⩩ Chapter Twelve.

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Yeonjun se despertó en la oscuridad, le tomó un segundo averiguar dónde estaba y qué sonidos extraños eran los que le habían despertado. Cierto. Se encontraba en la casa de Beomgyu, y era el castaño el que hacía esos ruiditos raros. Pudo escuchar sus gemidos viajando a través de la habitación, y no eran de los felices. Tenía dolor.

Beomgyu se había dormido en el sofá, y después de una hora, lo había llevado a su cama. No quería que se despertara con más dolor en su cuerpo después de pasar una noche en ese incómodo sofá.

Ahora él mismo podía afirmar que el mueble era realmente muy incómodo, porque después de unas horas de sueño intranquilo en esa cosa, su espalda le estaba matando. Joder, a Beomgyu le vendría bien un sofá nuevo. Tendría que presentarle a Ikea, tal vez.

Buscó un interruptor de luz, porque sabía que había una pequeña lámpara en la mesa lateral. ¿Por qué diablos estaba tan jodidamente oscuro ahí? No podía ver una maldita cosa. Finalmente, sus dedos tocaron el interruptor y encendió la lámpara.

Sería mejor que le consiguiese más analgésicos. El pelinegro se arrastró del sofá, sus músculos rígidos anunciando en voz alta su incomodidad. Los analgésicos estaban en el baño, los tomó y se dirigió a la cama de Beomgyu con un vaso de agua y el paquete de medicinas.

El castaño estaba acostado en la cama matrimonial de modo que le daba la espalda, pero aun así, Yeonjun pudo ver que sentía dolor. Estaba gimiendo un poco en un sueño agitado, su cuerpo acurrucado en una bolita pequeñita.

«Pobre nene» suspiró observando unos segundos como el chico se removía entre las mantas. «Esa fue una enfadada mujer para golpearlo en la cara con tanta fuerza»

El azabache encendió la lámpara junto a él antes de poner gentilmente su mano sobre el hombro del menor.

—Oye, Gyu... bebé, despierta.

El cuerpo de Beomgyu se congeló antes de relajarse de nuevo. Yeonjun suponía que el chico necesitaría un segundo para recordar quién era o algo así y que se encontraba en su casa.

—¿Qué pasa? —preguntó el castaño, su voz llena de sueño.

—Tienes dolor. Tengo la siguiente dosis de tus analgésicos para ti.

Beomgyu se dio la vuelta con un gran quejido.

—Dios, mi cabeza me está matando. ¿Por qué carajos tomé ese trabajo?

Choi le ayudó a sentarse, lanzándole una mirada de simpatía—. Ten —dijo cuando Choi estuvo de alguna manera sentado y derecho, más bien como si se hubiese caído contra la cabecera, y le dio el agua y una píldora.

—¿Estás drogándome para aprovecharte de mí? —bromeó Beomgyu, antes de tomar la pastilla y pasarla con agua.

El azabache sonrió—. Claro que sí, bebé. Porque no te has aguantado mucho hasta ahora, y realmente disfruto follarme a un tipo con la nariz rota.

Beomgyu se hundió contra las almohadas con una leve sonrisa, luego se tocó la nariz con cautela y se encogió—. ¿Crees que dejará una marca? Mi nariz, quiero decir. ¿Seguirá torcida?

Yeonjun se sentó cuidadosamente en la cama a su lado y le quitó un mechón de cabello de su frente—. No lo sé, pero seguirás siendo hermoso.

El castaño le envió una sonrisa—. Eres bueno con las palabras. Mucho mejor que yo. Nunca sé qué decir. Apesto en todo esto de la amistad.

Aunque el chico estuviese sintiendo dolor, Choi no quería mentirle—. Sí, más o menos. No por las palabras, porque no las necesito, sino porque siempre estás a la defensiva. Está bien pasar el rato, follar cuando nos apetece, y ser amigos, ¿sabes? Esas cosas no son mutuamente excluyentes, y tampoco es que esté buscando algo serio.

Beomgyu parpadeó lentamente.

—Supongo —dijo.

—Vaya. Tu entusiasmo es abrumador. ¿Necesito recordarte que somos los mejores amigos, considerando que he tenido mi polla en tu boca y en tu trasero, como tan elocuentemente lo has dicho antes? Esperaba un poco más de entusiasmo, bebé.

El pelinegro creía que lo mejor que podía hacer era mantenerlo ligero. No sabía por qué Beomgyu estaba tan asustado por todo eso de los amigos y pasar el rato, pero ahora mismo, sólo quería asegurarse de que estuviese bien. El menor todavía estaba muy pálido. A pesar de eso, sus labios se curvaron en una sonrisa.

—Mejores amigos, ¿eh?

Yeonjun asintió con la cabeza—. Mejores, hombre. Estoy a tu servicio.

La sonrisa del castaño se ensanchó—. ¿Sabías que las endorfinas realmente ayudan contra el dolor?

El azabache sabía exactamente a dónde quería llegar con eso, pero él quería ver que siguiera el juego.

—¿Endorfinas? ¿En serio? ¿No se liberan cuando haces algo placentero, como... abrazar? ¿Estás diciendo que te gustaría un abrazo de mi parte?

—Para alguien que se hace llamar mi mejor amigo, eres muy malo leyendo mis necesidades. No estaba hablando de abrazos.

—Oh. No estabas tratando de chantajearme emocionalmente para que te dé una mamada a las cuatro de la mañana, ¿verdad? Porque eso no es algo que los mejores amigos se hacen entre ellos, ¿cierto?

Beomgyu hizo un puchero, su labio inferior sobresaliendo caído y triste. Se veía tan lindo cuando hacía el puchero, como un pequeño bebito cuando perdía su chupete, que Yeonjun se apiadó de él. El nene tenía dolor, después de todo.

—Está bien, está bien, lo haré. Rayos. Las cosas que hago para quedarme en tu buena gracia.

Tampoco era como si a Yeonjun le molestara en realidad.

Lentamente se metió en la cama, arrastrando las sábanas hacia abajo. El castaño sólo llevaba bóxers, así que eso lo hacía todo más fácil. Entonces la mano de Beomgyu tocó su cabello negro, lo agarró sin mucha fuerza, y el mayor levantó la vista.

—Rebel, no tienes que-

—Lo sé.

—Lo digo en serio. No quiero que te sientas...

Era dulce que a Beomgyu le preocupara que pudiera sentirse presionado, pero nadie tenía tiempo para eso. Simplemente arrastró hacia abajo los bóxers del chico dejándolos a la mitad de sus muslos, observó su polla que seguía estando en su mayor parte blanda. Eso era probablemente porque no tuvo suficiente tiempo para considerar lo que estaba a punto de suceder.

No era frecuente que Yeonjun tuviese que empezar una mamada en un miembro blando. Podía ser una cosa extraña en la cual pensar cuando estaba chupándosela a alguien, pero usualmente, los chicos estaban duros como una roca cuando trabajaba en ellos. Aunque debía admitir que era una sensación maravillosa sentir a Beomgyu ponerse duro en su boca.

Choi comenzó succionando suavemente su glande, y su suposición era que al castaño le encantaba, porque sus manos se enredaron en su cabello para mantenerle la cabeza en ese lugar. Como si él estuviese planeando ir a algún lado. Aun así, le gustaba como se sentía ese pequeño gesto de posesividad.

Había una diferencia entre chupársela a alguien en cámara y hacerlo en privado. En cámara, el objetivo solía ser alargarlo, porque querían que la escena durara un poco. Claro, la mayoría de las estrellas porno podían aguantar un tiempo, sí, había trucos para eso que se enseñaban entre ellos, pero tampoco se lanzaban del todo. Hacían que pareciera sexy, en primer lugar, pero no era necesariamente lo que haría que alguien se corriera más rápido.

En privado, era diferente. Había dado mamadas que estuvieron dirigidas a hacer que alguien se corriera realmente rápido porque él quería que terminara y otras en las que era divertido jugar un poco.

En ese instante, eran las cuatro de la mañana, todavía estaba cansado, le dolía la espalda por ese puto sofá, y Beomgyu parecía que podría desplomarse en cualquier momento.

El castaño estaba todo duro ahora, gimiendo suavemente. Yeonjun lo tomó hasta la garganta con facilidad, le dio buen uso a su lengua para un poco de presión extra, y lo tragó. Las caderas del menor se desprendieron del colchón, y su discreto gemido se convirtió en un leve gruñido.

El pelinegro mantuvo la presión, sólo ocasionalmente salía a tomar aire. Beomgyu estaba casi tirando de su pelo ahora, gimiendo maravillosamente. Y luego se estremeció y se corrió en su garganta. Su cuerpo se aflojó justo después. Yeonjun lo lamió hasta limpiarlo, y cuando le acomodó los bóxers, el menor ya estaba medio dormido.

—Mmmm... estuvomuybueno —murmuró Beomgyu satisfecho.

—Me gano la vida haciendo esto, ¿recuerdas? —dijo medio en broma, pero él ni siquiera respondió.

Yeonjun le puso las sábanas encima y se sentó al borde de la cama. ¿De verdad tenía que dormir en ese sofá lleno de bultos? Lo debatió durante tres segundos antes de decidir que el castaño estaba desmayado y no se daría cuenta de todos modos, y luego se acurrucó junto a él, sin llegar a tocarle, sólo sus hombros rozándose. Bastó menos de un minuto para que cayera dormido, con el cremoso sabor de Beomgyu en su boca caliente.

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