❛ ᐯᗴᎥᑎ丅ᎥᔕéᎥᔕ ❜

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

❝ 𝐅𝐑𝐀𝐍𝐂𝐈𝐀 ⌇ ᗷᗩᑕᕼᗩ丅ᗩ
❛ xxvi ❜ ─ 💌 ; Champagne
problems.

Francia se levantó a las 12 de la madrugada, con esfuerzo de no despertar a Jack se levantó y se dirigió a la sala con cuidado. Se acomodó en el sofá con cuidado y busco el contacto de su madre y quiso llamarla, desahogarse, pero algo se lo impidió.

Ella suspiró y corrió la ventana, vio las luces de Italia y se quedó ahí un gran rato.

Unos minutos después escuchó cómo alguien bajaba las escaleras, ella vio a Toto algo adormilado, el prendió la luz y se sorprendió de verla ahí.

— ¿Bajaste las escaleras tú sola otra vez? —preguntó algo molesto.

— Haz silencio, Jack está durmiendo —pidió la canadiense y regresó la mirada a la ventana.

— Francia —se acercó a ella y se sentó— Francia —la llamo.

— ¿Mmm? —lo miró.

— No podía decir algo —respondió el— No sabía cómo podías reaccionar.

— Cómo una persona a la cual le quitaron su asiento en la fórmula 1, Toto —dijo la mujer— Pero tampoco iba a hacer una escena —bufo.

— ¿Qué hiciste antes, entonces? —preguntó Toto y Francia lo miró con el ceño fruncido.

— Solo me retire —hablo Francia— No les grite, no llore frente a ustedes, solo me largue a mi habitación —le recordó.

— Francia, tienes que tranquilizarte —pidió.

— ¿Tranquilizarme? —su voz tembló— Dios... —respiro profundamente— ¿Qué haré ahora? —le pregunto— Literalmente me quede sin nada.

— Varias personas se quedan sin asientos —dijo Toto.

— Pilotos, Toto —replicó— Pilotos hombres —dijo.

— Eso no tiene nada que ver —negó Toto.

— ¿Entonces por qué soy la única mujer en la parrilla? —pregunto— ¿Por qué las mujeres no celebramos las temporadas a lo grande? —lo miró— ¿Por qué solo cuando uno de ustedes nos menciona tenemos relevancia? —ladeó la cabeza— En la fórmula 1 escuchas apellidos como Senna, Schumaher, Fanglio, Lauda —enumeró— Pero... ¿dónde están esas mujeres que lucharon por qué su apellido fuera una leyenda? —dio una risa nasal— No... Solo 5 mujeres lograron competir —mostró sus dedos— Y cada una de ella luchó por cada centímetro de las pista, al igual que otras. Y ahora... muy pocos las recuerdan —abrazo sus piernas.

— Francia....

— No compares mi lucha con la de otros pilotos —negó con la cabeza— Porque a pesar de que gracias a mi padre entre a la fórmula 1, eso me costó todo. Fui la fracasada, la estrategia —murmuró— Me usaron. Y ahora que demuestro que si puedo —lo miró— Me reemplazan, y no por el tiempo que tenga que ausentarme, me reemplazaron para siempre.

— Tú eres capaz —Toto la tomó de la mandíbula e hizo que lo mirada directamente a los ojos— Y si de verdad quieres que te recuerden, harás que lo hagan, los vas a obligar —dijo.

— ¿Cómo? —susurro— Las escuderías están llenas —le recordó.

— Ya lo sabrás —murmuro Toto.

— Que gran ayuda —murmuró Francia.

— No pretendo ayudarte —nego Toto— No es mi lucha.

— No lo entiendes —Francia dio una bocanada de aire y se tocó el cabello.

— Mejor explícame algo —pidió Toto— Christian Horner —ese nombre la hizo temblar— Fue a visitarte al hospital, con rosas —se levantó del sofá— Cuando le dije que se fuera, el dijo que yo no sabía nada —la miró— ¿Qué quiso decir eso?

— Toto...

— La nota decía que: "Espero que vuelvas, porque me arrepiento de dejarte ir aquella noche" —cito Toto y Francia tragó saliva.

— Puedo explicarlo —susurro, temblorosa.

— Oh, espero que si —rio Toto y se recargó sobre la pared— ¿Tiene qué ver con aquella noche de la fiesta? —preguntó— ¿Qué pasó?

— Yo... —respiro— Yo no conocí antes... Empezamos a hablar como amigos, pero el día en que Max hizo una maniobra y yo me quejé y pedí una penalización, cuando la negaron... —comenzó a relatar— Me enoje por lo que el dijo en el canal. En la noche, madrugada... No recuerdo bien, el llego a mi habitación —Toto suspiró— Me acosté con el...

— No puede ser —jadeo Toto y se tocó la cara con las manos.

— Cometí un error —aceptó ella— Luego... Dijo que su esposa y el se iban a separar...

— ¿Y tú le creíste? —pregunto mirándola confundido— ¿Qué tan ingenua puedes ser?

Su corazón dolió, tragó saliva. El tenía razón... Pero ella tenía un corazón débil, el cual habían roto, el cual ella tenía que reparar siempre y le faltaban piezas.

— El está casado, Francia —le recordó— ¡Tiene una familia! —le exclamo.

— Lo se —susurró ella y sus labios temblaron.

— Es Christian Horner —gruñó Toto— No puedo creerlo —y se sintió traicionado de alguna manera.

— Toto... —sollozó Francia.

— No, Francia. ¿Geri lo sabe? —preguntó Toto.

— No sé —negó— La noche en que me fui contigo corté todo —respondió Francia y se levantó soltando un quejido de dolor.

— Yo... creo que —Toto trató de buscar las palabras.

— No, Toto —negó con la cabeza repetida veces.

— Francia...

— ¡No! —sollozó— Si de verdad me quieres no te importará mi pasado, solo mi presente y mi futuro... contigo —dijo y lo miró con los ojos llorosos.

— Empiezo a cuestionarme eso, Francia —esas palabras fueron cuchillos apuñalando su corazón.

Toto se lamió los labios y la miró a los ojos, Francia se apagó una vez más. Su corazón se había roto, y ella había sido la culpable, o así se sentía.

— Yo... —susurro. Se giró con cuidado y tomó su celular.

Toto la miraba en silencio, no sabía que decir. Su corazón dolía y solo quería llorar.

Francia camino con cuidado y se dirigió a otro lugar. No podía mirarlo, no quería llorar frente a él. Se sentía débil y estupida, debió decirle antes.

— ¿Alo? —contestaron en la otra línea.

— Seb —sollozó.

Sebastián se levantó de la cama preocupado por escuchar el sollozo de la mujer.

— ¿Fran? —preguntó— ¿Qué ocurrió? —su voz era de preocupado— ¿Necesitas algo?

— Yo... —se sentía ahogada— ¿Dónde estas? —preguntó llorando.

Sebastián tuvo un deja vu, Francia se sentó sobre una pequeña silla y lloró con fuerza.

— Francia, tranquilízate, preciosa —pidió Sebastián y busco un suéter— Estoy en Italia, en la casa de tu padre con Lance y su novia —respondió— Tú papá nos invitó, pero él tuvo que salir con tu mamá a Canadá.

— ¿Puedes venir por mi? —preguntó Francia con la voz aguda.

— Si —respondió— ¿Estás en tu casa? —preguntó y tomó las llaves de su auto.

— Si —sorbió su nariz— Te veo afuera.

— Está bien —dijo Sebastián.

Francia colgó su celular y fue en busca de un abrigo. Subió las escaleras y entró a la habitación, observó a Jack abrazar una almohada. Ella tomó un abrigo y sus cosas en un pequeño bolso. Besó la frente del pequeño y salió de ahí.

Bajo las escaleras entre quejidos de dolor y llegó a la sala. Toto la observó con el ceño fruncido.

— ¿A dónde vas? —pregunto el.

— Ahm... Pueden quedarse aquí —le dijo sin mirarlo a los ojos— Después... pueden dejar las llaves con Kate, la vecina —murmuro— Adiós.

— Francia —la sujetó del brazo y ella se quejó— Lo siento —la soltó— Francia, no es bueno que te vayas —dijo— Me iré en la mañana con Jack...

— Si, bueno... —tragó saliva— No creo que pueda ver eso —negó con la cabeza— Dile a Jack que... tuve que irme. Pero que lo adoro —susurro— Y perdón, Toto. Por no ser lo que querías.

Ella abrió la puerta y camino hasta la salida. Toto se quedó ahí, parado en la sala, sin hacer nada. Su cuerpo paralizado.

Solo quedaron dos corazones que no llegaron a decirse te amo.

El auto de Sebastián se dejó ver, Francia camino hacia él y abrió la puerta del copiloto. Se sentó ahí y no lo miró. Solo quedó en silencio.

Sebastián arrancó el auto y condujo. La noche era fría y abrazadora. El sentimiento doloroso estaba ahí, presenten en su corazón roto.

¿Por qué cuidado las cosas van bien... se derrumban? Ella no entendía porque nunca era suficiente para que se quedaran en su vida sin tener que pedirlo.

Sebastián conocía bien a la mujer sentada a su lado y aunque los años hubieran pasado, eso nunca cambió.

Porque ellos eran dos almas destinadas con corazones que no podían amarse como querían en esa vida.

— ¿Sabe lo de Horner? —preguntó Sebastián y le acarició el cabello.

Francia miró el techo del auto tratando de retener las lágrimas, respiro por su boca y asintió.

— Fran... —ella lo miró, sus ojos se cristalizaron. El la abrazó con cuidado, como si fuera una muñeca de porcelana.

— Me siento... Me siento —tartamudeo y Sebastián le limpio sus lágrimas— Sucia, inútil, ingenua...

Sebastián sintió su corazón doler por cada palabra que se decía a ella misma. Se veía tan vulnerable.

— No, no eres eso —negó Sebastián y la abrazó contra su pecho.

Las lágrimas de Francia le empapaban la camisa, ella sollozaba y lloraba mientras se aferraba a él. Sebastián evita que se cayera, pero le dolía.

— Debí decirle —susurro— Me hubiera evitado esto —se separó de él— Quiero irme —pidió— Quiero irme —rogó.

— Francia, preciosa...

Francia se tapó la cara. Sus manos estaban frías y no por el frío de la noche. Ella se recargó sobre la ventana. No quería ver a nadie. Quería huir.

Después de todo... No le queda nada, solo su corazón incompleto.

— ¿A dónde vamos? —le preguntó Sebastián y ella lo miró— Te llevaría al fin del mundo si me lo pidieran —le recordó.

— No se —susurró ella— Lejos...

El encendió el auto y condujo a la casa de los padres de Francia. En silencio, el tomó sus cosas y dejó una nota. Luego se marcharon al aeropuerto.














(...)












— ¿La amabas? —preguntó la mujer y miró a su esposo al lado derecho de la cama.

— Creí hacerlo —murmuró Christian— Pero no... No lo hago —respondió.

Geri sintió su corazón vacío.

— Puede arreglarse... Pasamos por un mal momento, como todas las parejas —habló ella.

— ¿Tú crees? —Christian la miró y ella asintió.

— Si... Si creo.

— Entonces... Pondré de mi parte —prometo el británico, pero las palabras le quemaron la garganta.

Geri se acurrucó en su pecho y el la abrazó. Cerró los ojos y soltó un suspiro.

My atlantis, we faaaaaall

Me duele, me quema, me lastima.

Buenas noches, las quiero <3

No olviden dejar su voto y un comentario. Espero les guste.
Se despide Didi 💌

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro