𝟎𝟔 | the connector thread

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng



CAPÍTULO SEIS
EL HILO CONDUCTOR



En una sala recóndita del laboratorio de Hawkins se encontraba un chico de unos 21 años haciendo flexiones mientras leía una y otra vez sus apuntes intentando buscar la respuesta a como se había abierto aquel portal ínter dimensional. Las paredes de la blanca habitación se encontraban todas con fórmulas y datos escritas en ella, todo formaba parte de la investigación. Aquel lugar, aquella habitación o mejor dicho aquella jaula se había convertido de alguna forma en su hogar después de dos años sin salir de ahí. Pero lo odiaba tanto como a los que le obligaban a estar ahí, y en cuanto tuviera la posibilidad haría algo por vengarse.

La puerta abriéndose le hizo levantarse del suelo con rapidez, el doctor Brenner, el más malo de todos, se encontraba delante de él. Le miraba fríamente, pero a la vez parecía como si él le importara. Y si, el chico le importaba, pero por sus habilidades, no porque le tuviera cariño. Él era muy inteligente, poseía un coeficiente intelectual de 150, sus conocimientos en ingeniería, matemáticas, química y física eran impresionantes, por no hablar de lo que esos médicos le habían proporcionado sin saberlo, la habilidad de leer la mente a las personas. Se había asegurado de que no lo supieran pues sería su ventaja contra ellos.

—¿A averiguado algo?—le pregunta Brenner con insistencia—

—No, señor—le contesta con seguridad—Aún no se como se abrió ese portal.

—No me está usted sirviendo de nada—comenta observándole—A lo mejor un castigo le haga trabajar más rápido. O que le recuerde lo que le paso a sus padres y a su hermana.

—Solo necesito un poco más de tiempo—le dice con rapidez—Solo eso.

—No hay mas tiempo—le contesta con frialdad—Tiene hasta mañana a primera hora.

Sin nada más que decir la puerta se cerró volviendo a dejarle solo, con sus pensamientos y investigación sobre el portal. Con pesadez apoyó su frente contra una pared y dio un par de golpes contra está con ira y frustración. Lentamente sus ojos se posaron en su cama. Se acercó a ella con rapidez y levantó un poco el colchón para coger unos documentos. Se trataban de los informes de sus padres, su hermana y suyos. En ellos estaba toda la información necesaria en cuanto a tratamiento médico. Se había dado cuenta de que el suyo y el de su hermana habían sido revisados dos años atrás por un doctor apellidado Fitz. Él no le conocía, por lo que le provocaba curiosidad.

Recordó lo que acababa de ver en la mente del doctor Brenner, la imagen de una niña, calva y con un tatuaje en su brazo, 011. Miró hacia su brazo recordando el día que se lo pusieron a él, 005 escrito como si estuviera a máquina con tinta negra en su brazo. Tenía apenas 7 años cuando se lo pusieron y empezaron a experimentar con él. Con su hermana, sin embargo, fue diferente, con ella empezaron a experimentar antes de ponerle el número, pero los experimentos no tuvieron resultado por lo que no le pusieron su número correspondiente, 006. Aún así, a pesar del número en su muñeca, ni él, ni su hermana eran considerados parte del experimento.

El tiempo había pasado rápido sin darse cuenta. La puerta abriéndose con brusquedad le sorprendió, pero sobretodo le sorprendió ver que no era el doctor Brenner el que estaba detrás de ella, sino un señor apuntándole con una pistola.

—¿Qué demonios?—murmura el hombre mirando la habitación—¿Quien eres?

—Me llamo Marc—le responde con rapidez—

—¿Por qué hay un dibujo de un niño en la habitación de al lado?—le pregunto con rapidez sin pararse a pensar en su respuesta—

—Porque ahí vivía un niño—le responde con obviedad—

Marc aprovechó el hecho de que el hombre se había quedado mirando las fórmulas escritas en las paredes y analizando la habitación para meterse en su mente. La imagen de su hermana fue visible para él. Tenía ojeras y los ojos rojos de llorar, pero sin embargo estaba sonriendo de lado.

—Lola—murmuro con nostalgia—

—Coge esos documentos—Hopper señala hacia su cama—Vas a venir conmigo.

Asiente con rapidez para luego seguirle. Al ver que se quedaba detrás de él, Hopper lo sujeto del brazo y le hizo caminar más rápido.

—Métete ahí, nos están siguiendo—le empuja hacia un gran ascensor—

—Van a pillarle—le asegura Marc mientras se cerraba el ascensor—

—No me importa, tengo que averiguar que está pasando—le contesta rápidamente mientras sacaba una foto de su chaqueta—¿Le has visto?

—No—le respondió observando la foto—¿Quien es?

—Es Will Byers—le respondió guardándose la foto otra vez—

—El hijo de Joyce Byers—asume Marc—

—¿Les conoces?—le mira confundido—

—Eres Hopper, Jim Hopper—le observa atentamente por primera vez para luego fijarse en su placa asomando por el bolsillo de su pantalón—Es usted el Sheriff.

—¿Quien eres?—le pregunta por segunda vez confundido—

—Marc, soy Marc Drake.

—Lola es tu hermana—observa Hopper—

—Si, oiga cuando le pillen le llevaran a su casa, le harán creer que ha sido un sueño, revise su casa de micrófonos—le informa con rapidez—Y tome, coja estos documentos, escóndalos debajo de su ropa, ellos no le revisarán.

Hopper coge las carpetas confundido y las guarda en el bolsillo interior de su chaqueta.

—Vale, pero...—no pudo seguir hablando pues la puerta del ascensor se abrió revelando un oscuro pasillo con luces parpadeantes—

Con silencio empezaron a caminar por el hasta llegar a una especie de sala en la que se encontraba el portal a la otra dimensión.

—¿Que demonios?—murmura Hopper con confusión—

Segundos después los malos empezaron a entrar a la sala con el objetivo de atraparles. Marc, al verlo, se separó de Hopper y corrió hacia el portal para adentrarse en el.

—Marc—le llama preocupado, pero rápidamente le inyectaron algo y callo dormido—

—¿Le seguimos?—pregunta uno de los científicos—

—No, dejadle—responde Brenner sin dejar de mirar el portal—No conseguirá salir de ahí.


Esa noche sería larga, sin dudarlo. Lola lo sabía pues su mente no paraba de darle vueltas a las palabras de Will y a los papeles de las cosas que sus padres investigaban en el laboratorio, aquellos papeles que tenía escondidos cerca del castillo de Will, enterrados para que los del gobierno no supieran que los tenía.

Era siempre lo mismo, universos paralelos y niños con superpoderes. Experimentos con embarazadas y la búsqueda de una mayor utilización del cerebro.

Sin embargo el sonido de su puerta siendo golpeada con brusquedad la sacó de sus pensamiento y con rápidos pasos se dirigió a ella. Jonathan era el culpable de eso, él se encontraba delante de ella hecho un desastre, seguramente por la posible muerte de su hermano. A pesar de que no fuera cierta, él chico aún no lo sabía.

—Jonathan—murmura al verle tan mal—

—Lola... ha... ha sido horrible—comenta con la voz rota—Ir a la funeraria, verle en una mesa de autopsias. Yo...

—Hey, hey, lo sé, lo sé—susurra ella abrazándole—Tranquilo. Todo irá bien Jonathan.

El chico se aferra a ella con necesidad, hundiendo su cabeza en el pelo rubio de ella, absorbiendo su olor como si eso le tranquilizara.

—¿Puedo quedarme hoy aquí?—le pregunta al separarse de ella—Mañana es el funeral y el idiota de mi padre está en casa, ademas no quiero estar solo.

—Si, claro—asiente haciéndose a un lado para dejarle sitio para que pasara—

—Es que él...—murmura mientras la chica cerraba la puerta—

—Es un imbécil, lo sé—completa su frase refiriéndose al padre del chico—

Jonathan asiente pasando su mirada por la casa, hasta que sus ojos dan con todos los papeles esparcidos por el suelo del salón. Al notarlo, Lola corrió a recogerlos con rapidez.

—Eh, estaba estudiando—le miente con nerviosismo—¿Quie... quieres ver una peli?

Él la mira atento mientras ella corría con los papeles en sus manos hacia su habitación.

—Aunque bueno, a lo mejor esa no es una buena idea—continua hablando ella con rapidez al volver a la sala—¿Quieres hablar?

—La verdad es que eso es lo que menos quiero hacer hoy—le responde sentándose en el sofá—¿Tú quieres hablar?

—No, no. De hecho iba a irme a dormir—le responde cruzándose de brazos—Tú puedes dormir aquí en el sofá. La otra habitación no tiene cama, está vacía.

—Si, tranquila—le sonríe amablemente, quitándose la chaqueta—

Con una sonrisa Lola le trajo un par de almohadas y una manta. El chico las cogió con tranquilidad y se dispuso a colocarlo todo.

—Bueno... buenas noches, Jonathan—le sonríe incómoda—

—Si, buenas noches, Lola—la mirada castaña del chico se posa en ella—Y gracias.

—Está bien—le sonrió para luego adentrarse en su habitación—

Su cuerpo calló en su cama con pesadez. La imagine de Eleven dándole la vuelta al tablero y las palabras de Will no la dejaban tranquila. Pero lo peor de todo era saber que estaba vivo y no poder decírselo a Jonathan, sabiendo que el funeral sería al día siguiente.


—Mierda—murmura levantándose con brusquedad de la cama—

Su reloj marcaba las 9:07 de la mañana. Se había olvidado de poner el despertador. No era muy importante, pues no pensaba ir a clase, pero se había prometido a sí misma despertarse a la vez que Jonathan para mostrarle su apoyo. Salió de su habitación corriendo esperando que el chico aún siguiera ahí.

Su salón estaba completamente recogido, como si él no hubiera dormido esa noche ahí. Suspiro frustrada y se dispuso a cambiarse de ropa. El sonido del motor de un coche le hizo fruncir el ceño. Corrió hacia la puerta, pues pensó que sería Hopper, pero no era así. Una chica rubia se bajo del asiento del copiloto y se acercó a ella, sus brazos la rodearon sorprendiéndola.

—Dios Lola, hacia tanto tiempo que no te veía—susurra en medio del abrazo—¿Como estás?

—¿Anna?—murmura al separarse y mirarla a los ojos—¿Cuando as vuelto?

—Ayer por la noche—le responde con tranquilidad y una enorme sonrisa—

Dios, Lola echaba de menos esa sonrisa. Tanto que una salió de sus labios sin pensarlo. Anna Davis, una de sus amigas de la infancia. La quería como a una hermana, pero la joven se había mudado a Denver tres años atrás con su familia.

El sonido de una puerta del coche cerrándose le hizo apartar la mirada de la rubia para posarla en Rachel Smith, otra de sus amigas de la infancia. quien se acercaba a ellas mientras fumaba un cigarrillo.

—Mi hermana no tiene coche, y al ver que no fuiste a clase convencí a Rachel para que me trajera—explica Anna—

—Te he echado de menos—admite Lola con media sonrisa mientras la volvía a abrazar—

Una lagrima resbaló de sus ojos al oler a la rubia, al tenerla entre sus brazos.

—¿Estás bien?—habla Rachel por primera vez—

—Supongo—se separa de Anna para mirarla—¿Queréis pasar?

—Claro, y así me explicas como es que no me llamas y no habla con Rachel—comenta la rubia adentrándose en la cabaña—

—Vaya, si era necesario que ella viniera para que nos lo contaras todo por fin—suspira rachel apagando el cigarrillo y sonriendo de lado—

Para su sorpresa no le costó mucho contárselo todo. Era como si llevara tiempo deseando hacerlo. Con Anna todo era más fácil. Y es que ella era de aquellas personas que le caían bien a todo el mundo. Pero el hecho de haber podido reconciliarse con Rachel le sorprendió bastante. Pero en ese momento lo sintió necesario. Después de tanto tiempo necesitaba arreglar cosas de su pasado.

—Tenemos que irnos, pero volveremos a vernos. Me quedo lo que queda de año en Hawkins—le sonríe Anna mientras ella y Rachel salían de la casa—

—Me alegro—le responde Lola con una sonrisa de lado—

—A mi me alegra haber hablado, pero...—murmura Rachel—

—Tienes otros amigos, lo sé—completa Lola—No importa, me alegra haber arreglado todo.

Ambas chicas se subieron al coche y desaparecieron tal y como habían aparecido una hora antes. Lola volvió a adentrarse en su casa y se dispuso a volver a leer los documentos de sus padres.

El haber vuelto a hablar de que estaban muertos y recordarlo todo, algo de había removido en ella. Necesitaba un abrazo, pero no de cualquiera, de su hermano. Algo que era imposible.

Sus recuerdos la rompían a un más de lo que ya estaba. Y las caras de sus padres aparecieron en su mente atormentandola una vez más.

Entonces la puerta de su casa se abrió con fuerza revelando al doctor Brenner.

—¿Que hace aquí? ¿Qué... qué quiere?—le pregunta confundida al ver como unos agentes entraban a la casa—

—Registrarlo todo—les ordena Brenner—

En ese momento de confusión, Brenner se acerca a ella con una jeringuilla entre sus manos.

—Lo siento mucho, Lola—susurra antes de clavársela en el brazo. Todo se volvió negro—

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro