⊹ ָ࣪ capítulo veintisiete.

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Soobin iba detrás del Omega una vez que tuvo todo listo en el maletín.

―¿Seguro que no olvidas nada?, ¿Estarás bien?

Y Kai rodó los ojos por cuarta vez en la mañana, dando un resoplido para terminar de acomodarse la enorme remera de lana.

―Ya, Binnie. Pareces mi mamá y como si estuviera a punto de ir a la guardería.

El Alfa selló sus labios, sintiéndose un tanto apenado que terminó por rascarse la oreja.

―Lo siento, ¿Estoy siendo pesado?.

Kai negó con la cabeza, dando unos cuantos pasos para estar cerca de Soobin y mirarlo fijamente.

―No, tranquilo, estoy bien. Pero de todos modos no tienes por qué preocuparte tanto, ya hablamos de esto.

―Lo sé, cariño, pero uhm... Mi tigre está un poco ansioso, no hay momento en que no pueda dejar de pensar en ti y los cachorros.

―Y eso es demasiado lindo, pero debes confiar en mí ― Intentó persuadir al Alfa, dándole un último beso en los pomposos labios antes de dirigirse a la puerta ―Nos vemos en la tarde, amor.

Soobin todavía anonado por la genuina muestra de afecto, simplemente alzó su mano derecha para agitarla. Pese a que había pasado un poco más de un mes, algunas veces se le hacía difícil comprender que ya no estaba en un sueño, que de verdad Kai correspondía sus sentimientos.

Y era jodidamente mejor de lo que imaginó.

Kai ingresó a la agencia con una sonrisa reluciente, saludando a todos los que veía y que quedaban maravillados por su dulce aroma.

Los días habían sido verdaderamente buenos y tranquilos en su mayoría. Y era algo obvio por que dormitaba a la perfección bajo el denso olor a café y unos brazos rodeándolo con suavidad. La habitación que aprendieron a compartir estaba repleta de una calidez de feromonas.

Kai amaba esa sensación, amaba estar con Soobin.

Y por esa misma razón, sus cambios repentinos de humor eran fácilmente controlados, pero el Omega no iba a negar que de vez en cuando tenía sus arranques de inseguridad, alzando toda una escena dramática por temor a que no fuera suficiente y se viera demasiado hinchado. Soobin siempre terminaba arrullándolo entre besos y caricias suaves en su pancita ya no tan pequeña. Cantándole dócilmente a los cachorros que rápidamente parecían calmarse cuando la situación lo ameritaba, porque en otras, cuando Kai se estresaba hasta de lo más mínimo y Soobin volvía de la oficina, el saludo enérgico que el alfa hacía de rodillas y frente al vientre abultado, era bien recibido con un par de pataditas y movimientos que no sobrepasaban lo tosco ni peligroso.

Namjoon les había dicho que era algo completamente normal y que ayudaba en la mejor agudeza del desarrollo en las crías, por lo que al caer la noche, Soobin y Kai habían conseguido tener el pequeño hábito de convivir más de cerca con los bebés y lo que estos podían percibir con ayuda de sus sentidos.

Era una experiencia demasiado hermosa, Kai jamás creyó vivir una paternidad y disfrutarla tanto a pesar de los altos y bajos.

Es por eso mismo que intentaba seguir de esa forma, aún en el trabajo y con cierta pesadez en los nuevos proyectos, tenía la certeza de que lo estaba llevando más que bien a pesar de ser primerizo en el embarazo.

O claro, tuvo que serlo hasta que chocó nuevamente con Hoseok al mediodía. Quien desgraciadamente había vuelto de un corto viaje con justificaciones personales.

―Woah, realmente siento como si me hubiera ido por meses ― Dijo el alto Alfa, sin ningún tipo de discreción en su mirada al vientre de Kai.

“Ojalá te hubieras largado para siempre.”

―Ajá, nos vemos en la sala de juntas ― Murmuró aburrido, queriendo rodear el cuerpo ajeno para avanzar en el pasillo.

―¿Y quién es el padre, Eh?.

Eso fue suficiente para que los pies de Kai dejaran de moverse, apretando los papeles que llevaba entre sus manos.

―¿O es que se dio cuenta de que no eres suficiente Omega y no quiere hacerse responsable?.

El castaño dio media vuelta como pudo, no podía ignorar eso, no cuando hasta su parte felina se sintió demasiada herida.

Quería hablar, defenderse como siempre lo había hecho. Pero había un lado muy dentro suyo que empezó a doler, su garganta se apretó y sintió sus ojos cristalizarse.

―Vamos, Ning, siempre has sabido que nadie nunca te tomó en serio ― Hoseok prosiguió sin notar el estado del Omega, su sonrisa estaba intacta, descaradamente burlesca ―Hasta tú me lo dijiste antes de tener algo contigo.

Kai sintió un apretón en su pecho, pero la sensación se coló hasta que el dolor fue a su vientre y algo parecido como calor o tal vez fiebre se apoderó de su piel, haciéndole sudar las manos.

Todo le dio vueltas, se obligó a dar un paso para replicarle a Hoseok con cólera, pero el mareo fue más fuerte que terminó cayendo ―por suerte― en los brazos del único Alfa ahí, dejándole con temor a lo que le había ocasionado.

“Mierda, sabía que tenía que suceder algo.” Decía en mente Soobin, con las manos nerviosas y el pulso al mil.

Rápidamente bajó del taxi luego de pagar y corrió lo más rápido que pudo, sin importarle las indicaciones de una de las enfermeras sobre seguir unas estúpidas reglas.

No podía obedecer justamente ahora cuando recibió una llamada de un tal Jeongin diciéndole dónde se encontraba actualmente Kai.

Su tigre tenía razón, de alguna manera no pudo estar tan calmado en la mañana con su animal corriendo de un lado al otro. Aunque a decir verdad, desde hace mucho que tenía una sensación extraña e incompleta, demasiado complicado de explicar.

―Tú debes ser Soobin ― Habló el más alto del grupo ―Un gusto, yo me llamo Minho y él Jeongin.

El pelinegro los identificó velozmente como Alfa y Omega, y terminó por asentir. Removiendo su cabellera un tanto desesperado y agitado, intentó preguntar.

―¿Cómo está, Kai?, ¿Qué le ocurrió?.

El único Omega estaba tenso y preocupado de igual manera, por lo que negó sintiéndose mal.

―Llegamos hace pocos minutos y está en revisión con su médico de cabecera, creo que nos lo dirán pronto.

―P-Pero, ¿Reaccionó o algo?.

―Esperen, debemos mantenernos en cal...

Soobin dejó de escuchar lo que pudo haber dicho Minho para enfocar la imagen de Hoseok en el preciso momento en que se levantó de una de las sillas en fila. Su ceño se frunció y su tigre rugió en modo de desconfianza y cierta cólera, Soobin no podía objetar nada. A ninguno de sus lados les caía bien aquel Alfa.

―¿Se puede saber qué carajos haces aquí? ― El pelinegro vociferó tan pronto como se acercó y lo tomó de la camisa.

Hoseok calló abruptamente porque sabía que era su culpa, que fue tan imprudente y no se había medido en bromear pesadamente con el Omega. Su viaje había sido un fracaso puesto que ninguna de las disqueras a las que acudió lo aceptó, sus gastos económicos habían incrementando de la noche a la mañana y tenía problemas con el nuevo y supuestamente lujoso departamento que había rentado en el centro de la ciudad. Tenía un estrés tan de la mierda que cuando volvió a ver a Kai, tan feliz sin él, olvidándolo así sin más; no lo pensó demasiado, quería cobrarse al menos el golpe que el Omega le había dado a su ego y orgullo.

No esperó nunca que Kai terminara desmayándose. No es como si fuera un omega dócil y sumiso ante la primera palabra venenosa.

“Pero está encinta, imbécil.” Le regañó su subconsciente, la había cargado y en grande.

―¡¿Hablarás o vas a fingir ser la puta víctima?!.

La voz de Soobin salió mucho más fuerte ahora, sus ojos cambiaron perceptiblemente a un tono rubí y dejó salir un gutural gruñido en amenaza. Cuando estuvo a punto de dar el primer golpe, la voz de Namjoon resonó junto a las manos de Minho intentando detenerlo.

―Soobin, por favor, piensa bien antes que todo. Pueden sacarte de aquí y sé que eso es lo que menos deseas justo ahora.

―Señor Choi, venga conmigo.

El Alfa inhaló con fuerza, soltando a Hoseok para tratar de controlar su lado más agresivo e impulsivo. Cuando reconoció la voz de Kim, fue entonces que caminó apresuradamente para entrar a la habitación.

La ansiedad volvió a recorrer su organismo.

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