Capítulo 10

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Black, Black, Black y Lupin.

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Las malas noticias seguían inundando al mundo mágico: muertes de inocentes y la victoria de los enemigos encabezaban solo una parte de ellas.

En lo que concierne la mansión Black, parecía que las misiones estaban dando frutos.

Horas más tarde, refiriéndose a la llegada de todos luego del percance en el Callejón Diagon, todos los integrantes del grupo se reunieron, a fin de discutir el siguiente movimiento.

—¿Qué fue lo que viste exactamente, Harry?

Habían acordado destruir el horrocrux al cabo de unas horas, mientras debatían sobre los escenarios que Harry había visto durante la conexión mental con Voldemort.

—El siguiente horrocrux es una copa.

—¿Una copa? ¿Cómo era? —Empezaron a preguntar los mayores.

—Sabemos que Quién Ustedes Saben ha usado objetos de gran valor, y ésta no es la excepción.

—Sorpréndeme. —Exclamó Sirius, con ironía.

—La copa de Helga Hufflepuff es el siguiente horrocrux.

Todos los presentes se sintieron conmovidos ante la mención del menor.

Las dudas y los nervios volvieron a estar presentes en aquella habitación, incluso pudieron jurar que las tazas de porcelana se movieron considerablemente a causa de ello.

—Nadie sabe dónde está la copa. —Informó Hermione, con el pie recién curado sobre otra silla.

—Granger tiene razón. —Regulus la apoyó—. Nadie ha sabido de su ubicación en años, ¿cómo se supone que llegaremos a ella?

—Esa es nuestra ventaja. —Afirmó el azabache —, pues he logrado ver en dónde se encuentra.

—¿Dónde?

—Otro de los lugares que pude observar fue una bóveda, era Gringotts, si no me equivoco.

Gringotts cuenta con un aproximado de mil bóvedas. —Añadió Ron—, ¿cómo saber cuál contiene la copa?

—¿Los duendes no llevan un registro de todo lo que entra y sale? —Preguntó Hermione.

—Eso nos haría la tarea más fácil, pero no. —Alya le contestó—. Muchos magos y brujas han mantenido cosas secretas por años, y pasar un documento implica más trabajo.

—¡Qué mal!

—¿Pero cómo haríamos para entrar a Gringotts sin ser reconocidos? Es decir...

—La entrada será fácil. —Sirius tomó un sorbo de su copa de vino—, lo realmente difícil es encontrar la forma de salir.

En ese momento, cada uno empezó a contar las vagas ideas de un plan poco elaborado, incluso Sirius propuso algo similar a un atraco muggle, pero su idea fue negada a través de burlas.

—¡Bella!

Todos se quedaron inmovilizados en sus asientos, a medida que Alya se levantaba.

—¿Qué...? ¿Qué acabas de decir?

—Bella... La bóveda... Ella la tiene.

—¿Qué te hace pensar aquello?

—Hace muchos años, antes de huir, recuerdo que Bella no paraba de decir lo orgullosa que estaba de sí misma. —Recordó la Slytherin—, decía que tenía una misión muy importante...

—¿Y esa misión fue...?

— ¿Acaso no está claro, Harry? —Alya sonrió, más para sí que para el resto—. La única persona a la que Quien Ustedes Saben confiaría algo sería a Bellatrix.

Todos meditaron las palabras de la chica, asintiendo al ver que la idea no era tan descabellada como las que Sirius aportaba.

—Tenemos la ubicación del siguiente horrocrux y la forma de destruirlo, ahora nos queda pensar en cómo llegar a él y salir ilesos.

—Tal vez se nos ocurra algo al destruir el guardapelo.

—Hermione tiene razón. —Ron la apoyó—. Deberíamos destruir ese objeto antes de que algo pase en nuestra contra.

—Bien, bien.

—¿Están listos para irnos?

Tanto los tres estudiantes de Hogwarts como los adultos asintieron, levantándose de sus asientos y tomándose de las manos.

La persona encargada de elegir el lugar fue Regulus, tomando en cuenta uno de los lugares remotos que había leído en algún libro de su estantería, y que casualmente concordaba con el bosque descrito por Ron.

Cada uno se separó al sentir nuevamente tierra firme, acomodando sus abrigos y capas de viaje.

—Bien... Veamos cómo nos va.

Harry sacó el guardapelo de su bolsillo, sintiendo un aura poderosa salir de ella.

—Es magia negra. —Alya le informó—. Qué no te atraiga, o algo peor puede pasarte.

El azabache asintió, a medida que depositaba el objeto sobre el suelo.

Sirius sacó el mango de la espada de su capa de viaje, dejando a su paso el reluciente metal.

—Ten.

El moreno se acercó a su hermano menor y le tendió la espada.

—¿Qué haces?

—Has sido tú quién inició todo. —Empezó a nombrar—: fuiste tú quien descubrió primero el secreto, fuiste tú quien sacrificó su vida para intentar hacer un mundo más justo y tranquilo, así que debes ser tú quien destruya el guardapelo.

Regulus miró a su alrededor, y los rostros de todos le daban señal de apoyo. Por último vio a su hermano, y se preguntó cómo es que seguía sonriendo.

Lentamente alcanzó la espada, sintiendo los diamantes hacer choque con sus delicadas manos.

Separó las piernas ligeramente, y caminó lentamente hacia el guardapelo.

Cerró los ojos, aunque se arrepintió de aquello, pues el recuerdo de cuándo era un niño lo tomó desprevenido:

Sus primas Alya y Bellatrix debían cortar la cabeza del elfo de su tío Alphard como castigo, incluso volvió a oler la sangre con olor metálico, pero su tío había sido rápido, y había cubierto sus ojos para evitar que viera la decapitación.

Regulus nunca le preguntó a sus primas sobre lo que habían sentido en aquel momento, pero podía jurar que estaba sintiéndose de igual manera.

Así que Regulus empuñó con más fuerza la espada, y de un solo movimiento, apuntó al horrocrux.

Antes de siquiera golpearlo, la silueta de su hermano apareció en su panorama.

—Regulus... Mi hermano... No me hagas daño.

El rostro del joven Sirius Black estaba inundado de lágrimas, y aquello lo hizo sentir desconcertado.


—¡No dejes que te controle! —Escuchó la voz de Alya, pero parecía estar demasiado lejos.

El moreno retrocedió un paso, y la espada se tambaleó en sus manos.

No es que pesara mucho, sino que más bien se trataba de una norma: La espada de Gryffindor sólo aparecía a aquellos Gryffindor que lo necesitaban; y Regulus no era un Gryffindor.

Débil... Siempre has sido débil.

La voz de su padre, Orión Black, salió del horrocrux, causando más nerviosismo en su hijo.

De pronto, una nueva silueta se ubicó a un lado de su hermano.

—Reggie, el hijo de mami... Tiene miedo.


—¡No tengo miedo! —Gritó, conteniendo su confusión.

—Basta, James. —El joven Sirius lo miró—. Siente celos... De nosotros.

—¡No es cierto!

—Tú, James Potter, eres el hermano que siempre quise.

Y aquellas palabras fueron el punto final de la situación.

El Sirius original abrió muchos los ojos, viendo que uno de los grandes temores de su hermano menor era el abandono.

Regulus creía que Sirius lo había apartado de su vida.

Se maldijo internamente por no seguir insistiendo en sus cartas, por no buscarlo y hablar con él en los pasillos de Hogwarts, se arrepintió de no hacerle caso a James e ir en busca de Regulus para sacarlo de las garras de Walburga y Orión.

—Yo jamás haría eso...

Sirius dio un paso hacia su hermano, intentando tocar su hombro, pero un fuerte dolor lo invadió antes de siquiera avanzar hasta él.

Magia oscura. —Le recordó su prima—, tú más que nadie sabes que no podemos intervenir.

Por otro lado, Regulus seguía mirando las sonrisas del joven James y Sirius.

Y es que, desde que su hermano había escapado, sentía celos de Potter.

Él se había robado a su hermano, su vida dependía de cuidar al niño que era su semejante para salvar el mundo mágico, él se había robado la juventud que tenía planeada junto a Sirius.

—¿Qué harás ahora, Reggie?

Regulus no pudo más, y cortó el horrocrux de un solo golpe.

Nuevos gritos se hicieron presentes, pero esa vez, fue Harry quién los produjo.

Del guardapelo salió una gran cortina de humo negro, la cual tomó forma de tres calaveras, obligando al Slytherin a retroceder y caer de espaldas al suelo por el susto propinado.

Harry Potter, por su parte, estaba teniendo nuevas visiones: la copa de Hufflepuff estaba sobre un montón de objetos de gran valor, la espada de Gryffindor estaba clavada en el suelo, el rostro de Voldemort se mostró en pánico, y un camino de sangre dio paso a una serpiente. Lo último que vio fue aquel encuentro en el Callejón Diagon, y una mujer de cabello castaño lloraba desconsoladamente.

—¿Harry?

La voz de Hermione impidió que el chico siguiera sufriendo, logrando que volviera a la realidad.

—Sabe... Sabe que vamos tras él...

—Rápido, tómense de las manos.

Sirius se acercó rápidamente hacia su hermano y lo ayudó a ponerse de pie, a medida que las aves del bosque empezaban a volar de forma brusca hacia el norte.

Juntos, volvieron a transportarse en ocho nuevos lugares, evitando que alguien los siguiera.

Llegaron de vuelta a la mansión Black, y todos cayeron al suelo, cansados.

Durante unos minutos, nadie mencionó ninguna palabra de lo visto, pero Sirius quería aclarar muchas cosas.

—Regulus...

—Ahora no.

El Slytherin se puso de pie, ayudando a su prima para hacer lo mismo con el resto.

—Debemos acabar con esto pronto.

—¿Qué viste ahora? —Inquirió Ron.

—Lo mismo: la copa, la bóveda, la espada...

—¿Y...?

—Lo último que vi me dejó intrigado.

—¿A qué te refieres?

—Recordamos el último encuentro... Exactamente cuando dijo: "Más de un traidor va a morir..."

—¿A quién viste? —Preguntó Hermione, preocupada.

—A una mujer. Recuerdo haberla visto cuando La Orden me sacó de Privet Drive, pero...

—Harry, dime una cosa. —Regulus se acercó, a paso lento—. ¿Era una mujer castaña?

—¿Cómo lo sabes?

Los tres Black se miraron entre sí, temiendo lo peor.

—¿Cómo conociste a la mujer? —Inquirió Sirius.

—Debía llegar a La Madriguera, hogar de los Weasley, pero hubo un percance con la moto en la que Hagrid y yo íbamos, y tuvimos que hacer una parada.

—¿Recuerdas el nombre de la mujer?

—No, pero sí el de su esposo.

—¿Cuál era?

—Hagrid lo llamó "Ted".

Alya se llevó las manos hacia la boca, ahogando un grito de terror.

—La han descubierto... ¡Han descubierto a Andy!


Los tres chicos estaban confundidos, pero la mujer a que se refirió Harry debía ser muy importante para los Black, pues todos empezaron a caminar en círculos, ansiosos.

—Más de un traidor va a morir esta semana... —Citaron—. Es ella, Andrómeda.

—Hay que ir tras ellas. —Alya reaccionó—. Ted ha sido asesinado, no dejaré que algo más les pase a mi hermana y sobrina.

—¿Hermana? —Se preguntaron los Gryffindor.

—Se me acaba de ocurrir algo...

—No es momento para tus comentarios de mal gusto, Sirius —Regulus lo amenazó—. Debemos...

—¡Un traslador! —Exclamó, interrumpiendo a su hermano menor—. Usaremos un Traslador para salir de Gringotts.

Todos en la habitación se mostraron sorprendidos, incluso Hermione.

—¡Por fin dices algo que vale la pena!

Regulus evitó a toda costa abrazar a su hermano por la brillante idea, pues la preocupación lo carcomía.

—Hay que dividirnos en dos grupos. —Propuso Hermione—. Haremos dos trabajos a la vez.

—Te escuchamos.

—Harry, Ron y yo iremos a Gringotts, ustedes tres irán a por la mujer.

—Iré con ustedes. —Propuso Sirius—. Les irá mejor si van con un adulto, mientras tanto iré a crear el Traslador.

—Me parece estupendo, mientras que Alya y Regulus...

—Iremos en busca de Andrómeda. —La Slytherin tomó relevo de la conversación—. Les enviaremos una nota en caso de que necesitemos refuerzos.

—Usen el espejo. —Harry le tendió su objeto de vidrio a Regulus—, es mejor así.

—Bien, entonces...

Sirius hizo un delicado movimiento de muñeca, usando su varita para convertir un libro en un Traslador.

—Tendremos alrededor de una hora para volver. —Indicó—. Avísenos de cualquier cosa.

—Nos vemos en una hora, primo.


Sirius corrió y apretó a su hermano menor en un gran abrazo, susurrando a su oído:

—Yo nunca dejé de buscarte, tal vez debiste leer las cartas que hacía aparecer en nuestro escondite secreto.

El mayor se separó rápidamente, llegando al lado de Harry, Hermione y Ron, pero dejando con más dudas a su hermano menor.

—Suerte a todos.

Tal cual había propuesto Hermione, se dividieron en dos grupos, dispuestos a cambiar las cosas de igual forma.

El primer equipo, dispuesto por Alya y Regulus Black, se dirigió al hogar de Andrómeda Black, aguardando las esperanzas de que no fuera demasiado tarde.

El segundo equipo, conformado por el trío de oro y Sirius Black, se apareció a las afueras de Gringotts, o bueno, de lo poco que quedaba del establecimiento.

—Harry, ¿traes tu capa?

—Siempre.

El azabache sacó del bolso expansivo de Hermione su Capa de Invisibilidad, sabiendo que los tres debían estar bajo ella.

—La bóveda de Bella está muy cerca de la mía, así que será un poco más "fácil", pero traten de no hacer ruido.

Dicho esto, los tres amigos se adentraron en la capa, a medida que seguían los pasos del mayor.

En el enorme pasillo del recibidor había un hermoso candelabro dorado, pero a causa de los constantes ataques de los mortífagos, estaba arruinado.

La mitad del objeto aún se mantenía intacta, mientras la otra mitad seguía dispersa en el suelo, señal de que había sido dañada hace tan sólo unos pocos minutos, o quizás días.

Los duendes se veían cansados, incluso algunos tenían moretones en su cuerpo, pero tenían prohibido hablar de ello.

Los cuatro se dirigieron a la mesa principal, y en vista de que nadie les prestaba atención, Sirius chasqueó la lengua.

El duende principal elevó la vista, sorprendido por la visita.

—Señor Black...

En el preciso momento en que el duende iba a hacer algo para alertar al resto, Harry tomó su varita y conjuró un encantamiento a través de la capa.

Confundus.

Una especie de humo verdoso cayó directamente al rostro del duende, imposibilitando su tarea.

—Necesito ir a mi bóveda. —Demandó Sirius, con autoridad.

El duende que lo atendía llamó a otro de sus semejantes, y Sirius aprovechó para indicarles a los chicos que era parte del protocolo.

—Por favor, sígame.

El grupo se dispuso a seguir al duende, tomando asiento en una especie de cabina sobre rieles.

En el proceso, Ron hizo un mal movimiento, y la capa rodó a su lado, dejando a la vista del duende a tres intrusos.

—¡Segur...!

Confundus.

Hermione fue ágil al momento de evitar un drama, y golpeó a su amigo pelirrojo por su error.

—Disculpa...

—¡Pudo habernos costado la vida!

—Niños, silencio. —Pidió el mayor, mientras el duende hacía rodar su transporte—. Por favor, guarden la capa.

Harry hizo caso, a medida que tomaban velocidad.

El trayecto pudo durar aproximadamente 5 minutos, a lo que Sirius explicó:

—Mi bóveda pertenece a los Black, lo que significa que es una de las más antiguas del lugar, y se encuentra muy bien resguardada, así que cierren la boca.

—¿Por qué?

Pero en el instante en que Harry preguntó aquello, un chorro de agua cayó sobre ellos.

—¿Pero qué...? ¡Ladrones!

La perdición del Ladrón... ¿Cómo pude haberlo olvidado?

El duende había recuperado su conciencia luego de pasar por el chorro de agua, a lo cual se vio obligado a gritar.

Confundus.

Ron volvió a controlar al duende, confundiendo y volviendo al camino.

—¿Hay alguna otra cosa que debamos saber? —Inquirió la castaña, de forma egocéntrica.

—Debemos tener cuidado con el dragón.

—¿Un dragón?

Sirius señaló debajo de ellos, mostrando a un enorme Dragón Ironbelly ucraniano.

Hermione ahogó un grito de miedo, Harry no tenía expresión alguna, recordando lo acontecido durante su primer reto en la copa de los tres magos, y Ron se quedó embobado con la bestia.

—Charlie debe saber de esto.

—Oh, de seguro está al tanto. —Sirius le aseguró—. Cada mes vienen algunos Magizóologos o domadores de dragones para inspeccionar a la criatura.

El carrito por fin dejó de rodar, y todos se levantaron de allí.

—Sirius Black. Bóveda 815.

El duende se dirigió a una puerta que no tenía manojo, ni mucho menos algo con lo cual abrir, para luego ubicar la palma de su mano sobre la madera y la puerta de la cámara desapareció, dejando su contenido a la vista.

Todos quedaron perplejos al ver las grandes montañas de oro que poseía Sirius, mientras él se acercaba a sacar unas cuantas bolsas.

—No sabemos cuándo vayamos a necesitar pagar por un favor. —Justificó.

Dentro de la bóveda también habían reliquias, más que todo cuadros de sus antiguos amigos y regalos recibidos.

Pero ellos tenían una misión.

Así que Sirius esperó para salir, y mientras el duende cerraba su bóveda, susurró un nuevo hechizo:

Imperius.

El mayor implementó una de las tres maldiciones imperdonables en el duende, a fin de que su plan no tuviera algún percance.

—Llevanos a la bóveda de Bellatrix Lestrange.

Sirius leyó en el uniforme el nombre del duende: Griphook.

Pero aquello no le importaba en ese momento.

El duende siguió caminando, y se detuvo al cabo de cinco bóvedas de diferencia, e hizo el mismo procedimiento.

Una vez que la puerta se abrió, se reveló de inmediato que la bóveda estaba llena hasta el techo de monedas y copas de oro, armaduras de plata, pieles de extrañas criaturas (algunas provistas de largas púas; otras, de alas mustias), pociones en frascos con joyas incrustadas, y una calavera que todavía llevaba puesta una corona.

Ninguno se sintió sorprendido, después de todo, era Bellatrix de quién estaban hablando.

—¡Allí está! —Exclamó Harry.

—Pues vamos por ella.

—¡Espera, Ronald!

Tarde.

Sirius había intentado prevenir al pelirrojo de un falso movimiento, pero había olvidado avisarles a los chicos antes de entrar sobre las posibles maldiciones que se podrían encontrar.

Ron dio un salto en su puesto, provocado por el grito del mayor, y aquello ocasionó que unas monedas cayeran al suelo. Luego, una por una, se fueron multiplicando a gran velocidad.

La maldición flagrante. —Informó Sirius—, cada vez que toquemos algo, se quemará y se multiplicará, aumentando el peligro de morir aplastados, así que... ¡No se muevan!

Pero el estruendo del metal había provocado que otros objetos empezaran a caer, rodar y multiplicarse por todo el lugar.

Sirius literalmente corrió hacia la copa, pero el resto de tesoros los estaba dejando sin aire.

—¡Sirius! ¡La espada!

Harry sacó la espada del bolso de Hermione y se la tiró a su padrino, logrando de manera imposible agarrar la copa.

Sirius contuvo el aire, sin creer aún que lo tenía en sus manos.

—La bóveda debe tener alguna alarma. —Recordó—. Así que debemos destruirla ahora.

—¡Hazlo! Gritaron los chicos.

—A la cuenta de tres, saldrán corriendo hacia afuera. Uno, dos...

Los cuatro integrantes del equipo trataron de escapar del metal, logrando salir con éxito al cabo de mucho esfuerzo.

—¡Destrúyelo!

Sirius no dudó ni un segundo y partió la copa en dos con la ayuda de la espada.

Al igual que el guardapelo, una sombra salió de la copa, pero a diferencia de ella, cuatro calaveras salieron de ésta.

Harry cayó de espaldas al suelo, teniendo otra nueva visión:

El primer escenario fue una corona, o mejor dicho, una diadema de diamantes azules y plateados; lo segundo que vio fue el castillo de Hogwarts; lo tercero fue una bandera de Ravenclaw, seguido de una estatua que jamás en su vida había visto; y por último, una serpiente.

—Hermione, el traslador.

La chica sacó el libro conjurado con mucho nerviosismo, a medida que unas voces se hacían presentes.

—Esta vez los tengo...

—Es Lucius. —Harry reconoció la voz, y los pasos se hacían más fuertes—. ¡Hermione!

—Debemos esperar... —Soltó, exhausta.

—Debí poner menos tiempo...

Y el libro empezó a temblar en ese instante, mientras los cuatro tomaban una parte de él.

El ambiente volvió a cambiar, apareciendo en lo que Hermione reconoció como el Muro de Berlín.

—No se suelten. —Pidió el mayor, mientras aparecían en otros tres lugares, llegando finalmente a la Mansión Black.

Todos cayeron agotados al suelo, incluso Sirius soltó pequeñas lágrimas causadas por la adrenalina.

Se permitieron descansar por unos minutos, quizás fueron unos quince, pero sus cuerpos estaban exhaustos.

—Hogwarts.

—¿Qué dices, Harry?

—El siguiente horrocrux está en Hogwarts, yo lo vi.

—¿Lograste ver qué era? —Indagó Ron.

—Una diadema.

—Hay muchas diademas en Hogwarts. —Comentó Sirius, agotado—. Estamos hablando de la presencia de muchas niñas en el colegio, ¿cómo...?

—El escudo de Ravenclaw estaba en la visión. —Harry lo interrumpió—. Eso quiere decir que está allí, en la sala común de Ravenclaw.

—Al menos no estamos a ciegas. —Exclamó Ron.

—Sirius, ¿no has recibido un llamado de los chicos?

—El espejo sigue sin mostrarme nada. —El mayor dedicó una mirada al espejo, el cual había sacado de su bolsillo desde el primer momento en que había logrado escapar—, solo espero que todo esté bien.

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Mientras Gringotts recibía la visita de intrusos, la calle Brick Lane mostraba un panorama totalmente diferente.

Alya Black y su primo menor llegaron de imprevisto a las afueras del hogar de los Tonks, pues Andrómeda había realizado un hechizo de protección que impedía a cualquiera llegar de sorpresa dentro de su hogar.

—¡Les advierto que, si se atreven a entrar a la fuerza, no seré tan amable y se me saldrá lo Black que por tantos años me he esmerado por ocultar!

La voz temblorosa de Andrómeda sonó detrás de la puerta, y dos personas más también estaban allí.

—Andy, soy yo, Alya.

—¿Cómo sé que no mientes?

—Puedes preguntarme lo que sea.

La mujer al otro lado lo meditó por varios segundos, y luego indagó:

—El día que huiste de casa... ¿Quién fue la persona que casi te asesina?

—Fue la tía Walburga. —Respondió, sintiendo el cuerpo de Regulus tensarse—, intentó usar la maldición asesina, pero logré transportarme a tiempo.

—¿Regulus también está allí?

—Puedes preguntarme también. —Mencionó el Slytherin.

—¿Cómo solía llamarte cuando eras un niño?

—Solías llamarme "Arthy" —Respondió, sintiendo sus mejillas coloradas—. Otras veces me llamabas "Gus", más que todo cuando querías hacerme enojar.

—¿Gus? —Preguntó Alya.

—No sé por qué me decía así.

La puerta frente a ellos se abrió, y tres personajes se encargaron de recibirlos.

Andrómeda los invitó a pasar, y luego los abrazó con mucha fuerza.

—Lo siento, yo...

—Entendemos tu situación. —Ambos dijeron—, y te felicitamos por ello.

—Fue idea de mi hija... Es que...

—No, no... Está bien, puedes llorar.

Y eso hizo.

Por algunos minutos, Andrómeda lloró en los brazos de su hermana, mientras Nymphadora Tonks y Remus Lupin traían consigo algunas copas.

—Protocolo de seguridad.


—Está bien, Lupin. Te agradezco por ello.

Regulus agradeció la inteligencia del Gryffindor, ya que eso también mantenía a salvó a su prima, pero no pudo evitar sentirse melancólico por el pasado.

—¿Por qué han venido? ¿Ocurrió algo con el tío Sirius?


—¿Saben dónde está Harry?

—Deben salir de aquí. —Alya interrumpió las preguntas—, ahora.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Nos hemos enfrentado a Quién Ustedes Saben...

—Eso lo sabe todo el mundo mágico.

—Pero ha mencionado algo que nos hizo preocupar, y por eso estamos aquí. ¿Verdad, Regulus?

—Así es. Creímos que vendrían por ustedes.

—¿Qué fue lo que dijo?

—"Más de un traidor morirá" —Citaron—. Pensamos en ustedes..., ya sabes hermana, por nuestro pasado.

—Entonces debemos salir de aquí. —Remus sacó su varita y creó refuerzos para el lugar—. ¿Saben si alguien los siguió?

—Nadie.

—No debemos dejar que lleguen hacia nosotros. —Andrómeda también sacó su varita y empezó a guardar sus cosas más valiosas en un bolso, tal cual lo hacía Hermione.

—¿A dónde iremos? —Preguntó Nymphadora.

—Tengo una idea, la...

Sin embargo, el sonido de la radio los hizo estar alerta.

El objeto Muggle empezó a rechistar, creando extraños sonidos a medida que sintonizaba el canal.

Nymphadora, quién estaba más cerca del artefacto, caminó hacia él y movió los canales en busca de la emisora correcta.

—¿Qué...?

—Es una señal de La Orden. —Remus les informó a los visitantes, en vista de que fruncían el ceño en muestra de confusión—. Debido a la repentina toma del poder de Quién Ustedes Saben, hemos creado un medio de comunicación mundial al que sólo se accede con un código único.

—Es muy inteligente. —Admitió Regulus.

—Sí... ¿Quién diría que Sirius Black podría aportar ideas brillantes como medio de comunicación? —El hombre soltó una carcajada—. Aunque estoy más seguro que lo decía en broma.

—No sería la primera vez que lo hace. —Alya sonrió—. ¿Verdad, Regulus?

—Totalmente cierto.

—¿Quiere decir entonces que Sirius está con ustedes?

—Así es. ¿No lo sabías?

—No, hace mucho que no sabemos de él, ni de Harry. Solo que salió con sus amigos luego de la muerte de Dumbledore, y antes de que Hogwarts fuera tomado...

—¡Lo tengo! —Gritó la bruja de cabello rosado—. Silencio.

Todos dejaron de hablar en aquel momento, tratando de oír las noticias.

Un rayo ha caído en Hogwarts... —Decía una voz juvenil—. Repito, un rayo ha caído en Hogwarts.

La señal se vio interrumpida de forma violenta, dejando dudas a su paso.

—¿Un rayo?

—Harry. —Aclaró Nymphadora—. Se refieren a Harry.

—No podemos hablar de forma común, ya saben, por si alguien del otro lado logra...

—¿¡Harry está en Hogwarts!? —Exclamaron los primos—. No, eso es imposible...

—¿Qué? ¿Por qué?

—Es...

Un nuevo sonido se hizo presente en la casa, pero en esa ocasión, fue una voz.

—¿Regulus? ¿Alya? ¿Hay alguien ahí?

Regulus sacó de su capa de viaje color negro el espejo que Harry le había dado momentáneamente, sonriendo al ver que su hermano seguía con vida.

—Estamos bien. —Mencionó, con apuro—. Al parecer fue una emboscada, o algo así, ¿ustedes cómo están?

—Estamos vivos, pero los necesito en Hogwarts.

—Acabamos de oírlo. —Remus se unió a la conversación—. Sabemos que están allí.

Moony. —Nombró el moreno—. ¡Qué gusto volver a verte!

—Igualmente, Padfood. Pero ahora tenemos asuntos pendientes.

—Lleguen a Cabeza de Puerco, el pub de Aberforth. Él les dirá cómo entrar.

—¿Lo hicieron? —Preguntó Alya, sin dar muchos detalles a los presentes.

—Por eso estamos en Hogwarts. —Respondió—. Dense prisa.

Sirius dejó de lado el espejo para ayudar a los estudiantes de Hogwarts que se encontraban ocultos en una sala misteriosa denominada La sala de Menesteres.

Regulus, por su parte, guardó el espejo y miró a los presentes.

—Debes ponerte a salvo.

—Regulus, te recuerdo que aun soy mayor que tú. —Andrómeda respondió—. Además, mi hija va a ir, yo también iré.

—Andy...

—¡No! —La mujer evadió a su primo y hermana—. Me han quitado a mi esposo, y sé que tarde o temprano vendrán por mí o por mi hija, prefiero enfrentar la muerte de frente, a tener que esconderme como una cobarde.


—Entonces alista tu varita y memoria, Hogwarts y Harry nos necesitan.

Andrómeda sonrió, agradecida por la confianza de su hermana, aunque Regulus seguía indispuesto.

Dicho esto, todos se unieron en un círculo, se tomaron de las manos y cerraron los ojos, en busca de una aparición conjunta y segura.

—Lamento haberte gritado hace algunos años... —Remus se había ubicado al lado de Alya, y aprovechó la situación para susurrar algunas palabras de disculpas una vez que llegaron al lugar—. No estaba en mis cabales y...

—Sé que no era tu intención hacerlo. —Ella también habló en voz baja, más para ellos dos que para el resto—. Estabas herido, y creíste que era una mala broma de mi parte.

—Mi actitud no fue muy buena.

—Eso es cierto, pero también está el hecho de que habías perdido a tu esposa, y fue comprensible que sintieras rencor en aquel entonces. Así que, todo está en paz, Lupin.


El castaño asintió, agradecido por el gesto de la chica.

—Black, Black, Black, Tonks y Lupin. —Enumeró alguien a sus espaldas.

Un hombre de aspectos y rasgos muy similares a Albus Dumbledore los tomó de sorpresa: Ojos claros, edad avanzada, una barba tan larga que le llegaba a la altura del ombligo. Lo único que parecía diferenciarlo de su hermano era la mirada juzgadora y la falta de una nariz lastimada.

—¿Aberforth?

—Todos reaccionaron igual. —Dijo, casi soltando una sonrisa llena de ironía—. Soy hermano de Albus Dumbledore, por eso el parecido.

—No sabía que Albus tenía un hermano. —Reaccionó la mayor de todos, Andrómeda.

—¿Por qué habrían de saberlo? —Preguntó Dumbledore, aunque en su voz se lograba diferenciar un tono de desprecio—. Pero no están aquí para saber mi pasado con mi hermano, ¿o sí?

—Nos necesitan. —Interrumpió Remus—. ¿Sabe usted cómo podemos entrar a Hogwarts sin llamar la atención?

—Así es, pero no aseguro que todos puedan salir. ¿Están al tanto de la situación allí adentro?

—Totalmente.

—Entonces están tan locos como los otros cuatro. —El mayor negó con la cabeza—. Esperen...

El hombre caminó hacia un cuadro, dónde una chica estaba mirando fijamente a los invitados.

—Ariadna, ya sabes qué hacer.

Dada la orden, la joven castaña abrió el cuadro, dejando a su paso un pasadizo secreto.

—Es increíble... —Exclamó Nymphadora, sin contener la emoción.

—Suerte en su misión.

Los cinco magos se dieron paso a través del agujero de la pared, y caminaron en silencio, esperando llegar a su destino.

El final era una puerta, la misma por la cual habían entrado, pero a diferencia de la anterior, en esta lograban oírse murmullos.

—¡Reg!

Sirius fue el primero en percatarse de la llegada de su hermano, y fue rápidamente en su búsqueda.

—Me alegro que estés bien. —El moreno tomó al menor por las mejillas—. Mejor dicho, todos.

Alya fue la segunda, seguida por Andrómeda y Nymphadora, para finalmente abrazar a Remus.

—No vuelvas a desaparecer, nos tenías preocupados.

—No volveré a hacerlo. —Le guiñó el ojo, señalando con la cabeza a su sobrina—. ¿Qué tal las cosas con Tonks? —Murmuró.

Remus prefirió dejar de lado el tema, evadiendo el color escarlata de sus mejillas causado por la vergüenza del momento, y prestó atención a las palabras de Harry. O bueno, lo más que pudo, pues Sirius no paraba de decirle bromas que solo ambos entendían, lo cual le hizo recordar su tiempo como Merodeador.

—La Diadema de Ravenclaw, ¿nunca han oído de ella?

Una niña rubia había tomado la palabra, y Regulus se sorprendió por el parecido que tenía a Pandora, una de sus antiguas mejores amigas.

—Pero Luna, nadie la ha visto en años, ni siquiera alguien vivo. —Respondió otra chica de Ravenclaw, de cabello oscuro y rostro pecoso.

—¿Pero al menos sabes dónde está? —Inquirió un joven Gryffindor, de piel morena y cabello rizado.

—Esa es la parte más pesada del plan. —Comunicó el azabache—. No sé dónde está.

Todos bufaron, sabiendo que era casi imposible encontrar aquel objeto.

—¿Una diadema? ¿Ese es el siguiente?

—Así es, Regulus. La Diadema perdida de Ravenclaw.

Cada uno empezó a trabajar mentalmente sobre los posibles lugares en donde estaría oculta, hasta que un estudiante de Hufflepuff se hizo presente.

—Snape lo sabe... —Jadeó, cansado de correr desde su sala común—. Saben que Harry ha sido visto en Hogsmeade, y convocaron una reunión con todos los estudiantes.

—Es nuestra oportunidad. —Susurró Alya—. Empezaremos la búsqueda mientras tienen a todos los estudiantes.

—Tengo una mejor idea. Atacamos de frente, y le daremos tiempo a Harry.

Un nuevo grupo de personas llegaron a través del retrato de Ariadna Dumbledore, formando así los refuerzos de los miembros que quedaban de La Orden Del Fénix.

—Todos los estudiantes deben asistir, sobre todo tu, Harry. —Un hombre moreno tomó el relevo de la conversación—. Ponte un uniforme.

—¿Estás seguro de esto, Kingsley?

—Tan seguro como tú al momento de dejar La Orden para ayudar a tu ahijado, prima y hermano, Sirius.

El azabache tomó prestado una túnica de Gryffindor, a medida que avanzaba a pasos lentos pero firmes.

—¿Están listos para la verdadera batalla? —Indagó un hombre de cabellera rojiza.

—Totalmente...

—Arthur Weasley. —Se presentó—. Y ellos son mi familia: Molly, mi esposa; Bill, Percy, Fred, George, y Ronald son mis hijos; también tengo una hija, Ginebra, pero debió irse.

—Debemos darnos prisa si queremos derrotar a Quien Ustedes Saben. —Andrómeda se mostraba ansiosa—. Pero aun así, es un placer conocerlos finalmente. 

N/A: Las cosas se salieron de control... ¿o de su tiempo? 

Regulus y Alya han cumplido gran parte de su propósito, y Harry esta cerca de acabar con la profesia, ¿pero podrá lograrlo? 

Por cierto, para aquellos que se preguntan sobre la ex esposa de Remus... si pasó, Remus Lupin se había casado anteriormente (al menos en esta historia), y si prestaron atención, a lo largo del fanfic hago mención de cierta rubia que en algún momento fue muy cercana a Regulus y los merodeadores, si quieren saber mas sobre esta misterios chica, en mi perfil podrán encontrar la historia "Heridas de Luna Llena", que ocurre durante los años de estudio de los merodeadores, y aunque ambas historias ocurren en tiempos distintos, forman parte de la misma linea temporal.

Eso seria todo, besitos, y nos vemos el próximo viernes. 

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