23.-

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— ¿Te divertiste?

Kai soltó un suspiro después de escuchar la pregunta de Soobin. No sabía si todo lo que había pasado en la casa de ricos de Yeonjun contaba como diversión, pero si la pregunta hubiera sido mejor formulada, seguro él habría dicho que jamás se había sentido tan comprendido en todos los años que llevaba vivo, como cuando estuvo con Beomgyu.

A esas alturas quería mucho al otro felino, este se había ganado un espacio en su corazón desde la primera vez que lo enfrentó, hasta cuando Kai, antes de irse y a modo de despedida, le tiró una almohada en la cara para despertarlo, burlándose cuando Beomgyu se sentó sobresaltado, buscando con la mirada a Yeonjun y gritando su nombre entre maullidos.

—Nah, estuvo aburrido. Llévame a comer, Soobin.

—Kai, aún tengo que estudiar historia del arte ¿Sabes? Y por mucho que ame el arte, me vale una mierda su historia.

— ¿Entonces para qué estudias eso?

—Para terminar la universidad, necesito eso.

—Boberías ¿Para qué estudias? Para trabajar, ¿Para qué trabajas? Para morir igual que todos en una caja, mejor vivamos la vida loca. Vamos a comer, me follas toda la noche y mañana te quedas a dormir conmigo hasta las seis de la tarde.

—No tienes remedio.

—No, tú eres quien se complica la vida por tonterías como el estudio y esas porquerías.

Kai suspiró, inclinándose hacía el lado para tomar la CocaCola que Soobin le había comprado. La abrió, buscando la pajilla en la bolsa y luego la metió en la botella, mordiéndola primero, Kai amaba morder la pajilla, así sentía que no se le escapaba de la boca cuando tomaba su gaseosa, además de que a veces sus pequeños colmillos le hacían hueco a esa cosa plástica, y más bebida entrada a la vez entre sus labios.

—Kai… Solo… Solo vamos a casa ¿Quieres?

Soobin ya llevaba un buen tiempo conociendo a su felino, así que sabía que cuando Kai se cerraba en que sus creencias eran lo correcto, nadie podía hacerle cambiar de idea y estaba bien, porque hasta el pelinegro entendía que si alguna vez la humanidad pensara como su novio, sería un estrés menos en más de la mitad de la población.
—No, quiero ir a comer hamburguesas, Soobin.

—No he leído ni una hoja de las separatas de historia ¿Sabes qué es lo peor? El examen es oral, encima de sacar mala calificación, me humillaré frente a mi grupo de cincuenta personas.

—Deja la universidad.

—No.

—Llévame a comer una puta hamburguesa, Soobin.

Soobin gruñó, presionando con más fuerza el volante del auto, observando al pequeño rubio con mirada retadora, volviendo después su mirada al frente, encontrándose cerca del desvío hacía Burger King, donde sabía estaban las hamburguesas que tanto le gustaban a Kai; pero tampoco podía dejarse someter de esa forma por su novio, ni aunque lo amara tanto, o supiera que si iban a su casa, Kai no le hablaría hasta que él tuviera que salir en las madrugadas a comprarle su antojo solo porque el rubio lo quería así y ya, sino, la ley del hielo eterna.

—Es injusto. —Escuchó un lamento del pequeño, observándolo por el rabillo del ojo. — Si Beomgyu le pide algo a Yeonjun, él sale a comprarlo a la hora que sea.

—Beomgyu no habla, idiota.

— ¡Ese no es el punto, imbécil! —Kai gritó, aunque después volvió a tumbarse sobre el asiento, jugando con la pajilla de su gaseosa, soltando un largo y melancólico suspiro, con uno de esos pucheros que se le hacían irresistibles a Soobin, y a cualquier persona con capacidad de reconocer lo adorable. — Yeonjun hace eso porque lo ama, yo quisiera que tú… —El rubio llevó su mano sobre la que Soobin mantenía en la palanca de cambios, inclinándose hacia adelante, pestañando repetidas veces, meneando sus orejitas y al final dejándolas caer hacía los lados. — Quisiera que me ames al menos un poquito de lo mucho que yo te amo… Y así saber que harías todo por mí, como yo lo haría por ti, Soobinnie.

—Por tu puta madre, Kai, para. Bien, iremos por tus malditas hamburguesas.

Soobin giró el timón en la vuelta debida para dirigirse al Burger King. Nunca le confesaría a Kai que había reducido un poco la velocidad con tal de no pasar esa curva, porque al final, sin necesidad ponerse tan melodramático, seguro lo habría convencido con simplemente un par de besos.

—Gobernado. —Susurró el minino.

— ¿Qué?

—Que te amo, Soobinnie.

Una vez el ojinegro abrió la puerta, Kai entró caminando tranquilamente, con su, quizás, quinta hamburguesa comida en apenas la noche. Soobin soltó un suspiro al estar por fin en la comodidad de su casa, además de ver su precioso sofá llamándolo para recostarse en él, con el cuerpo de Kai al lado del suyo, Dios, eso era vida.

Pero luego, girando apenas un poco más la cabeza a la mesa central de su sala, observó las diez separatas que tenía que leer para su examen oral del día siguiente, de las cuales había repasado lo que se dice… Nada.

—Hoy estuve viendo Los Vengadores ¿Te conté? —Escuchó la voz alegre de su minino, observándolo sentarse con tranquilidad en el sofá, y vaya que Soobin se moría por ver esa película aunque fuera por millonésima vez.

Kai colocó su cola sobre su regazo y continuó comiendo su hamburguesa, olvidándose del mundo mientras meneaba las orejas ante cada brisa que entraba por la ventana abierta y apoyaba sus pies sobre la mesita de noche, incluso sobre las hojas que Soobin tenía que repasar. Si se tuvieran que entregar, el mayor lo hubiera regañado, pero como solo eran impresiones para repasar, incluso él había dibujado miles de veces a Kai ahí, en caricatura, claro, en un boceto de comic que tanto se moría por perfeccionar.

—Tengo que estudiar aquí en la sala ¿Por qué no ves televisión en el cuarto? —Kai asintió, levantándose y caminando a paso tranquilo a su habitación, preguntándole a Soobin dónde estaba su CocaCola. Cuando el mayor se la entregó, el rubio se fue con tranquilidad, como el buen niño que era siempre que estaba comiendo algo.

☆☆☆

Pasadas menos de dos horas, Soobin tenía su frente apoyada sobre su escritorio en la sala, absolutamente nada de lo que leía le entraba en el cerebro, y la parte más desesperante de esto era que escuchaba las constantes risas de su pequeño gatito desde su cuarto, burlándose por algunos vídeos graciosos que estaban pasando en el noticiero.

Kai había salido un par de veces para ir a buscar algo de comer, por suerte aún quedaban sobras del día anterior cuando pidieron pizza, eso sí sobras se les puede decir a los pedazos que Soobin escondió para que Kai no arrasara con todo y después tuviera hambre de nuevo.

— ¡Soobin! ¡Soobin, corre! ¡Mira esto!

Escuchar los gritos alarmados del minino fue suficiente para desperezar al mayor, casi corriendo hacía la habitación, y soltando el aire de sus pulmones cuando se encontró con Kai sentado al borde de la cama, manteniendo su mirada en la televisión, mirando a Soobin y luego señalando hacía el aparato.

—Es Beomgyu.

Soobin caminó a paso tranquilo hasta sentarse al lado de Kai, admirando las figuras que aparecían en la televisión: Un hombre de poco más de treinta años en un canal de noticias, presentando la imagen del pequeño Beomgyu en sus manos, y otra más grande al lado de él, colocada en la pantalla. Era Beomgyu, de eso no cabía duda. Esos eran sus ojos esmeralda apagados, y sus rizos chocolate desordenados, además de que ese Beomgyu no sonreía, pero era él, sin ningún cambio más que el vacío con el que miraba a la persona que tomó la fotografía.

El anuncio fue el típico del que Yeonjun le había hablado, al parecer ese sujeto era muy reconocido en Tokio como un empresario de una tienda de juguetes infantiles, él decía haber perdido a su gatito en un viaje de negocios que hizo hacia Londres, así que necesitaba que se lo regresaran porque lo extrañaba mucho, además de ofrecer una gran suma con muchos ceros, que no tardó en aparecer en la parte posterior de la pantalla.

—Soobin… Yo lo conozco.

La voz aterrada de Kai le erizó la piel, el pelinegro volteó alarmado, encontrándose con su pequeño temblando, sin despegar la mirada de la televisión, aunque el anuncio ya había desaparecido y el programa se fue a comerciales.

—Yo-Yo… Ese hombre, Soobin.

Soobin atrajo a su minino contra su pecho, cargándolo con cuidado, hasta sentarlo sobre sus piernas, dejando que el gatito enredara su cola alrededor de la pierna del mayor y sus brazos los mantuviera en su propio cuerpo, dándose un abrazo, protegiéndose a sí mismo.

El ojinegro acarició dulcemente los cabellos de Kai, sintiéndolo temblar aún, escuchándolo repetir una y otra vez que conocía a esa persona.

El mayor perdió la cuenta del tiempo que mantuvo a Kai en brazos, solo sabía que ya se habían recostado, realmente a él no le importaba su examen si su minino se encontraba mal, porque Kai era la única prioridad de su vida, su gran amor, su pequeño niño malcriado y en ese mismo momento tan vulnerable como un bebé recién nacido.

— ¿Por qué quiere a Beomgyu?

Escuchó la voz aguda y temblorosa de su novio, separándose lo suficiente para observar el rostro lleno de lágrimas de Kai, sintiendo los pequeños dedos del gatito aferrarse ahora a la oscura remera de Soobin, temiendo que este se aparte de su lado.

—Estoy aquí, mi amor, no me iré a ningún lado. —Kai asintió con la cabeza, acurrucando su rostro contra el pecho del mayor, frotándose en la tela.

— ¿Por qué quiere a Beomgyu? —Repitió.

—No lo sabemos. Yeonjun solo me comentó que cuando Beomgyu huyó, ese sujeto se encargó de buscarlo hasta bajo las piedras, por eso nos quedamos unos días en casa de Yeonjun, para ayudar a eliminar los rastros de otro minino, con mi minino. —

Acarició dulcemente la espalda del pequeño rubio, escuchándolo sorber por la nariz.

—Re-Recuerdas… Hmm. ¿Recuerdas lo que te conté el otro día? —Kai respiró profundamente, llenándose del aroma del mayor, queriendo relajarse con lo único bueno que le había pasado en la vida, es decir, con la persona que lo estaba cuidando en ese momento. — Nadie quiere a los gatos que no son vírgenes.

—Sabes que yo te amo, Kai.

—Lo sé. —El gatito suspiró, sintiendo como la tensión disminuía de sus hombros debido a las preciosas palabras de Soobin.
— No me refiero a eso… Solo ¿Lo recuerdas?

—Sí, Kai, no es lindo recordarlo, me dan ganas de matar a todos los desgraciados que… Les hicieron eso. —Ni siquiera Soobin tenía la capacidad de repetir con totalidad lo que había sucedido, era la cosa más horrible del mundo, el acto más desagradable, enfermo e inhumano.

—Ese hombre es mi desgraciado. Bu-Bueno, mi primer desgraciado. Su-Supongo que ahora es más importante, eh. — dijo, con una sonrisa cargada de falsedad y dolor. — Ahora ya no es el quien debe estrenar a los gatos como yo.

A Soobin le tomó menos que un par de segundos comprender lo que Kai le estaba diciendo y entonces pudo dejar imaginarse el rostro del ser más despiadado que podía existir, ya tenía la imagen de la persona más desgraciada, inhumana e imperdonable de la humanidad.

Presionó su puño, sintiendo sus ojos arder de la impotencia y esas ganas de levantarse solo para ir y golpear a ese maldito degenerado. Él pudo hasta ver a un Kai, idéntico al que estaba admirando en ese momento, el mismo Kai, un inocente pequeño que le tocó vivir la noche más desagradable para cualquier ser viviente, esa donde te quitan una parte importante de ti, y te vuelven alguien completamente diferente. Roto, destrozado y usado.

Kai estaba tan roto, pero él lo curaría, le sanaría una a una las heridas hasta que solo sean cicatrices y aunque Soobin comprendía muy bien que ninguna cicatriz profunda se iría para siempre, haría lo posible por cubrir esa parte de su corazón con buenos recuerdos a su lado.

—Soobin.

Escuchó el llamado del pequeño, regresándolo a la realidad, quitando la tensión de su cuerpo cuando observó a su Kai ya más apartado, meneando las orejitas rubias de su cabeza, mirándolo fijamente a los ojos con ese azul encantador, y sus mejillas cubiertas de rastros de lágrimas secas.

—Hazme el amor ¿Si? Por favor. Dame tu amor, dime… Dime que soy tuyo y que nadie nos separará nunca ¿Puedes? Te lo ruego.

Soobin accedió, porque él también quería hacerle el amor a su minino, quería que Kai comprendiera cuanto lo amaba y todo lo que haría por él, incluso dar su vida todas las veces que fueran necesarias; se mataría con tal de cambiarle el pasado a su gatito, aunque eso significase nunca haberlo conocido, aunque eso quisiera decir no tener a Kai, el ángel de su mundo, él deseaba poder rectificar el pasado. Por primera vez en su vida,

Soobin quería volver el tiempo, con tal de saber que en alguna parte del mundo caminaba un Kai feliz.

Le sacó con sumo cuidado la remera, y luego bajó su short, dejándolo únicamente con esa ropa interior pequeña, mientras se levantaba de la cama y se colocaba frente al cuerpo de Kai, quitándose también su prenda superior por sobre sus hombros, tirándola a un lado, desabrochando luego el botón de su jean para arrodillarse en la cama y gatear hasta colocarse sobre el cuerpo del más pequeño, con sus rodillas y manos a los lados de su minino.

—Te haré el amor. —Le murmuró cerca de su cuello, besando la clara piel de Kai, sintiendo la tensión de este ante el primer peso dado. No era su primera vez, pero considerando que Kai, para quien follar y hacer el amor eran completamente iguales, que le esté rogando porque hiciera uno y no otro, hacía de esta vez fuera completamente diferente. — Quiero que gimas mi nombre, bebé, y que se quede marcado en tu ser. Para mí eres la criatura más hermosa sobre la faz de la tierra.

Las dulces palabras de Soobin lo volvían a la vida, sintiendo la calidez de sus besos bajando por su pecho, guiando sus manos para arañar la firme espalda, gimiendo a causa de las dulces mordidas del mayor en sus tetillas, besándolas, succionando sobre esa sensible piel, obligándolo a alzar sus caderas, ayudando para que Soobin le quitara el bóxer, dejándolo completamente desnudo.

—Soobin. —Kai gimió apenas el más alto empujó sus caderas contra su cuerpo, sintiendo la áspera tela del jean sobre su erección, jadeando apenas se rozaron nuevamente. — Oh Soobin.

—Una de las manos del minino arañó la espalda del mayor, pidiendo más, deseando recibir todo de su novio.

El rubio jadeó mientras la mano del mayor tomaba su miembro, estimulándolo con rapidez, hasta tenerlo lo suficientemente duro para poder continuar; observando el rostro de Kai, sin perderse ninguna de sus expresiones y de su voz llenando la habitación.

La mano larga de Soobin se sentía tan bien, su miembro siendo bombeado por esos dedos y su palma aplastando apenas el tronco de su erección lo volvían loco.

—No… No toques mucho… Me voy a correr. —Kai hizo un puchero, observando la sonrisa traviesa en los labios del mayor, inflando las mejillas, aunque un fuerte apretón en su erección logró hacer que soltara el aire, liberando una especie de maullido. Sorprendido, Kai se cubrió la boca con sus dos manos, pero luego alejó una para colocarla sobre la boca de Soobin apenas vio que este iba a decir algo. — Nodigasnadaotelacorto, Choi.

—Maullaste.

— ¡Cállate!

—Quiero escucharlo de nuevo.

—En tu puta tumba lo vas a escuchar.

—Oh, parece que mi novio no comprende aún en qué situación se encuentra.

La sonrisa burlona de Soobin se agrandó, dejando que uno de sus dedos roce la pequeña y contraída entrada del minino bajo su cuerpo, sintiendo la tensión aumentar en Kai, quien encogió sus piernas, cediendo ante los dulces besos de Soobin por todo su rostro.

El ojinegro dibujó pequeños círculos alrededor del agujero con su dedo índice, hasta que, sin decir nada, hundió este en el estrecho orificio, viendo a Kai bajar sus manos, aferrándose a las frazadas de la cama, enterrando sus diminutas uñas en estas.

—Mierda, Soobin. —Kai arqueó su espalda, él sentía con claridad el dedo del más alto moviéndose en su entrada, abriéndolo para él, eso más la intensa mirada de este sobre su rostro, lo obligó cerrar sus ojos, reconociendo el calor en sus mejillas como un típico sonrojo. — Eres un… Eres un hijo de…

—Me amas. —Soobin introdujo otro dedo, separándolos en ese estrello lugar, con su propio miembro haciendo presión contra su bóxer. Él aún conservaba la parte inferior de sus ropas, solo dejando que su pequeño esté listo para él. — Me amas mucho, y me extrañaste todo el día.

—Mierda, sí, sí… Dios ¡Sí! Te amo. —Kai movía sus caderas al ritmo de los dedos, necesitando de más, quería a Soobin haciéndolo suyo.

Después de prepararlo lo suficiente, Soobin se terminó de quitar la ropa, al menos hasta más abajo de las rodillas, alineando su miembro a la altura de la entrada, sacando sus dedos y apoyando de nuevo sus dos manos a los lados de la cabeza del minino. Kai estaba hecho un mar de sensaciones, dejándose hacer como Soobin desease, a él no le molestaba si era Soobin quien le causaba tanto placer, de hecho, Kai jamás se había sentido bien teniendo sexo, de no ser por Soobin.

— ¿Listo? —Mordió juguetonamente la barbilla del pequeño, recibiendo una afirmación con la cabeza por parte de este, observando los llorosos ojos del rubio, viéndolo menear sus pequeñas ojeritas, dibujando un puchero en sus labios. — Eres tan hermoso. —Besó a Kai con desespero, devorándolo hasta que en un fuerte movimiento se hundió con profundidad entre las nalgas del pequeño, volviéndose uno, dejando que esas estrechas paredes abracen su miembro, obligándose a aguantar un orgasmo debido a tan sofocante sensación.

—Mué-Muévete. —Las manos de Kai abrazaron la espalda de este, arañando su piel, dejando sus marcas de propiedad como cada vez que lo hacía suyo. A Kai le gustaba marcar a su pelinegro novio. — Vamos, Soobin, dámelo todo.

—Tus deseos… Son ordenes, bebé.

— ¡Ah! —Soobin inició con las embestidas, rápidas, profundas, golpeando una y otra vez el interior de su pequeño, qué importaba si al día siguiente tenía exámenes orales, de los cuales solo había estado a medias, a él solo le interesaba darle amor a su pequeño gatito, y qué mejor que hacerlo de esa forma.

Todo sea por el bien de Kai.

☆☆☆

—Kai… Reprobé historia del arte.

—Eso te pasa por idiota.

☆☆☆

❝Pero recuerda que ahí afuera hay alguien cómo tú, alguien que confiará en ti porque comprende tu dolor. 
Así que no te rindas, porque tal vez sea esa persona quien comparta su corazón contigo❞

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