17. Visitas a la enfermería.

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Cualquier persona cuerda habría huido de la singular situación en la que se encontraba en vuelto junto al gryffindor, pero Severus decidió permanecer en ese torbellino y aceptar volver a ser su tutor, tenía una idea en su mente que nada borraria: Sirius Black pagaria todo el daño que la había hecho.

Aunque ninguno de los dos se atrevía a mencionarlo sabían que estaba pasando algo entre ellos dentro de ese silencio.

El aula de pociones era su lugar seguro, era un salón frío y oscuro, donde conocía cada objeto y artefacto, el único espacio donde podía mantener cada detalle bajo su control.

Esa era la razón principal para que ese se convirtiera en el lugar de encuentro junto a Black, si el tenía control sobre el ambiente que los rodeaba, también tendría cierto control sobre él. No podía soportar un día más permitiendo que un estúpido gryffindor lo estuviera manipulando.

Las primeras clases estuvieron bien, había puesto al mayor a hacer el trabajo que Slughorn le pidió a él que hiciera.

Conseguir que le permitiera la entrada después de horario de clases a un aula que contenía en ella algunas de las sustancias e ingredientes más poderosos del mundo de los magos no era una tarea sencilla. Mucho menos con el gran talento para preparar pociones que el poseía, un mal uso a una poción y podría terminar con la vida de alguien. Sin embargo ese mismo conocimiento le había permitido ser de los alumnos más sobresalientes de la clase, aunque Slughorn no parecía ser alguien que confiara en sus alumnos, él había logrado convencerlo con la propuesta de que dejaría el salón en perfectas condiciones y reluciendo de limpio.

No esperaba que fuera así de eficiente, pero Black estaba haciendo un buen trabajo.

Aunque también era cierto lo que solía decirle sobre conocer los instrumentos e ingredientes, se estaba familiarizando con ellos y con el aula, además también eran tareas que lo mantenían distraído y alejado de él durante un buen tiempo.

El gryffindor parecía estar molesto con las clases que estaban teniendo, pero seguía asistiendo a cada una de ellas. Y para sorpresa de Severus, estaba bastante atento a lo que decía, también obedecía a sus órdenes.

Si hubiera sabido que darle clases lo mantendría callado y sereno, lo habría iniciado años antes.

Pero a pesar de la calma que encontraban ambos, ninguno parecía dejar a un lado lo que había pasado entre los dos.

Lo confirmaba cada que observaba a Black de manera despistada mientras acomodaba los frascos en el aula, y se encontraba con que él también lo estaba mirando.

Era una mirada distinta a la que había tenido contra él, quizá estaba perdiendo la cabeza pero era como si lo estuviera mirando con deseo. Podía ver como sus ojos brillaban más de lo usual, eso le intrigaba en demasía, pero nunca salía de su perfil de seriedad.

La última noche le pidió permiso para quedarse a verlo, había perdido el poco descaro que tenía.

Seguía sin poder creer completamente en lo que sus ojos veían, trataba de recordarse a él mismo que lo más seguro era que Black estuviera ocultando algo, trataba de tentarlo pero el no caería. Aunque cada vez que lo veía morder sus labios sentía un cosquilleo recorrer su estómago, trataba de convencerse de que solo era asco.

Esa misma noche se quedaron hasta tarde, parecía ser de madrugada cuando volvió a la realidad y miró que Black se había quedado dormido sobre sus propias manos. Una sonrisa ladina apareció en su rostro, pero la borró de inmediato.

Le clavó la punta del cuchillo más pequeño que tenía, el que usaba para realizar los ligeros cortes sobre las hojas, directo en su brazo sin presionar demasiado; solo buscaba despertarlo.

—Ya vete a dormir, Black.

—Me iré porque tengo sueño, no porque tu me lo estés diciendo.

—Ajá, lo que tú digas.

Dejó escapar una pequeña risa.

Por unos segundos no vió al Sirius Black tan seguro de si mismo que siempre se presentaba frente a él, esa fue la mayor satisfacción de la noche.

La mañana siguiente fue como si todo lo bueno que le estaba sucediendo se cayera a pedazos por la primera noticia que recibió en cuanto salió de su habitación.

Pandora lo encontró en los pasillos para informarle que Regulus estaba en la enfermería. Era imposible, no había poder mágico capaz de lastimarlo, era un niño fuerte.

No pudo comprender bien lo que la rubia le decía por la manera tan acelerada en la que estaba hablando, pero entre sus balbuceos distinguió las palabras Regulus, enfermería y un monstruo. Quizá lo último era parte de un delirio.

Entró con una clara muestra de preocupación al ala del hospital, donde lo primero que vió fue a Remus Lupin dormido en una de las camillas, tenía los brazos cubiertos de vendas y parecía que había partes de su rostro en carne viva. Era como si un animal salvaje lo hubiera atacado.

Un inminente temor lo recorrió, pensó que encontraría a Regulus en las mismas condiciones.

Pero sintió un alivio tremendo cuando vio que Regulus estaba casi intacto, a excepción de algunas heridas minúsculas en sus manos y el largo de uno de sus brazos, se acercó para observarlo mejor y parecía que la rama de un árbol se le había encajado sobre la piel.

—¿Qué sucedió?— cuestionó intrigado al posicionarse a un lado de la camilla.

—Estoy bien, gracias por preguntar.— mencionó el menor.

Regulus parecía no querer mirarlo, tenía la vista perdida sobre una de los buros de la enfermería.

—Quiero saber que te pasó para poder ayudarte, quizá tenga una poción de curación.

—No necesito tu ayuda.

Sintió un ligero pinchazo en su pecho. Regulus jamás le había hablado de esa manera.

—¿Qué tienes?

—Nada, déjame solo.

—Regulus necesita saber que sucedió para poder hacer algo.

—Nadie te está pidiendo que hagas algo, Severus. Te estoy exigiendo que me dejes.

—¿Qué tienes?

—He dicho que nada.

—Regulus no estás bien.

—¡Estoy bien, maldición! Déjame tranquilo.

Nunca había escuchado al menor alzar la voz.

—No me iré.

—Bien, quédate ahí, ya no hablaré más.

El menor se cubrió con las sábanas que había sobre su camilla para taparse el rostro.

No iba a dejar de insistir hasta hacerlo hablar, la actitud tan inmadura que estaba tomando sobre el tema no era algo usual en él. Le preocupaba.

Un suspiro escapó de sus labios tratando de buscar una respuesta a lo que sucedía, no lograba encontrar un indicador para la actitud de su amigo.

Estaba por decir algo más cuando la puerta de la enfermería se abrió de un fuerte portazo que despertó la atención de los presentes en el lugar.

Sirius Black había hecho una de sus típicas entradas. Aveces pensaba que el gryffindor sentía como si el fuera el centro del universo; no parecían importarle los demás.

Sus miradas se encontraron provocando una tensión que podía sentirse en el aire.

Fue un instante, pero parecían haber hablado un discurso entero solo con sus ojos. Ambos estaban preocupados por Regulus, pudo notar que Black quería acercarse pero lo había evitado por él.

El gryffindor dejó de mirarlo pero él no lo perdió de vista, lo miró acercarse a la camilla del castaño, y observó como se sentaba a su lado y acariciaba sus cicatrices con un sumo cuidado mientras el otro dormía, movía sus dedos con delicadeza repartiendo caricias, también murmuraba algo que no alcanzó a distinguir.

Su estómago se revolvió y sintió náuseas llegar a la punta de su lengua, no podía soportar seguir viendo aquella escena, pero no comprendía porque le había causado esa molestia.

—Vendré a verte más tarde, esta conversación no ha terminado.— se dirigió hacia su amigo con un grave tono de seriedad, pero el contrario solo se cubrió con más fuerza.

Se quedó unos minutos más con la esperanza de que recapacitara pero nada pasó, seguía encaprichado en no querer decir nada. Al parecer lo testarudo les venía de familia.

Finalmente salió de la enfermería sin mirar atrás, no podía seguir viendo a Black junto a Lupin sin sentir arcadas.

Pero no escuchó que las puertas se cerraran. Algo las detuvo.

Se dio la vuelta, no era algo, fue alguien. Black se encontraba parado en el medio de pasillo caminando hacia él.

El mayor le dio una seña discreta con la cabeza para que lo siguiera, reconoció al instante a donde queria que fueran. Estaban en el primero piso del colegio, cerca del aula vacía donde se habían encontrado en ocasiones pasadas.

Lo dudó por un momento, pero fue como si sus pies se desconectaran de su cerebro y comenzarán a caminar solos hacia él, hasta que ambos entraron en el aula.

—¿Sabes cómo está Regulus?— cuestionó el mayor. Podía ver la inquietud en su mirada.

—No tengo porque decirte.— Severus negó con la cabeza en congruencia a sus palabras.

—Es mi hermano, quiero saber.— insistió.

—Pregúntale, eso hice yo.

—No va a decirme, no le agrado.

—¿Él te lo ha dicho?

—No, pero es bastante obvio, no quiere hablar conmigo.

—No has intentado hablar con él.

—Me odia.

—No le has preguntado.

—Porque me odia.

—Que testarudo eres.

El salón se quedó en silencio, ambos se miraban directamente pero no lograban emitir palabra alguna. Era como uno de sus usuales duelos de mirada, pero mucho más tranquilo que los anteriores.

—Gracias.— Black rompió el silencio, y sus ojos lo miraron con total sorpresa. Jamás lo había escuchado agradecer.

—¿Por qué?

—Por cuidar de Regulus.

—Eso hacen los amigos, Black.

El gryffindor bajó la mirada al suelo, como si se hubiera ido un momento de la conversación hacia sus pensamientos.

—Yo debería de hacerlo también.— su voz se quebró. —No he podido cuidarlo como es mi deber, lo lastimaron y no estuve para ayudarlo. Soy un hermano terrible.

Sirius tenía la voz temblorosa, y estaba seguro de que sus ojos se habían cristalizado. Eso era nuevo también.

Su primer impulso era reírse, burlarse de su dolor, eso es lo que los enemigos hacen, te alegras cuando la persona a la que odias esta sufriendo. Pero no pudo hacerlo, no se atrevería a usar un tema tan delicado en su contra otra vez.

—Yo tampoco estuve, no por eso dejo de ser un buen amigo, en cuanto me enteré vine a verlo, tú también lo hiciste, no debes ser tan mal hermano si estas preocupado por él.

—Regulus me importa demasiado, no tienes idea de cuanto. No podría perdonarme si algo le sucede.

Podía distinguir perfectamente como el contrario estaba aguantando las ganas de llorar.

—No le sucedió nada malo, tranquilo.— tomó una respiración. No podía ser que el mismo hombre que lo había hecho sufrir por años ahora estuviera frente a él con tal fragilidad. —Pero no ganas nada con decírmelo a mi, tienes que mostrarle a él.

—Me odia.

—¡Que no te odia! Por Merlín, son igual de tercos. Ni siquiera intentas hablar con él, ¿Cómo esperas recibir una respuesta positiva?

—¿A dicho que no me odia?

—Pregúntale a él.

—No querrá hablar conmigo.

—Sigues repitiendo lo mismo una y otra vez Black, ve y habla con él.

—Puedo ver en su rostro que me odia.

—Te voy a lanzar un maleficio si no te callas.— alzó la voz con molestia. Una de las características de Severus era la paciencia, pero Sirius tenía el don de terminar con ella en pocos segundos.

—No lo harías.

—No me tientes.— pudo ver claramente en el rostro ajeno el tipo de mirada que le dio. —No empieces, Black.

El gryffindor ocultó una sonrisa en la comisura de sus labios. Su usual comportamiento lnfantil lo sacaba de quicio.

—¡Estoy diciendo la verdad! Cada día esta más distante, pasamos el verano juntos y fue como si no lo estuviéramos.

—Regulus te quiere.

Sabía que si en ese momento el más joven de los Black estaba molesto con él, lo estaría mil veces más si se enteraba de lo que le había dicho a su hermano.

Era cierto, Regulus apreciaba genuinamente a su hermano a pesar de todo lo que habían pasado juntos, pero no es algo común en su familia decirse que se quieren, ambos eran muy cerrados.

—¿Cómo lo sabes?— preguntó consternado.

—¿Recuerdas lo que pasó la última noche que estuvimos en la biblioteca?

—Oh, lo recuerdo muy bien, pero acabas de decir que no empiece y tú estás haciéndolo.

—No me refiero a eso.— indicó. Su mirada mostró el fastidio que sentía. —La pelea que tuvimos antes, mencioné que tu madre te había atacado.

—Regulus te lo contó, ya me habías dicho eso.

—Regulus me contó que lo defendías, que por eso tu madre te había atacado, incluso usando crucio. Por eso lo supe, pero...— hubo una pausa. Tragó saliva,  pensaba si decirlo o no. —Él piensa que eres muy valiente, te quiere por que siempre lo salvaste, no solo eso, te admira.

La postura del contrario cambio por completo, se veía incrédulo pero notó como lo iba aceptando.

—Yo también lo quiero, es mi hermanito.

—No me lo digas a mi, demuéstrale.

—Hablaré con él.

—Deberías.

Una pausa de nuevo. El silencio los inundó y solo se miraban, no había más que pudieran hacer en momentos como esos.

—Te lo agradezco.— mencionó. Sus pasos se acercaron a él, y su mano tocó la del slytherin en un suave roce. Su cuerpo tembló al sentirlo tan cerca de nuevo. Era momento de irse.

—No sé de qué hablas.

—Por lo que acabas de hacer.

—No hice nada.— negó con la cabeza y se alejó de él.

—Pero tú...

—Nos vemos en clases.

Mencionó como último para dejar lugar tras él. Se sentía extraño, usualmente su última palabra era un insulto o alguna provocación, su despedida fue demasiado suave para la relación que tenían.

Después de ese encuentro las cosas se sentías distintas. No cruzaron miradas en las clases, ni siquiera se vieron durante los almuerzos o en los pasillos, era notorio que las situaciones sentimentales los incomodaban de sobremanera a ambos.

Todos los días iba a la enfermería a visitar a Regulus, se sentaba junto a él a leer y le brindaba sus dulces preferidos, pero el menor aún estaba distante.

Había aprendido los horarios en lo que Black visitaba a Lupin para evitar encontrarse con él.

Remus aún seguia en su camilla con las mismas heridas, mientras las de Regulus sanaban poco a poco. Pensó que por sus leves rasguños se iría pronto de la enfermería, pero sentía como si hubiera pasado algo más profundo que nadie quería mencionar porque cuando McGonagall venía a rondar, Poppy y ella estaban en silencio pero se miraban como su supieran algo.

No era común que la profesora se paseará por ese lugar.

—Por favor, Regulus, no has querido hablar con nadie. Barty se está volviendo aún más loco.

—Llévalo a San Mungo.

—Regulus es suficiente, tienes que decirnos que paso.

—Tú no eres nadie para decirme que tengo que abrirme, Severus. Siempre estás encerrado en ti mismo.

—Porque no quiero que se preocupen por mi.

—Lo mismo pienso, entiendan que no puedo contarles lo que sucedió, necesito que me dejen tranquilo.

Soltó un último suspiro en forma de rendición, ya había intentado de todas las maneras posibles saber lo que le había ocurrido a Regulus, pero nada parecía ser suficiente.

—Te diré lo que un joven me dijo una vez; sabes que puedes pedir ayuda si la necesitas. Somos amigos y cuentas conmigo.

—Gracias, pero no la necesito.

Había usado su misma táctica contra él, vaya que se sentía mal. Nunca se había percatado del daño que podían causar sus palabras a los demás, se sentía aún más preocupado de no saber lo que pasaba o como ayudarlo, jamás pensó que le había hecho sentir lo mismo a sus amigos todo ese tiempo.

—Lo lamento.— murmuró, su voz se estaba entrecortando. No iba a quebrarse con él. —Vuelvo mañana.

—Como quieras.

El menor se volteó para recostarse de lado y cerró los ojos fuertemente.

Severus abandonó el lugar una vez más sin respuestas, sinceramente le dolía no poder ayudar a su amigo.

Era viernes 27 de octubre, el último del mes. No sentía ánimos de ver a Black de nuevo, ni de lidiar con él. Pensó en comentarle que se cancelaba su clase, pero aún necesitaba el dinero, esa era la razón principal por la que seguía estudiando con él.

Se alegro cuando anocheció y no vio rastros del mayor rondando cerca del aula, quizá lo olvido o había preferido no ir, cualquiera que fuera la respuesta para él estaba bien.

Se encontraba en el salón de clase elaborando una poción, el caldero hirviendo suavemente con vapores relucientes que inundaban sus fosas nasales de olores que añoraba, pasar su tiempo en ese lugar era de regocijo, para él así era como debía sentirse un hogar, tranquilo, seguro y en paz.

—Perdón por la tardanza.

Su tranquilidad se acabó cuando el gryffindor atravesó la puerta del aula. Volteó a mirarlo, pero lo primero que llamó su atención fue que tenía la manga de la camisa levantada y traía una venda cubriendo una parte de su brazo.

No podía ser posible que hubiera otro herido, ya estaba agotado de esa situación.

Podía lidiar con un Black lastimado, dos ya era una cosa muy complicada.

Tuve que resubir el capítulo porque tuve un pequeño problema y no aparecía, espero se resuelva :(

Esta noche subo el siguiente

Gracias por los comentarios, amo leerlos y me emociona muchísimo ! ♥︎

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