𝐨𝐜𝐡𝐨

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Nada es, ni será lo que era.

Estábamos ahí. Realmente estábamos todos ahí sentados, unos frente al otro, y otros, simplemente aún lado. Apretaba mi falda, estaba ansiosa y es que, después de tres años, parecía ser que mi corazón se conmocionaba como siempre al verlos a todos, pero esta ves, más juntos que en aquellos días. Nadie podía escuchar como mi corazón palpitaba, de una manera liviana, como si todo se hubiese acomodado donde debía estar, después de ese vacío tan extenso que habitaba en mi. Respiraba, respiraba de una manera neutral, sin poder mirar a los ojos a esos quienes estaban ahí. Levante la mirada, el hecho de ver cómo habían cambiado, me hacía sentir incluso melancólica. Sus facciones, las de cada uno de ellos se había desarrollado, tanto físicamente como mental, ellos habían crecido como yo. Mire aún lado. Observando a Mikasa, quien me miraba detenidamente pude entender algo, era inevitable olvidar lo que sucedió, tanto para ella, como para mi. Lo supe cuando me miró y bajo la cabeza, apenada de lo que pudiera pensar, pasaron tres años, pero la cicatriz sigue doliéndome, por el hecho de que haya sido ella. Deje de mirarla, sabía que todos me miraban, pero ya no quería buscar una mirada, porque la que quería, no me buscaba.

Sin decir nada, me levante del sofá proveniente de la hermosa casa en donde estábamos. Las miradas continuaron siguiéndome, pero una tensión entre el hombro de Armin y el mío detonó en cuanto pase por su lado. Lo miré de reojo, mi pecho se apretó, era como si no estuviera ahí. Camine, de manera educada hacia el baño, esperando escapar de como mi boca se había quedado seca. Remoje mi rostro con el agua. Ya había aprendido a controlarme, a controlar estos ataques que me provocaban ver el mundo de otra manera, pero me era inevitable no sentir ansiedad cuando Armin no me miraba. Respire hondo, colocando mis manos en el levado para tener un tipo de presión en ello, poniéndole todo mi peso. Me miré en el espejo. No sabía si había sido correcto irme y estar aquí, después de todo, espero que Reiner haya encontrado la carta en el mismo lugar donde me dejó. Querido amigo mío, lamentaba tanto tener que irme y dejarte, pero hay cosas que mi corazón no puede cambiar, Marley no es mi hogar, jamás lo será, pero sé que Reiner tendrá siempre un hogar en mi corazón. Respire hondo, saliendo del baño para que mi cuerpo chocará con aquel otro cuerpo. Atónica observe la altura de Jean, quien sin duda me examino.

—¿Todo bajo control?—me preguntó, mientras que note su cabello más largo y sedoso, como los vellos faciales en su rostro; su voz, era más gruesa.—Ainara.—me llamo, pareció ser que tanto para él, como para mi, era extraño que después de tres años me llamara por su nombre.—Olvídalo, solo... —Jean no culminó de hablar cuando decidió abrazarme fuertemente, se sentía aliviado.

—Jean, me alegra saber que estás bien.—articule, sintiendo como me abrazaba más fuerte.

—Tú, no tienes la menor idea de cómo me mortificaba saber que no pude salvarte como Marco.—lentamente me separé de él, sin duda el amargo recuerdo de aquella muerte, hizo decaer mi semblante.—No importa. Al menos tú tuviste suerte.—dijo, incitándome a caminar detrás suyo, ¿suerte? No, no creo que haya tenido suerte.

—Así que eso les pasó... —me asome nuevamente en la sala, donde vi aquella hermosa mujer con facciones similares a Mikasa, quien yacía sentada y escuchándola, como todos.—Es verdad que con el aumento de los exámenes de sangre también aumentó la preocupación de los países de que se les descubriera esconder un infiltrado del pueblo de Ymir. Incluso, en la época cuando gobernaba el antiguo imperio Eldiano, ser parte del pueblo de Ymir era equivalente a ser alguien de la élite social. Pero una vez que el imperio cayó, los aristócratas que lo apoyaban, fueron perseguidos y condenados por su nación. Este es el estado del pueblo Eldiano fuera de los muros, y debo admitir que será muy difícil llevar a cabo nuestro plan de que Paradis forme relaciones amistosas con otras naciones.—decía ella, por lo cual me crucé de brazos, mirando a Eren quien se levantó del sofá.

—¿A donde vas?—le pregunté en un tono bajo, él no me dijo nada, solo levantó la mano y señaló el pasillo, por donde estaba el baño.—No tardes.—le pedí, él en silencio me asintió.

—Pero, si abandonamos el camino de la paz, no nos quedará más remedio que ayudar a Zeke con su plan.—su voz me erizo la piel, no pude evitar mirarlo, mirar a quien robó mi corazón y escucharlo hablar después de tanto, era un sueño irreal del que nunca quisiera despertar.—Poner nuestras vidas en sus manos, y sacrificar las vidas de los niños que Historia de a luz.—decía, mirando a la señora Azumabito.

—Si, por eso estamos aquí, para evitar ese futuro. Nuestras esperanzas están en que aparezca la asociación que protege al pueblo de Ymir mañana en la reunión de las naciones.—le interfirió Hange, mirándolo seriamente.—Por eso, la mejor opción será vigilarlos por ahora. Si vemos que podemos cooperar con ellos solos, entonces...

—Declarar que la Isla Paradis busca paz.—añadió la señora Azumabito, observando a Hange con detenimiento, yo sin embargo, continuaba mirando a Armin.—No hace falta decir que el clan Azumabito hará todo lo que esté en su poder por la paz, pero ¿qué tan realista es este plan para ustedes?—se preguntó ella, mirándonos.

—Entendemos lo difícil que es, y cuán peligroso. Dicho eso, no queda más que dar todo nuestro esfuerzo.—afirmó Hange, mirando a la señora Azumabito.

—¿Dónde está Eren?—dirigí mi mirada a Mikasa, quien se levantó eufórica del sofá, buscando.

—Dijo que iría al baño.—expresó Jean, detenido también aún lado de mi, para ver cómo Mikasa se apresuró en ir al baño, creando tensión entre todos.—Oye Mikasa, eso no es necesario, dale privacidad.—pidió Jean, removiéndose.

—Déjala. No tiene caso... —musitó Jana, sentada en el sofá aún lado de la señora Azumabito.

—Capitán Levi.—Mikasa se dirigió nuevamente a la sala, con los ojos abiertos como platos.—Eren no está en el baño.—afirmó ella, haciendo que el capitán Levi se levantara junto a Hange y la capitana Laia, quien bufó.

—Maldita sea, ese mocoso nunca aprende.—exclamó el capitán Levi, en incomodidad y molestia.—Vayan a buscarlo.—pidió, mirando a los demás, quienes asintieron sin esperarse entre ellos, ya que Mikasa se adelantó.

—Iré con ellos.—avise, visualizando cómo los chicos se ponían sus chaquetas, me detuve en seco cuando noté que Armin dirigió su mirada a mi, pero no dijo nada.

—No, tu te quedas aquí. Hay cosas que debemos hablar.—sentí el apretón que el capitán Levi hizo en mi brazo, por lo cual me giré a verlo apenada.

—Eren no debe estar por ahí, sería peligroso.—le expliqué al capitán Levi, quien me soltó con sutileza.

—Tú tampoco, para ser preciso.—esbozó, sentándose nuevamente donde estaba, cruzando sus piernas y manos.—No sabemos si Reiner decida buscarte y si es así, podría descubrir que estamos aquí. Nuestro plan, se arruinaría.—añadió, haciéndome sentar en el sofá delante suyo, por lo cual pensativa, asentí.

Todo este tiempo, todos parecían estar jugando entre las sombras. Sin duda, la sorpresa de que Zeke Jaeger fuera parte de esta apuesta tan arriesgada, me sorprendía. Haber convivido con el hombre que ocasionó la detonación a la muerte segura de no solo cientos de soldados, si no, la de mi padre mismo, me asqueaba sin duda. Recordarlo, en cómo me hablaba y me daba la mano, me revolcaba el estómago con el repudio que le tenía en este momento. Ahora, sus palabras de aquel día tenían más peso de las que tuvieron cuando las dijo en esa noche tan fría. Él debería estar ocupado, allá donde sea que estén ahora mismo en dirección al Medio Oriente, pero nos volveríamos a encontrar y no me quedaré con las ganas de verle o escuchar su sufrimiento, aquel que debió escuchar de mi padre, aplastándolo como una maldita cucaracha. Apreté mis dientes, bajando la cabeza de manera impotente. Si tan solo ese día yo me hubiera quedado ahí, nada de esto estaría pasando, pero si no hubiera llegado a Marley, tampoco sabría todas las cosas que ahora se. ¿Por qué siento que esto fue planeado? ¿Por que coincidentemente termine en Marley? Todo, de seguro todo, tendría una respuesta. Porque, no podía ser coincidencia que después de tres años, ahora estuviera aquí, con una información sumisa y precisa para mis contrincantes.

—No pienses tanto.—levante la mirada, viendo los grisáceos ojos del capitán Levi, quien iba acompañado con dos mujeres a cada lado de él.

—Han pasado dos horas y aún no vuelven.—artículo Hange, por lo cual se veía preocupada.

—Así que, ¿comandante?—me pregunté, mirando a la mujer con anteojos, quien aún le costaba mirarme y entender que sin duda era real.

—¿Confías en que Reiner Braun no tendrá interés de buscarte?—me preguntó ella, evadiendo la ironía de mi mirada en que ahora, ella fuese lo que tanto admiro que mi padre era.

—Si.—afirme.—Cuando sucedió eso... —hice una leve pausa, aún me costaba, me costaba hablar de aquel día.—Cuando llegue al exterior del muro María, estaba aún abatida por lo sucedido. Según Reiner, el titán carreta se abalanzó hacia mí cuando perdí conciencia y me caí al vacío. Cuando un titán me sostuvo, la hoja que había en mis estuches se soltó, se desprendieron entre su boca y mi mano, así que me rajé el dedo meñique.—conté, enseñando la ausencia de mi dedo meñique en la mano izquierda.—El titán carreta mordió la nuca del titán puro, así que me soltó a tiempo, pero cuando caí, me golpee la cabeza. No era un titán de tantos metros, pero aún así, el golpe en la cabeza fue devastador.—expresé.

—¿Amnesia?—me preguntó el capitán Levi, asentí ante su pregunta correcta.

—Cuando desperté, no recordaba nada. Todo era una nube gris a mi alrededor, como si estuviese ciega, pero aún así, Reiner con el paso de los días en Marley, me contó todo.—indique, entrelazando mis manos, ellos me escuchaban.—No tenía conocimiento de quienes eran, así que aunque me contara la verdad, no había interés de mi parte en ir a buscarles, solo me enfoqué en darle clase a los niños que participarían como Guerreros.—continuaba contando.

—¿Es la línea de defensa que utiliza Marley para sus portadores titánicos?—me preguntó la capitana Laia, quien yacía con su cabello cobrizo suelto, mientras que su cercanía con Levi era bastante obvia, no dude en bajar la cabeza y sonreír, podía notar la tensión que había en ellos.

—Así es.—afirme.—A pesar de eso, la mayoría de los Eldianos que viven en la zona de internamiento establecida en Liberio, son parte de esa línea de defensa para obtener beneficios como una persona normal.—contaba.—Ellos son iguales a nosotros, aquí o allá, están privados de la libertad.—continuaba contándoles, para ver cómo me miraban atónicos.—¿Dije algo malo?—les pregunté, mientras que un hombre de tez morena estaba sentado en una silla, mirándome.

—En Paradis, hay una tumba junto a la de tu padre. A diferencia de la suya, la tuya está vacía.—trague saliva ante escuchar las frías palabras de Hange.—Creíamos que estabas muerta. Y si tan solo hubiéramos sabido que estabas aquí, nosotros... —ella hizo una pausa, se veía afectada y frustrada, levantándose del sofá, buscando aire.

—Cálmate cuatro ojos.—pidió Levi, viéndola intentar de recomponerse nuevamente, pero me sentí mal en saber que ellos habían sufrido.

—Viví mal estos tres años, yo le prometí a Erwin desde antes que su hija entrara a la legión que si algo pasaba, la debía cuidar, creí que le había fallado y ahora que estás aquí... —se sentó nuevamente en el sofá, tapándose el rostro con sus manos.—Puedo dormir en paz.—afirmó.

—Lo lamento.—me disculpe, cabizbaja mientras mantenía entrelazada mis manos.

—No es tu culpa.—afirmó el capitán.—Lo has dicho, no nos recordabas. ¿Como ibas a buscar a alguien que no conocías?—me preguntó.—Ya no importa, ha pasado mucho rato, busquemos a esos mocosos.—pidió, levantándose del sofá.

—Andando Onyankopon.—pidió la comas mate Hange, levantándose igualmente del sofá, para pedir la presencia de aquel hombre, quien se despidió sutilmente de la señora Azumabito.

—Él no podía dormir.—levantándome del sofá miré detenidamente los claros ojos de aquella mujer mirarme, mientras que la señora Azumabito recogía las tazas de té junto a sus subordinados.—Levi de por si solamente dormía dos o tres horas, pero el día después de que creímos haberte perdido, no volvió a dormir bien.—expresó ella, encaminándome en el pasillo.

—Así que, ¿ustedes están juntos?—le pregunté, no sonreíamos, solo charlábamos de una manera madura en la que creí jamás estar junto a ella.

—Siempre.—musitó, con un tono de tristeza.—Aún así, hay una parte de mi, que siempre extrañará a Erwin.—admitió, dándome un amargo sabor que me hizo seguirla en su andar en medio de las afueras de aquel lugar.

—Él te amaba.—musité yo, viendo a los demás avanzar con luces, mientras que el capitán Levi se acomodaba su gorro y la chaqueta, yo veía alrededor.—Lo sé, porque te miraba como nadie más quería mirarte, solo que no supo que Levi también estaba dispuesto a eso.—añadí, deteniéndome en seco.

—Lamento haberle roto el corazón a tu padre.—murmuro ella, pero yo quede detenida, viendo el horizonte que mostraba aquella playa.—¿Qué pasa?—me preguntó, hasta que vio a quien vi allí, detenido en seco, dándonos la espalda.

—¿Acaso yo debería ir?—le pregunté, viéndolo allí, sin saber cómo moverme.

—Nadie más que tú.—indicó ella, dándome el aliento y la valentía de moverme hacia allá.

—Nadie más que yo.—repetía esas palabras, caminando por la arena que se metía entre mis zapatos, mientras que la brisa fría nos daba, miré detenidamente cómo él se giró de reojo.—¿Por qué no me miras?—le pregunté, notando la fuerte tensión encima.—Armin, mírame.—le pedí, en un tono desesperado.

—No puedo hacerlo.—afirmó, su voz parecía pesada, como si su lengua estuviera dormida.

—Estoy aquí, Armin estoy aquí.—le decía, acercándome, viéndolo meter sus pies al agua, él caminaba sin balance y el olor alcohol llegó a mis fosas nasales.

—Pero para mi ya no lo estás, Ainara.—me detuve en seco, sintiendo un escalofrío recorrer toda mi columna vertebral.

—¿Por qué dices eso?—le pregunté, manteniéndome distancia por su frialdad y hostilidad hacia mi, una que nunca creí conocer.

—Porque ya no te amo.—la lengua se me seco, tanto que no podía hablar, solo solté un suspiro.—Te deje ir hace mucho tiempo. Y yo, ya no te amo. Ya no puedo mirarte a los ojos y sentir algo.—mis ojos se humedecieron instantáneamente, este jamás fue el encuentro que imaginé para ambos, sentía una fuerte agonía dentro de mi.

—Estás mintiendo. Estás mintiéndome, solo estás apenado por lo qué pasó, pero debes... —afirmé, riéndome, intentando de evadir mis emociones, pero un leve silencio me rompió todas las ilusiones que pude algún día crearme con él.

—Me enamoré de Annie.—su gruesa y ronca voz detonó mi tristeza, él se giró y me miró directamente a los ojos.—Me enamoré de Annie.—volvió afirmar, algo dentro de mi cambio cuando él bajo su mirada avergonzado, así que impulsivamente me abalancé hacia él.

—¡Eres un cobarde!—grite, golpeando fuertemente su pecho, le empujé.—¡Ni siquiera puedes mirarme a los ojos y decírmelo, cobarde!—decir, con mis lágrimas al tope de sobresalir como mi quebrada voz.

—Lo lamento, de verdad... —pronunciaba, intentando de no caerse al agua, pero fue inevitable cuando lo empujé fuertemente, haciendo que el bache salpicara en mi ropa.

—¡Debiste ser tú, debiste ser tú!—repetía, cayéndome encima de el, para sentir como Armin apretaba mis brazos, intentando de evadir los bruscos golpes.—¡Yo te escogí a ti, porque te amaba, dejé morir a mi padre, por ti!—esbocé en un fuerte sollozo, levantándome con mi humedecida ropa, sintiendo mi pecho subir y bajar.—¡Te odio Armin, te odio!–añadí, desgarrando mi voz en ese impotente grito.

—Lo lamento...

Sus ojos azulados miraban el suelo. Mientras que mis lágrimas bajaban y mis labios temblaban, sentía esa fuerte presión en el pecho que me impedía respirar de manera correcta. Quería decir más, quería sin duda gritar más allá de este mar donde nada pudiera escucharme, pero no podía escapar de este rompimiento tan doloroso para mi. Armin no lo entendía, como quizás yo tampoco podía entender todo lo que sintió y sufrió aquel día, donde me fui y jamás creyó que volvería, pero ahora que estaba aquí, todo era más infernal para él, que para mi. Denegó, dejándolo allí tirado, donde mis sueños y los suyos se quedaron. Eso que Armin me dijo fue lo último que susurró, caído en la orilla del mar donde el agua remojaba todo su ebrio cuerpo. Era como si me hubiesen mutilado. Corrí, a pesar de que la arena fuera espesa y me permitiera moverme, corrí. Mi cabello se soltó, jugando y bailando con la brisa fría de la noche. Las lágrimas se iban, como las mismas palabras y promesas que algún día nos dijimos sin saber que todo tendría un final, y es que, era evidente que fuese así. Cada comienzo, no importaba cual fuese, tendría un final y solo se que en este final, no quería volver a mirar a Armin y sentir que lo amaba. Porque después de tres años, no quería amarlo, nunca más. Porque nada es, ni será lo que era antes.

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