambia el hecho de que no elegiste que yo fuera tu pareja.

―Por supuesto que no. El destino es quien elige a nuestros compañeros.

Jin gesticuló con la mano hacia Jungkook. ―Sabes lo que quiero decir, Kook. No me elegiste para ser tu compañero. No quieres que yo sea tu pareja ―resopló Jin―. Lo has dejado más que claro.

―No es que yo no quiera que seas mi compañero. Es que…me has mentido, Jin.

El Príncipe se quedó mirando el techo. Pensó en eso una y otra vez. Le mintió a Jungkook mirara cómo lo mirara. Ni siquiera había algún margen de maniobra para tratar de fingir que no lo había hecho. ―Lo sé ―murmuró.

No había nada más que decir. Le había mentido a su compañero y ahora éste no iba a perdonarlo. Podría pasarse el resto de su vida manteniendo la esperanza de que Jungkook pudiera perdonarlo algún día, rogando por un poco de atención y por su propia vida al pedirle su sangre. O podría elegir no hacerlo.

La elección le parecía bastante sencilla. Sabía que no podría vivir sin Jungkook, y no sólo porque necesitaba la sangre de su compañero. También necesitaba de su amor y afecto, y ambas cosas parecía haberlas perdido para siempre.

―Realmente estoy muy cansado ―le susurró Jin, la discusión lo había agotado― Me gustaría dormir.

―¿Necesitas algo?― preguntó Jungkook.

Jin quería fingir que oía preocupación en la voz de Jungkook, pero sabía que se estaba mintiendo a sí mismo. Y la mentira lo había metido en esta situación en primer lugar. Así que era mejor aceptar que Jungkook sólo estaba siendo amable, como lo sería con cualquier otra persona.

―No, estaré bien.

Jin esperó hasta que Jungkook saliera de la habitación y cerrara la puerta tras él, antes de alcanzar su ropa. Tan débil como aún se sentía, le llevó más de unos minutos vestirse. Apiló unas almohadas debajo de las mantas y luego se dirigió a las puertas dobles que llevaban afuera.

Echó una última mirada a la habitación que compartió con Jungkook por tan corto tiempo. Se volvió y salió. No sabía a dónde podría ir, con tal de estar lejos de aquí y de la única persona que quería por encima de todo y nunca podría tener.
























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