Capítulo 6

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El destino de los Black.

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Fue en 1970 cuando la deshonra familiar llegó al límite de Druella.

No solo había tenido que lidiar con la traición de su primera hija, pues aquel 06 de febrero de 1970 había descubierto por las palabras de su hija Bellatrix que Andrómeda Black se había casado con un hijo de muggles.

Sí, no había algo más repudiante que casarse con un nacido de muggles, o eso pensaba la gran mayoría de los Black.

Una joven Bellatrix había empezado a sospechar desde hacía ya bastante tiempo de su hermana menor, sobre todo por las constantes salidas de Andrómeda.

No se tragaba el cuento de que ella tenía un trabajo en Gringotts, el banco de los magos y brujas de Inglaterra, por lo que un día decidió seguirla silenciosamente.

Andrómeda caminaba por el solitario bosque que rodeaba la casa Black, alejándose para encontrar a quien la esperaba.


Edward Tonks era un joven de cabello y ojos de color café, de gran estatura y una contagiosa sonrisa. Él la estaba esperando al otro del bosque, sin saber que su secreto sería descubierto aquel día.

—¿Bella? ¿Qué estás haciendo?

Bellatrix ubicó una mano sobre la boca de Narcissa, quién también decidió seguir a su hermana mayor al ver que había desaparecido de la habitación.

—¿Cissy?

—¿Qué ocurre? ¿Por qué nos ocultamos? ¿Por qué me has silenciado?

—Es Andy... Hay algo raro en ella.

—¿A qué te refieres con "raro"? Andy es Andy, Bella. —Narcissa acomodó su vestido—. Sabes que es un poco rara en ocasiones, pero ella...

—¿Ella qué? Vamos, dilo.

—Ella no... —Balbuceó la menor—. Ella no podría traicionar a la familia...

—No pareces estar tan segura de lo que acabas de decir. —La interrumpió—, y yo tampoco.

Los pasos de Andrómeda dejaron de sonar sobre las hojas caídas de los árboles, ocasionando que ambas hermanas se quedarán inmóviles.

—¡Drómeda! —Gritó el castaño al verla.

—¡Ted! —Exclamó la chica, antes de correr a los brazos cálidos del joven.

Los jóvenes se fundieron en un corto abrazo, pues éste fue reemplazado por un apasionado beso que sonrojó a ambos por igual.

—¿Qué haces tú con ese Sangre Sucia?

El corazón de la pareja latió con frenesí al oír una voz entre los arbustos, de los cuales aparecieron dos figuras que estaban muy enojadas.

—¿¡Me han seguido!? —Exclamó Andrómeda, con indignación—. ¿Cómo se atreven?

—¿Cómo te atreves tú a besar a ese? —Narcissa formó en su rostro un gesto de desagrado—. Después de lo que pasó con Alya... Creí que...

—¿Qué creíste, Cissy? —Bellatrix la interrumpió—. ¿Qué tú y Andy estaban unidas? ¡Por favor!

Acto seguido, la morena sacó su varita y apuntó al joven sin lanzar un hechizo, pero Andrómeda también hizo lo mismo, interponiendo su cuerpo sobre Edward.

—Apártate, Andy.

—¡No!

—Andy... No me hagas enfadar más de lo que ya estoy.

—¿Lo estás eligiendo, por sobre nosotras? —Preguntó Narcissa, sin creer aun lo que estaba pasando—. ¡Andy!

—¡No vas a hacerle nada! —Andrómeda decidió ignorar a su hermana menor—. No mientras yo esté presente.


Eso provocó que la morena riera, incluso Narcissa se alejó de ellas al saber lo que estaba por ocurrir.

—¿Desde cuándo? —Preguntó la rubia.

—No es de tu incumbencia. —Opinó el chico, por primera vez en la discusión.

Bellatrix volvió a reír, y eso enfureció a la castaña.

—No puedo creerlo, Andy. —Bella ladeó su cabeza, aplicando la legeremancia que su amo le había enseñado para hurgar en los recuerdos de Edward.

Ella sabía que Andrómeda había cerrado su mente, por lo que Tonks fue un blanco fácil.

—¿Qué dices? —Preguntó Narcissa.

—¡Todo empezó aquel invierno! —La morena bajó su varita para pasarla sobre su mandíbula—. Por eso no volviste a casa para navidad.

Sin embargo, Andrómeda no flaqueó en su agarre.

—Cissy. —Ahora se dirigió a la rubia—. ¿Recuerdas la navidad que Andy pasó en Hogwarts?

—Dijo que estaba enferma...

—¿Enferma? Ja. —Exclamó—. Mientras nuestra madre se preocupaba por su salud, ella bailaba en esa inmunda fiesta que ofrecieron los Hufflepuff. —Dedujo, luego de ver los recuerdos de la mente de Edward—, allí inició todo, ¿o me equivoco?

—En absoluto. —Respondió la castaña—. Esa fue la primera vez que me sentí verdaderamente feliz.

Narcissa se sintió decaída al oír eso.

«¿Qué había significado entonces los momentos en familia para Andrómeda?». Pensó.

Bellatrix, quien ya había tomado lecciones especiales con su amo, desapareció de la vista de sus hermanas para aparecer detrás de Edward a través de una especie de cortina de humo negro.

Ubicó su varita contra la yugular del hombre, amenazando a Andrómeda.

—¡Un movimiento en falso y...!

—¡Bella! ¡Ya basta! Esto es entre nosotras, deja ir a Ted.

—¿Ted? —Imitó una voz chillona—. Oh, hasta apodos cursis tienen entre ustedes. ¡Patético!

La morena tiró el cuerpo del joven al suelo, provocando que éste cayera de frente, contenido solo por sus brazos.

Se dio la espalda rápidamente, pero antes de siquiera sacar su varita, Bellatrix ya lo había atacado.

¡Crucio!

Una ráfaga de luz roja salió de la varita de la morena, la cual impactó sobre el pecho del Hufflepuff.

Edward Tonks gritó, sintiendo que sus huesos se contraían, a la vez que su cabeza le dolía.

—¡Bella! —Exclamó Andrómeda, con miedo—. ¡Detente!

Pero ella no lo hizo.

¡Crucio! —Volvió a atacar.

Los gemidos de dolor de Tonks eran cada vez más fuertes, al igual que su resistencia se iba agotando.

Era precisamente eso lo que inquietaba a Andrómeda, pues estaba tan nerviosa que no sabía cómo defenderlo.

¡Crucio!

—Bella...

¡Crucio!

—¡Ya basta!

Andrómeda movió su varita sobre el aire y aturdió a su hermana.

Stuperfy.

Aquello no lo había visto venir.

—¡Bella! —Exclamó Narcissa, antes de socorrer a su hermana mayor—. ¡Andy! ¿Qué has hecho? —Le reprochó—. ¿Cuándo te has vuelto en nuestra contra?

Sin embargo, ella no le hizo caso y prefirió socorrer a Edward.

—¿Estás bien? Necesitamos llevarte a San Mungo...

—Drómeda... Estaré bien. —Jadeaba—. No es nada...

—Hay que irnos. —Susurró, solo para ambos, antes de depositar un beso en su mejilla.

Ella trató de ayudarlo a levantarse, pero Narcissa se lo impidió.

Inmob...

—Protego. —Mencionó la castaña, haciendo aparecer un campo invisible de protección.

—Traidora... —Oyó el jadeo de Bella—. Traidora...

—Ted, vámonos.

Ambos jóvenes trataron de correr, pero el problema no era el lugar en el que estaban, sino Bella.

La morena se levantó como pudo y empezó a seguir a su hermana, sintiendo su cuerpo pesado a causa del hechizo que impactó contra su cuerpo.

Edward y Andrómeda corrieron hacia la ciudad, pasando primero por una calle transitada por carruajes y caballos.


Ellos ignoraron el sonido de los conductores cuando pasaban frente a ellos, creyendo que eso podría evitar que Bellatrix los alcanzara.

—Inmobilus —Apuntó a todos los autos, mientras Narcissa le seguía el paso.

—¡Bella, detente! —Narcissa trataba de hacerla parar, y se arrepintió al instante de haber elegido aquel vestido para ese día, pues al ser largo le dificultaba correr.

—¡No! ¡No hasta que pague por lo que está haciendo! Petrificus Totalum.

Los jóvenes evitaban cada uno de los hechizos de Bellatrix, pero estaban muy cansados para usar un hechizo de aparición.

Avad...

Bella estaba dispuesta a matarlos, ya no soportaba el hecho de seguir corriendo, pero algo la detuvo.

—¡Expelliarmus!

La varita de la morena cayó a su lado, mientras los jóvenes frenaron para ver qué había ocasionado el estruendo.

—Pero miren a quién tenemos aquí. —Soltó, con burla—. El grupo de hermanas traidoras se ha vuelto a reunir.

—Aly. —Andrómeda se sorprendió ante la presencia de su hermana mayor.

Habían pasado al menos unos años desde la última vez que se habían visto, y podían notar que no había grandes cambios en lo respectaba a su aspecto físico.


—Detente, Bella.

—¡No! ¡No voy a dejar que otra desgracia apunte a nuestra familia!

Alya se apresuró a ubicarse frente a la pareja, evitando que Bellatrix avanzara hacia ellos.

—¿Hay algo que quieras decir, Cissy?

—No me vuelvas a llamar así, ni mucho menos te atrevas a hablarme. —Respondió la rubia, sintiendo cansancio en su cuerpo—. Ya no eres mi hermana.

—Cierto, lo había olvidado. —Alya se burló en sus rostros—. Aunque no me arrepiento de haber huido, no saben lo feliz que me siento sin esas absurdas reglas de nuestra madre...

—¡No te atrevas a mencionar a nuestra madre!

—Puedo decir lo que se me da la gana. —La desafió—. Ahora, quiero que se den media vuelta y dejen a Andrómeda en paz.

—No. La llevaré a casa. —Bellatrix empezó a hablar—, le contaré todo a mamá y Walburga, y con suerte ellas la casarán con un buen Sangre Pura...

—¡No puedo casarme!

—Oh, claro que puedes. —La morena sonrió—. No hace falta que des tu opinión, porque a partir de ahora no tendrás voz ni voto en lo que respecta a nuestra familia.

—No puedo casarme otra vez. —Dijo la castaña casi en un susurro, pero éste fue totalmente escuchado por todos los presentes.

—¿Qué dices? ¡Andy! ¡Qué demonios dijiste!

Andrómeda abrió un poco su abrigo, sacando el collar que portaba y mostrando un anillo que servía de evidencia para la ocasión.

Las hermanas Black abrieron los ojos, asombradas y aterradas por igual.

—¡Te has casado con un Sangre Sucia! —Exclamó Narcissa, con odio y rencor en su voz—. ¡Andy!

—¡Esta es mi vida! —Volvió a tomar la mano de su esposo—. Nunca trabajé en Gringotts, nunca salí con un Sangre Pura, siempre he hecho todo lo contrario que ustedes.

La sangre de las hermanas parecía hervir de coraje, y esto era visible por el color rojizo que estaba tomando el rostro de Bellatrix y Narcissa, y la única Black  que apoyaba la decisión era Alya.

—¿Ves lo que has hecho? —La morena le reprochó a su hermana mayor—. ¡Has visto lo que has ocasionado!

—Ella logró conseguir la felicidad, tal vez debas hacer lo mismo. —La desafió—. Sé que tienes miedo...

—¡No te tengo miedo!

—No a mí, a tu amo.

Bellatrix se atrevió a darle la espalda, caminando hacia su hermana menor y quitándole la varita.

Bella iba a acabar con la vida de sus hermanas, pero Alya reaccionó rápidamente y se llevó consigo a la pareja de esposos a otro lugar.

—Haremos el hechizo de aparición 3 veces, con tal que Bella nos pierda el rastro.

Los chicos asintieron al llegar a un bosque desértico, mientras sus respiraciones se regulaban con cada final de los viajes.

Una vez que terminaron de transportarse, Alya los llevó a una casa ubicada en una ciudad poco poblada de Italia.

—Aquí es donde vivo, provisionalmente.

—¿Cómo así?

—Has huido de casa, por lo que debes esconderte de ellos. —Le recuerda a su hermana menor—. No pararán hasta encontrarte y matarte por tu traición, lo sabías desde un principio.

—No seremos una molestia. —Edward se unió a la conversación—. Solo tomaremos una ducha y nos iremos.

—¿Tienen un lugar a donde ir?

—Sí. —Afirmó su hermana—. Ya habíamos hablado de esto, y creo que entre menos sepas de ese lugar, mucho mejor.

—Estás en todo lo correcto.

Alya abrió la puerta de su momentáneo hogar, indicándoles dónde estaba el baño y las habitaciones.

—¿Tienen ropa?

—Tenemos todo en nuestro equipaje.

Edward sacó de su bolsillo una pequeña caja, y de ella empezó a sacar su ropa y la de su esposa.

—Hechizo de esparcimiento y contenimiento... Muy inteligente de tu parte.

El hombre caminó hacia la ducha con una sonrisa de triunfo, dejando a las hermanas completamente solas.

—¿Qué he hecho? —Andrómeda empezó a llorar—. ¿Qué he hecho...?

—Has elegido ser feliz. —Alya le dio un abrazo.

—¿A qué costo? ¿Tendremos que huir por siempre? ¿Nos encontrarán? ¿Debo cambiar mi apariencia? ¿Por qué no puedo tener una vida normal?

—Somos Black, Andy. —Alya acarició el cabello de su hermana—, nada es normal en nosotras.

—¿Qué haré luego? ¿Y si Ted se arrepiente?

—Deja de pensar en eso. He estado siguiendo sus pasos y se nota a leguas que te quiere, cualquiera no se hubiera atrevido a desafiar a Bellatrix.

La menor secó sus lágrimas.

—¿Gryffindor? —Preguntó.

—Hufflepuff, en realidad.

—Pues eso apoya mi opinión, él jamás te haría daño.

—¿Y si nos encuentran?

—Yo siempre voy a cuidarte. —Le dijo—. Ellas ya han elegido su destino, y nosotras el nuestro. Por lo que no pienso dejarte sola.

—¿Cómo?

—Cuando menos te lo esperes, más probabilidades hay de que me aparezca frente a ti.

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Y aquello fue cierto.

Siendo 1996, luego de 26 años desde aquella conversación, Andrómeda volvió a encontrar a su hermana frente a ella.

Su hija había llegado a casa agotada, pero traía consigo una noticia que cambió el mundo para ella.

«¿Estás segura de que era ella? —Le preguntó por quinta vez en la noche—. ¿Completamente segura?

—Era ella, era la tía Alya.

—¿Y cómo se veía?

—Como en las fotos. —La chica de cabello rosa chicle señaló las imágenes de movimiento que su madre aún conservaba—. No ha envejecido nada.

—No puede ser ella... Tal vez sea su hija...

—Sirius estaba allí... El tío Regulus también.

—¿Regulus? No, eso es imposible, Regulus...

—Cariño, creo que debes descansar un poco. —Edward se acercó a su hija—. Tal vez te dieron un mal golpe...

—¡Les juro que digo la verdad! —Exclamó, a medida que su cabello se volvía rojo—. Pueden preguntar a cualquiera de la Orden... ¡Hasta los partidarios de Quien-ustedes-saben se han quedado sin palabras al verlos!

De pronto, la puerta recibió ligeros toques, y Andrómeda apagó la estufa que calentaba el chocolate de su hija con su varita.

—Quédate aquí. —Le ordenó su esposo—. Si te digo que huyas con Dora, lo haces, yo les daré todo tiempo ser necesario, así como lo hemos planeado.

Edward caminó con la varita empuñada, seguido por su hija, quién se negaba a dejar solo a su padre en una batalla que le daría mucho de qué hablar, si es que llegaba a ocurrir.

—¿Quién es? —Preguntó Ted, viendo tres siluetas al otro lado de la puerta.

—Vengo en búsqueda de mi hermana. —Pronunció una voz femenina.

Andrómeda se levantó rápidamente al reconocer aquella voz, incluso su corazón latió con más fuerza.

—Aquí no vive ninguna mujer. —Masculló Edward, por seguridad.

Unos murmullos de hombres ocasionaron tensión en Nymphadora.

—Estoy segura que Andrómeda Black querrá verme, solo dígale que soy Alya Black.

Edward abrió la puerta de un solo golpe, sabiendo que la persona que había tocado la puerta alguna vez había salvado su vida.

Dos hombres le apuntaron con su varita, pero el mayor la bajó al ver a su sobrina.

Todos se quedaron sin palabras, pero Andrómeda caminó lentamente hacia la puerta, haciendo a un lado a su hija para ver si era verdad lo que había oído y visto, o solo era producto de su imaginación.

Nymphadora tenía razón, Alya y Regulus Black estaban frente a su casa.

—¡Por Merlín! —Exclamó, llevándose las manos a su boca.

Alya dio un paso al frente, mientras los hermanos guardaban sus varitas lentamente.

—Andy...

La mujer corrió a abrazar a su hermana mayor, sin creer que estuviera viva.

—No puedo creerlo... ¿Regulus? Pensé que tú...

—Es una larga historia. —Respondió con indiferencia, analizando con la mirada a Edward.

Nunca lo había visto en persona, pero había oído de él por mucho tiempo.

Andrómeda y Edward fueron el destino de conversación de sus padres durante muchos años; un ejemplo de lo que no debía ser.

—Pasen, por favor... Alguien no deseado puede vernos.

Todos hicieron caso, y cuando Regulus pasó por su lado, también recibió un abrazo.

—¡Sirius!

—¡Nymphadora! —El hombre la imitó.

El cabello de la chica cambió de su rosa habitual a rojo, mostrando que estaba enojada.

—¿La conoces? —Preguntó Regulus.

—Es nuestra sobrina segunda... O algo así.

Andrómeda también abrazó a Sirius, aunque a él sí lo había visto antes.

Los viajeros se adentraron en el hogar, y vieron que Andrómeda se había esmerado en ocultar su pasado.

No había pinturas de retratos con movimiento sobre su tormentoso pasado, no había rastro de magia negra, no había señal de que había sido una Black.

—Nymphadora Tonks. —Se presentó la chica—. Pero llámenme Tonks.

—O Dora.

—¡Papá! —Exclamó, cambiando su cabello a un tono naranja.

—Wow... ¿Cómo lo haces? —Preguntó Alya.

—Soy metamorfomaga. Puedo cambiar mi aspecto a voluntad, mira.

La chica reemplazó sus rasgos físicos para imitar a su tía, ganando aplausos por parte de sus visitantes.

—Son muy pocos los que nacen con esa cualidad. —Comentó Regulus, sorprendido.

—Soy afortunada, o eso creo.

Andrómeda volvió a la sala, trayendo consigo varias tazas de chocolate caliente.

—Mmm. —Balbucearon los visitantes—. No sabes las ganas que tenía de tomar un chocolate caliente.

Todos en la sala rieron al notar que Sirius pediría una tercera taza, pero eso no parecía importarles.

—Mis ojos aún no pueden creer lo que ven. —Andrómeda inició la conversación—. ¿Cómo es que lucen tan jóvenes?

—Tú no has envejecido casi nada. —Respondió Alya—. Ni tú, Ted.

—Oh, me halagas.

Todos rieron, a excepción de Regulus, quién seguía sin aceptar el hecho de que su prima vivía con un nacido de muggles.

—Pero de verdad... ¿Cómo es que se ven exactamente iguales a cuando tenían 16 años?

—Es una historia complicada. —Alegó Alya—. Pero cambiemos el tema por un rato, cuéntame Andy, ¿cómo has estado estos años?

—Lo normal, de aquí para allá.

Sirius codeó a Regulus al notar que él no dejaba de mirar a Edward con un poco de recelo, tal cual una serpiente a su presa, cosa que obligó al Slytherin a cambiar su gesto por unos instantes, fallando en su cometido.

—¿Y tú, Ted?

—Lo mismo, trabajo en el Callejón Diagon por algunas horas, las restantes prefiero pasarlas con mi familia. Tengo un buen sueldo, y una vida de la cuál no me quejo.

Andrómeda sirvió otra ronda de chocolate caliente, nadie protestó por el hecho de que estaba sumamente delicioso.

Al cabo de un rato se llevó a su hermana a otro lugar de la casa, con la intención de hablar a solas, y usando una excusa muy creíble para todos.

—¿Ocurre algo, Andy?

Los brazos de la castaña mayor se envolvieron sobre el cuerpo de la viajera, las lágrimas rodaron sobre sus mejillas hasta encontrar su final en el suelo, y los recuerdos no fueron más que una cinta de emociones.

—Te extrañé tanto... Por favor, no vuelvas a desaparecer.

Aquello terminó de romper metafóricamente el corazón de Alya.

—Precisamente por eso he vuelto. —Ambas mujeres se separaron lentamente—, necesito arreglar mis errores.

—¿Errores?

—¿Prometes que, diga lo que diga, no le dirás a nadie esto?

Andrómeda asintió.

—Regulus y yo hemos usado un giratiempos... Hemos viajado en el tiempo.

Como era de esperarse, Andrómeda quedó muy sorprendida. Sus ojos llorosos se abrieron a la par, a medida que sintió como si su pecho se hubiera transformado en plomo..

—¿Viajar en el...? ¡Merlín!

Alya giró su cuerpo momentáneamente, notando los esfuerzos de Edward para entablar una conversación con Regulus, aunque este parecía no querer hacerlo.

—Pero... ¿Para qué?

—Eso no puedo decírtelo, Andy. Es demasiado peligroso como para divulgarlo.

Andrómeda aprobó con un gesto de cabeza, entendiendo la gravedad del asunto.

—Papá y mamá murieron hace años, —Soltó—. Bella ha escapado y...

—¡Ey! —Alya envolvió el cuerpo de su hermana—. Bella no podrá hacerte algún daño, está demasiado ocupada en estos momentos.

—No has visto como ha reaccionado con el tiempo, Alya. —La voz de la mujer sonó muy preocupada—. Conoces solo una pequeña parte de la historia, pero no has prestado atención a los detalles.

—¿A qué te refieres?

—Se... —Andrómeda tuvo problemas para decir aquello—. Se cree que...

—¿Quieres decir que Bella...?

Andrómeda se removió en su puesto, insegura de lo que estaba a punto de decir.

—Es un rumor, pero creo que Regulus y tú deben ponerse al día con lo que ha pasado en nuestra familia durante estos últimos años.

Alya asintió, y juntas volvieron a la mesa.

—¿Qué tal todo con Lupin? —Soltó Sirius hacia su sobrina.

Nymphadora se sonrojó notablemente, incluso su cabello cambió de color, el problema fue que no parecía decidirse por cual.

—¿Lupin? —Le susurró Alya a su hermana antes de llegar junto al resto de la familia.

—Es un hombre por el que Dora está sintiendo algo, es de la Orden.

—Lupin... —La morena trató de hacer memoria—. ¿Acaso él no era amigo de Sirius?

—¿Lo conoces? Nosotros aún no.

—Digamos que sí... Fui quién arregló su boda.

—¿Espera, qué? ¿El hombre es casado?

—Viudo. Su esposa murió meses después de la boda, o eso recuerdo.

Andrómeda se mostraba bastante sorprendida ante aquella información.

—Ha pasado mucho tiempo desde entonces, pero no tengo ni la menor idea de lo que ha pasado.

—Oh, vaya... Creo que esto tendré que hablarlo luego con Nymphadora.

—¿Qué cosa? —Indagó la metamorfomaga al escuchar el susurro de su nombre.

—Luego, querida. —Respondió su madre—. Ahora creo que tus tíos necesitan saber algunas cosas.

—¿Qué cosas? —Preguntó Regulus.

—Nuestra familia.

Los cuatro primos se movieron incómodamente en sus lugares; el ambiente se tornó pesado, reviviendo en sus mentes cada una de las situaciones vividas durante su niñez, unas más terribles que otras, por lo que aquel choque eléctrico en las palmas de sus manos resultó ser lo bastante común para ellos.

Las hermanas finalmente tomaron asiento, e irónicamente pusieron sus espaldas rectas al mismo tiempo, tal cual Druella les había enseñado.

—Dora, cariño. —Edward se levantó, sabiendo que aquella conversación no era de su total incumbencia—, debemos irnos.

—Pero...

—Dora.

Nymphadora rechistó con recelo, pues ella realmente quería oír la conversación de los mayores, pero terminó por aceptar la propuesta de su padre.

Andrómeda esperó a que su esposo e hija se fueran de aquella sala para empezar a hablar, aunque sabía que ambos escucharían a través de la puerta, o que  utilizarían aquel invento con forma de oreja que Nymphadora le había comprado a un par de pelirrojos.

—Bien... ¿Por dónde puedo empezar? —Indagó, en voz alta y firme—. ¿Cuándo fue el año en que hicieron su viaje?

—¡Alya! —Le reprochó Regulus a su prima—. ¿Le has dicho?

—Es mi hermana. —Se defendió—, no pienso mentirle a ella, ¿o qué esperabas?

Regulus se opuso totalmente a la idea de que Andrómeda participara en sus planes, pero nuevamente fue ignorado.

—1979. —Respondió Sirius, sabiendo que su hermano menor no lo iba a hacer—. Eso es lo que han dicho.

—De acuerdo. —Andrómeda se dio la molestia de rebuscar en sus recuerdos—. Bien...

Sirius estaba igual de interesado. Tantos años encerrado en la cárcel mágica lo había privado de muchas cosas, entre ellas estaba el destino final de sus familiares.

—Bellatrix... —Formuló la mujer, sintiendo una oleada de frío en sus huesos—. Todos sabemos que era la favorita de la familia.

Tanto Sirius como Alya bufaron, en cambio Regulus se quedó inmóvil.

Sabía que aquello era cierto por las constantes comparaciones que hacía su madre.

«Regulus, querido —Walburga siempre hablaba con mucha seriedad—, recuerda que debes seguir nuestros pasos. Debes apoyar en todo lo que el señor oscuro te ordene, ser como Bellatrix —Repetía, con orgullo.

No —Contradecía Orión—. Debes ser incluso mejor que Bella».

Pero en toda conversación, Regulus debía decir que sí.

«Sí, seré incluso su mejor vasallo». Repetía en cada reunión.

Qué equivocado estaba.

—Pues bien. —Andrómeda interrumpió sus pensamientos—, ella sigue siendo el mejor mortífago de Quién-Ustedes-Saben. Fue encerrada junto a su esposo al cabo de una semana...

—Desde la muerte de mis mejores amigos. —Sirius la esquivó—, acusada de torturar a dos grandes Aurores hasta el punto de dejarlos sin cordura.

—Exactamente en 1980. —Culminó Andrómeda—. Desde ese entonces no se supo de ella, salvo que seguía advirtiendo del regreso de su amo.

—No tuvo hijos, lo que de seguro habría sido motivo de celebración para nuestros padres.

Todos rieron, imaginando a Bellatrix con un hijo en brazos.

Y aunque cada quien tuvo situaciones diferentes, todos concordaron en que Bella odiaría a la pobre criatura.

—Narcissa no fue lo que nuestra madre esperaba. —Razonó nuevamente la mujer—, pero supo disimularlo al casarse con un mortífago. Al contrario que Bella, ella sí tuvo un hijo, de nombre Draco Malfoy.

—Va en el mismo año que mí ahijado. —Correspondió Sirius—, y al igual que gran parte de la familia, fue a Slytherin.

Los viajeros del tiempo asentían con cada dato brindando, captando la información de la mejor manera posible.

—Yo crié a mi hija fuera del país, sabiendo que Bella en algún momento llegaría en busca de venganza.

Alya reconoció el miedo en la voz de su hermana.

Sus ojos avellana se cristalizaron considerablemente, y sus mejillas fueron adquiriendo un color rosa pálido.

—Druella y Cygnus... Nuestros padres.

Andrómeda puso su vista directamente hacia su hermana, aunque sus primos también sentían curiosidad por ello.

—Ellos murieron en 1981 en un duelo de magia contra algunos Aurores del Ministerio.

Los tres Black restantes se impactaron ante la noticia.

—Un equipo liderado por Kingsley Shacklebolt irrumpió en una reunión secreta dentro del hogar de los Goyle, y cómo ya podrán imaginarse, no acabó muy bien que digamos.

—¿Quién...? —Balbuceó Alya.

—¿Quién mató a nuestros padres? Nadie lo sabe.

—A menos que se lo preguntes tú misma... ¡Auch!

Al decir semejante comentario, Andrómeda golpeó a Sirius en la cabeza (o más bien, fue un libro).

Sin que ellos se dieran cuenta, Andrómeda había usado su varita para atraer unos informes, pero aprovechó la oportunidad para golpear a su primo con un libro.

—¡Andy!

—Tú has empezado.

Regulus tuvo que aguantar las ganas de reír, mientras Alya imaginaba cómo habría sido aquel duelo.

«¿Quién había muerto primero? ¿Lo hicieron bajo las órdenes de su amo?»

Pero la pregunta que dejó en total duda a la joven fue: ¿Realmente habían muerto?

Después de todo, ella había vuelto de la muerte.

—Hubo un funeral en su nombre. —La mujer mostró un diario del Profeta bastante antiguo—. Obviamente no fui invitada, pero todo el mundo mágico supo de ello.

La foto que encabezaba el periódico ocupaba casi toda la hoja. En ella, Narcissa lloraba desconsoladamente, cubriendo gran parte de su rostro con un pañuelo obviamente blanco; Bellatrix no parecía tener siquiera una lágrima de consuelo, pues su rostro estaba totalmente serio.

Los siguientes en aparecer en la imagen eran los padres de Sirius y Regulus: Orión solo miraba las dos tumbas con cierto recelo, analizando el nombre de su hermano sobre la lápida beige. Walburga, en cambio, ni siquiera sé inmutaba: su rostro seguía igual que siempre, frío y serio; en su rostro no había espacio para las lágrimas, y más bien parecía sentir alivio.

El resto de invitados no fueron más que puros integrantes de la familia Black. O bueno, los que aún seguían en el árbol genealógico.

—Pero fue en 1985 cuando nuestros tíos murieron. —Declaró la mayor, sin miedo en sus palabras—. No hubo pelea, no hubo respuesta.

—¿A qué te refieres? —Preguntó Regulus.

Para el menor de los hermanos Black, Orión y Walburga habían sido unos padres ejemplares.

Le enseñaron muchas cosas: cómo dominar a otros, cómo evitar ser desafiado, cómo ser respetado por todos, incluso aprendió sobre la magia negra casi al nivel de Bellatrix. Pero también había cosas que lo hacían sentir rencor: las torturas y las largas horas de castigos eran solo una parte de ellas. Por consecuente, Regulus no sabía cómo sentirse al respecto.

Sirius, en cambio, sí.

El hombre aborrecía totalmente a sus padres; las veces en que fue torturado por evitar el castigo de su hermano, las ocasiones en que recibía cortes y cicatrices en su cuerpo a causa de las reglas rotas, la forma en que era tratado.

Sirius Black no sentía rencor, más bien, sentía odio.

—Hay una teoría de la muerte de tus padres. —Andrómeda se dirigió a Regulus—, la cual incluye a...

—Déjame adivinar. —Regulus formó una sonrisa falsa—. Dumbledore.

Tanto Alya como Sirius se sintieron desconcertados ante la teoría.

Eran bien conocidas las acciones del matrimonio Black, tanto sus misiones para su amo como los ataques que ocasionaban en el mundo muggle, por lo que aquello no fue tan alocado.

—¿Dumbledore?

Sin embargo, Regulus decidió averiguar más a fondo por qué el director de Hogwarts había intervenido en la vida de sus padres, teniendo aquella teoría en su mente desde el primer viaje temporal que había hecho.

—Corre el rumor de que Walburga descubrió cierto día el paradero de Harry Potter.

Harry, ese nombre empezaba a ser más común en las conversaciones de los Black.

Alya apuntó mentalmente hablar con el chico, pero primero debía acabar con la verdadera razón por la que había viajado en el tiempo.

—Un día del mes de mayo hubo un raro movimiento en una ciudad muggle conocida como Privet Drive. Dumbledore dejó Hogwarts cuando supo que el niño corría peligro, y se cree que hubo un enfrentamiento, pero nadie sabe si fue real o no, después de todo...

—Nadie sabía dónde había estado Harry Potter durante ese tiempo. —Terminó Sirius—. Lo que me lleva a la siguiente pregunta: ¿Cómo sabes que fue allí donde vivía Harry?

—Ay Sirius... ¿Olvidas que mi hija es un Auror? Pero sobre todo, ¿olvidas que mi hija pertenece a la Orden?

Alya ladeó la cabeza, evitando reír por el atrevimiento de su hermana. Regulus sí se rió.

—Solo los miembros más importantes de la Orden saben dónde viven los terribles tíos de Potter, perdón, de Harry. —Andrómeda trató de arreglar su error, pero había sido demasiado tarde—. Lo siento Sirius, no pretendía ofender a James...

—En realidad no son familia de James. —Corrigió el hombre, pero sintiendo tristeza a la vez—, más bien de Lily.

Regulus tuvo un impulso de celos, no por el hecho de que Andrómeda tuviera preferencia por su hermano, más bien por el hecho de que Sirius parecía tener más aprecio por su mejor amigo muerto que por él, su hermano.

—Lo que quiero decir es...

—Que nuestros padres tuvieron el "mejor destino final."

Absolutamente todos se quedaron absortos ante las palabras de Alya, quién tuvo que armarse de mucho valor para decirlo.

—Murieron haciendo lo que querían... ¿O me equivoco?

Ninguno decía nada.

—Murieron a causa de su amo. —Dijo, con mucho odio en su cuerpo—. Mataron juntos, torturaron juntos, murieron juntos.

—Supongo que murieron felices. —Opinó Sirius—. ¡Oh, vamos! —Exclamó al ver que Andrómeda y Regulus no aportaron nada—, estoy seguro de que agonizaron de felicidad. —Soltó, con sarcasmo—, creyendo que encontrarían una gran recompensa al momento de encontrarse con Quién-Ustedes-Saben en el otro lado.

—Aunque nunca pensaron que él no había muerto. —Finalizó Regulus.

Andrómeda decidió que era mejor cambiar de tema, pero obviamente eso no pasó.

—¿Qué ocurrió con nosotros? —Cuestionó Alya—, ya sabes...

—Regulus "murió" en causas desconocidas. —Sirius dibujó las comillas con sus dedos—, tú solo desapareciste.

—También te dimos por muerta. —Andrómeda se sinceró—. Nunca supimos tu paradero desde...

—La muerte de Grecia, lo sé.

La Slytherin se sintió un poco apenada en ese momento.

¿En qué estaba pensando cuando decidió que era buena idea irrumpir en la vida de su hermana?

—¿Qué pasó con la florería?

—¿Florería? —Cuestionó Regulus—. Alya, no me digas que invertiste la herencia del tío Alphard en...

—La he estado cuidado por estos años. —Andrómeda lo interrumpió—, ya sabes, el testamento de nuestro tío Alphard decía que, si alguien de nosotros moría...

—Las propiedades pasaban en manos de los que seguían.

La mujer hizo un movimiento ligero de cabeza, mientras traía con su varita algunas galletas.

—Supongo entonces que no quieren verme involucrada en esto, ¿o me equivoco?

—Tienes toda la razón. —Alya confirmó, ganándole la palabra a su primo—, incluso seguimos pensando en si realmente es necesario tener a Sirius junto a nosotros.

—Te dije que les puedo ser muy útil. —Intervino el hombre, aún con una gran cantidad de galletas en su boca—, solo tienen que decir que sí.

Regulus decidió mirar un retrato fotográfico de la familia Tonks, para así evitar preguntar por el secreto del que su hermano se sentía tan orgulloso.

La foto con movimiento mostraba a una hermosa familia unida: una niña de 11 años mostraba con mucha emoción su carta de Hogwarts, a la vez que su cabello cambiaba de color drásticamente; una mujer de rasgos elegantes y nariz perfilada sonreía a la vez que acomodaba su castaño cabello; y un hombre de ojos cafés que removía el cabello de la joven bruja.

Regulus sintió celos, aunque nunca lo dijo.

Él nunca tuvo esa unión que mostraba la foto, pues su niñez consistió en reglas y más reglas, siendo los castigos muy dolorosos, los cuales dejaron cicatrices que permanecían ocultas bajo su capa.

Pero el Slytherin analizó la fotografía con movimiento por tanto tiempo, que Andrómeda tuvo que usar su varita para cubrirlo, no sin antes darle una mirada de advertencia, logrando que Regulus formara una leve sonrisa de triunfo, aunque no sabía realmente por qué lo hacía.

—Solo quiero pedirles una cosa. —La mujer tomó una postura más recta, a la vez que sus ojos se mostraron tan desafiantes como un águila a punto de cazar un conejo, mostrando así que aquello era muy serio—, no quiero que involucren a mi hija.

Sirius, que era el más atrevido de los Black, intentó refutar aquello, después de todo, su sobrina era muy talentosa, sin contar las grandes ventajas que podrían tener con sus capacidades de transformación.

Alya fue más rápida y contestó:

—Nymphadora no estará con nosotros. —Acto seguido, tomó la mano de su hermana, sintiendo un cálido aire al momento de suspirar—, creo que ya has sufrido lo bastante como para causarte más preocupaciones.

—Gracias por entender, Alya.

Por más que hubieran pasado los años, el rencor de las hermanas Black seguía en pie. Ningún lugar era seguro para los Tonks, mucho menos en esos tiempos en donde los mortífagos podían estar en cualquier lugar del mundo.

—Dejemos ese tema de lado, y mejor disfrutemos de la noche.

—Sí, mejor... Apoyo tu idea, Sirius.

—Bien, entonces... —El moreno lo analizó por unos instantes—. Brindo... Por los desterrados. —Anunció Sirius, levantando su taza de chocolate en el aire.

—¿Desterrados?

—¿Qué tonterías dices?

—Con razón mamá te detestaba.

—¡Oh, vamos! —El hombre movió sus hombros con alegría—. Todos aquí fuimos retirados del árbol genealógico.

—Habla por ti, yo aún sigo allí. —Regulus protestó—. Ahora soy el legítimo dueño de todo...

—Ni tanto, apareces muerto. —Sirius soltó una risa de burla—. Regulus... Piénsalo, mamá y papá te marcaron como muerto, lo que te convierte en un desterrado.

—Sirius tiene razón. —Concordó Alya.

—Por primera vez en su vida. —Bromeó Andrómeda.

—¡Ey!

Y por primera vez en muchísimos años, los cuatro Black se sintieron aliviados... En alegría.

—¡Por los desterrados! —Gritó Sirius, nuevamente.

—¡Por los desterrados! —Vitorearon sus primas.

Todos se llevaron las tasas a los labios, y ninguno pudo ver cómo una pequeña sonrisa se hizo presente en el joven Slytherin, risa que fue reemplazada por una mueca de dolor causada por un hormigueo en su antebrazo izquierdo.

«Él los está llamando» Pensó, pero no dijo nada.

Esa noche se permitieron reír y llorar, se prometieron cuidarse la espalda entre todos, contaron anécdotas graciosas de su infancia, incluso jugaron a ser niños.

Pero ninguno sabía que lo peor estaba por llegar más rápido de lo esperado.

★゜・。。・゜☆゜・。。・゜★

Mientras tanto, en un lugar bastante alejado de Londres, una reunión entre un grupo de magos peligrosos estaba llevándose a cabo.

—Mi señor...

Voldemort estaba furioso, sus acciones y torturas fueron más violentas esa noche, y aunque no lo admitiría nunca, sentía temor.

—¿Qué traes para mí, Avery?

Un hombre de cabellera oscura y ojos claros se quitó la máscara que cubría su rostro, mostrando su identidad frente a los presentes.

—Mi señor... —El ex mejor amigo de Alya hizo una exagerada reverencia, gesto que asqueó el hombre al que servía—. Han sido llevados a Azkaban.

—¿Qué tan seguro estás?

—Torturé a un trabajador... Obviamente está muerto. —El hombre trataba de sonar seguro, pero sus nervios le jugaban en contra—, y todos a los que Dumbledore encerró están en Azkaban.

Voldemort encerró sus manos en el aire, y los presentes pudieron sentir su furia cuando el aire dejó de faltarles.

—¡Bella! —Gritó el nombre de una mujer.


De las filas de sus sirvientes salió una mujer morena, quién por primera vez en años tenía la cabeza baja.

—Mi señor... —Hizo una reverencia—. ¿En qué...?


—¿Cómo explicas la repentina aparición de tu hermana y tu primo? —Indagó, sintiendo un terrible dolor de cabeza.

—Esos traidores... —Escupió la mujer—. No lo sé...

—¿No lo sabes? —El hombre caminó hacia ella—. ¡NO LO SABES!

Bellatrix volvió a mirar el suelo, dispuesta a acabar con sus familiares traidores por semejante humillación.

Jamás había fallado en sus misiones, pero desde el momento en que Lucius Malfoy falló en llevar la profecía hacia su amo, todo cambió para los Mortífagos.

—Bella... Bella...

Voldemort empezó a rodear a la mujer en círculos formados por sus pisadas, a medida que sacaba su varita y apuntaba a su más leal vasallo.

—Puedo entender la traición de tu hermana, pero la de Regulus... Eso no me gusta.

Acto seguido, Voldemort apretó la punta de su varita contra la garganta de Bellatrix, quién solo tragó en seco.

A su alrededor, los pocos Mortífagos que quedaban libres retrocedieron lentamente, creyendo que eso los salvaría de un castigo.

—¿Recuerdas aquello que prometiste proteger en tu bóveda?

Bellatrix asintió levemente.

—Pues asegúrate de que siga allí. —El hombre retiró su varita del cuello de la morena de forma brusca—. De lo contrario, yo mismo voy a dejarte inconsciente, tal cual lo hiciste con esos traidores de los Longbottom.

La mujer evitó sonreír ante aquel recuerdo, aunque no fue necesario.

—Mis leales mortífagos. —Se dirigió ahora a todos—, mis amigos... —Esa última palabra la dijo con total odio, sabiendo que nadie era su amigo... Un amigo de Tom Riddle—. Nuestros planes van a tener un ligero cambio...

El silencio de los encapuchados era tanto, que incluso podían oírse sus agitadas respiraciones.

—Tendrán tres misiones esta vez, y espero que en estas no se atrevan a fallarme.

—¡Sí, amo! —Respondieron, en coro.

—La equivocación de Lucius tendrá un alto precio, no se preocupen por ello. Ahora, lo más importante es acabar con esta cólera que nos está arruinando nuestros planes.

Bellatrix caminó hacia su puesto, captando cada una de las indicaciones de su amo.

—Las tres misiones son las siguientes. —Empezó a mencionar—: Primero, tendrán que sacar a sus compañeros de Azkaban. Pero no lo harán tan simple, no... Deben hacerlo a lo grande, que el mundo sepa que estamos de vuelta. —El hombre sonrió—, saquen a todos nuestros hermanos y hermanas y tráiganlos de vuelta con su amo, pero maten a aquellos que no merecen nuestra ayuda.

Todos soltaron una risa de diversión, imaginando en caos que formarían al cabo de algunos días.

—Segundo, buscarán a Alya y Regulus Black y los traerán aquí para ser juzgados. Y algo sumamente importante... Los quiero vivos.

La mirada de Voldemort se dirigió plenamente en Bellatrix, sabiendo que ella los mataría en un instante.

Aquello no le molestaba, ni siquiera le importaba. Lo único que él quería saber, era cómo habían logrado sobrevivir durante todos esos años sin envejecer ni siquiera un poco, empezando a sospechar de Regulus, a quién le había encomendado una importante misión por la cual ahora se arrepentía.

«Pero los Black son tan arrogantes, que no son capaces de siquiera mirar la verdad que se encuentra frente a sus narices». Pensó, sin saber lo equivocado que estaba.

—Y por último, pero no menos importante...

Para finalizar su discurso, Voldemort chasqueó los dedos, haciendo aparecer un mapa.

—El primer Mortífago que logre llevar a Harry Potter a este lugar. —Señaló un punto específico—, tendrá la oportunidad de ser el segundo al mando cuando yo logre conquistar el mundo.

Aquello sonaba vanidoso y poco creíble, pero era una oportunidad única en la vida.

—¿Simple, no lo creen? —Dijo, con diversión—. Tráiganme a Harry Potter, y su actividad les será recompensada.

Mulciber tuvo un pensamiento rápido, el cual fue leído a la perfección por su amo.

—No me interesa si ese niño está en Hogwarts, Mulciber —Ante la mención de su nombre, el hombre palideció considerablemente—. Lo quiero vivo, a él y los Black traidores, ¿está entendido?

—S... Sí, mi señor —Balbuceó.

—Ah, casi lo olvidaba. —Sonrió—, añadan a Sirius Black a la lista. Ese traidor debe pagar por ayudar a su hermano.

Cada Mortífago acató las órdenes, a medida que iban desapareciendo en una especie de humo negro hacia los lugares en los cuales antes habían estado antes de ser llamados, a fin de no levantar sospechas.

—¿Qué ocurre, Bella?

—Quería preguntarle sobre Regulus...

—Habla.

—¿Él no sabrá de nuestro plan? Lo digo por la marca...

—Oh, Bella... ¿Por quién me tomas? —Soltó, lleno de sarcasmo—. He realizado un ajuste a nuestro llamado, del cual Regulus ya no es partícipe.

—¿Quiere decir que ya no tiene la marca tenebrosa?

—La marca seguirá en su brazo, la calavera seguirá moviéndose con cada llamado, pero nunca podrá saber en dónde nos encontramos.

Bellatrix sonrió, convencida de todo.

—Vuelve a casa, Bella. —Le recordó—. Y cumple con tu parte.

—Lucius pagará por su error. —Le aseguró.

—Bien, porque la visita que haré a su casa no será precisamente para tomar el té. Y lo más importante, asegúrate de que Draco Malfoy esté allí.



N/A: Vemos un poco más de cómo va cambiando el orden de los hechos de la línea temporal... ¿Pero será bueno o malo para nuestros protagonistas?

Tenemos la presentación de nuevos personajes que jugarán un rol importante para la trama, así que estén pendientes de cada detalle <3

Por si quieren saber a quien se refiere Alya al decir que Remus estaba casado, tienen disponible en mi perfil la historia "Heridas de Luna Llena", la cuál está completa y forma parte del mismo "universo" de este fanfic <3

Otro dato es que tuve la oportunidad de presentar el por qué elegí el título del Fanfic de una forma bastante peculiar, pero que espero haya quedado claro y entendido JSJSJSJSJ

Por último, debo comentarles un cambio de horario para las actualizaciones. La universidad me ocupa bastante tiempo, lo que me imposibilita publicar capitulos seguidamente, por lo que he decidido usar los días viernes como nuevo día de publicación, ya que son los días más "libres" que tengo, además de decirles que cada nuevo capítulo será subido en un lapso de 15 días, lo que me da más tiempo para corregir y editar los capítulos, espero puedan entenderlo ❤️

Sin más que decir, lxs quiero mucho ❤️

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