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TaeHyung despertó, abriendo sus ojitos poco a poco, en lo que se acostumbraba a la luz del lugar, su cabeza dolía levemente, debido al mareo que sentía en ese momento, aún no sabía dónde estaba, pero se sintió seguro al escuchar una dulce voz femenina al lado suyo.

- Es bueno que hayas despertado, ¿Cómo te sientes?. - la enfermera se acercó a el, tocando sus mejillas y quitando la venda húmeda que había colocado en la frente del menor anteriormente.

TaeHyung se encontraba un poco aturdido aún como para levantarse por completo, ¿cómo es que había llegado ahí?, le era difícil recordar esa información, se sentía cansado y confundido. Le sonrió a la beta que lo estaba atendiendo, susurrando un débil "gracias" cuando ésta lo ayudó a sentarse.

- Señorita Kang... puedo preguntarle, ¿Cómo llegué aquí?. - preguntó con voz suave y serena, tocando su cabeza para evitar los mareos constantes que venían.

La doctora acarició sus cabellos y secó los rastros de húmedas en el rostro del menor, recordando cuál había sido la tierna escena que hace unas horas le trajo a su último paciente del día.

- El alumno Jeon te trajo aquí luego de tu desmayo en más duchas del equipo, Tae. - colocó las toallitas húmedas sucias en un recipiente, y volvió a examinar al peligris.

Kim se sonrojó hasta las orejas, todo en su cerebro hizo click al recordar cuál había sido el verdadero motivo por el cual todo había pasado.

Enseguida se alarmó, exhaltando a la mujer que trataba de ayudarlo. Revisó sus bolsillos del pantalón, los de su chaqueta en incluso debajo de la camilla en dónde había estado recostado anteriormente, pero no había nada.

¡¿Dónde rayos estaba el regalo?!

- Uggh~, soy un tonto, ¡Tonto, tonto!. - golpeó su frente con ambas manitas, puchereando tiernamente.

La beta le sonrió, acariciando su hombro, mientras le señalaba el la puerta, que daba con el final del pasillo, mostrando a un joven Omega de pie, apoyado en uno de los casilleros, el cual parecía estar esperándolo.

- No se ha ido desde que te trajo, algo me dice que quiere ver qué estés bien. - sonrió con picardía, codeando al menor con suavidad, el cual estaba sonrojado hasta las orejas y con una expresión sorprendida en su adorable rostro.

TaeHyung bajó la cabeza, escondiendo su rostro entre ambas manos y chilló, dando saltitos por todo el lugar, mientras sonreía y abrazaba a la mayor, que aún extrañada, le correspondió.

Se apresuró a tomar su mochila y zapatos del estante gris, había olvidado el asunto del regalo por un momento, no le importaba, ¡JungKook se había quedado con el!, ¿Acaso eso significa algo?, estaba a punto de correr a su encuentro, pero detuvo su andar.

- Oh, m-muchas gracias, señorita Kang~, tenga un lindo día. - hizo una graciosa y tierna reverencia frente a la mujer, la cual sonrió y se despidió con la mano.

Corrió a lo largo del pasillo, mostrando su amplia y dulce sonrisa de felicidad, aquel aroma a roble y manzana acaramelada se hizo presente, TaeHyung estaba feliz, sentía como en su estómago habían miles de maripositas revoloteando sin parar, bailando unas con las otras, su rostro estaba caliente, las manitas le sudaban nuevamente, pero, así se sentía estar enamorado, le encantaba.

De pronto ese revoloteo en el estómago comenzó a cambiar, sentía náuseas, su objetivo estaba cada vez más cerca, bajó la velocidad de sus pasos al mismo momento en que su sonrisa desaparecía, se sentía extraño nuevamente.

Y la razón era simple.

Jeon JungKook.

¿Que le diría cuando esté con el?, ¿Habrá visto el regalo?, ¿Y-Y si no le gustó?

Todas esa preguntas rondaban la mente del joven Alfa, la distancia entre el y su gran amor cada vez se hacía más corta, pero su seguridad había desaparecido en tan solo un segundo.

Estar enamorado también tenía sus desventajas.

Agachó su cabecita, mirando directo hacia sus tennis, mientras que lentamente, finalizó la distancia entre él y e Omega, sintiendo sus mejillas encenderse nuevamente. Tragó saliva, mostrando una pequeña y nerviosa sonrisita al menor, quien ahora lo veía sin mostrar alguna expresión.

- J-JungKook-ah, ¿m-me estuviste esperando?, ¿eso es cierto?. - preguntó con cierto temor e ilusión, mirando con ojitos brillantes al contrario.

JungKook aguantó una sonrisa.

- ¿Quien dice que te estoy esperando?

La sonrisa en el mayor se desvaneció lentamente y en vez de eso, una tierna expresión confundida apareció en su bonito rostro, logrando captar la atención del contrario.

No caigas, Jeon JungKook.

- ¡N-no te preocupes!, en realidad, y-yo quería disculparme, no debí entrar así, ¡n-no soy un pervertido!, si eso es lo que piensas... y-yo...

Había mantenido sus ojitos cerrados tanto tiempo, por la vergüenza del momento, que cuando los abrió, JungKook ya no estaba allí, se encontraba diez pasos más adelante, no lo había escuchado, eso había sido muy grosero de su parte.

Enseguida infló sus mejillas, corriendo nuevamente hacia el, ésta vez con un poco de enfado, le gustaba que tomen atención en el cuando contaba algo.

- Hey, JungKook-ah, e-eso fue-

- Toma.

Las palabras de TaeHyung fueron cortadas gracias a qué ahora el bonito Omega, le estaba entregando su bicicleta, la cual se encontraba limpia y sin el candado que no permitía que alguien se la llevase.

El mayor quedó sorprendido al ver su vehículo con pedales en brazos del contrario, sonrió cubriendo su carita sonrojada y chilló con suavidad.

JungKook era taaan lindo.

- Oh, p-pero Koo-ah, ¿Cómo supiste que ésta era mi bicicleta?, acaso... ¿me veías llegar a la escuela?. - ladeó su cabecita, curioso, provocando un leve y casi invisible rubor en el menor.

Él carraspeó, tomando la patineta negra que tenía su nombre en una de las ruedas y fingió no escuchar al pequeño Alfa, tomando rumbo hacia su casa.

- No te alejes de mí.

TaeHyung se apresuró a seguirlo, montando rápidamente su bici, y sonriendo mientras admiraba el bonito perfil de su Omega favorito, la piel lechosa del menor, salpicada con esos bonitos y oscuros lunares, sus mejillas rosáceas por naturaleza, la forma en la que su cabello ahora largo y totalmente negro se movía al compás del viento, que jugaba con cada hebra ajena, lo hacían suspirar e imaginar diversos escenarios en dónde el le hacía piojito al menor recostado en su regazo, mientras veían alguna película y se juraban amor eterno.

Pedaleó con prisa al ver cómo la figura ajena se alejaba cada vez más, tratando de no perderlo de vista por completo.

- ¡Koo-ah, espérame!. - Carcajeó risueño y su sonrisa de cajita apareció nuevamente.

Pero JungKook solo aumentaba cada vez más la velocidad.

No es que quisiera alejarse de ese torpe y dulce Alfa, no, es más, se le hacía gracioso notar como éste lo seguía a todas partes, porque si, no era nuevo para el que TaeHyung estuviera siempre siguiéndolo, fingir no verlo hacer esos tiernos pucheros cuando lo veía acomodar su grisáceo y sedoso cabellito, hacerse el que no veía como el mayor trataba de esconderse detrás de los casilleros en el salón de ciencias era su actividad favorita del día.

Kim TaeHyung era totalmente adorable, pero nunca lo aceptaría abiertamente.

- Oh, ¡Koo-ah mira, llegamos!. - exclamó aquella vocecita tierna detrás del menor.

Detuvo su bicicleta en el lugar, mirando sonriente la casa colorida que se encontraba al otro lado de la calle, era muy colorida, con un jardín grande y aquel gran columpio en su entrada.

- Aquí vivo yo, tú, ¿Dónde vives?. - preguntó, mirándolo con aquellos ojitos tan grandes y curiosos como siempre.

El azabache se obligó a desviar la mirada, restándole importancia a su pregunta.

- ¿Por qué debería decírtelo, Kim TaeHyung?

Arqueó una ceja, riendo vagamente al ver la expresión avergonzada del mayor, antes de seguir su camino, a decir verdad, no vivía tan lejos, era un par de calles más adelante de esa.

Aunque ello el Alfa no lo sabía, de lo contrario se hubiese ofrecido a acompañarlo, quería ser un caballero con JungKook, quizás así, podría al fin fijarse en él. TaeHyung siguió sonriendo al verlo alejarse lentamente, casi suspirando cuando el menor volvió a montar su patineta, se veía como todo un chico cool siendo el mismo, sin etiquetas y tontos estereotipos, eso es lo que más le gustaba de él, que era único, no buscaba encajar en la sociedad, ni mucho menos recibir halagos, simplemente usaba y actuaba tal y como se siente, era libre por completo.

Quizás ambos si tenían algo en común.

Se alzó de hombros, negando mientras sonreía tontamente y miro a ambos lados antes de cruzar la calle, recordando apenas el asunto del regalo. Jadeó con frustración y tiró suavemente de sus cabellos, repitiéndose más de tres veces lo torpe que era.

- Ush, ¡Kim TaeHyung!, que tonto, tonto, tonto, ¡aaah!, ¿Que se supone que haga ahora?. - Lloriqueó, cubriendo su carita, frustrado. - ¿Habrá visto el regalo que le hice?. - se preguntó a si mismo, suspirando rendido. - Ja, buen trabajo, TaeTae, lo arruinaste otra vez. - tomó las manillas de su bicicleta y entró a su casa, siendo recibido por el beso de su madre, tal y como lo hacía cada día desde que era apenas un cachorro.

- Oh, querido, ¿Por qué esa cara?, es que... ¡¿Estás enfermo?!, ¿Que te duele?, Kim TaeHyung, respóndele a tu madre. - se preocupó la Omega al no recibir respuesta de su hijo,en vez de eso, solo salían quejidos y suspiros tristes de él.

- Omma, que difícil es el amor. - confesó con la voz apagada, y un lindo puchero en sus labios de corazón.

Entró a su hogar sin decir nada más que esa frase, que dejó a su madre totalmente desconcertada.

- ¿Amor?, por Dios, éste chico... ¿No está muy joven para enamorarse aún?. - negó, suspirando para luego entrar junto a él.

Después de todo, su pequeño hijo estaba lleno de ilusiones.

꒰ᵕ༚ᵕ⑅꒱

JungKook llegó a casa, minutos después de dejar al rubiecito en la suya, lo cual le había resultado totalmente adorable, ese Alfa si que era curioso.

Metió las llaves de su casa en la cerradura y entró, encontrando el lugar vacío, tal y como lo dejó, siempre estaba solo, no era de extrañar para el joven Omega de hebras largas, su madre solía tener viajes de negocio cada semana, por lo que el quedaba a cargo de esa enorme y solitaria vivienda, a la cual llamaba hogar.

Suspiró, dejando sus zapatos en la entrada y caminando por la cocina, aún con ese tierno Alfa en el pensamiento, no sabía lo que tenía, que lo hacía pensar horas y horas en él, era extraño, pero no le disgustaba, no, TaeHyung era lindo, si, muy lindo.

Sacudió su cabeza suavemente al verse metido en esos pensamientos sobre el chico que había conocido hace unas semanas, y gruñó, sintiendo sus mejillas calientes.

Era demasiado pronto como para sentir algo hacia el, y mucho más cuando solo habían cruzado un par de palabras, pero es que, no podía evitar pensar en TaeHyung como un Alfa dulce, pequeño y dócil, todo lo contrario a él, el Omega amargado que solo se metía en problemas, no, no podía pensar en el mayor como algo más, vamos, era joven aún, de seguro aquellos pensamientos no durarían ni una semana en su mente.

Al menos eso quería JungKook.

Decidió dejar de tomarle importancia a cierto chico de ojitos de ensueño que corría por su cabeza, y subió a su habitación, con el almuerzo improvisado que había hecho para él.

Una gran casa, las escalera subían hasta el segundo piso de ésta y en las paredes, distintas fotos de JungKook y su madre, cada una de estas, más apagada que la otra, más distante, a excepción de la última, la cual irónicamente, era la primera que estaba colgada al final de las escaleras, las cuales terminaban en la habitación del menor. La foto era de una familia, una muy feliz a simple vista, en ellas se veía a un pequeño cachorro Omega, el cual sonreía tiernamente mientras abrazaba a sus padres, la mujer Alfa, tan seria como siempre, pero con una visible expresión de dulzura y amor, era tomaba por la cintura a un apuesto hombre, de facciones delicadas, hebras azabaches, igual a las de su pequeño hijo, ojitos grandes y la gran sonrisa asimilada a la de un conejito, la cual también le había heredado a su cachorro. Se veían felices, eran tan felices.

JungKook admiró aquella foto con melancolía, tal y como solía hacerlo todos los días, era el tesoro más grande y uno de los recuerdos más lindos de su infancia.

Lástima que todo eso haya terminado hace años.

Entró a su habitación sin pensar de más, y dejo su plato en la mesita de noche que tenía allí. Su cuarto estaba salpicado con diferentes colores de pinturas, espontáneo y artístico, sí, a JungKook le encantaba el arte, y nunca desaprovechaba la oportunidad para renovar la pintura de aquellas aburridas paredes.

Lanzó su mochila a la cama, con la poca fuerza que le quedaba ese día. Un tintineo audible, junto al sonido del cartón impactando contra una superficie, hicieron al de ojitos grandes recordar lo que tenía dentro de sus cosas, de inmediato y con cierta desilusión pintada en su rostro, fue corriendo hasta su mochila, abriéndola y suspirando aliviado al ver la pequeña caja de color lila, intacta y sin rasguño alguno.

- Gracias al cielo. - La tomó en sus manos como si del objeto más delicado se tratase, y finalmente cayó de espaldas en el colchón, divagando una sonrisa.

Miró al techo por segundos indefinidos, y luego a la cajita en sus manos, abriéndola tal y como lo hizo hace algunas horas. Sacó la -según el- hermosa pulsera con su nombre grabado en ella, rodeando ésta por su muñeca y admirando lo bonita que se veía. El elaborado simple, pero preciso, colores que le gustaban, había sido hecha con esmero, con inspiración, con amor, TaeHyung tenía un particular talento para crear cosas lindas, no tenía ninguna duda.

- Vaya, nunca creí que viviría para verte suspirar de esa forma, Googie. - Le habló alguien, desde el exterior de su ventana.

JungKook maldijo por lo bajo.

A veces olvidaba que su mejor amigo no conocía lo que era el espacio personal.











HOLAAA, perdón la demora, tenía muchos problemas de inspiración, pero la historia seguirá su curso, no se preocupen, espero que hayan disfrutado el capítulo. ♡

¡Adiós!

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