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Dos horas más tarde, cuando el coche de Yoongi finalmente se retiró de la base, un árbol frondoso estaba atado al techo y el maletero estaba lleno de escarcha. Cestas llenas de flores y arándanos frescos estaban en los asientos de Jimin. En el regazo del más bajito, había un muñeco de hoja de maíz en forma de ángel.

—¿No es adorable?

Yoongi miró a Jimin. Sólo a él.

—Sí. Muy adorable

Jimin miró hacia arriba, entonces algo le llamó la atención y jadeó. Yoongi volteó mientras pasaban por una pequeña panadería, que tenía sus ventanas llenas de un escenario de cuento de hadas con castillos de jengibre.

Yoongi se inclinó hacia delante en su asiento.

—Detente aquí, Hoseok —Saltó del coche, y luego ayudó a Jimin a bajar.

Jimin casi corrió a la ventana, donde luces de gas daban el brillo a la escena navideña. Apretó la nariz contra el cristal, riendo mientras veía todo. Castillos complejos y casas que tenían nieve en sus techos. Soldados de pan uniformados de gala y montados a caballos con arreos y melenas llenas de azúcar blanco. Había mujeres de jengibre y chicos vestidos con traje y con sus canastas de dulces de mazapán en miniatura en forma de peras y melocotones. Era una de las mejores vistas que Jimin había visto nunca.

Tres hombres de jengibre más tarde, salieron de la panadería, y Jimin le entregó a Hoseok una galleta decorada como un coche de carreras. Yoongi le sonrió a la acción. Jimin siempre pensó en otras personas antes que en sí mismo. No quería riqueza o diamantes. Él quería tan poco. El empresario se preguntó si había algo que Jimin realmente quisiera.

Fue entonces cuando Jimin vio a los cachorros. Pequeñas cabezas caninas color marrón con orejas caídas, lenguas colgando y brillantes lazos rojos atados alrededor de sus cuellos se asomaban desde la cesta de un vendedor callejero. Un grito de alegría resonó en el aire mientras Jimin se precipitó hacia los cachorros como un socialité de Seúl yendo a una tienda de Tiffany (Una joyería).

—¡Yoonnie, mira!

Y el empresario miro. Pero no a los cachorros que estaban lamiendo la barbilla del chico angelical y sus mejillas. Tampoco a los gatitos o a los conejos que el chico cambió de una canasta a otra.

Miró a la alegría en el rostro de Jimin y deseaba que pudiera darle al más bajito ese tipo de felicidad todos los días de su vida.

Jimin. Quién prefería cachorros a diamantes. Gatitos a wons. Conejos a...

Yoongi miró al otro hombre y frunció el ceño.

—Conejos no, Minnie. Cachorros... sí. Y gatitos también. Pero conejos no.

~ ♥ ~

Los conejos estaban masticando las agujetas de los zapatos de Yoongi.

Jimin se sentó en una silla en el salón abierto de la gran mansión de Yoongi, con su regazo lleno de cachorros moviéndose, mientras que los gatos ronroneaban mientras escalaban en sus brazos y en los de la silla. Estaba tejiendo arándanos y sonriéndole alegremente a Yoongi.

Yoongi, por el contrario, estaba sobre sus manos y rodillas delante de una cubeta de metal lleno de arena húmeda, murmurando y girando el tronco del árbol de Navidad. Era su tercer intento para poner el árbol recto.

—Se ve bien para mí —Dijo Jimin alentador. Yoongi no le hizo caso y el chico angelical apenas rodo los ojos y anudo una cadena de arándanos rojos.

Todo el piso inferior de la mansión, se llenó con el olor fresco de la Navidad. En el momento en que el reloj de la chimenea dio las once, el árbol fue decorado, y las escarchas verdes colgaban a lo largo de la casa. Los lazos con cintas de color rojo, cedro y laurel, pino y acebo colgaban de los cuadros y espejos y envueltos alrededor de los peldaños más bajos de la gran escalera. Había velas en la mesa grande en la sala y al lado de las velas, jarrones con rosas rojas y los más exquisitos lirios blancos. Los conejos, perros y gatos estaban metidos en sus cestas bajo el árbol, agotados después de una noche de perseguir una cadena de arándanos y los zapatos de Yoongi.

—Ahora parece que la Navidad está aquí —Dijo Jimin felizmente, poniendo sus manos sobre sus caderas. Se volvió justo a tiempo para atrapar la cara de Yoongi.

El empresario estaba junto a él, en silencio y mirando el árbol. Su expresión era desnuda y abierta y por un breve instante se llenó de tanta desolación que Jimin fue incapaz de respirar.

El más pequeño se acercó y tocó el brazo de Yoongi. Porque tenía que hacerlo. Debido a que sintió que Yoongi necesitaba que lo tocaran mientras revivía parte de su memoria.

—Yoonnie... —Le susurró en voz baja —¿Qué ocurre?

Yoongi metió las manos en los bolsillos, un hábito que Jimin estaba empezando a reconocer. Sospechaba que las manos del hombre estaban en puños apretados. Yoongi a lo largo de los años, aprendió a ocultar sus emociones del mundo.

—No he tenido un árbol de Navidad desde que tenía ocho años —Yoongi no miró a Jimin. Se quedó mirando al árbol.

Jimin vio al hombre con esta horrible sensación de hundimiento.

—¿Quieres deshacerte de él?

—No —Dijo el empresario, sacudiendo la cabeza—No es el árbol. Nunca tuve tiempo para uno, estaba trabajando muy duro, y luego, cuando tuve el tiempo... —Se encogió de hombros —Simplemente no me importaba nada.

—¿Quieres hablar de ello?

—No —Dijo Yoongi, riendo sin humor.

—Creo que tal vez deberías —Dijo Jimin en voz baja —Puedes decirme cualquier cosa, Yoonnie... tú... tú puedes dejarme entrar.

Yoongi no miró a Jimin a los ojos, pero se giró y dio dos pasos en la habitación, con el rostro oculto en la sombra de la puerta. Su espalda se enfrentó al más joven.

—Yo no nací en la riqueza. Me he ganado cada centavo que tengo. Lo que dijiste la otra noche me hizo pensar en lo que soy, Minnie. Por qué soy así. He puesto al dinero antes que todo lo demás en mi vida —Entonces, se giró hacia Jimin —Creo que es verdad. Mi padre murió en un accidente en el trabajo cuando yo tenía ocho años. Mi madre murió dos semanas después. Estaba buscando un trabajo y fue asesinada. Nadie supo lo que pasó, salvo que la policía creyó que podría haber sido un intento de robo. Viví con mi abuelo por un tiempo, pero tuvo un derrame cerebral. No importa lo duro que cualquiera de ellos trabajara, no importa lo mucho que lo intentaran, nunca hubo mucho dinero. No tengo recuerdos de mi infancia, a excepción de que he perdido a todos los que me importaban, y que teníamos poco tiempo juntos, porque siempre estaban trabajando tan duro —Yoongi miró alrededor de la habitación, su mirada se detuvo en cada una de las piezas de arte invaluable que adornaban las paredes —Recuerdo haber pensado mientras enterraban a mi abuelo, que algún día tendría tanto dinero que nunca tendría que vivir como ellos lo hicieron —Despidió una risa burlona y Jimin lo miró con ensanchados ojos llorosos —Me di cuenta esta mañana que yo había hecho exactamente lo que ellos. He pasado casi cada minuto de mi vida trabajando. La única diferencia es que ahora tengo dinero. Más dinero de lo que jamás podría gastar o necesitar en mi vida y ponerlos juntos.

—Yoonnie... lo siento, te dije todas esas cosas a ti.

—No lo sientas, necesitaban ser dichas.

Jimin se quedó allí, sintiéndose incómodo porque quería correr hasta Yoongi, pero tenía miedo.

—¿Podemos empezar de nuevo, Minnie? No apuestas, no pagos, no tratos. Y no más preguntas. Puedes quedarte aquí todo el tiempo que quieras —Jimin no sabía qué decirle —¿Te vas a quedar?

Cada persona que a Yoongi le importaba, se iba de una manera u otra. Jimin sabía que no podía dejarlo. No cuando él mismo estaba tan confundido y rápidamente sintiéndose como que Yoongi estaba convirtiéndose en una parte de él. Además, en el fondo, Jimin no quería dejarlo. Levantó la mirada y asintió con la cabeza.

—Te dije antes que me quedaría, Yonnie. Quise decir cada palabra de eso.

Hubo un instante de alivio en los ojos de Yoongi. Le dio al más pequeño una sonrisa lenta y perezosa, y luego miro hacia arriba hasta el techo.

Jimin miro hacia arriba y vio una bola gigante de muérdago, de casi dos metros de ancho, colgado de la araña de cristal justo encima de él.

Dos pasos y Yoongi había cerrado la distancia entre ellos. Bajó la boca a Jimin, y lo besó suave y tiernamente.

Jimin deslizó sus manos alrededor del cuello del más alto y le devolvió el beso, probando el sabor de la canela fuerte y picante que era únicamente de Yoongi. El empresario sujeto a Jimin fuertemente y lo llevó más cerca de su cuerpo.

El beso duró por siempre y un instante. Yoongi se hizo atrás. La cabeza de Jimin fue contra su pecho, y el más alto apoyó la barbilla en el cabello rubio y sedoso del chico, su corazón latía con fuerza en el oído de Jimin.

—Cuando te beso, es la cosa más extraña. Juraría que escucho campanas.

Jimin sonrió en su camisa.

—Entonces tal vez deberías besarme con más frecuencia.

—Tal vez, mejor deberías ir a la cama antes de que lo haga y no pueda parar... —Yoongi se soltó del abrazo y dio un paso atrás, sonriendo sólo para Jimin.

El chico angelical sonrió y subió las escaleras, sintiendo la mirada cálida de Yoongi en él, todo el camino hasta arriba. Se detuvo en el descanso y se giró.

—Yoonnie, ¿sabes lo que dicen de campanas, cierto? Cada vez que suena una campana...

Yoongi sonrió y terminó la frase.

—Un ángel recibe sus alas.

~ ♥ ~

Los dos días siguientes estuvieron solos.

Volvieron al estanque abandonado y patinaron de nuevo. Bueno, Yoongi patinó. Jimin cayó. Jugaron con los cachorros, gatitos y conejos, los alimentaron con sobras de comida rápida, mientras se robaban besos el uno al otro. Se unieron a la multitud de compradores que se agolpaban en las calles y mercados, cuando se acercaba la Navidad todas las tiendas estaban abiertas hasta las once de la noche para manejar la multitud de personas que estaban demasiado ocupadas en hacer compras.

Con cientos de otros, ellos veían a un gran árbol de Navidad iluminado con doscientos luces de gas puestas en la Iglesia de la Gracia de Seúl, donde se había quedado Jimin una noche, cuando se había escapado. Cada rama en el árbol estaba cargada de regalos para los chicos de un orfanato cercano, cortesía de un tal Min Yoongi.

Pero el mejor regalo de Navidad lo recibió de Jimin y vino en forma de risa.

Jimin se reunió con Yoongi en la parte superior de la escalera una noche. El empresario se detuvo.

—Baja a cenar, Minnie. Me olvidé de algo aquí.

Jimin bajó las escaleras, tarareando "My Love", mientras un gatito pellizcaba sus talones desnudos y dos perritos ladraban en sus brazos. Llegó al último escalón.

De repente hubo un grito fuerte.

Un instante después Yoongi se deslizó por el pasamanos, hasta el piso inferior, y aterrizo en el vestíbulo de la entrada justo cuando una de las criadas abrió la puerta de entrada para tirar un poco de polvo que había sido barrido.

Yoongi siguió su camino.

Cayó brincando en el piso de mármol, riéndose todo el tiempo, hasta que algo en la acera finalmente lo detuvo.

Alzó la vista para ver el rostro confundido pero muy divertido de su abogado, Lee Sejin.

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