CAPÍTULO QUINCE:
La Luna me mira, ella lo sabe...
Sabe cuán enamorada estoy de ti.
|Narrador Omnisciente|
Alma y Enola estaban curando sus heridas, Alma tenía raspones en sus rodillas al igual que Enola, tenía un golpe que se convirtió en un gran moretón, lo tenía a un costado de su pierna y era muy grande, se levantó quejándose.
— ¿Te sientes mejor? —le preguntó Enola a Alma.
— Si, me siento un poco mejor —respondió Alma— ¿Y tú? —preguntó.
— Igual —dijo Enola, Alma se acosto en su cama, sintió un leve alivio y soltó un gran suspiro.
— ¿Deberíamos buscar a Tewkesbury? —preguntó Alma mirando al techo.
— También lo pensé —dijo Enola y se acosto en su cama.
— Debemos buscarlo —dijo Alma y miró a Enola.
— Si, tienes razón —dijo Enola— Tengo un plan, podríamos ser como investigadoras, yo podría ser la viuda y tú, ¿la no viuda? —Alma soltó una carcajada contagiando a Enola.
— Es un gran plan —dijo Alma— Podríamos ir a su hogar y investigar —cerró los ojos— Tendremos que cambiarnos los nombres.
— Obviamente —rió Enola— Buenas noches, Alma —apago la luz.
— Buenas noches, Enola —dijo Alma.
Ambas se durmieron profundamente y adoloridas.
En un carruaje iban Enola, vestida de negro como una viuda, según ella daban miedo, y Alma, esta vestida de un gran y elegante vestido color rosa.
Llegaron a la entrada y un sirviente las hizo pasar.
— Señoritas May Beatrice Posy y Elena Insá —dijo un señor y miró a Enola y a Alma.
El señor entró a un gran salón.
— Para la señora Tewkesbury y marquesa de Basil Weather —dijo el señor.
— ¿Qué asunto las trae aquí? —preguntó el tío de Tewkesbury.
— Somos detectives privadas y les ofrecemos nuestros servicios —respondió Alma con firmeza.
— Mi cuñada tiene toda la ayuda que necesita —respondió el tío de Tewkesbury — Acompáñenlas—le dijo a otro señor.
— Por favor, podemos ayudarles —dijo Enola y miró a la madre dé Tewkesbury.
— Son reporteras de uno de esos desagradables periódicos —dijo ella molesta.
— Somos detectives —volvió a decir Alma.
— Por favor, váyanse antes de que las obliguemos —pidió ella.
El señor empujaba a Alma y a Enola, pero ella se resistían.
— ¡Trabajamos para Sherlock Holmes! —exclamó Enola y Alma la miró sorprendida.
Todos las miraron y el señor las soltó. Enola miró a Alma.
— Somos... nosotras somos sus asistentes —dijo Alma y se volteó a verlos.
— Llegamos previo a él para preparar las cosas —dijo Enola y miró con firmeza a la marquesa.
Alma solo pensaba en el posible problema que se acaban de hechar encima.
— ¿Sherlock Holmes está interesado en el caso? —preguntó la marquesa caminando hacia Alma, esta tragó saliva y asintió.
— Si —mintió Alma con seguridad.
— ¿Y el envía a una viuda y a una chica de no más de 20 años a indagar el asunto? —preguntó la marquesa de nuevo.
— Ser viuda no afecta mi habilidad para hacer mi trabajo —le contesto Enola— Ni la edad de mi compañera define su inteligencia ni su habilidad.
— Sherlock confía en nosotras y ... —una voz de un hombre interrumpió a Alma.
— ¡Tonterías! —un hombre moreno se hizo presente en el gran salón— Perdón, pero ya oí suficiente. Ustedes no conocen a Sherlock Holmes —les dijo.
— Lestrade, que alegría que pudiera conocer a estas señoritas —dijo el tío del vizconde.
— Soy Lestrade —se presentó— trabajo para Scott Land Yard y soy un amigo muy cercano de Sherlock Holmes —dijo mientras caminaba hacía Alma y Enola.
— Eso dices —rió Alma— Jamás te ha mencionado.
— Y ustedes no son asistentes de Sherlock, no tiene asistentes —dijo Lestrade— Sherlock Holmes siempre trabaja solo.
— Al parecer cambio sus costumbres desde que se conocieron —dijo Enola.
— Imposible —negó Lestrade.
— Hazme tres preguntas sobre él y yo a usted, así sabremos quien lo conoce mejor —propuso Enola.
— ¡Basta! —exclamó la madre de Tewkesbury— Este circo no es apropiado para Basil Weather —dijo la marquesa.
— Tiene razón, váyanse de aquí, los tres —dijo el tío.
— Pero, señora, me conoce, soy Lestrade, vengo de Scott Land Yar e investigo la desaparición de su hijo.
— Ha demostrado ser muy útil —dijo la abuela de Tewksbury con sarcasmo.
— Mamá —murmuró el tío de Tewkesbury.
— No me importa si es del Parlamento, fuera de mi casa en este instante —dijo la marquesa.
Lestrade se fue, Alma y Enola miraron a la marquesa.
— ¿Nosotras también? —preguntó Enola.
— Si, también —sonrió con incomodidad Alma.
Ambas chicas salieron de la casa, luego estaban paradas en la entrada a un lado de Lestrade, Enola y él se hacían preguntas de Sherlock hasta que Lestrade se fue en un carruaje.
Alma y Enola corrieron hacia dos trabajadores que cortaban un arbusto.
— ¡Hola! —saludó Alma.
— Les pagaremos cinco libras a cada uno si intercambiamos la ropa —dijo Alma— No tienen que ponerse los vestidos si no quiere —los trabajadores asintieron rápidamente.
— El joven amo, pasaba mucho tiempo afuera, ¿Verdad? —preguntó Enola.
— No soportaba estar encerrado —respondió uno de los trabajadores.
— ¿A dónde iba? —preguntó Alma.
— Al bosque —el trabajador señaló hacia atrás de el, donde habían grandes árboles.
Sherlock y Tom estaban en la cafetería dónde Alma y Enola estaban anteriormente, estaban hablando con la señora Grayson.
— Así que las vio —dijo Sherlock.
— ¿Están a salvo? —preguntó Tom asustado.
— Tenían compañía, un niño muy inútil, pero claramente no lo creyeron necesario —respondió la señorita Grayson— Enola y Alma encontraron su camino, al igual que Malory y Eudoria, para bien o para mal.
— ¿Las travesuras...? —Sherlock fue interrumpido por la señorita Grayson.
— ¿Travesuras? —gruñó ella— Que pobre elección de palabra. Trate de no sonar como su hermano. —le pidió— Usted jamás comprenderá algo de esto, ¿Lo sabía? —preguntó.
— Ilústreme, por favor —pidió Sherlock, Tom se encontraba incómodo.
— Porque no sabe lo que es vivir sin poder —le dijo— La política no le interesa, ¿Por qué? —cuestionó la señorita Grayson.
— Porque es aburrida —respondió Sherlock.
— Porque no le interesa cambiar un mundo que se acomoda tanto a usted —le dijo la señorita Grayson.
— Que bonito sermón —dijeron Sherlock y Tom.
— De miedo, es inteligente —miró a Tom— Son inteligentes y deberían saber que cada palabra que dije es cierta —rió— ¡Vaya familia!, una niña extraviada, un pomposo filántropo, una revolucionaria y usted, sin esposa ni amigos, solo un extraño oficio y obsesión por las huellas y el polvo —dijo y volvió a mirar a Tom— Y tu hermana, otra niña extraviada, pero igual de inteligente y maravillosa, es igual que Enola, ambas son iguales a Malory y a Eudoria —le dijo a Tom— Ven el mundo de cerca, pero, ¿notas que está cambiando? —preguntó— La reforma es solo el principio.
— Si se aprueba —dijeron Tom y Sherlock.
— Tengo que volver al trabajo, Señor Holmes y Señor Lovewood, tengo que atender a mis clientes, hornear pasteles —dijo la señorita Grayson— Que bueno que les interese al menos.
— A mi siempre me ha preocupado mi hermana —gruño Tom.
— Y no lo dudo —miró a Tom, luego a Sherlock— Eudoria pensó que ignoraría a su hermana como la avestruz que es —le dijo a Sherlock— Pero sospecho que ella lo necesita —dijo y se fue.
— Es lo que todos me repiten —suspiro Sherlock.
— Las encontraremos —dijo Tom y Sherlock asintió.
Alma y Enola habían descubierto todo el plan de Tewkesbury, luego de hablar con la abuela de Tewkesbury, se fueron a buscar al joven marqués.
— Cuatro flores amarillas, dos azules y una roja —dijo Alma y Tewkesbury la miró sorprendido— El tipo no importa cualquiera esta bien —finalizó y sonrió, Enola rió y Tewkesbury le sonrió a Alma, pero él no estaba solo.
— ¿Qué hacen aquí? —preguntó Tewkesbury.
— ¿Si te apasionan las flores por qué viniste a Londres? —preguntó Enola.
— Porque aquí es fácil perderse —respondió un voz, un chico de cabello de rulos, alto y de ojos verdes estaba al lado de Tewkesbury.
— Lo que dijo Eddie —dijo Tewkesbury y le dio una flor a Alma, esta sonrió y la tomó.
— Soy Eddie —se presentó.
— ¿Estas escapando también? —preguntó Enola.
— Si, mi madre me quiere casar —hizo una mueca desagradable.
— Oh.
— Bueno, aún así te encontramos Tewkesbury —dijo Alma.
— ¿Y por qué lo hicieron? —preguntó Tewkesbury, Alma y Enola se miraron entre sí— Es por la recompensa, les ofrecieron dinero —dijo nervioso Tewkesbury.
— ¿Dinero? —preguntó Enola fingiendo confusión.
— ¿De verdad? —preguntó Alma burlona, Eddie retrocedió, el sabía que lo buscaban, también era marqués y daban una gran recompensa— No tenía idea —Alma se acercó a Tewkesbury, lo tomó del abrigo y lo jalo, sus rostros quedaron muy juntos— Entonces debería atarte y cobrar —Tewkesbury trago saliva y miró los labios de Alma, esta lo soltó y rió— ¿Es enserio?, No pensé que fueras tan ridículo —Eddie rió y se relajó, este miró a Enola y ella lo miró seria.
— Vinimos porque nos agradas y porque... resulta que tu vida sigue en peligro —dijo Enola— Y por lo visto alguien se nos une —miró a Eddie y este sonrió.
— ¿Qué hizo que les agradara más? —preguntó Tewkesbury y puso una margarita en el cabello de Alma, esta se sonrojó.
— ¿Es en serio, Tewkesbury? —preguntó con sarcasmo Eddie— Te dijeron que tu vida sigue en peligro y lo primero que preguntas es eso —dijo Eddie y Enola le dio la razón.
Alma, Tewkesbury, Enola y Eddie caminaban juntos.
— Encontramos tus flores secas, son hermosas —dijo Alma y miró a Tewkesbury.
— Si y bueno, las flores no me interesan —dijo Enola y miró a Eddie, tiro la flor que este le había dado, Eddie rodó los ojos y le sacó la lengua, Enola lo miró sería.
— Es porque eres ignorante —le dijo Eddie.
— ¿Ignorante?, Que grosero, te atreves a llamarme así y ni siquiera me conoces —gruño Enola y miró a Eddie.
Tewkesbury y Alma se miraron entre sí y soltaron una risilla.
— Ignorante por elección —dijo Tewkesbury— Y tú a veces eres muy gruñona —le dijo a Alma, esta lo miró indignada y le tiro la rosa que él le había dado, Tewkesbury rió y tomó la rosa.
— Cambie de opinión sobre ti, muchachito —le dijo Alma a Tewkesbury.
— ¿Cuál muchachito?, Soy un hombre —dijo Tewkesbury.
— Serás hombre cuando yo diga que eres un hombre —dijo Alma.
— Te ves mejor con pantalones eso lo admito —dijo Tewkesbury y Alma le pegó en el hombro.
— Que atrevido salió el muchachito —se burló Eddie.
— Que gracioso —le dijo Tewkesbury sarcásticamente a Eddie, Alma rodó los ojos y se adelantó con Enola.
— Te gusta, ¿no es así? —preguntó Eddie a Tewkesbury.
— No sabes cuanto —le respondió Tewkesbury a Eddie.
Eddie y Enola iban peleando en frente de Alma y Tewkesbury, este último tomo nerviosamente la mano de Alma, esta miró sus manos entrelazadas y sonrió.
— ¿Aquí es donde se hospedan? —preguntó Eddie mirando la habitación con desagrado.
— ¿Acaso tú rentaste en el Ritz? —le preguntó Enola a la defensiva.
— Conseguimos algo mejor —dijo Tewkesbury.
— Uy, disculpe, señor —dijo burlona Alma y Tewkesbury negó mientras sonreía.
— La mujer que nos lo rentó explicó que era un buen lugar —dijo Alma.
— Claramente te estafaron, Mala —dijo Eddie.
Alma borró su sonrisa, pues le había recordado a Gilbert.
— ¿Cómo sabes? —preguntó Alma.
— Tewkesbury me comentó —sonrió Eddie y Tewkesbury le dio una mirada de advertencia a Eddie, Alma se volteó a ver a Tewkesbury con una ceja alzada y este sonrió inocentemente.
Enola y Eddie empezaron a hablar, hasta que esta le dijo que dejara de mirarla con lastima o sino lo mataría con sus propias manos.
— Al menos estamos juntos —dijeron Eddie y Tewkesbury mirando a Alma y Enola, estas los miraron con el ceño fruncido.
— Enola —llamó Alma— Preparemos té —dijo y Enola asintió y salieron de la habitación con Tewkesbury y Eddie pisándoles los talones.
— ¿En serio creen que mi vida corre peligro? —preguntó Tewkesbury— Pero... ¿por qué? —volvió a preguntar.
— Tu pasado y tu futuro —respondió Enola.
— ¿Eso que significa? —preguntó Tewkesbury.
— Tu familia —respondió Alma— No mando un detective a buscarte, podrían pero no lo hicieron.
— En su lugar mandaron un asesino—dijo Enola.
— ¿Por qué me querrían muerto? —preguntó Tewkesbury.
— Incontables razones —contestó Enola rápidamente— Tu personalidad, tú cabello ridículo, tu sonrisa intolerable.
— O tal vez tus tierras, propiedad, título, linaje, por las razones que querían matar a tu padre. La codicia cambia a las personas —dijo Alma.
— Es ridículo, a mi padre lo asaltaron y mataron, habría sido más fácil matarme antes que escapara —dijo Tewkesbury exaltado.
— Estoy de acuerdo y ya lo intentaron —le dijo Alma— Encontré la rama que casi te aplasta, fue cortada.
— ¿Cortada? —preguntó Tewkesbury.
Alma tomó la tetera y golpeó a Lestrade, Tewkesbury y Eddie lo golpearon, los cuatro corrieron y se encerraron en la habitación.
— El mueble —dijo Enola y los cuatro lo empujaron.
— ¿Qué sucede si también soy marqués? —preguntó Eddie nervioso.
— ¿Eres marqués? —preguntaron Enola y Alma a la vez y Eddie asintió.
— Tal vez tu vida igual esté en peligro —dijeron amabas.
— ¡Abran, señoritas Posy e Insá! —gritó Lestrade— ¿O debería decir señoritas Holmes y Lovewood?
— Inspector Lestrade, quiero denunciar un intento de homicidio, debería estar de nuestro lado —grito Enola.
— ¿Ven la ventana de allá? —preguntó Alma, Tewkesbury la miró— Los llevará al tejado, necesito que se vayan y desaparezcan —dijo Alma.
— ¿Irnos sin ustedes? —preguntó Tewkesbury mirando a Alma— No quiero dejarte.
— Debemos detener la puerta —dijo Enola.
— ¡Pero también deben huir! —gritó Eddie.
— Si los atrapan, sus vidas estará en peligro. Si nos atrapan, solo serán unas vidas que no queremos —dijo Alma mirando a Tewkesbury— ¡Vete!
— No quiero separarme de ti, Alma, no de nuevo —dijo Tewkesbury, el corazón de Alma latió con fuerza.
— ¡Vete!, ¡Váyanse! —gritaron Alma y Enola.
Eddie y Tewkesbury salieron por la ventana y desaparecieron, Lestrade logró entrar.
— Ellos valen más —dijo Lestrade y miró a Enola— Atraparte es un placer y tú —miró a Alma— Vales demasiado y te irás de vuelta a Avonlea.
[🍃]
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Capítulo editado.
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