XII

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Estambul
10 de Diciembre, 1574

Él siente que su final esta cerca, la enfermedad avanza con rapidez y los doctores ya no saben que hacer. Tan sólo se puede rezar para que Alá cure el mal del gobernante.

Selim tomó entre sus manos la última carta que su hermana le había mandado hace tres meses; en ella confirmaba su pronta visita a la capital. Eso hizo sentir feliz al monarca del imperio otomano.

Sin embargo, un papel amarillento se cayó al suelo y él se apuro a recogerlo antes de que el fuego lo consumiera totalmente.

Era la confesión que le hizo su hermano Cihangir antes de morir.

Un amor secreto, un amor prohibido hacia su difunta esposa.

—Ojalá en el paraíso, ambos puedan ser felices juntos —susurró Selim, guardando la carta y un anillo de zafiro en un pequeño cofre de plata.

Selimiye Sultán fue una mujer muy amada por su esposo, el Şehzade, el harén y el pueblo. El diván no la adoraba porque ellos creían fielmente que manipulaba al sultán a su antojo, pero pocos saben que no fue así.

Ella sólo quería lo mejor para todos.

Selim esperaba paciente a que su familia más cercana ingresará a sus aposentos, tenía una sorpresa lista para ellos. Alguien a quien no veían desde más de un año, regresaría a la capital.

—Su majestad —habló uno de los guardias de la Hasoda.

—¿Ya están aquí? —preguntó Selim aguantando el dolor en su cuerpo.

—Así es su majestad, la Valide Sultán y su demás familia han llegado.

Selim hizo una señal para que los dejara pasar.

Él soltó un fuerte suspiro mientras veía las manchas negras adornar sus brazos.

La enfermedad avanza más rápido de lo creí, sólo es cuestión de días para mi encuentro con Alá

—Hijo mío. —La voz de Mahidevran Sultán distrajo a Selim quien cubrió rápidamente sus brazos con el caftán, para después abrazar a su madre.

—Es un honor para mí que hayas accedido a mi pedido, querida madre.

Mahidevran asintió y se hizo a un lado para dejar el paso libre a los demás presentes: Nurbanu, Şah, Ismihan, y Mehmet y su esposa Esmehan junto a sus hijos y su pequeña sobrina Ayşe Sultán. También estaban Gülcemal Hatun y su hija Fatma.

—¿Para qué nos mandó a llamar su majestad? —preguntó Nurbanu con intriga.

—No comas ansias querida Nurbanu —dijo Selim alzando su mano y moviéndola en círculos—. La sorpresa llegará en unos momentos.

La Kadin bufó molesta y murmuró una maldición en su idioma natal. Y fue justo en ese momento en el que su mundo se vino abajo.

—¡Devletlû İsmetlu Safiye Haseki Sultân Aliyyetü'ş-Şân Hazretleri! —Una mujer pelirroja de buen cuerpo vestida con un bello caftán morado, entro a los aposentos del sultán bajo la mirada sorprendida de Nurbanu y sus hijas, mientras que los demás presentes, a excepción de la Valide Sultán y el Şehzade Mehmet, le hacían reverencia.

La mujer que Nurbanu creía muerta desde hace tiempo, volvía más fuerte y bella que nunca. Pero eso no era lo importante; Safiye volvió a Estambul como la esposa legal de su hijo Murad.

Una Haseki Sultán.

Nurbanu Kadin

—¡Tú deberías estar muerta! —vocifere llena de ira. No podía creer que esa bastarda este viva.

Safiye me miró divertida y se acercó a mí con su andar coqueto; yo sólo le sostuve la mirada sin hacerle reverencia. Por el contrario, mis hijas si la reverenciaron por el temor que ella infundía con su presencia.

—Cuando tiempo sin verte Nurbanu. —Su voz, su melosa voz me provocaba náuseas—. Te extrañe demasiado.

Antes de que pudiera contestarle como debía, la voz de Selim ordenandome hacerle reverencia me detuvo.

—¿Por qué debo hacerlo? Ella es tan sólo una Hanim sin importancia alguna —espeté llena de rabia.

Sin embargo, no esperaba que la hija de Mihrimah Sultán, Ayşe Hümaşah, me soltería una cachetada que haría que terminara por los suelos.

—Safiye ahora es una Haseki Sultán, por lo tanto merece mucho más respeto que una simple Kadin.

—Obedece Nurbanu, hazlo por tu propio bien. —Humillada y triste, hice la reverencia correspondiente bajo la mirada atenta de Safiye y Hümaşah.

—Perdoneme Haseki Sultán, no volverá a pasar. Se lo prometo.

—Está bien Nurbanu, no te preocupes.

Contuve la respiración tratando de tranquilizarme y no hacer una de mis tantas rabietas.

Me las pagarás maldita Safiye, me las cobraré contigo y tu hijo Mehmet

En la noche

Safiye miró a Selim con angustia, temía que su hermano pronto los dejaría y su mundo se iría a la borda.

No quería perder a alguien más, su corazón no podría tolerar otra perdida.

—Debe existir una cura hermano, sólo es cuestión de buscarla y encontrarla —comentó Safiye tomando las manos de Selim entre las suyas.

—No la hay Safiye, los médicos me lo dijeron. Ahora sólo hay que esperar a que Alá venga en nuestra ayuda.

Safiye Sultán cerró sus ojos con fuerza y apretó aún más las manos de Selim.

No quiero perderte hermano, no quiero perder a otra persona más por favor

Selim le sonrió y le dijo que no se preocupara por nada, que todo estaría bien. Que él estaría bien.

Ella quiso creer, pero algo muy dentro de sí le decía que las cosas estaban a punto de cambiar.

El hombre no es eterno, algún día tendrá que irse sin chistar. Y por más que quiera aferrarse a la vida, no podrá. Todos tenemos un tiempo, unos lo cumplen y otros no, pero lo importante es aprovechar lo más que se pueda de la vida.

Todos deberían saberlo: llegamos con las manos vacías y así nos iremos.

11 de Diciembre, 1574

Su situación empeoró de la noche a la mañana. Fuertes dolores se hicieron presentes en su cuerpo y la fiebre parecía no dar tregua; ya no le quedaba tiempo al Sultán Selim.

La Valide Sultán rezaba con todas sus fuerzas para que su hijo recobre la salud, pero ni Alá podría intervenir está vez.

Los doctores entraban y salían de los aposentos privados, todos en el palacio se preguntaban que estaba pasando. No entendían nada.

—Dicen que el sultán está muy enfermo, quizás no pase de está noche —comentó unas de las criadas.

—¿Tú crees? Ojalá que no —dijo otra.

—El sultán es muy bueno, pero si él tiene que partir con Alá, espero que su hijo Murad lo suceda.

Las tres mujeres siguieron con su labor sin percatarse que alguien más las estaba escuchando.

Una sultana rubia tenía una sonrisa de oreja a oreja, al fin tenía el ingrediente perfecto para acabar con su mayor rival.

El ángel de la muerte está rondando Topkapi y espera paciente para poder llevarse a su próxima víctima






✓Me gustaría leer sus teorías.

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