«🏛️»

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Después de años, un conflicto volvía a poner al Olimpo de cabeza. Bien era cierto que este lugar guardaba hogar a almas llenas de egoísmo, envidia, furia, lujuria y todo tipo de pecaminosas acciones.

Zeus se encontraba armando el más grande ejército jamás visto para enfrentarse a su padre. Sus hermanos: Hades y Poseidón se encontraban a su lado apoyándolo junto a sus hijos.

El menor de los dioses, cobraría venganza contra su progenitor y tomaría el poder del Olimpo.

Cuando la guerra se desató todo fue caos, mientras que Hades había soltado a los Cíclopes para su beneficio; Cronos peleaba junto a los Titanes. La brutalidad de aquella fiesta de sangre mantenía a todos alertas, menos a un Dios, uno que estaba disfrutando mucho del espectáculo.

YoonGi, mejor conocido por su nombre oficial y de guerra, Ares, bailaba entre los cuerpos agonizantes blandiendo su espada. Sus ojos brillaban con un intenso rojo mientras una sonrisa satisfactoria adornaba su endemoniado rostro y su pálida piel estaba bañada de sangre.

Él no estaba precisamente cuerdo en aquellos momentos, iba de frente contra los Titanes, importandole poco que le triplicaran el tamaño, bueno, tampoco es como si debiera importarle, simplemente con sus manos podría arrancarle los ojos a sus asquerosos enemigos.

Cuando había acabado con la mayoría de sus enemigos vio como su hermana mayor, Atenea, fijaba su objetivo en el premio mayor, no la dejaría ganarle. Corrió contra ella y la derribó de un zarpazo haciéndola caer a unos metros, ella inmediatamente se levantó, aún tambaleante.

—¡¿Qué mierda te pasa?! ¿Quieres matarme? —la diosa de la sabiduría y estrategia le gruñó al menor mientras se acercaba y le colocaba la espada en el cuello, no serviría de amenaza pero le detendría si se atrevía a atacarla de nuevo.

—Chaerim, conoces la respuesta a esa pregunta —soltó una risa histérica dándole a entender a la mujer que no estaba en sus cabales—. Sólo te quité del camino, yo me comeré el trozo de pastel más grande.

Seguido a esas palabras la empujó nuevamente y corrió hacia su objetivo, lo más alto del monte olímpico, donde Zeus y Poseidón luchaban a muerte contra Cronos, padre de ambos.

Estaba a punto de llegar cuando Zeus se percató de su desacato, ninguno de sus hijos podían enfrentarse a Cronos, era una ofensa para él. Sin ningún remordimiento lanzó un rayo contra Ares, lo que hizo que cayera del monte olímpico rondando colina abajo y quedará medio inconsciente en piso.

Hermes corrió hacia su hermano cuando lo vio caer para socorrerlo.

—YoonGi ¿Qué te ocurre? ¿Cómo te atreves a subir? —el pelirrojo se agachó y revisó que el pálido no estuviera tan lastimado.

—Hoseok, lárgate ahora mismo que quiero matar a alguien y eres lo más cercano, corre a ver si Apolo ya terminó de escribirle una cancioncita a sus putas. —no dejó a su hermano responder y se levantó sacudiéndose el polvo, su capa roja estaba rota y llena de sangre, debía cambiarla. Observó alrededor buscando su espada, justo en el momento que se agachó a tomarla se escuchó un estruendo que llamó la atención de dioses, semidioses y héroes.

Cuando YoonGi fijó su vista en el monte olímpico observó como el cielo se abría en una oscuro círculo que parecía querer engullir el Olimpo, el Inframundo se hacía paso en la Trinidad. Hades estaba en medio de este, cerbero lo mantenía flotando mientras soltaba al resto de Cíclopes.

Como un espectáculo digno de memorar, los tres hermanos atacaron a Cronos. Zeus desplegó una tormenta eléctrica que brilló con fulgor, Poseidón hizo bailar su tridente y lanzó otro ataque contra su padre debilitandolo hasta dejarlo en el suelo y por último Hades desplegó las cadenas del Tártaro, las cuales tomaron a Cronos y a los Titanes, encerrandolos en lo más profundo del infierno en el Inframundo.

Cuando Hades cerró el Inframundo y mandó a todos sus demonios de vuelta a su hogar, todos alzaron un canto de gloria y honor mientras los hermanos bajaban del Olimpo como si sus pies no tocaran el suelo. Sin embargo lo primero que hizo Zeus al llegar con los dioses fue golpear a Ares, haciéndolo caer a los pies de Afrodita, su tío.

—¡Grandísimo idiota! ¡¿Cómo te atreves a incumplir con mis mandatos?! —la furia de Zeus podía sentirse en el aire, sus hermanos dieron un paso atrás, ellos no se involucrarían en asuntos padre e hijo, esas cosas no terminaban bien.

—Sólo quise divertirme un poco papá. —YoonGi soltó con burla mientras se levantaba con ayuda de su tío. De inmediato su padre se acercó hasta quedar cara con cara, enfrentándolo, casi podían sentir la respiración del otro.

—Déjate de jueguitos, sabes que te puedo sacar de aquí simplemente con respirar. Si tienes ganas de ver sangre ve a matar perdices. —estuvo a punto de empujarlo de no ser porque su esposo llegó, separando a padre e hijo.

—MinHo deja en paz a YoonGi, ya esta mierda terminó, no tiene porque haber más sangre. —Hera casi rugió lo último mirando severamente a su hijo.

—Ajá pero dejemos estos aires, vayamos a celebrar. Yo llevo el vino. —Apolo apareció de quién sabe dónde con dos musas a su lado, era el único Dios que no había estado toda la pelea. Zeus hablaría con él.

Todos comenzaron a dispersarse llendo a sus hogares para vestir sus mejores galas, había que celebrar a lo grande.

Zeus por su lado llamó a sus hermanos e hijos para que le acompañaran al panteón, era momento de poner las cosas en orden, su orden.

Cuando estuvieron en el salón principal del panteón, doce asientos fueron ocupados, dándole inicio a los doce olímpicos.

El ambiente estaba muy tenso, casi se podía cortar con un cuchillo. Afrodita tenía a su lado derecho a su esposo, Hefesto y a su lado izquierdo estaba su suegro, Hera; hombre con el que no se llevaba para nada bien.

Zeus estaba a la cabeza de la mesa, Hades y Poseidón estaban a su lado y entre estos se veían retantes, querían la mayor parte del poder.

Ares tenía a Hermes y a Atenea a su lado, la mayor de ellos hablaba acerca de quién sería mejor gobernante, YoonGi estaba que le cortaba la lengua.

Apolo y su gemela, Artemisa estaban sentados al fondo junto a Deméter y a Hestia, hermanas de Zeus.

—Ya cállate Chaerim, para ser alguien sabio hablas demasiada mierda. —como cosa rara, Artemisa le bramó ya harta de tanto cuchicheo.

—El mayor debe servir al Olimpo, por lo tanto Hades debe postrar su mano sobre este monte. Las caderas del Tártaro nos han liberado. —Hestia se levantó haciendo galante de su hermoso quitón de color cobre, traje que presumiría en la fiesta.

—No me satisface ese osado comentario —Zeus intervino ganándose una mala mirada Poseidón—. El derecho debe recaer sobre mí, he sido yo quien libró esta batalla y quien vengó la injusticia que fue cometida hacia mis hermanos.

El silencio se hizo más ensordecedor, Deméter se removió incómoda en su asiento y Hermes bajó la mirada, esa reunión no iba a terminar bien.

—Nadie en esta mesa te debe un devoto respeto —Afrodita abrió la boca haciendo que tanto Hera como Atenea rodarán los ojos con fastidio—. Todos han dejado que su sangre bañe las tierras de Atenas para que esta guerra se ganara. Como tu tío déjame darte mi opinión sobre tu pedido. Eres un mocoso inmaduro y yo no estoy de acuerdo con tu petición.

—JiMin... —Hefesto tomó de las manos a su esposo y le dio una mirada de advertencia.

El Dios del amor apartó las manos del otro hombre y fijó su vista en Hera, desafiandole. Para nadie era secreto que ambos se odiaban, entre ellos había una rivalidad que partía desde quién es más hermoso.

Cuando Afrodita surgió de la espuma del mar, todo el Olimpo quedó asombrado, su belleza era tal que se le confundió con una mujer al inicio, pero sus genitales demostraban lo contrario. Se armó paso entre dioses y semidioses, consagrándose como la personificación de la belleza y sensualidad, aún siendo hombre, cosa que no tenía para nada contento a Hera. Como rey del Olimpo debía ser él el más hermoso, el más sensual, el más inteligente y sabio.

Por dichas razones Hera casi explotó de cólera cuando su hijo mayor se casó con JiMin, se sintió traicionado.

La riña entre Hera, Atenea y Afrodita era increíble, tan explosiva y volátil que alcanzaba para destruir toda Grecia. Zeus tenía que estar limpiando los desastres de su esposo, hija y tío.

—Hades ¿Cuál es tu decisión? —Atenea habló después del lapso de silencio que dejó la declaración de Afrodita.

El mayor de los dioses siempre había sido reservado y se había exiliado, él repudiaba lo hipócritas que eran sus hermanos.

—Sus constantes riñas los llevarán al fin. Este lugar no me agrada, simplemente dejen que MinHo haga con él lo que mejor le parezca. SeokJin —el aludido prestó atención—. Te quedarás con el océano, es la mejor de las opciones ¿De acuerdo? —SeokJin asintió y se levantó llendose del lugar—. Yo seguiré rigiendo en el Inframundo, al menos allí puedes observar la verdadera personalidad de las personas —NamJoon se levantó de su asiento dejando a todos atónitos, incluído su hermano menor—. Y no me pongan en su estupidez de doce olímpicos.

Cuando salió del lugar, Zeus aplaudió mientras una sonrisa suficiente bailaba en su rostro. Se levantó de su asiento y alzó las manos al cielo.

—Hay que celebrar los acontecimientos, ¡Se nos acercan años de gloria! —abandonó el lugar mientras reía a todo pulmón, Ares negó.

—Bueno, a arreglarse, esta noche hay fiesta. —Apolo también abandonó el lugar en compañía de su gemela.

Y así se fueron todos, dejando solo a YoonGi en el lugar. Él se sentía tan burlado. Un olímpico, eso era todo lo que se había ganado ¿En serio?

Para sus padres no era nada más que una máquina de guerra, el simple Dios de ella. El escudo del Olimpo, el que debía poner el rostro para apartar las fechas, estaba cansado.

Se levantó de su asiento de manera brusca botandolo y salió del lugar con pasos marcados, tenía una mejor manera de celebrar que ir a tomar vino mientras comía queso y escuchaba a todos presumir mierdas que no habían hecho.

Las cosas debían cambiar.

Si la gloria no es mía, no será de nadie.

Ares entró al jardín eclesiástico viendo a todos bailar y tomar como si no hubiera mañana. Enseguida comenzó a escuchar murmullos en tanto avanzaba, las chiquillas lo veían con adoración y calentura.

Él iba en un quitón negro tallado que dejaba a la visita sus marcados brazos y sus fornidas piernas, una corona de laureles dorados adornaba su maraña de cabellos negros. La palidez de su piel en contraste con su aura negra y sus ojos fruncidos era extasiante.

Disfruten mientras puedan.

Caminó entre la gente hasta llegar a una de sus hermanas, de echo su favorita, lastima que era de las más odiadas.

—¿Debo rezarle a Caos por dejarnos deleitarnos con tu presencia? —llegó hasta la chica llamando su atención, esta tenía una copa de vino en una mano y una víbora enredada en la otra.

—¿Tú rezando? Si ese es el caso creo que le rendirías tributo a Urano. Y respecto a tu pregunta, todos teníamos derecho a venir, así que aquí estoy. —la problemática chica respondió con voz jocosa. Portaba un quitón rojo entallada que no dejaba nada a la imaginación, dando una vista espectacular de sus atributos. Su maquillaje era espectacularmente hipnotizador, reinante entre rojos y brillos dorados. En su cabeza, una diadema decorada con rubíes contrastaba en perfección con su largo cabello suelto.

—Te ves espectacular Elkie. —YoonGi le halagó tomándola por sorpresa.

—Esto es nuevo. Tú teniendo ojos para alguien más que la espuma y llamándome Elkie en lugar de Eris ¿Te mordió algún sátiro? —bromeó la chica fijando su vista en la entrada mientras tomaba un sorbo de vino.

YoonGi se dio cuenta que su hermana no quitaba la vista de la entrada y entonces quiso saber qué le llamaba la atención, cuando lo descubrió se mordió el labio inferior tratando de controlarse.

El matrimonio "perfecto" llegaba haciendo gala de su hermosura. JiMin, el dios del amor y la sensualidad, junto a Taehyung, dios del fuego, desfilaban en sus hermosos trajes. Pero a YoonGi no le importaba su hermano, su vista estaba en su tío.

Afrodita se hacía paso, llamando la atención como cosa habitual, portando un quitón color vino que resaltaba todos sus atributos y dejaba ver sus estilizadas piernas. A diferencia de todos, no portaba joyas u oro, simplemente tenía una diadema de flores, aquella que le habían dado como ofrenda las amazonas cuando lo nombraron «La belleza del Olimpo».

La vista de todos estaba en él, aquellos que deseaban poder siquiera tocar un centímetro de su piel, aquellos que había tenido el placer de tenelo en la cama y aquellos que le envidiaban con venenosa pasión, pero nadie, absolutamente nadie le miraba como Ares. YoonGi sólo tenía ojos para él.

Como siempre se ignoraron, cada quien estaba de su lado, JiMin con su esposo, YoonGi con su hermana. No había razones para juntarse.

Cuando la media noche llegó Zeus entró a la morada, trayendo el más exquisito vino que había en todo el Olimpo, las personas se aglomeraron a su alrededor, la verdadera atracción había llegado.

Y mientras más distracciones albergaban el espacio, dos dioses se alejaban mucho más de las personas, escabullendose de las miradas y tomando caminos distintos que culminaban en un mismo destino.

Los pasillos del panteón eran grandes y estabas desolados, pasos apresurados hacían eco en la infraestructura, un dios con una copa de vino trataba de apresurarse pero no quería verse desesperado, sabía a dónde tenía que llegar, tenía toda la noche, pero no le gustaba desperdiciar ningún segundo.

Cuando por fin llegó al ala de dioses corrió hasta la habitación que deseaba visitar, le dio igual perder su elegancia, no aguantaba.

Cuando abrió la puerta de la habitación sintió de inmediato unos brazos cerrándose en su cintura, un empujón hacia una pared y unos labios desesperados sobre los suyos. Sin perder el más mínimo segundo también enredó sus brazos en torno a la persona y respondió a aquel beso con la misma necesidad.

Sentía las manos de su amante viajar desde su cintura hasta su cuello y luego bajar para apretar sus muslos, acelerando su pulso.

Su respiración fallaba a tal punto, el beso le había dejado sin aire, sentía una lengua acariciando con parsimonia toda su boca. Cuando se separaron por la falta de oxígeno en sus pulmones, Ares mordió el labio inferior de Afrodita jalandolo un poco, esa acción calentó de más al Dios del amor.

—JiMin... —la voz rasposa de YoonGi hizo temblar todo el cuerpo del aludido.

—YoonGi... —respondió con voz ida, mientras sus ojos brillaban con refulgente deseo carnal.

JiMin sonrió con expresión cómplice y empujó a YoonGi hasta lanzarlo sobre su cama, lo dejó arreglarse sobre ella y se montó sobre él quedando sentado sobre su pelvis, rápidamente acercó sus manos a las mejillas de Ares y las acarició con ternura.

—¿Cómo me veo? —una pregunta muy común entre ellos, porque por más que JiMin supiera que se veía espectacular, le encantaba que YoonGi se lo dijera, que le embriagara con sus dulces y calientes palabras.

—Fenomenal cariño, espléndido como siempre —el pálido subió sus manos hasta meterlas debajo del quitón y trasladarlas hasta los glúteos Afrodita sintiendo la piel directamente, caliente y suave—. Este traje te queda precioso mi dulce pecado, pero estarías mucho mejor sin él.

Sólo esas palabras bastaron para que JiMin se levantara y quitara su ropa del tirón, lanzandola por algún lugar de la oscura habitación. Nuevamente se abalanzó contra su amante y arremetió contra los labios de este, ayudándole entre torpes movimientos a desvestirse también.

A la lejanía se escuchaban líricas y poemas a gritos dando a entender que todos estaban lo suficientemente ebrios para no escuchar el escándalo que se montarían ambos en la habitación.

Afrodita deseaba con todo su ser a ese espectacular Dios que estaba bajo él, grabando besos apasionados en su caliente piel. Ninguno, absolutamente ninguno de sus amantes le hacía sentir como su sobrino favorito, Ares era simplemente el mejor de todos. Ni siquiera su esposo le complacía a tal punto de volver una y otra vez al mismo sitio inestable, sitio que sabía que podría caer pero él caería con gusto.

Si tan solo hubiese conocido a YoonGi antes que a Taehyung...

Esa madrugada nuevamente se fundieron en un vaivén de lujuria, pasión y amor desenfrenado. Sus pieles volvieron a unirse hasta ser una y sus clamores de deseo quedaron grabados en la memoria sempiterna de la luna.

No se detuvieron hasta saciar su desquiciante necesidad de sentirse el uno al otro. Y cuando el primer rayo de sol proveniente del crepúsculo entró a la habitación, Afrodita partió como siempre, dejando una flor de su diadema y un beso en los labios de su durmiente amante sin saber que él se llevaba algo más duradero, algo que les uniría por siempre, algo que le hizo estar nueve meses encerrado en su torre.

El primero de sus hijos.

El aclamado Eros.

El tiempo pasó cabalgando en un pegaso del infierno, tan veloz como desastroso.

Zeus era simplemente un rey, ni bueno ni malo, pero bien era cierto que muchos dioses y semidioses no querían seguir bajo sus reglas. Fue ahí cuando nacieron los rebeldes.

Los hijos de JiMin y YoonGi pasaron de ser uno, a ser ocho. Ocho hijos hermosos, todos agraciados como Afrodita, pero con el corazón de piedra, algo característico de Ares.

Todo el Olimpo lo sabía, sabía que Afrodita sólo era una cara bonita, porque sus acciones demostraban lo ambicioso y manipulador que era.

Tenía hijos que no se sabía de quienes eran, porque Hefesto tenía muy en claro que no eran de él, pero lo amaba y mientras no supiera con quién su esposo le había engañado estaba bien, tenía sospechas de alguien, los rumores siempre le señalaban pero no quería comprobarlo, prefería seguir ciego.

Ares conocía a todos y cada uno de sus hijos, había compartido con ellos y les había dejado claro que les mataría si le decían a alguien quién era su padre. Pero con el pasar del tiempo sólo logro armar una verdadera conección con dos de sus hijos, dos mellizos tan parecidos a él.

JungKook, la representación del terror, conocido en el campo de batalla como Deimos, uno de los aprendices favoritos de Ares, pero nadie sabía que era su hijo.

Y por otro lado estaba su hermana, JiHyo, la sangrienta Fobos. Matar era su deporte favorito y las espadas su mayor obsesión. Infundía miedo sólo con su mirar.

Mientras que Harmonía, Anteros, Adrestia, Himeros y Pothos se mantenían alejados de todos los rumores, escándalos y habladurías de la gente, pasaban desapercibidos. Sin embargo compartían el mismo deseo sangriento de sus hermanos y padre, ver el Olimpo arder mientras su solemnes muros caían dejando a Atenas en luto, el luto de perder sus presumidos y avariciosos dioses.

En el pasado Ares había peleado al lado de su padre, ahora pelearía contra él. Ya no sería Urano queriendo matar a su hijo, ni Cronos comiéndose a Zeus para que no lo matara. Esta vez se invertía, esta vez era el hijo quien empezaría la guerra.

Ares tenía a su lado a los rebeldes, a sus hijos, a su hermana Eris, los Cidoimos y un Dios principal que se unió con un acuerdo mutuo. Sólo le faltaba alguien, la única que persona que aún le mantenía atado al Olimpo.

Por eso era que estaba ahí de nuevo, en la habitación que compartía Afrodita con su hermano. Entró a huntadillas, Hefesto no estaba, volvía al amanecer, él se iría antes de que el alba llegara. Había dejado a uno de sus sirvientes cuidando el perímetro, cualquier imprevisto debía ser notificado.

YoonGi caminó sigiloso hasta llegar a la cama matrimonial que estaba en medio del lujoso lugar y encontró a su delirio entregado a Morfeo, dormía pacíficamente enrollado entre la seda color salmón, se veía espectacular.

Le sacudió con delicadeza hasta que Afrodita abrió los ojos tratando de enfocar alrededor, la habitación estaba a oscuras, sólo siendo tenuemente iluminada por los rayos plata de la luna de la madrugada. El Dios del amor bostezó mientras se acomodaba para sentarse en la cama, cuando estuvo despierto en su totalidad sonrió enamorado tomando de las manos a YoonGi.

—Tardaste, me quedé rendido. —dijo con voz cansada.

—Estuve un poco ocupado con JungKook y SeJun, sabes, lo que haremos pronto. —YoonGi se quitó las botas y desarmó su armadura para poder colocarse al lado de su amado, aprovechando para recorrer su tersa piel.

—Te diría que estás loco, pero ya sabes que sí. Tú puedes hacer lo que te dé la gana, mata a Zeus y cómetelo si así quieres —JiMin se acomodó mejor cambiando su expresión dulce por una seria y molesta, aquella expresión que YoonGi temía—. Pero sabes que jamás te voy a perdonar si algo le pasa a alguno de mis hijos, JungKook y JiHyo te seguirán hasta el fin del mundo pero si salen lastimados te vas a arrepentir. Puedo ser lo que quieran, pero amo a mis hijos y mataré a cualquiera que les haga daño, así seas tú.

YoonGi se quedó callado con aquella revelación, sabía que lo primero para JiMin eran sus hijos, aunque no pareciera, era de los pocos dioses que de verdad le importaba su descendencia.

Se acercó hasta su amado y subió sus manos para acariciar las mejillas de Afrodita en tanto le ofrecía una sonrisa conciliadora.

—Nada les pasará, Eros, Harmonía y Pothos saldrán de Atenas antes de que todo esto comience. Los mellizos son los únicos que se quedarán conmigo porque Himeros, Adrestia y Anteros sólo estarán hasta que tú te vayas. —lo último hizo que JiMin de alterara.

—¿Sigues creyendo que me iré del Olimpo? —bramó fastidiado y cansado para levantarse de la cama a pasos apresurados, su cuerpo estaba desnudo así que Ares pudo disfrutar de ese espectáculo.

—JiMin, cálmate. ¿Crees que me iré sin ti? —también se levantó llendo tras es alterado Dios—. ¿O acaso crees que aún vivirás cuando vayan contra los doce olímpicos? —ante tal revelación JiMin le observó con sorpresa, esa información no la sabía—. El objetivo son los grandes, tú y yo somos los únicos que podremos salir con vida, no te puedo dejar.

—Eso no me lo habías dicho, creí que sólo era contra MinHo ¿Por qué ir hacia los otros?

—Si mi padre cae la que obtendrá el poder será Atenea y eso será peor. Todos ellos son como una plaga y tenemos que exterminarla desde ya —YoonGi avanzó hasta alcanzar a JiMin y tomar sus manos con delicadeza viéndole con súplica—. Debes venir conmigo.

—Soy la ramera del Olimpo ¿De verdad me quieres junto a ti? —a JiMin simplemente le embelesaba la manera en la que YoonGi le apreciaba, era el único que le había amado en toda su vida.

—Corazón, te dije que obtengo todo lo que quiero. Y tú te quedas conmigo —las palabras de YoonGi encendieron los puntos sensibles de JiMin, enseguida su vista de fijo en los delgados labios de su amante—. Haremos nuestras vidas lejos de este lugar de mierda ¿Te vas a venir conmigo?

—Sí. —fue lo único que dijo para luego atacar a YoonGi con desesperados besos.

Afuera el frío era punsante, pero dentro de esa habitación el fuego ardía con furia. Dos amantes nuevamente se veían en una batalla, batalla donde el enemigo era la ropa y sus armas eran sus manos.

Esta vez no era la habitación de Ares, ni había alguna fiesta atrayendo a toda la población del Olimpo, en la mañana Hefesto llegaría y por ello YoonGi debía partir antes de que el sol saliera.

La madrugada pasó cruelmente rápido, dejando dos cuerpos extasiados y satisfechos, tanto que no se dieron cuenta cuando el sol salió y el dueño de aquella casa llegó.

Hefesto sabía que Afrodita metía a su amante a su alcoba, había intentado atraparlo pero siempre fallaba, estaba cansado de la situación. Pero debajo de su manga tenía un As preparado, sólo estaba esperando que el momento oportuno llegase.

Tal y como las demás madrugadas llegó exhausto sabiendo que su esposo dormía después de haber dejado que otro disfrutase de su cuerpo. Se quitó su armadura y botas para dirigirse a su alcoba y descansar un poco. Pero insólita fue su sorpresa al ver que ahí, en su propia cama dormía alguien que no esperaba.

Ares, su hermano, el pequeño YoonGi...

La sorpresa fue remplazada por ira y se sintió tan traicionado, ese sabor amargo que todos y cada uno de los residentes de Atenas conocía, pero que él experimentaba por primera vez.

Taehyung era un Dios diligente, nunca había fallado a sus votos de matrimonio y jamás había sido infiel, era de los pocos que aún respetaba la lealtad de la unión.

Ahora simplemente se arrepentía de haber sido un estúpido, sólo se había ganado el apelativo de ciego y permisivo, estaba cansado de ello. Por eso mismo había creado –con la esperanza de que funcionara– una red invisible con ayuda de Zeus, red que ahora caía sobre los cuerpos desnudos de Ares y Afrodita, despertandolos de inmediato y dejándolos inmovilizados.

—Tú... Hubiera preferido encontrar a mi padre en esta cama en vez de a ti, estoy tan dolido. —JiMin estaba asustado, nunca imaginó que ese día llegaría, mucho menos que vería a Taehyung tan enojado y frustrado al mismo tiempo.

YoonGi por su lado intentaba con todas sus fuerzas moverse al menos un poco, pero le era imposible. Escuchó las palabras de su hermano pero poco le importó, le parecía irónico que Taehyung estuviera más decepcionado de que fuera él el amante de su esposo.

—Ustedes se han reído en mi cara, me han tomado de pusilánime, han deshonrado la intimidad de mi casa. JiMin, a pesar de todas las habladurías y blasfemias hacia tu persona, confiaba en tí —en ese momento los ojos del aludido se llenaron de lágrimas, su cuerpo entero tembló ante la vergüenza—. Y tú, YoonGi. Zeus debió acabar contigo cuando pudo, eres un castigo de Caos por todo lo malo que hicieron sus desendientes. Yo les castigo con la vergüenza pública, todos sabrán la basura que son.

Sin más salió de aquella habitación para proceder con el castigo, uno de los más indignante del Olimpo. La exposición al público de sus errores.

YoonGi se desesperó al ver la cara de JiMin, totalmente roja de vergüenza le hacía saber que el Dios del amor sufría en grande.

Cuando los dioses entraron a la habitación no hicieron falta las burlas hacia Taehyung, incluso su padre exclamó lo "poco marido" que había sido. Los insultos cayeron sobre JiMin y los reclamos en contra de YoonGi. Incluso Dionisio, quien no parecía salir de su torre al menos que hubiera fiesta, llegó para presenciar uno de los escándalos que marcaría la historia de Atenas.

Las diosas fueron las únicas que no hicieron presencia, se sentía abochornadas con el chisme, sabían que Afrodita terminaría de manchar su reputación en algún momento, no merecía ser la representación de la perfección en el Olimpo, era una ofensa.

Y mientras más burlas llenaban la alcoba de aquel matrimonio que se desmoronaba, Taehyung seguía exigiendo un juicio, un juicio en que exigiría la cabeza de Ares para exhibirla.

El revuelo llegó hasta los oídos del Dios del océano, quien subió al Olimpo sólo para mediar entre los hermanos.

Así que después de unas intentas horas, donde YoonGi sólo maquinó la manera de degollar a todos y cada uno de los presentes que hicieron a JiMin llorar; Poseidón le prometió un juicio a Hefesto con la condición de que soltara a ambos dioses.

Pero a penas la red fue retirada YoonGi salió corriendo pasando sobre todos los presentes, lanzandose por la ventana lo que terminó por dejar a todos estupefactos.

Apolo soltó un bufido aburrido y salió del lugar siendo seguido por las personas que estaban allí. Sólo Hefesto y Afrodita quedaron en el lugar, quedando un aire irrespirable.

—¿Viste? Ni siquiera tuvo la cara para afrontar sus contiendas. Incluso te ha dejado aquí, solo, sin saber si te mataré. —las palabras venenosas pudieron causar un efecto doloroso en JiMin, pero el veneno que este cargaba dentro de sí era aún mayor, contando las palabras mudas que dejó su amor antes de irse.

«Esta noche lo haremos, prepara una armadura. Nos vemos mi amor.»

La noche había caído en el Olimpo trayendo un aire tenso, como un mal augurio. Lo atribuyeron al reciente escándalo sin saber qué era lo que se avecinaba.

YoonGi estaba terminando de atar las cuerdas de sus botas, armado de acero y con su espada bañada de sangre se preparaba para dar batalla, él lideraría junto a Deimos y Fobos.

El resto de sus hijos ya se encontraban fuera de Atenas, dirigiéndose a Gales para luego partir a Roma, donde una nueva vida sería construida.

Eris estaba ansiosa por ver Atenas bajo un baño de sangre, quería con todo su ser que todos aquellos quienes la alejaron y pintaron su lienzo con trazos de rechazo y odio sufrieran. Ella pudo ser una buena diosa, controlar los dones que le otorgó el destino, pero sólo le vieron como una amenaza, así que se convirtió en ella.

Ares se situó frente a su batallón, el cual era alimentado con ansias de ver a mucha gente pagar sus agravios. Enío y Demon lideraría las tropas más pequeñas mientras que Eris lideraría la tropa que iría contra los olímpicos. Ares tenía otro objetivo.

—No les tengo que decir qué hacer, el plan ha sido repasado millares de veces ¡Quemen el Olimpo y podrán quedarse con él! —el grito de guerra fue dado e inmediatamente los rebeldes salieron, inundando las calles de Atenas, infundiendo terror y pánico cuando la primera gota de sangre cayó, alertando a los residentes del panteón.

Cuando Zeus pudo observar, desde lo alto del monte olímpico, como la ciudad se iba incendiado poco a poco, consumiendo los gritos de terror y como la multitud enfurecida tenía como objetivo su hogar, cerró las puertas llendo hasta la sala de reuniones, convocando a los doce olímpicos, de los cuales faltaron dos.

Ares y Afrodita.

Hades tampoco llegó, estaban jodidos.

La guerra desencadenada subía a pasos furiosos hasta el panteón. Cuando encontraron las puertas cerradas no dudaron en tumbarlas con todos sus recursos.

Zeus temblaba mientras escuchaba los gritos y las protestas, Atenea estaba lista para la guerra igual que todos. Una sombra se asomó y Hera gritó, estaba tan aterrado de morir. Pero en cuanto vio a su hijo menor respiró con un poco de tranquilidad, estaban a salvo.

¡Oh! Que equivocado.

—¡Ares! Gracias a Gea que has llegado ¡Detén lo que está pasando! —su padre avanzó hasta llegar a él y lanzarse sobre sus brazos sin premeditar que YoonGi lo empujaría con tanta fuerza que lo botó directo al suelo, Deméter y Hestia se levantaron de sus asientos alarmadas.

—¡Ares!

—¡YoonGi!

—¿Últimas palabras? —la pregunta confundió a todos, mas, al ver entrar a Macas, Hisminas y Polemos gritaron aterrorizados; la presencia de los acompañantes de guerra de Ares sólo significaba una cosa.

Moriremos todos.

—YoonGi ¡¿Qué crees que haces?! —Zeus bramó con cólera cuando más presencias malignas entraron al lugar, rodeandolos a todos con espadas y lanzas, claramente si se atrevían a moverse, morirían.

—Saquen a los demás de aquí y hagan lo que quieran con ellos, sólo quedaremos Zeus y yo. —la orden fue acatada al instante. Atenea y Hermes fueron los primeros en quejarse cuando fueron tomados a la fuerza.

—YoonGi ¡Hijo de Tanatos! ¡¿Cómo te atreves?! —Atenea bramaba con molestia mientras luchaba para soltarse.

—¡Gea te va a castigar!

—¡El Tártaro te espera!

Y demás gritos se escuchaban, cada vez más difusos.

—Padre, hoy tú y yo volvemos a repetir la historia, y creo que sabes el desenlace. —la sonrisa demoniaca de YoonGi sacó de sus casillas al Dios de dioses.

—No vas a ganarme, no tienes el porte para ganarme. —Zeus se denominaba.el rey de aquel tablero de ajedrez, sin analizar que el rey siempre tenía pasos limitados y hasta una simple torre podría ganarle.

—Pero si yo no soy quien te dará batalla, no tengo motivos, pero este personaje sí y contra él no hay quién pueda. —YoonGi terminó de decir para hacerse a un lado y dejar que el enigmático Dios que le ayudaba quedara a la vista.

Hades había llegado por su trono.

—Espero que hayas disfrutado de mi puesto, pero ya no me parecen divertidos tus juegos. —la gélida voz de NamJoon infundió miedo en MinHo, la hora de pagar había llegado.

Hera logró escapar de los Cidoimos y corrió a través de los pasillos del panteón, queriendo llegar a una de las salidas escondidas que daban al mar, quería huir, no dejaría que lo mataran.

Sin embargo, antes de poder siquiera salir del área del panteón se cruzó con su peor pesadilla, la persona que más odiaba, Afrodita.

El Dios del amor estaba vestido con un quitón negro, era la primera vez que se le veía con un color diferente a los rosas pálidos y rojos candentes. Portaba una espada forjada en hierro, grabando con una frase que logró leer.

“Soy la espuma y el veneno, todo cae ante mí”.

—Taemin, querido suegro, que bueno encontrarnos. —JiMin habló con notable burla mientras balanceaba su espada de adelante hacia atrás.

—Afrodita, ramera del Inframundo, eres lo peor que nos pasó. Tú naciste para ser nuestra destrucción. —Hera intentó irse de allí, pero JiMin no se lo permitió.

—Yo surgir para bendecirlos con mi belleza, pero ustedes no supieron apreciarlo, por eso mismo este panteón está comenzando a arder entre las llamas. —el enfrentamiento entre ambos por fin había llegado, pero sólo JiMin estaba preparando para dar batalla.

—¿Por qué has hecho mi vida tan difícil? ¿Tanto te costaba mantenerte al margen? Desde que el día que apareciste te encargaste de luchar contra mí, de intentar rebajarme y hacerme sentir inferior. Incluso armaste una riña entre mis hijos ¿No es ya suficiente? —el tono dolido de Taemin sólo alimentó el ego de JiMin.

—Yo jamás estuve en tu contra, ni siquiera te prestaba la mínima atención, pero fuiste tú quien vino y comenzó a atacarme. Que te sientas inferior con mi presencia no es asunto mío, mi existencia no gira en torno a la tuya, no te creas tan importante —aún sin usar su espada, Afrodita estaba destruyendo desde el interior a Hera—. Y sobre tus hijos: me gustó Taehyung y me casé con él, pero luego Ares me fascinó y ciertamente no quería soltar a ninguno. No tiene nada que ver contigo.

—Tu belleza es sólo exterior, porque estás podrido por dentro. —a ese punto Hera lloraba, rendido.

—No puedo tomar en serio la opinión de alguien que nunca antes la había emitido. ¿Sabes por qué me odias tanto? Yo sí lo sé, me odias porque yo soy lo que tú no pudiste, soy libre y no sigo las reglas de este nefasto sistema, a tí te casaron con alguien a quien no querías mientras que yo tuve a muchos a mi merced sin estar atado. Siempre fuiste tan inseguro porque lo único que tenías era Zeus e incluso él te hacía de lado. Tus hijos no te quieren, tu esposo pone a mortales sobre tí y tu título no te sirve de mucho. Aún si hubiera querido pelear contigo, no cumplias los estándares para luchar contra mí.

»Yo nací de los genitales castrados de mi padre, emergí de la espuma y no necesité otro Dios para armar mi propio imperio —Taemin había caído arrodillado con la cabeza baja, mientras esperaba la estocada final—. Pero no te preocupes, todos van a caer junto a tí y yo desapareceré de Grecia, al final tendrás lo que querías, de una manera más a mi estilo pero será tu principal petición.

Y después de que la última palabra fuera emitida, JiMin alzó su espada y la blandió sin miedo, dando certero en la nuca de Taemin y posteriormente vio como su cabeza rodó por el blanco suelo de mármol manchadolo de sangre.

Sin ningún tipo de remordimiento dejó el cuerpo allí y salió caminando, tan campante como siempre mientras su alrededor se caía a pedazos, sintió un temblor y supo lo que acababa de ocurrir, Hades había abierto el Tártaro, los Cíclopes y Titanes volverían a estar en el Olimpo.

Bajó el monte olímpico mientras el panteón estaba encendido en llamas y en el cielo se cernía una negruzca capa de cenizas, la oscuridad perpetua apenas iniciaba. Al llegar a la parte baja de la colina se encontró con Perséfone, la nueva reina.

—Mi señora, es un gusto volver a verla. —JiMin se inclinó mostrando respeto por la única diosa que no le había tratado con desprecio.

—Afrodita, ya deben irse, saca a Ares y a tus hijos de aquí. Espero que algún día nos veamos de nuevo. —la diosa de diosas le aconsejó con verdadera preocupación.

—Estoy por hacer eso, disfruta de tu nuevo reino Yoon Ah. —se despidió y siguió su camino mientras arrastraba su espada que aún goteaba sangre.

A través de su camino hasta la salida de Atenas observó como la mayor creación de los dioses se iba consumiendo, alrededor del monte olímpico muchas criaturas rondaban. Hades oficialmente era poseedor del Inframundo y de la Trinidad, dejándole el océano a SeokJin con la condición de que nunca pisara las tierras de Atenas, Poseidón había aceptado.

Cuando divisó la salida de aquella ciudad se encontró con la imagen de sus dos hijos, su amante y la hermana de este junto a varios caballos, sólo faltaba él para partir lejos de ese lugar.

—Listo, ya no queda nada para nosotros aquí, vámonos. —JiMin se acercó hasta sus hijos para abrazarlos y después a Ares para besarlo.

—Queda mucho camino por recorrer y sus otros hijos deben estar ansiosos por saber de ustedes, fue difícil sacarlos de aquí. A cabalgar. —Eris alzó su voz y se montó en su caballo agarrando las riendas. Los demás le imitaron siguiendola, sería ella quien liderara el camino.

—Joder ¡Esto fue maravilloso! —exclamó JiHyo mientras JungKook sonrió con el mismo sentimiento.

El sol estaba a punto de salir y el frío estaba insoportable, pero ahí iban, cinco dioses que habían acabado con el que un día fue su hogar.

Cada uno había tenido lo que quería, estaban juntos, montarían cimientos en otro lugar donde ellos serían los reyes y el lugar que tantos dolores de cabeza les había traído estaba totalmente consumido.

Esa madrugada toda Grecia cayó en un luto perpetuo, sus dioses, sus templos, sus adoraciones habían caído. Nunca se supo la historia real, muchos dicen que Zeus se volvió loco y destruyó el Olimpo, otros que sus hermanos lo traicionaron para quedarse con todo, pero nadie llegaba a acertar con la realidad.

La verdad fue convertida en mito y los mitos fueron distorsionados hasta que simplemente la realidad se perdió entre líricas y poemas épicos.

Los mortales siguieron rindiendo culto a dioses que destruyeron todo, pero nadie tenía porque saberlo.

El Olimpo había caído, Grecia lo lloraba y en Roma, Martes y Venus alzaban sus murallas, apoderándose poco a poco de la confianza de los mortales.

Nadie tenía porque saber la verdad sobre la caída del Olimpo, no era necesario mientras existieran dulces cuentos que disfrazaran la desfachatez de tales eventos.

Fin.

JiMin como Afrodita:

愛 ❱⟩ Cantidad de palabras: 6632

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro