𝐏𝐑𝐎𝐋𝐎𝐆O

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En el mundo existen muchos tipos de amor, en las películas es donde nos enseñan abiertamente lo maravilloso que puede llegar a ser, como sin importar las adversidades que se presenten la pareja de enamorados siempre busca la forma de superar todo, porque mientras estén juntos nada es imposible, son capaces de ir hasta el fin del mundo por el otro, haciendo de todo para que su otra mitad esté llena de dicha y gozo.

Con esa mentalidad nos hacemos la fantasía de que algún día nos tocará vivir esa fantástica historia con nuestro ser amado.

Desde declarase enmedio de un show de fuegos artificiales o en un hermoso atardecer de fondo; mientas sienten que solo son ellos dos en el mundo, hasta la típica reconciliación acompañada de una sesión de besos bajo la lluvia. Un sinfín de espectaculares escenarios y distantes formas en las que se manifiesta este sentimiento.

Pero en la vida real no todo es color de rosa, el amor duele, hace que sientas que te clavan un puñal en el pecho, sangras, lloras, te destruyes lentamente. Muchas personas sufren por este mismo, en las películas casi nunca nos muestran el otro lado de cuando un amor no es correspondido.

Bueno, en realidad sí lo hacen, cuando aquella otra chica enamorada del protagonista que intenta de miles de formas para llamar su atención y que siempre termina en fracaso o en la mayoría de los casos siendo una simple amiga, porque ella es un simple personaje secundario que nunca tendría una oportunidad con él, la otra mujer que nunca ocupará el puesto de la primera, siendo una simple espectadora. Mientras que la protagonista vive ese sueño con su amado, ella simplemente se hace a un lado para ver feliz a la persona que ama, aunque en esa felicidad este excluida.

Así son las cosas del amor, no siempre se triunfa. No siempre se acaba con un final felíz.

Cada vez que Hanei veía a Yato tan feliz al lado de Hiyori, no podía evitar sentirse triste por no ser ella la causa de sus sonrisas, se sentía como un asco de persona por sentir envidia por la hermosa relación que Hiyori llevaba con su amor platónico. La castaña no tenía la más mínima idea de sus sentimientos hacia el azabache, no era su culpa que Hanei estuviera enamorada de él y nunca hubiera tenido el valor suficiente para confesarle sus sentimientos, no era su culpa que Yato tuviera sus ojos en ella, ahora solo tenía la opción de observar a la distancia y desear haber sido la que estuviera a su lado.

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