18.

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- Muñequito, normalmente, no interactuaba con otras personas a menos que fuera el señor Shin.

Gatita Blanca estaba contra él, mirándole con sus ojos enormes, y le lamió la mejilla, emitiendo una especie de ronroneo para luego maullar, recostándose cerca de sus piernas.

Pero Muñequito no la miró, sólo observó la pared hasta que la puerta fue abierta bruscamente.

Gatita Blanca, Zorrito Pequeño y Cerdita Bonita se sobresaltaron, corriendo a sus esquinas para no ser castigados, temblando por el miedo, pero Muñequito permaneció quieto, sabiendo que todas esas sorpresivas entradas eran para ponerlo a prueba a él.

Pero Muñequito había entendido hace mucho que no podía actuar de esa forma porque él era especial: era un muñequito de porcelana, y los muñequitos de porcelana permanecían quietos, sin reaccionar, sin moverse.

―¡Tengo buenas noticias! ―dijo el señor Shin con expresión exultante, acercándose a él, y lo tomó por las axilas.

Como peso muerto, Muñequito se dejó manejar.

―Tu dueño ha decidido que ya quiere comprarte ―dijo el señor Shin, sin dejar de sonreír antes de recibir un beso en los labios.

Pero Muñequito permaneció sin hacer gesto alguno.

Señor Shin se sentó sobre su cama, ignorando a los otros juguetes, y lo sentó en su regazo, acariciándole el cabello.

―Tienes que portarte muy bien ―le dijo el hombre, meciéndolo como si fuera un bebé―, puede que tu dueño no sea tan bueno como nosotros, Muñequito, así que tienes que ser mejor de lo que ya eres, ¿podrás serlo?

No respondió, porque Muñequito no hablaba.

El señor Shin sonrió.

―Nada de ruidos, Muñequito ―recordó Shin―, nada de oídos. Tú eres el Muñequito perfecto, porque no te hemos mutilado, no como a los otros chicos. Eres hermoso, y sería una pena que tuviéramos que cortarte las cuerdas vocales, por ejemplo, si fueras un mal Muñequito, ¿está claro?

Mantuvo su expresión neutra.

―Vamos a ponerte muy bonito ahora, Muñequito ―dijo el señor Shin poniéndose de pie, llevándolo en sus brazos―, más tarde vendrán a buscarte.

Salieron al pasillo, aunque Muñequito no lo conocía porque estaba siempre sentado, y no pudo evitar abrir sus ojos ampliamente por el miedo cuando observó a uno de los ayudantes del señor Shin arrastrando a Perrito, cubierto de líquido carmesí, un rastro de sangre pintando el suelo.

Una mirada vacía en sus ojos, su pecho sin moverse.

―Este bastardo le ha mordido la polla a Lee ―se burló el desconocido, haciendo una mueca de asco al ver toda la sangre.

―Deshazte de su cuerpo ―fue lo único que dijo el señor Shin, para luego sonreír al ver la mirada horrorizada de Muñequito―. Espero que seas muy bueno, porque eso va a pasarte si te portas mal, Muñequito.

No respondió. Hace mucho había dejado de responder.

WonYoung estaba llorando contra su costado, pero él lo único que podía hacer era observar el techo con una expresión indescifrable.

—Lo he arruinado todo —sollozó WonYoung, y SungHoon suspiró.

—¿Qué estás diciendo, bonita? —regañó, acariciándole el cabello.

—Tú lo viste —hipó WonYoung —, la forma en la que Ni-Ki reaccionó...

SungHoon no quería pensar en eso, porque su mano iba a picar en ansiedad por enviarle un mensaje a Riki.

Nunca lo había visto actuar de esa forma: Ni-Ki había empujado a WonYoung con una expresión de shock en sus ojos, llevando sus manos a su cabello, comenzando a tirárselo mientras movía sus labios pero sin emitir sonido alguno. SungHoon alcanzó a agarrar a su hermana, que tropezó por la sorpresa, todavía algo atónito por el beso.

—¿Ni-Ki...? —había murmurado él.

Riki lo miró, sin embargo, antes de poder decir algo, vio cómo se golpeaba en la mejilla con la palma de su mano, el ruido seco resonando en el patio. Una y otra y otra vez, hasta que su piel se tornó roja.

Y aun así no se detuvo.

—¡Señora Nishimura! —gritó SungHoon, adelantándose a agarrar el brazo de Ni-Ki para que se detuviera.

Pero el chico lo mordió de pronto.

—¿Qué ocu–? ¡Oh, dios! — YuNa, en lugar de retroceder, botó el mantel con el que estuvo limpiando sus manos y corrió a sostener a su hijo—. ¡Félix! ¡FELIX! — Ni-Ki comenzó a revolverse, desesperado, y Bisco empezó a ladrar—. ¡Chicos, váyanse ahora!

—Pero...

— Ni-Ki, ¿qué está...? — Félix apareció, y no tardó en comprender la escena por lo que corrió a ayudar a su hermana.

—Podemos...

—¡Necesito que se marchen! —insistió YuNa, y SungHoon agarró la mano de WonYoung para tirar de ella, saliendo de esa casa.

Los ojos llorosos de Ni-Ki siguiéndolo en todo momento seguían pesando en su interior.

WonYoung sorbió por su nariz.

—No le gusto —murmuró la chica, desconsolada—, yo realmente creí que...

—¿Por qué dices eso? —preguntó SungHoon, sintiendo su estómago apretado—. Tú eres bonita, inteligente y graciosa, WonYoung.

—No lo soy —gimió la muchacha, volviendo a llorar—, y yo nunca le gustaré. Viste cómo reaccionó, la forma en la que me trato. Debo darle asco.

SungHoon quería decirle que no era así, que estaba exagerando, pero no se sentía capaz de ello porque recordaba lo ocurrido, y sentía ganas de vomitar.

No entendía nada, el por qué había reaccionado de esa forma, por qué actuó de manera tan... tan desquiciada y enloquecida sólo por un beso. SungHoon no estaba enojado, no estaba herido, porque sabía que lo que sentía WonYoung no era correspondido, que Ni-Ki gustaba de él, pero ese actuar... le había desconcertado por completo.

¿Qué le había ocurrido?

—Él... ¿nunca te ha dicho sobre... sobre lo ocurrido cuando estuvo desaparecido, WonYoung? —preguntó en voz baja.

El llanto se detuvo un instante.

WonYoung le miró, sus ojos brillando por las lágrimas.

—No —confesó, hipando—, yo le... le he preguntado a JungWon, pero no ha querido decirme. Dice que no es asunto suyo hablar sobre eso —le abrazó con más fuerza—, pero me preocupa tanto. Ni-Ki es un chico tan dulce y bueno, yo sólo... sólo quiero hacerlo feliz —su voz se quebró—, sólo quiero hacerlo sentir amado.

SungHoon sintió su garganta apretada, como si fuera a llorar también, y volvió a abrazar a WonYoung para que siguiera llorando, buscando consolarle a pesar de que él también tuviera el corazón roto.

Aunque no sabía exactamente el por qué.

♡❜

—Mamá te ama, papá te ama, te amamos mucho... —murmuraba YuNa contra el oído de Riki, meciéndolo como un bebé contra su cuerpo, acariciándole el cabello.

Ni-Ki se aferró más contra ella, sin dejar de temblar, llorando en silencio, y sintió un beso en su cabeza, dejando que papá le abrazara también.

—Te amamos —dijo JeongIn, su tono roto—, te amaremos por siempre a pesar de todo.

Ni-Ki se sentía perdido, desorientado, confundido, enfermo. Apenas recordaba algo de los últimos dos días, sólo que tío Félix le tuvo que inyectar un calmante (benditos fueran sus estudios de enfermería) dos días atrás y el día anterior cuando despertó y comenzó a romper todo, y luego todo era una mezcla entre sueños, fantasías y viejos recuerdos que había sepultado porque dolían demasiado.

Dolían y no los entendía por completo. No sabía qué era real y qué era falso.

Podía ver sangre cuando abría sus ojos, una sombra oscura cerniéndose sobre él, y sentía miedo y pánico de lo que podía significar.

Se separó, lo suficiente como para deslizar su brazo sobre el cuerpo de mamá, agarrando el cuadernito sobre el velador, y escribió con torpeza:

¿Muñequito se ha portado mal?

Sus padres pudieron sentir sus corazones rompiéndose al leer las palabras de Ni-Ki, como parpadeaba tratando de orientarse.

—No —contestó JeongIn—, te has portado muy bien. Tú siempre te portas bien, Riki. Eres el mejor chico del universo.

—Nos llenas de orgullo —susurró YuNa, limpiando las lágrimas en el rostro de su hijo con dulzura—, nos haces muy feliz, Nishi.

Riki sonrió, pálido y demacrado, pero ellos sólo le sonrieron aunque sus corazones estuvieran rotos por lo ocurrido, sin saber qué había provocado que su hijo se hubiera descolocado repentinamente dos días atrás.

Todo estuvo perfecto: Ni-Ki se la pasó con sus amigos, sin pelear ni con algún momento incómodo, y cuando ya se estaban yendo, cuando YuNa estaba limpiando los platos, de pronto escuchó el grito de ese chico (¿SungHoon?), y salió para ver a su niño auto-lesionándose, como solía hacer cuando perdía el control y el presente con el pasado, en su mente, se mezclaba.

A veces solía tener esos ataques, pero duraban sólo unos minutos. Sin embargo, este último...

Haberle tenido que inyectar un calmante dos días, porque despertaba tan perdido que comenzaba a romper todo lo que veía, no era una buena señal.

Jake le iría a ver ese día junto con su psiquiatra, el doctor SooBin, en una visita para tratar de averiguar qué estaba ocurriendo con Ni-Ki.

Sus padres, lo único que querían, era que su ángel pudiera ser feliz algún día.

♡❜

SuNoo acarició el cabello de JungWon, algo distraído, y el chico levantó la vista, arrugando los labios en una señal inconforme antes de mover sus caderas.

El mayor mordió su labio inferior.

—No estás pendiente de mí —reprochó JungWon apenas, su rostro sudoroso y colorado.

SeonWoo sonrió con los labios temblorosos, tirando de JungWon para darle un beso profundo, sujetándolo ahora de los muslos, y se volvieron un manojo de gemidos.

Media hora después, JungWon salió del baño, limpiando su cabello con una toalla, y observó la mirada perdida de SuNoo.

—Oye, ¿qué pasa? —preguntó, arrugando su nariz por la inconformidad.

SeonWoo le miró.

—Nada, sólo estoy algo preocupado por los papeles que envié para la universidad —mintió a medias, tomándole la mano a su novio—. Perdóname, bebé.

JungWon sacudió su cabeza, sonriendo para inclinarse a darle un beso, pero SuNoo le detuvo antes de que pasara a mayores.

—Mis papás deben estar por llegar —le dijo dulcemente, y JungWon soltó un quejido bajo—. En otro momento.

—Has estado muy raro —comentó JungWon, levantándose para comenzar a vestirse, y SuNoo se quedó mirando su culo desnudo—, antes no habrías dudado en meterme dedos — JungWon lo miró por sobre el hombro, su expresión perezosa—. ¿Ya no te gusto tanto?

SuNoo parpadeó, sorprendido, y sintió la culpa carcomiendo en su estómago por la forma descarada en la que le estaba mintiendo a JungWon, el chico que más quería, debido a su mejor amigo.

Si es que a Ni-Ki podía llamar mejor amigo.

Mordió el interior de su mejilla, conteniéndose de soltar la verdad.

—Hoy Riki no fue a clases y me llamó la atención —dijo SuNoo.

Molestia brilló en los labios de JungWon, y el menor empujó su lengua contra su mejilla para luego respirar profundamente, sacudiendo su cabeza.

—Tampoco ha respondido a mis mensajes —respondió JungWon —, así que lo iré a ver en un rato más —añadió, poniéndose la ropa interior.

SuNoo observó a JungWon.

No se lo merecía. El chico no se merecía que le estuviera mintiendo de esa forma, ocultándole información importante que debía saber.

Sin embargo, Kim SeonWoo era un cobarde, porque ahora no se veía capaz de decírselo. No se veía capaz de decir que Riki y SungHoon eran novios.

JungWon terminó de vestirse, mirándole una vez más.

—Te quiero —soltó SuNoo, tomándole la mano a JungWon.

El muchacho sonrió, feliz, olvidando sus celos, su repentino mal humor.

—Yo también te quiero, Sunnie —bromeó, inclinándose a besarlo.

SuNoo trató de no preocuparse, porque sabía que si lo hacía, sólo llamaría la atención de JungWon. Además, pronto iba a saber la verdad, y él no tendría la culpa de nada.

Las cosas mejorarían, él confiaba en eso.

Media hora después, JungWon estaba saliendo de la casa de SeonWoo para dirigirse a la de Ni-Ki, algo preocupado porque el muchacho no había contestado sus mensajes los últimos dos días, y cuando llamó a su mamá, ella le dijo que Ni-Ki había salido con sus tíos.

No quería pensar cosas malas, no luego de haber pasado unos buenos días con SeonWoo. Como su familia se quedó en su casa tanto en Navidad como en Año Nuevo, decidió mantenerse fuera de allí porque sabía que la iba a pasar muy mal y no quería rodearse de esa gente. Además, luego de pensarlo demasiado, decidió que iba a buscar a su mamá.

Ya estaba bastante grande como para obedecer siempre a su papá, ¿no es así? Padre que además no le quería demasiado, entonces, ¿por qué no buscar a su verdadera mamá y saber cómo era? JungWon realmente añoraba una figura materna que nunca tuvo, ¿qué tan malo era ello?

Incluso Ni-Ki y Jay podían ayudarlo, por eso no quería pensar que su decisión estaba mal. Sabía que su mejor amigo le apoyaría, Nini era demasiado bueno y siempre esperaba lo mejor de todo el mundo a pesar de... Aun cuando...

JungWon no quería pensar en eso, porque sabía que rompería a llorar así como ocurrió cuando tenía quince años y los padres de Ni-Ki hablaron con él para contarle lo que pasó con el Nishimura menor en todo ese tiempo que estuvo desaparecido.

Por eso, cuando observó a la señora Nishimura abrir la puerta con una expresión desdichada, supo que las cosas estaban mal.

—Tuvo una recaída —murmuró la mujer, haciéndole pasar—, ahora está con Jake y SooBin. Deberían salir en unos minutos, pero si estás apurado...

—No se preocupe, señora Nishimura —se apresuró a decir, sintiendo su estómago apretado—, puedo esperar.

Se sintió, entonces, un pésimo amigo por no preocuparse más de Ni-Ki y haberle dejado un poco de lado. ¿Qué clase de persona era? Estaba teniendo pensamientos celosos hacia el chico, primero porque parecía relacionarse mejor con el mundo, y luego porque SuNoo lucía demasiado preocupado por él.

JungWon era un mal amigo.

Luego de varios minutos, los dos adultos salieron del cuarto de Riki con miradas agotadas pero más satisfechas, y lo saludaron para irse a conversar con los padres de su amigo. JungWon lo aprovechó para entrar al cuarto, observando la expresión de Ni-Ki iluminarse de pronto.

Sonrió, aunque se sintió preocupado al verlo pálido y con ojeras, pero sólo se acercó, sentándose a su lado en la cama.

¡JungWonnie! — Ni-Ki siempre se había caracterizado por ser un monstruo de afecto, así que no le extrañó que le abrazara de golpe, sonriendo con felicidad—. Te extrañaba mucho, gatito.

El chico le revolvió el cabello, algo mejor al verlo relativamente estable, y le pellizcó la mejilla.

Me preocupé que no hayas ido al colegio, Nini, e incluso Jay se puso nervioso —le dijo cuando se alejó.

Riki hizo un gesto adorable.

No quiero volver a clases —contestó con torpes señas, avergonzado—, el colegio es muy malo.

JungWon se forzó a mantener la sonrisa en su rostro, aunque la preocupación comenzó a apretar en su estómago.

—¡Qué dices! —le respondió—. ¡Lo estás haciendo muy bien, Nini!

Pero es que allí hay gente muy mala —insistió Ni-Ki, haciendo un puchero.

JungWon se sentía como un padre regañando a un niño, para luego pensar que esa era, en ese instante, su posición. Cuando Ni-Ki solía tener un retroceso, cuando perdía el control de sus emociones, parecía comportarse como un niño de siete años al que uno debía regañar con dulzura y ternura cuando se equivocaba.

A veces era agotador, pero a JungWon no le importaba. No cuando Riki había sido su primer amigo real.

Pero Nishi... —dijo con cuidado—, ¿y nuestro trabajo fotográfico con WonYoung? ¡Todavía no lo hemos entregado y vamos a hacer una exposición a fin de mes! ¡Nuestro concepto estaba quedando muy bien!

Riki tomó la cámara fotográfica que tenía en el escritorio, sus ojos algo sorprendidos, para luego asentir con ferocidad.

¡Sí, tienes razón! —apoyó Riki, sonriendo unos instantes para luego mirarle con expresión seria—. JungWonnie, debo contarte algo importante.

JungWon ladeó la cabeza, diciéndole en silencio que siguiera hablando, que él le iba a entender en lo que fuera a decir.

WonYoung me ha besado.

El muchacho parpadeó, observando a su mejor amigo, que lucía triste repentinamente, y JungWon adivinó por dónde estaba yendo aquello.

No te gusta WonYoung, aunque ella sea bonita y agradable —terminó de decir él.

Ni-Ki sacudió la cabeza en una negativa torpe.

La he rechazado de forma grosera —dijo Riki —, pero es que no me gusta. A mí me gusta alguien más.

—¿Quién?

Nishimura lo observó unos instantes en silencio.

No te lo puedo decir.

JungWon frunció el ceño, algo confundido.

Es uno de los pacientes de Jake hyung —se apresuró a decir Ni-Ki, buscando desviar la atención—, a veces lo veo cuando tengo mis citas con él.

El chico parecía dispuesto a decir algo más, pero en ese instante, la mamá de Ni-Ki entró con una expresión dulce.

—Es la hora de la cena —dijo ella—, ¿te quedas a comer, JungWon?

Se sintió tentado de rechazarlo porque le estaban esperando con la cena en su casa, pero Ni-Ki le agarró la mano, observándole con una clara mirada de por favor, quédate.

JungWon sonrió.

—Claro, no hay problema.

Riki saltó de la cama, sonriendo por la felicidad, y le abrazó mientras le daba besos en la mejilla, haciéndolo reír.

—¡Eres el mejor amigo del mundo! —le dijo Ni-Ki, para luego mirarle con una sonrisa tímida—. Nunca nos vamos a enojar con el otro, ¿cierto, JungWonnie?

JungWon le tendió el dedo meñique.

Nunca, Nishi, es una promesa.

Riki enredó su dedo en una promesa, sonriendo porque él creía que las promesas nunca iban a romperse.

♡❜

HeeSeung observó la ventana con ojos helados, pero la mueca en su labio demostraba que estaba furioso.

SungHoon le sonrió, tratando de aplacar su ira, pero el más bajo pareció enfurecerse peor con ese gesto inocente de su mejor amigo.

—Tienes que estar bromeando —gruñó HeeSeung.

—Sólo tienes que ayudarme a subir...

—¡No tengo fuerzas ni para levantarme por las mañanas y quieres que te ayude! —dijo en un susurro enojado HeeSeung.

SungHoon borró su sonrisa, poniendo una expresión amenazante en su rostro.

—Te di una de mis letras para que conquistaras a Jay, así que ahora, o me ayudas, o le diré a ese chico que tú no escribiste nada —amenazó.

HeeSeung soltó un chasquido, cruzándose de brazos, pero no dijo nada y SungHoon lo tomó con que aceptaba lo que harían a continuación.

Así que, agarrando unas piedras pequeñas, las lanzó contra la ventana. No pasó nada inmediatamente, así que lo intentó otra vez, y la luz del cuarto se encendió, seguido de unos ladridos. Pasaron unos segundos hasta que la ventana se abrió y el rostro sorprendido de Ni-Ki apareció.

El chico les miró, atónito, pero SungHoon le sonrió.

—Voy a entrar —le dijo con lentitud, para que así leyera sus labios.

Ni-Ki pareció preguntarles con la mirada cómo lo haría, pero SungHoon hizo un gesto, quitándole importancia, y con ayuda de HeeSeung, que apenas podía con el peso del menor, lo subió a sus hombros.

—Voy a matarte, voy a matarte, voy a matarte... —murmuraba HeeSeung, a punto de llorar por el dolor. Afortunadamente, estaba pegado a la pared así que aquello era soportable hasta cierto punto.

SungHoon pensó que sería más fácil, pero Riki tuvo que tirarlo de la sudadera para que terminara de entrar, y rogó para que nadie más en la casa se despertara con todo el ruido.

Se puso de pie, observando a Bisco olisquear su pierna.

SungHoon, ¿qué haces...?

Riki no pudo decir nada más porque SungHoon le besó en ese momento, sintiendo un bálsamo en su corazón cuando sus labios conectaron con los del menor. A pesar de todo lo ocurrido, a pesar de verlo con WonYoung, no le importaba nada en ese instante porque él sabía, en el fondo, que Nishimura Riki era su novio y le quería demasiado como para permitir que ese tonto beso arruinara su relación con él.

Ni-Ki respondió el beso, sorprendido y jadeante, sus piernas temblando por el agarra de SungHoon en su cintura, y retrocedió unos pasos en los que SungHoon sólo le seguía besando.

No se separaron hasta que SungHoon sintió algo incómodo en su pierna, y al bajar la vista se encontró con Bisco, que estaba mordiendo su pantalón, gruñendo para que se alejara de su dueño.

Se rió en voz baja, observando a Ni-Ki, que le miró con ojos brillantes.

Lo siento —dijo Riki, a punto de romper a llorar—, por lo del otro día, yo no...

—Shhhh... —chistó SungHoon, chocando suavemente su frente con la del menor—, shhh... No importa, Nishi...

Lo volvió a besar, pareciendo que Ni-Ki entendió su mensaje, y se quedaron así varios segundos, sólo compartiendo besos torpes, risas bajas, el calor de sus cuerpos siendo suficiente para estar con el otro.

Se acostaron sobre la cama del chico, SungHoon olvidando por completo que HeeSeung estaba congelándose el culo afuera, y volvieron a besarse.

Te he extrañado mucho —le dijo SungHoon con cuidado, pues esos últimos días estuvo aprendiendo lenguaje de señas, y se sintió mejor cuando el rostro de Riki brillaba por la felicidad—, ¿volverás al colegio?

Sí, la próxima semana regresaré —le dijo Ni-Ki—, he estado algo... ocupado...

SungHoon observó la evidente vacilación, pero decidió no decir nada porque no quería presionarlo. Si bien se moría de curiosidad por saber qué había pasado, tampoco deseaba insistir con ese tema porque, en el fondo, no sabía si sería capaz de manejarlo.

Había algo, en esa terrible verdad, que no quería saber.

Yo también te he extrañado —añadió Riki, su expresión volviéndose tímida—. Lamento lo de WonYoung, SungHoon. Si lo hubiera sabido...

¿Te gusta ella? —preguntó SungHoon sin lucir enfurecido o enojado, sólo tranquilo, porque necesitaba escuchar su respuesta.

No, no —se apresuró a responder el chico—, a mí me gustas sólo tú.

SungHoon le acarició el cabello, besándole la mejilla, viendo la sonrisa dulce en su rostro.

Se sentía, en ese instante, flotando en una nube porque Ni-Ki era demasiado bonito y adorable, y cuando estaba con él, todos los problemas parecían desaparecer: la mirada desamparada de WonYoung, la mirada de reprobación de sus padres por haber terminado con RyuJin, y los constantes mensajes de la chica, todo eso, se esfumaba de su mente cuando Riki se acurrucaba a su lado, observándole como si fuera un superhéroe.

SungHoon se sentía como un superhéroe gracias a Ni-Ki, y eso, en el fondo, le encantaba.

Permanecieron varios minutos más dándose besos, acariciándose entre sonrisas torpes, hasta que una piedra cayó al suelo, y SungHoon recordó a su mejor amigo.

Se asomó, viéndolo fastidiado.

—¡Tengo frío! —masculló HeeSeung entre dientes.

SungHoon se vio tentado de cerrar la ventana, pero ya era tarde, y decidió que lo mejor sería marcharse.

Abrazó a Riki una vez más, dándole otro beso.

Debo irme —le dijo, viendo su rostro triste—, pero vendré a verte mañana si quieres.

Te abriré la puerta de la cocina para que salgas —se apresuró a responder Ni-Ki.

SungHoon no podía despegarse de sus labios, pero se vio obligado a hacerlo cuando el chico se alejó, saliendo de su cuarto, observando que no anduviera nadie en el pasillo. El mayor le siguió, tratando de no meter ruido, y pronto llegaron a la cocina, donde el menor abrió la puerta para que saliera.

Te quiero —dijo SungHoon, dándole un beso más.

Yo también te quiero —respondió Ni-Ki, sin dejar de sonreír.

SungHoon se despidió, sintiéndose ahora mucho mejor porque había visto a su novio (su novioooooo), y caminó hacia donde estaba HeeSeung, que estaba abrazándose por el frío de invierno.

Comenzaron a caminar, sin decir nada durante unos segundos.

—Esta ha sido la estupidez más grande que hemos hecho en mucho tiempo —dijo HeeSeung.

El más alto soltó un resoplido.

—No, ha sido cuando te confesaste con Jay rapeándole —respondió SungHoon —. Hubieras visto su cara.

—Eso dio resultado —replicó HeeSeung, algo indignado—. De verdad, lanzar piedras...

La voz de HeeSeung se interrumpió repentinamente, y SungHoon no lo habría considerado importante, no a menos que hubiera seguido caminando.

Pero HeeSeung se detuvo, su expresión tornándose atónita, por lo que sólo lo miró.

—¿Qué pasa? —preguntó SungHoon.

—Cómo... —la voz de HeeSeung demostraba lo confundido que estaba en ese instante—. Ni-Ki es... sordomudo.

—Sí —respondió SungHoon.

HeeSeung tragó saliva, mirando hacia atrás, hacia la casa de Ni-Ki.

—Y tú lanzaste piedras para que abriera las ventanas — HeeSeung volvió a observarle, pasmado, y SungHoon reparó en lo que quería decir—. ¿Cómo las escuchó?

SungHoon sólo pudo devolverle la mirada, boquiabierto, sin encontrar una respuesta a lo que preguntó.

Shin siempre se había caracterizado por ser un hombre que solía mantener la calma cuando la situación lo ameritaba, aunque siempre podían existir situaciones en dónde perdía el control fácilmente, en especial cuando se trataba de un juguete desordenado.

Ocurría siempre los primeros días: los juguetes no se adaptaban, no entendían, no comprendían, y eso provocaba que se portaran muy mal. Pero no era nada que unos buenos golpes, unos buenos castigos, no pudieran solucionar. Era sólo cosa de entrenamiento, de perfeccionamiento: con el pasar de los días, los juguetes se volvían más maleables, más sumisos, y todo se simplificaba con facilidad.

Observó la hora con calma, levantando la vista cuando sintió una conocida presencia delante de él.

—¿Quién es usted? —preguntó YongJun, mirándole con el ceño fruncido.

Shin ladeó la cabeza.

—Jeong YongJun, ¿no es así? —preguntó, su voz dulce y suave.

El hombre le miró con cautela.

—¿Es mi nuevo abogado? —preguntó YongJun—. Porque si es así...

Shin soltó una risa baja, divertido, y YongJun se quedó en silencio.

—La noche del tres de noviembre de 2006, su hogar fue allanado por la policía —dijo Shin con calma—, y encontraron a un menor de edad en posesión suya —la expresión de YongJun se mantuvo de piedra, y Shin sacó una fotografía vieja, tendiéndosela—. ¿Era este el juguete en su posesión, señor Jeong?

YongJun observó la foto, su rostro iluminándose al ver al niño retratado en ella: parecía tener seis años, sentado en una cama, apoyándose en las almohadas, con un precioso vestido de estilo victoriano cubriéndolo, de color rosado y con flecos púrpuras. Sobre sus cabellos había un sombrero púrpura también, con una rosa en el centro, y su mirada vacía estaba posada directa en el lente de la cámara.

—Muñequito —corroboró YongJun, levantando la vista, parpadeando—. ¿Usted acaso...?

—¿Fue un buen muñequito? —preguntó Shin, su voz amable, persuasiva—. ¿Era el muñeco perfecto, YongJun?

Un instante de silencio.

—Valió cada maldito peso que gasté en él —la mirada afiebrada en los ojos de YongJun demostraban que decía la verdad, una sonrisa morbosa pintando sus labios—. No gritaba aun cuando podía hacerlo, y cada palabra que le decía la ignoraba. De vez en cuando sus ojos se movían por el cuarto, o hacía muecas por el dolor, pero era inevitable, supongo —humedeció sus labios, complacido.

Shin hizo una mueca al notar la erección en los pantalones del hombre, pero no dijo nada sobre ello.

—Era muy bonito —prosiguió YongJun—, toda las prendas que le compraba le quedaban bien, e incluso el cabello largo combinaba con su rostro. Y se sabía sus horarios con claridad, así como me lo dijeron cuando lo compré —el hombre pareció volver a la realidad de pronto, observando a Shin, parpadeando—. ¿Usted...?

—Gracias por sus palabras, YongJun —Shin se puso de pie, guardando la fotografía—, siga disfrutando su condena.

—¡No, bastardo! —gritó YongJun, poniéndose de pie, las esposas en sus muñecas resonando—. ¡Tú también tienes que pagar! ¡Tú lo entrenaste, hijo de puta!

Shin ignoró sus acusaciones, saliendo del cuarto donde tuvo aquella plática, y miró a los dos guardias, sacando un fajo de billetes para entregárselos.

—La cámara estaba apagada, ¿cierto? —preguntó, su voz dura.

Los dos policías tragaron saliva.

—¡Quién te crees, imbécil, tienes que pagar! —seguía gritando YongJun.

—Sí, señor Shin —respondieron los dos guardias.

Shin no dijo nada más, volviendo a caminar, y salió al pasillo, donde todo el mundo le ignoró por completo.

Minutos después, salió del centro penitenciario, observando el cielo para luego bajar su vista hacia la fotografía que tenía guardada en su bolsillo.

Su dedo acarició el rostro de Muñequito.

—Pronto, pronto... —murmuró—, pronto te encontraré, Riki.

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