𝐧𝐢𝐧𝐞. (real life) ⊹ dancing 'round the kitchen in the refrigerator light.

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𖥔 ּ ִ 𝐧𝐢𝐧𝐞. dancing 'round the kitchen in
the refrigerator light / real life.

📍NUEVA YORK, ESTADOS UNIDOS.
🗓️ 15 DE MARZO, 2015
🕝 11:54 a.m

LOS DÍAS PASARON, LOS ENSAYOS DE LA película comenzaron y las imágenes en las que aparecían besándose bajo la farola habían sido comentadas en revistas, tweets y posts de Instagram durante cinco días seguidos y habían empezado a salir teorías sobre el divorcio de Dawn y Conrad. Dawn no había perdido el tiempo leyendo ninguna. ¿Para qué?

Entre Ryan y ella habían decidido decirle a Damien, el director de la película, acerca de su situación. Al fin y al cabo, si ellos fallaban con la actuación, la película sería un total fracaso y, por lo tanto, él también estaría en la lista de los afectados. Dawn se dio cuenta de que había cada vez más gente involucrada y eso le dejó un sabor amargo en la boca durante el resto del día. El peso sobre sus hombros y la responsabilidad de sus actos eran cada vez más grandes y temía que por un simple acto o palabra todo se les fuera de las manos.

A pesar de que él creyó que estaban totalmente locos, Damien estuvo muy agradecido por lo que ambos actores estaban haciendo por la película y accedió a que se ausentaran el día 22 de abril para que pudieran asistir al cumpleaños del hermano de Dawn.

Era hora del descanso. Dawn y Ryan siempre iban a una cafetería cercana, pedían un café y se lo tomaban sentados en una mesa de la esquina, alejada de los cristales que daban al exterior. Pero esta vez llevaban más prisa, porque habían salido más tarde de los vestuarios y tenían solo diez minutos para desayunar.

Nueva York estaba a rebosar de gente, como siempre, y la cafetería no era la excepción, así que pidieron el café para llevar y decidieron que se lo beberían por el camino o mientras repasaban la siguiente escena.

—¿Sabes lo que toca mañana? —preguntó Ryan, aguantando la puerta para que Dawn saliera de la cafetería. Cuando Ryan se acercó a ella, Dawn rodeó su brazo. Dawn tenía la manía de hacer eso en lugar de cogerle de la mano. Nunca había entendido bien por qué. Tal vez era porque consideraba que darse la mano era un gesto más íntimo.

Desde aquella noche en la que se besaron bajo la farola y los besos que se habían dado en algunas escenas, Dawn no podía estar cerca de él. Se sentía una extraterrestre, no se conocía. Su cuerpo la traicionaba de las maneras más estúpidas.

Hacía tres días estaban en el set de grabación y el director los había llamado a ambos para hablarles de un problema que había con el guión. Damien estaba a la izquierda de ellos, señalando en el guión lo que quería que vieran, y todo en lo que podía pensar Dawn era en la mano que Ryan le había colocado en la espalda. No había escuchado nada a parte de sus propios latidos martilleando en el interior de su cabeza.

O cuando Ryan le había traído un café porque había habido un problema con el vestuario y Dawn no había podido salir a por él y sus manos se habían rozado un segundo. Por dios, se había puesto tan roja como su pelo. Parecía una adolescente de quince años a la que su compañero de pupitre había invitado a comer en su casa, en vez de una mujer de treinta y cuatro años con cuatro divorcios.

Dawn abrió los ojos como platos.

—Oh no.

—Oh sí —se rió él, llevándose el vaso de café a los labios.

—No quiero, no quiero, no quiero —gimoteó como una niña pequeña, meneando la cabeza hacia los lados repetidas veces —. No se lo he dicho a Damien, y la escena no es exactamente corta. Me va a matar.

—Puedo enseñarte en casa —propuso —. No te cobraré por ser mi esposa.

—Oh, vaya, gracias —contestó ella con sarcasmo —. Pero sí, está bien. Esta tarde practicamos porque no quiero hacer el ridículo delante de todos.

📍NUEVA YORK, ESTADOS UNIDOS.
🗓️ 15 DE MARZO, 2015
🕝 22:13 p.m

DAWN PASÓ TODA LA TARDE EN CASA DE HANNAH para contarle todos y cada uno de los detalles y se puso al día de lo que las revistas decían sobre Ryan y ella. Y si antes no le había importado las teorías sobre su divorcio con Conrad ahora tenía que ser honesta: que se hubieran levantado sospechas le había puesto de los nervios. No estaba segura si eran buenas o malas noticias. Tal vez eso haría que la gente fuera más humana con ella y dejara de llamar y llenar su bandeja de entrada con correos electrónicos llenos de insultos crueles. Pero, ¿y si él, ahora que por fin se había ido, volvía para volver a hacerle la vida imposible?

Dawn se había pasado seis meses alejada del mundo, sin salir de casa ni siquiera para ir a comprar al supermercado de lo miserable que se había sentido después de su cuarto divorcio y las críticas que había recibido. Y cuando por fin había encontrado una razón por la que salir de debajo de las sábanas, tenía miedo de que fueran a arrebatársela.

O de arrebatársela a sí misma.

Ya sabía en lo que se metía cuando Hannah les dijo que la única forma de que la película fuera un éxito era fingir estar enamorados, ¿pero y si fallaban? Las críticas serían el doble de fuertes, puede que incluso el triple. Todo el mundo les odiaría.

Por eso se había prometido una cosa: no se enamoraría. No de verdad. No esa vez.

Se arrancaría el corazón si hacía falta, pero no se enamoraría de Ryan para que él saliera corriendo y decidiera poner fin a toda esa mentira. Porque entonces ocurrirían dos tragedias: el final de su carrera como actriz para siempre y su corazón demolido en miles de millones de trocitos.

Solo serían amigos. No podía ser tan difícil, ¿no? Solo tenía que actuar en casa como actuaba con Hannah o con su hermano y dejar de ponerse nerviosa y de recordar aquel estúpido beso. Sí. Sería fácil.

Eran las diez de la noche y Dawn estaba en la cocina, a oscuras y descalza, sacando un brick de zumo de naranja del frigorífico, cuando empezó a escuchar música que venía del salón. Una sonrisa se abrió paso en sus labios y cerró los ojos, negando con la cabeza. Le había dicho a Ryan que pasaría la tarde en casa de Hannah y que no iban a poder practicar por la tarde. Probablemente la había escuchado llegar y, aunque mañana tenían que madrugar para estar temprano en el set, él aún no se había ido a la cama.

Dawn consideró la posibilidad de salir corriendo y encerrarse en su habitación para evitar el mal rato, pero seguramente Ryan la alcanzaría antes de llegar a las escaleras, y además él ya estaba entrando a la cocina.

—No me puedo creer que de verdad tenga que hacer esto —ella dijo, dejando el brick y el vaso con zumo sobre la encimera y girándose para mirarlo. Ryan estaba a unos metros, con una mano extendida hacia ella.

—¿Bailarías conmigo?

—Ay, dios. —Dawn negó con la cabeza, pero dejó que una de sus manos se posara sobre la de él y la distancia entre sus cuerpos se acortó —. A ver, se supone que tengo que poner mi otra mano en tu brazo, ¿no? —preguntó, llevando la mano que tenía al lado de su cuerpo al hombro de Ryan. Él colocó la suya en su espalda y Dawn trató de reprimir los recuerdos soltando una risita nerviosa —. Y aquí me quedo.

—Veo que no llevas zapatos —comentó Ryan con gracia, cuando bajó la mirada a sus pies —. ¿Debería alegrarme?

—Bastante.

—Está bien. Vamos a empezar por lo fácil primero. —Dawn miró también a sus pies mientras Ryan continuaba hablando —. Todo lo que tienes que hacer es seguirme a mí. Si doy un paso hacia atrás, tú lo das hacia delante. Si lo doy hacia la derecha, tú también.

A Dawn le costó aproximadamente unos veinte minutos y algunos pisotones conseguir hacer dos pasos seguidos bien, y a partir de ahí todo fluyó medianamente bien. Estaba tan concentrada en no quedar como una completa arrítmica y él en no llevarse otro pisotón, que ni siquiera se habían dado cuenta de que tan solo eran dos sombras que se movían al compás de la música clásica bajo la luz del frigorífico.

No estuvo planeado cuando ambos levantaron los ojos a la vez y tampoco lo estuvo cuando él la hizo girar y ella se convirtió en un pedazo más de oscuridad. Dawn observó la luz reflejada en el lado izquierdo de Ryan mientras el derecho estaba sumergido en la oscuridad y entonces se percató de que el frigorífico seguía abierto. Pero no le importó. La pareja siguió dando vueltas por la cocina con la música flotando en el aire, encerrados en una burbuja en la que cuatros ojos se fundían y dos cuerpos se dejaban llevar en sincronía.

Ella se olvidó de esos pensamientos intrusivos que llevaban todo el día rondando por su cabeza y él, él se olvidó de que, en cualquier momento, el tiempo decidiría que era hora de darle un final a su historia.

Porque, al final, todo acaba.

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