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☽ | SONRISA LADINA.

⋆⭒⋆⭒


Tras el encuentro con Roland, dueño de una pastelería calles más abajo y después de que desayunase lo hecho por Johann, Vanitas se ha devuelto a sus aposentos para ponerse algo ligero. Resulta que Dante le ha comunicado que desea darse una vuelta con el para enseñarle lo que el mismo considera como lo mejorcito de Francia, esta vez no ha declinado la oferta. Lastimosamente, Johann no puede ir con ellos porque tiene que entrar a trabajar.

Termina por colocarse una camisa blanca ajustada justo con una chaqueta larga, casi parecida a una gabardina oscura, que le brinda el suficiente calor para no verse afectado por el frío de la mañana. Luego se coloca unos pantalones negros pitillos ajustados y unas botas blancas con acabado negro para el final. Mientras se observa en un pequeño espejo del cuarto, prestado por Johann antes de marcharse, se ajusta el lazo del pecho y ata su cabello negro en una coleta baja.

Lleva encima sus joyas usuales y que no suele quitarse por nada del mundo. Tras lavarse los dientes, revisa los documentos familiares del escritorio y que nada falte y, sin quererlo, su liberta de bocetos se abre ante un descuido. El rostro borroso del chico moreno de la noche anterior aparece y, por alguna razón, las ganas de verle, de saber porqué le dejó con vida le invaden con fuerza. Suspirando ligeramente, escucha el llamamiento de su amigo y sabe que es hora de irse.

Sin embargo, antes de salir por la puerta y de dejar aquella habitación vacía y solitaria, carga encima el medallón que encontró en el escenario de la sangrienta noche del día anterior. Algo en su interior quiere recordarse que lo vivido fue real y para nada un sueño.



Al final han dado muchas vueltas por lo que su amigo considera las muchas maravillas, entre las cuales han podido visitar el Mont Saint-Michel —un importante centro de peregrinaje en la Edad Media— que se encuentra situado en una posición privilegiada sobre un pequeño islote en la desembocadura del río Couesnon, también Carcasona (Carcassone en francés) que es un conjunto medieval declarado Patrimonio de la Humanidad. Por supuesto, gracias al coche de su amigo y a su reserva de gasolina.

Después de conocer París muy por encima, la capital de Francia y una de las ciudades más románticas del mundo, han dado largos paseos por la orilla del Sena, o por los barrios de Montmartre y Le Marais, además de ver algunos de los monumentos más famosos de Francia como el Louvre, la Sainte Chapelle o la malograda Catedral de Notre Dame. Obviamente hacer todas esas cosas les ha llevado el día entero.

Finalmente, regresando a Córcega y dejando el coche en la entrada de la casa habitada por ambos, han decidido dar un último paseo y han llegado hasta la Plaza de la Revolución, antes conocida como la Plaza de la Concordia que se encuentra cerrada sólo por uno de sus lados. Allí se muestran los imponentes edificios de la sede del Ministerio de la Marina y el Hotel de Crillon, uno de los más antiguos y lujosos del mundo.

Ahora Vanitas se encuentra solo admirando el enorme obelisco del centro de la plaza, esperando a que Dante regrese con algo para hacer de cena ya que ha ido a una tienda de alimentos que se encuentra justamente al otro lado de la calle. 

El obelisco en cuestión tiene dos fuentes monumentales de estructura romana, que presentan esculturas en las que se mezclan figuras humanas con animales marinos. Una obra de arte, sin duda alguna. Su estructura es hermosa y algo que se debe admirar por siempre.

—Quita el aliento, ¿verdad? —Una voz se deja escuchar a su lado de improvisto y muy cerca, y aunque lo sorprende, trata de no mostrar alguna reacción.

Piensa que lo mejor es llevar una conversación amena con el desconocido.

—No os equivocáis —comienza a decir, para darse cuenta de qué no le está hablando en francés. si no en su lengua común como hacían Dante y Johann—, siempre he sentido curiosidad por estas cosas y es un sueño estar aquí para mí.

Vanitas mira de soslayo al personaje que se encuentra a su lado y solo ve a un hombre joven, con cabello blanco y un traje de las mismas tonalidades. Es indudable el hecho de que destaca indudablemente, y esa piel morenita solo mejora las cosas. ¿De dónde había salido, a todo esto?, se pregunta el chico menudo recordando que antes de acercarse al obelisco, prácticamente aquella parte de la plaza estaba abandonada.

—¿No sois de aquí? —Su tono jovial, dulce y curioso no pasa desapercibido para Vanitas.

Intenta descubrir si hay alguna maraña oculta en sus intenciones, pero por el momento no puede sacar nada. Acaricia el lazo de su pecho y decide no responder la pregunta; no tiene ninguna obligación a revelar información personal ante un desconocido.

—¿Sabéis? Este obelisco proviene desde hace más de 2.000 años de antigüedad donado por el virrey de Egipto. Una auténtica reliquia, sin duda. —Vanitas usa un tono es seco y aunque es un claro intento de término de conversación, el desconocido lo mira y este se cruza con unos ojos violáceos.

Lo detallan intensamente y dejan entrever un reflejo de tristeza en ellos. Aun así, a Vanitas le parecen hermosos y admite jamás haber presenciado un color como aquel, un color que quita el aire, por supuesto. Lo sigue observando por unos segundos más hasta que muestra una sonrisa ladina y lo corrige:

—En realidad fue hace más de 3.000 años, pero no andáis muy mal encaminado. —Aquello consigue que Vanitas alce una ceja, asombrado ante el nuevo dato.

Obviamente el chico menudo no había viajado a otro país sin ser conocedor de todo lo que le acontece; además, siempre le ha gustado la idea de descubrir cosas nuevas y toda Francia le resultaba exquisita. 

Ahora, mientras acaricia un mechón suelto de su cabello, Vanitas se da cuenta de que es la primera persona que se ha atrevido a corregirle en su cara y que, además, no ha causado una naciente molestia en su persona. Sin embargo mantiene un rostro inexpresivo y se limita a asentir. No piensa darse muchas confianzas, sigue siendo un extraño.

Piensa de repente que su acompañante de cabelleras anaranjadas se tarda más de lo usual. Aquel nuevo personaje no le deja en paz y sigue mirándole con el mismo entusiasmo que antes, como si se tratase de un niño que ha encontrado un nuevo juguete del que disfrutar.

El cielo se cubre de un manto negro y el cabello blanco que posee el desconocido brilla bajo la luz tenue que comienza a escapar de las garras de la naciente noche. A Vanitas le recuerda al color de la nieve en su ventana que podía observar todos los días en su querida Lucerna.

—¿Sois un extranjero? Puedo asegurar que sí, porque no me parece haberle visto en lo mucho que llevo habitando esta parte de Francia. —Ante su insistencia, trata de no nublar mis ojos y de responder con la mejor educación posible.

—Estáis en lo cierto. Vengo de visita por un periodo corto de tiempo. —Con eso, el chico menudo espera y entienda que no quiere decir más de la cuenta, pero este consigue invadir un poco más de su espacio personal y, por alguna razón, no se siente incómodo con ello.

—¿Queréis que os enseñe un poco esto? —Vanitas suelta el agarre de su cabello para dejarla caer a un lado de su cadera y mantener su vista en el obelisco.

—Lo lamento, pero llevo todo el día visitando lugares turísticos de Francia y ahora lo que deseo es descansar en mi hogar. —Se siente aliviado al ver que asiente ante sus palabras y entonces, antes de cualquier cosa escucha que Dante lo llama desde la lejanía.

Al girarse, lo descubre cargando varias bolsas y corriendo hacia ellos. 

—¿Venís con él? —pregunta el chico de sonrisa dulce, mientras guarda sus manos enguantadas de color blanco en los bolsillos de su abrigo.

Vanitas se ve obligado a no ser grosero y asiente nuevamente. Al devolver la vista, descubre que el desconocido recupera esa mirada triste y perdida, y el chico menudo siente que algo se revuelve en su interior. Sin embargo no dispone de mucho tiempo para analizar de esos sentimientos cuando el de cabellos blancos vuelve a acortar la proximidad y sus ojos permanecen sobre los suyos. ¿Por qué siente que le atraviesan el alma?

Se refleja en ellos y puede verse a mi mismo llorando en las noches, acariciando todas las cicatrices que hacen mella en su cuerpo y suplicando porque el pasado no lo arrastre de nuevo junto a él. Trata de alejarse entonces al verse abrumado de esa manera y cuando siente que algo pesado crece en su estómago; sin embargo, se ve detenido por un agarre en su brazo derecho. Aunque no llega a hacer realmente ningún tipo de daño.

—¿Qué...? —Sigue ocupando el desconocido una extraña sonrisa en su rostro, y esta vez no da muestras de la calidez, diversión o dulzura de antes.

—¿Por qué siento que ya nos conocemos? —Es lo que pregunta y Vanitas se ve incapaz de contestar.

Dante vuelve a llamarlo desde la lejanía y apartando la vista del más alto, siente un frío colar su pecho. Devuelve la vista al momento y le sorprende ver que del desconocido no queda rastro alguno. No consigue sacar de su cabeza sus ojos morados intensos, y tampoco los rojos de su atacante de la noche anterior. ¿A qué venía todo eso? ¿Qué es lo que en verdad quería de él?, no puede evitar preguntarse, desconcertado de toda aquella situación. 

¿Y por qué... por qué quería verle de nuevo?

✮ ; ; Dear, vampires

; ; nueva correción, amando las nuevas vibes de la historia, si y si. espero que les haya gustado, no olviden dejarme sus opiniones y estrellitas. saben que eso ayuda mucho a la hora de escribir.

; ; finalmente se han encontrado vanitas y noé, yeiii !

; ; este capítulo va dedicado a mi bestie, quien cumple años (teniendo en cuenta que la primera subida de este cap fue en abril), así que felicidades y que la pases genial !

EllaStyles__ 

; ; ¡todo por ti, mi bella personita! ahora sí, ¡los amo mucho y nos vemos pronto!

Se despide xElsyLight.

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