O3.

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- Una semana había transcurrido desde su choque con Yang. Una semana en la que había estado evitándolo completamente, y aguantando los reclamos del pelirubio.

Aún no se sentía preparado para hacerlo, y sentía que nunca lo estaría.

No importaba cuanto pensara en el tema, seguí sin saber cómo hacerlo, no podía ir simplemente hacia el y besarlo así de simple.

La situación empezaba a frustrarlo en demasía.

La campana que anunciaba la hora del receso había sonado, por lo que sólo tenía cinco minutos para correr hasta la biblioteca y esperar a que el tiempo acabara e ir a su próxima clase.

Esa era su rutina desde hace una semana, se había grabado de memoria el recorrido que hacía Yang todos los días por el instituto, para atrasar lo más que pudiera aquel beso.

Y no lo malinterpreten, la idea de besar los carnosos y apetecibles labios de Yang es algo que había ansiado desde que tuvo un flechazo con el castaño pero era tan inseguro que si se lo volvía a cruzar lo único que lograría hacer es salir corriendo.

Al llegar a la biblioteca se dejó caer en uno de los sillones del fondo, sacando una manzana de su mochila mientras tomaba uno de los libros que había cerca, empezando a leer con concentración. El lugar era tan calmado que a veces y aprovechaba para tomar pequeñas siestas.

Estaba completamente concentrado en su lectura hasta que una risa muy conocida para él se hizo presente en el lugar, levantando la vista aterrado observó al castaño ubicarse en una de las tantas mesas que habían disponibles en la biblioteca acompañado de sus amigos.

Maldiciendo a su mala suerte guardó todo apresuradamente y caminó lo más apresurado que podía mientras procuraba no ser visto por el castaño y se dio a la fuga de la biblioteca, corriendo por los pasillos mientras el corazón le latía a mil llegó al patio trasero en donde se sentó debajo de uno de los tantos árboles que había, llevando una de sus manos hacia su pecho intentando regular su respiración después de la inesperada corrida que tuvo que dar.

Cerró los ojos soltando un suspiro de alivio al verse fuera de "peligro" completamente y se dejó caer en el tronco del árbol tras de sí, respirando pausadamente e intentando recobrar la paz que tenía anteriormente. Sin duda no se había esperado cruzarse con Yang, pues el mayor llevaba haciendo el mismo recorrido todos los días que pensó que así podría evitarlo con facilidad.

Pero al parecer no le había funcionado por mucho tiempo. Decidido a tomar una pequeña siesta debajo de la sombra de aquel frondoso árbol acomodó su mochila para utilizarla de almohada y se dejó caer completamente sintiendo el fresco pasta bajo su tacto.

Pero claro, su suerte nunca había sido la mejor.

—¿Acaso estás evitándome?

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