𝟏𝟑 | the death sentence

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CAPÍTULO TRECE
LA SENTENCIA DE MUERTE




Siendo guiados por Max y Lola, Steve y Dustin caminaban por los pasillos del instituto en plena noche con la intención de llegar al despacho de Miss Kelly, la psicóloga y orientadora del instituto. Max y Lola se conocían ese camino como la palma de su mano, sobretodo la pelirroja, quien había tenido que ir a verla desde inicios de curso.

—Es como estar en el Watergate—comenta Dustin al entrar en el despacho—Hawkinsgate.

—Espera un momento, ¿No atraparon a esos tíos?—le pregunta Steve algo confuso—

Lola les ignora y se acerca a Max, quien se encontraba abriendo los cajones que contenían los archivos y expedientes de los alumnos.

—Joder—murmura la joven Mayfield—

—¿Lo has encontrado?—le pregunta Lola con interés—

—Si, y no sólo el archivo de Chrissy. Fred también veía a Miss Kelly—informa tras sacar ambas carpetas—

Steve se acerca a ellas, sorprendido por aquella nueva información. ¿Qué tenía que ver Miss Kelly con Vecna?

Con esa pregunta en sus cabezas, los cuatro se acercaron al escritorio de Miss Kelly para revisar los datos de ambos jóvenes. Lola observo a Max sentarse en una de las sillas mientras Steve y Dustin se mantenían a su lado, iluminándola con sus linternas para que pudiera leer. Sus ojos viajan hasta los cajones de los archivos y, tras pensarlo unos segundos, decidió buscar el suyo.

Steve pudo ver por el rabillo del ojo como Lola se dirigía hacia la puerta, dispuesta a salir del despecho.

—Hey—camina hasta ella, confuso y preocupado—¿A donde vas?

—Necesito tomar el aire—le explica elevando sus labios en una pequeña sonrisa tranquilizadora, pero esta se parece más a una mueca que a otra cosa—

—Vale. Voy contigo—declara. Lola niega—

—Necesito estar sola.

—Ya hablamos de eso. Nadie se queda solo, no con Vecna suelto—le recuerda—Voy contigo.

—¿Qué hay de Dustin y Max?—señala a los más jóvenes, los cuales estaban muy concentrados leyendo los archivos de Fred y Chrissy—

—Grupos de dos. Estarán bien—le asegura Steve tras dedicarles una mirada—Henderson.

Dustin le mira confuso.

—Estaremos en el pasillo. Si pasa algo nos llamas, ¿de acuerdo?—le pide—

—Si, si. Vale—le responde mientras vuelve a poner toda su atención en Max—

Steve se gira hacia Lola y sonríe victorioso mientras pasa por su lado para salir al pasillo. Lola rueda los ojos antes de seguirle.

El pasillo se encontraba en completa oscuridad, lo único que les iluminaba eran las linternas que cada uno sujetaba con sus manos. Tras sentarse en el suelo, apoyando sus espaldas contra la pared, ninguno de los dos pudo evitar soltar un pequeño suspiro de tranquilidad. Habían estado tensos, nerviosos y preocupados todo el día, y aunque en ese momento también deberían estarlo, en ese instante no era así.

El silencio no se sentía pesado ni incómodo, si no todo lo contrario. Sus brazos se rozaban levemente y sus respiraciones eran lo único que podía percibirse. Lola cerró sus ojos, disfrutando de aquella tranquilidad, que resultaba rara para ella. Sus dedos doblaban levemente una de las esquinas de la carpeta que mantenía apoyada en sus piernas. Steve la observo durante unos instantes. Sus labios se elevaron en una leve sonrisa nostálgica. Aquella imagen de ellos dos sentados bajo una luz tenue en medio de la oscuridad de la noche le recordaba a la noche de Halloween donde ella le había llevado al mirador de Hawkins, y a todas las otras noches en las que habían vuelto.

Lola sentía su mirada sobre ella y no pudo evitar sonreír al ver como él la apartaba rápidamente cuando ella volvió abrir sus ojos, atrapándole en el acto.

—¿Vas a leerlo?—Steve señala la carpeta en sus manos, queriendo alejar su atención de aquel hecho—

—No lo sé—admite encogiéndose de hombros—Ya sé lo que pone. ¿Quieres leerlo tú?

—¿Eso no es romper el secreto médico-paciente o algo así? Ya sabes, cruzar la línea de la privacidad—comenta, formando una mueca en su rostro—

—Lo dice el chico que agarro mi libreta de dibujo sin mi permiso en medio de lo que era una caza de demodogs.

—Eso fue diferente—se justifica—

—¿A si? ¿Y en qué si se puede saber?—le pregunta elevando sus cejas, divertida—

—No era un diario o un archivo psicológico, era una libreta de dibujo. Sabía lo que iba a encontrar—explica encogiéndose de hombros—Aunque había más dibujos míos de los que esperaba, pero había dibujos de todos, así que... Siento si eso te molesto.

—No. No lo hizo—niega bajando su mirada hacia la carpeta en sus manos—Bueno, me molestó en el momento, pero, tras pensarlo unos segundos, es lo que dices, había dibujos de todos. Y ninguno era embarazoso.

Steve asiente y echa un vistazo al pasillo, asegurándose de que no hubiese nadie que pudiera atraparles allí.

—¿Quieres que lo lea?—pregunta entonces, estirando su mano hasta agarrar la carpeta—

—La verdad, me da igual. La mitad son mentiras—señala encogiéndose de hombros—Prueba a hablar con Miss Kelly sobre un mundo paralelo malvado y lleno de monstruos. O de un laboratorio donde experimentaban con niños, entre ellos tú. O de que tu figura paterna murió a manos de unos rusos infiltrados en una base secreta bajo el Centro Comercial de un pequeño pueblo de Indiana.

—Oh, definitivamente estarías en Pennhurst ahora mismo—señala, haciéndola sonreír, lo cual hace que él también lo haga—Lo echaba de menos.

—¿El qué?—inquiere Lola entre una pequeña risa—

—Tu sonrisa—su respuesta la toma por sorpresa, haciendo que se sonroje—Tu risa. Tus ojos brillantes.

Señala con su mano, lo que la obliga a cerrar los ojos y bajar la mirada para intentar que volvieran a su color natural.

—Ves. Emociones positivas—señala Steve—

—¿Quien dice que lo son?—le pregunta divertida, lo que hace que él ruede los ojos—Además, esto prueba lo que trataba de decirte en la cabaña antes de que Dustin nos interrumpiera. Las emociones positivas también hacen que me descontrole. Como aquel día en el que tropezamos en el pasillo. Las taquillas empezaron a abrirse y cerrarse. Eso era yo. O en nuestro primer beso oficial en casa de los Byers. Las luces. No me sentía enfadada o asustada o triste, estaba feliz, Steve.

Él escucha su explicación con atención, intentando entenderlo y buscar una razón o solución para su problema de descontrol. Pero siempre llegaba a la misma conclusión, sus poderes estaban conectados de forma directa a sus sentimientos, cosa que ya sabían. Si sentía demasiada felicidad, irá, miedo... estos se activaban. Y con la información que tenían en ese momento, ningún sentimiento la hacía más fuerte que otro.

—Creo que las únicas veces que controle mis poderes fue cuando salimos de la base de los rusos y cuando me enfrenté al Azotamentes y a Billy en el Centro Comercial—vuelve a hablar, llevando su mirada al frente—

—Tal vez ahí esté la solución. O una explicación—le responde él, repasando la pelea de Starcourt en su cabeza—

—No lo sé—murmura soltando un suspiro mientras deja caer su cabeza sobre su hombro, cerrando sus ojos—Y estoy cansada de pensar en ello.

Steve la observa, sorprendido por su cercanía. Sus manos se encontraban a centímetros de tocarse. Era como si su cuerpo le pidiera de forma desesperada romper la distancia entre ellas. No quería incomodarla, pero algo dentro de él le decía que no iba a hacerlo. Aún así tardó unos segundos más en tener el valor para entrelazar su mano con la de ella. Apoyada en su hombro y con los ojos cerrados, Lola no pudo evitar sonreír ante aquel gesto. Agarrar la mano de Steve le resultaba de lo más reconfortante. Se sentía más fuerte que de costumbre, como si no tuviera que cargar con el peso del mundo ella sola.

El tiempo parecía haberse paralizado. Eran solo ellos dos allí. Y en el instante en el que ambos se encontraban con los ojos cerrados, disfrutando de aquella tranquilidad, sus manos unidas se iluminaron en un rojo escarlata, provocándoles un leve cosquilleo. Lola había activado sus poderes sin darse cuenta.

—Max.

Una voz grave rebotó en su cabeza, susurrando el nombre de su amiga, pero no fue lo único. El sonido del pendulo de un reloj resonaba con fuerza, pero fueron las campanas lo que la obligaron a abrir los ojos por fin.

—Max. ¡Max!—la voz de Dustin salía del despacho de Miss Kelly con un tono preocupado—

Al oírle, Steve también abrió sus ojos, encontrándose con la mirada escarlata de Lola, pero esta no tardó en desaparecer cuando sus ojos volvieron a su color natural mientras se ponía en pie.

—¿Qué ha pasado?—inquieren ambos a la vez, una vez entran de nuevo en el despacho. Dustin les mira desconcertado—

—No lo sé. Ella estaba...—no consigue terminar su frase, pues Max se pone en pie y se apresura a salir del despacho, empujando levemente a Lola y a Steve cuando pasa por su lado. Obligándoles también a soltar la mano del otro—

Los tres no tardan en seguirla hasta el pasillo contiguo al despacho. Los ojos de Max se llenan de lágrimas mientras observaba una pared completamente vacía, pues hacia apenas unos segundos ella estaba segura de que ahí había un reloj.


Cuando Dylan, Nancy y Robin llegaron al instituto, Max por fin pudo contarles a todos lo que había presenciado.

—Estaba aquí—señala hacia la pared frente a ella—Justo aquí.

—¿Un reloj de péndulo?—inquiere Nancy con confusión—

—Era muy real—les asegura sin dejar de observar la pared. Lola aprieta sus labios mientras comparte una mirada con Steve—Pero, al acercarme, de repente... me he despertado.

—Era como si estuviera en trance o algo así—explica Dustin—Lo que dice Eddie que le pasó a Chrissy.

—Eso no es lo peor—comenta Max dándose la vuelta para mirarles—Chrissy no era la única que veía a Miss Kelly. Fred también. Y yo lo llevo haciendo desde que empezó el curso—les explica mientras camina de vuelta al despacho de la orientadora. Todos la siguen, interesados en sus palabras. Steve no puede evitar posar su mirada en Lola, preocupado, pues ella también acudía a Miss Kelly—Los dos tenían migrañas, de las chungas que no se van con nada. Y luego... las pesadillas. No podían dormir. Se despertaban con un sudor frío. Y empezaban a ver cosas. Cosas malas. De su pasado. Las visiones no... no pararon de empeorar y empeorar hasta que, al final... todo terminó.

—La maldición de Vecna—asume Robin—

—Las migrañas de Chrissy empezando hace una semana. Las de Fred, hace seis días. Las mias, hace unos cinco días.

Steve pasa su mano por su cara de forma nerviosa y preocupada. Lola da un paso atrás entendiendo lo que Max intentaba decirles, y a su vez, dándose cuenta de que ella también había sufrido todos esos síntomas.

—No sé cuánto tiempo me queda—continúa hablando Max—Pero si sé, por Fred y Chrissy, que los dos murieron menos de un día después de su primera visión. Y yo acabo de ver el puñetero reloj. Creo que mañana moriré.

Aquella declaración resultó aún más espantosa y terrorífica cuando un ruido lejano a sus espaldas les hizo sobresaltarse.

—Quedaos aquí—ordena Steve caminando hacia la puerta. Se dispone a salir, pero entonces se da cuenta de que ir desarmado podría ser una mala idea, así que agarra la lámpara de pie situada a su lado—

El resto comparten una mirada antes de decidirse a seguirle, ignorando por completo lo que él les había pedido.

Iluminando el pasillo con sus linternas, todos caminaron detrás de Steve, quien sujetaba la lámpara listo para golpear a quien quiera o lo que fuera que apareciera allí. Lola camino hasta colocarse junto a él, apretando sus puños, deseando, que si algo les atacaba, por una vez, pudiera controlar sus poderes para protegerse a sí misma y a sus amigos.

Unos pasos veloces hicieron eco por el pasillo hasta que una figura llegó frente a ellos. Está soltó un grito al ver a Steve apuntarle con una lámpara, lo que asustó a los demás, quienes dieron un paso hacia atrás mientras también gritaban.

—¡Soy yo!—exclama Lucas, quien resultaba ser el recién llegado—

—¡¿Lucas?!—inquiere Dylan dando un paso hacia a delante, desconcertada—

—¡Soy yo!

—¡Me cago en todo, joder! ¡¿De qué vas, Sinclair?!—exclama Steve—

—Lo siento—se disculpa mientras intenta recuperar la respiración—

—¡Te podría haber matado con la lámpara!

—Lo siento, tíos—repite entre jadeos de cansancio—He venido en bici a toda hostia. Dame un segundo—les pide—Joder. Tenemos un código rojo.

—¿Qué?—inquiere Lola con confusión—

Lucas la ignora y pasa por su lado hasta llegar frente a Dustin.

—Dustin. Estaba con Jason, Patrick y Andy, y están completamente zumbados—le informa de forma nerviosa—Quieren cazar a Eddie, y creen que tú sabes dónde está. Corres un grave peligro.

—Vale, si. E... es una mierda—admite de forma tranquila, comparado con el estado nervioso del moreno—Pero ahora mismo hay cosas peores que Jason.

Su mirada viaja hasta su pelirroja amiga, quien se encontraba tras él. Lucas frunce el ceño y dirige su mirada hacia ella, confuso. Algo iba mal. Algo iba muy mal.


Con Jason y sus amigos tras Lucas y Dustin, y posiblemente también tras Lola y Dylan, el grupo decidió pasar la noche en casa de los Wheeler. Nancy estaba segura de que a sus padres no les molestaría que se quedaran todos juntos, alegando que querían mantenerse juntos por miedo a los últimos acontecimientos sucedidos en el pueblo.

Por supuesto tuvieron que poner a Lucas en contexto de todo lo que estaba pasando. Y él no pudo reaccionar de otra manera que preocupándose por Max. Aunque esta última no le dejaba mucho espacio para hablar, pues desde que habían llegado a la casa se había alejado de todos, sentándose en el único escritorio que había en el sótano para escribir algo.

Lola y Robin se ofrecieron a ayudar a Nancy a bajar varias mantas y almohadas al sótano para que todos pudieran dormir. Mientras lo preparaban todo, Karen Wheeler les bajo algo de cenar y les aseguro que no era un problema que se quedaran allí. De hecho le parecía tierno que quisieran mantenerse unidos. Su marido no estaba tan de acuerdo, pero aparte de murmuran un par de cosas, no puso ninguna pega.

El cansancio dejó a Lucas, Dustin y Dylan exhaustos, siendo ellos los primeros en caer dormidos. Nancy fue la siguiente en irse a dormir, subiendo las escaleras hasta su habitación. Aunque antes de hacerlo no pudo evitar ofrecerles a Robin y a Lola si querían ir con ella para dormir más cómodas. Ambas se negaron. Robin aún notaba la tensión entre Nancy y ella, y Lola no quería separarse de los más jóvenes.

—Hey—murmura Lola colocando su mano sobre el hombro de la pelirroja—

—Hey—murmura en respuesta, elevando su mirada hacia ella. Sus labios formaron una leve sonrisa forzada. Intentaba mantenerse tranquila—

—¿Estas bien?—Lola se arrepintió rápidamente de su pregunta—Lo siento, seguro que no lo estas. Yo solo...

—Está bien. Sé lo que intentabas—la interrumpe Max. Lola suspira y se agacha a su lado—

—Escucha. No puedo prometer nada respecto a mis poderes, pero haré todo lo que este en mi mano para mantenerte a salvo. Todos lo haremos—señala hacia Lucas, Dylan y Dustin. Max sonríe levemente al verlos dormir—No nos rendiremos. No lo hagas tú.

—No lo estoy...

—Si, lo haces—la interrumpe—Estas escribiendo cartas de despedida.

—Es solo por si acaso. No quiero arrepentirme de no haber dicho todo lo que he querido decir estos últimos meses—le explica—Tú deberías entenderlo.

Lola suspira bajando su mirada al suelo. Max tenía razón. Ambas se habían mantenido calladas durante mucho tiempo.

—Está bien—acepta—Pero no seas muy sentimental con mi carta. Ya lloré suficiente con la de Hopper.

Max sonríe ante su comentario.

—De acuerdo.

Lola sonríe y se pone en pie para volver hacia la zona principal del sótano. Su atención se vio rápidamente puesta en Dylan y Dustin, quienes se encontraban durmiendo en el sofá, cada uno con la cabeza hacia uno de los reposabrazos, de forma cruzada. Una leve sonrisa apareció en sus labios, observando como Steve agarraba una manta para tapar a Lucas, quien se encontraba tumbado en el suelo, a su lado. Imitando su acción, Lola agarro otra manta y la colocó sobre Dustin y Dylan. Sus miradas se cruzaron, haciéndoles sentir como su corazón se saltaba un latido.

—Vale, tortolitos, vuestros niños están descansado. ¿Podemos hacerlo nosotros?—habla Robin al salir del baño y encontrarse con esa escena. Steve rueda los ojos antes de dirigir su mirad hacia ella, dedicándole una sonrisa forzada. Robin se la corresponde con una divertida—

Lola se limita a ignorar su comentario mientras se dirige hacia el baño. Su cabeza dolía horrores en ese momento, necesitaba un analgésico. Sabía que sufría los mismos síntomas que Max, Chrissy y Fred, pero ella llevaba sufriéndolos meses, no tenía sentido que ella también tuviese la maldición de Vecna, ¿cierto? Y aunque así fuera, ella aún no había visto el reloj. Si, lo había oído, pero ya tenían demasiados problemas como para mencionar eso.

Tras abrir el agua, llevó su mano hacia uno de los bolsillos de su chaqueta y sacó el bote de pastillas para agarrar una esperando que le aliviara el dolor.

Sus ojos se cerraron mientras se aclaraba el rostro con un poco de agua fría. Sin embrago no se esperaba que al abrirlos estos se encontraran brillando en aquel rojo escarlata que caracterizaba a sus poderes. Asustada a descontrolarse, Lola intento respirar con tranquilidad. Sus ojos volvieron a su color natural, pero otra cosa llamó su atención.

—¿Qué demonios?—murmura agarrando uno de los mechones de su pelo—

No podía creer lo que estaba viendo. Su pelo estaba tomando un color diferente. Uno un poco más oscuro, más rojizo.

—Kate.

La misma voz profunda que había pronunciado el nombre de Max en el instituto volvió a llegar a sus oídos. Esta vez pronunciando su nombre de nacimiento.



Las cosas se ponen interesantes. ¿Qué le pasa a Lola con sus poderes?
Estaré encantada de leer vuestros comentarios y teorías.

He de decir que escribir escenas de Lola y Steve causa una paz en mi que me resulta inexplicable. Sobretodo lo estoy notando en este acto 4, sus escenas de coqueteo sabiendo que se aman y que son almas gemelas me resultan súper tiernas. ¿Qué pensáis vosotrxs?

Por cierto, he notado un bajón en los votos y comentarios con respecto a las vistas. ¿Es que cada vez hay más lectores fantasmas o es qué no os está gustando la historia como antes?  Tell me, please. Y si no es así, si os esta gustando, por favor, votar no cuesta nada y me hacéis muy feliz. Gracias 🥰❤️

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