𝐨𝐧𝐞. (real life) ⊹ make the whole place shimmer.

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𖥔 ּ ִ 𝐨𝐧𝐞: (I can still) make the whole
place shimmer / real life.

📍LAS VEGAS, ESTADOS UNIDOS.
🗓️ 5 DE MARZO, 2015
🕝 17:52

EL AVIÓN ATERRIZÓ EN EL AEROPUERTO MÁS cercano y un taxi llevó a Dawn, Hannah y Jennifer (Lawrence, que se había apuntado en cuanto le había llegado el mensaje de Dawn) al Ceasars Palace Casino, uno de los casinos más famosos de Las Vegas.

Las Vegas solía ser el destino de estrellas internacionales cuando buscaban divertirse, emborracharse, montar escándalos sexuales y jugar con dinero. En el caso de Dawn, ella solo quería beber unas cuantas copas con sus amigas para celebrar que estaba a nada de resucitar su carrera laboral y quizá jugar a algún que otro juego, así que empezó pidiendo que le trajeran un par de margaritas para ella y dos pares más para Jennifer y Hannah.

Hannah negó con la cabeza.

—Yo solo quiero una botella de agua, por favor —le pidió al camarero. El hombre, entallado con un esmoquin negro con pajarita a juego, asintió con la cabeza y se marchó para traerles sus pedidos.

—No me puedo creer que acabes de pedir una botella de agua en un casino —Dawn se cruzó de brazos —. ¡Me prometiste que te ibas a divertir!

—Y tú me prometiste que no habría problemas y acabas de pedirte dos margaritas del tirón —Hannah se encogió de hombros —. Alguien tiene que estar sobria por si pasa algo.

—¡Pues esa no voy a ser yo! —se rió Jennifer, que parecía estar borracha incluso antes de entrar por la gran puerta del casino. El camarero volvió a la mesa con una enorme bandeja de plata a la izquierda de su cabeza y fue dejando las copas, y la botella de agua, encima de la mesa. Jennifer bebió un trago de uno de sus margaritas y se puso de pie —. ¿Quién se viene a jugar al póker?

Dawn se levantó del sofá, tropezando con la mesa en el trayecto, cogió sus dos margaritas y siguió a Jennifer. Hannah las vio sentarse en los taburetes bajos de la mesa de póker junto a dos hombres que parecían haber estado jugando varias partidas seguidas y sacó el ordenador de su bolsa. Había dicho que no lo sacaría por nada del mundo, pero estando ahí sentada vigilando a dos mujeres descabelladas que se volverían incluso más descabelladas con alcohol en el sistema se dio cuenta de que la tarde se iba a hacer muy larga.

De vez en cuando levantaba la mirada de la pantalla e interrumpía los correos electrónicos para asegurarse de que Dawn no se subía a ninguna mesa a bailar.

—Perdone, señorita. —Hannah dejó de teclear y miró hacia su izquierda, donde el mismo camarero de antes llevaba en la gran bandeja un Gin Tonic con dos aceitunas clavadas en un palillo —. Un caballero de la barra le manda esto.

Hannah frunció el ceño y recorrió la barra con los ojos hasta que se topó con un hombre pelinegro vestido de forma bastante elegante que parecía tener su misma edad. El hombre le saludó con la mano y Hannah suspiró.

Tenía dos opciones. Una; olvidarse de los correos electrónicos por una noche, cerrar el ordenador, beberse el Gin Tonic de un tirón y sentarse en la barra a charlar con ese hombre o dos; ser la Hannah de siempre y anteponer el trabajo antes de la diversión.

La voz de Dawn resonó en su cabeza: ¡Me prometiste que te ibas a divertir!

—A la mierda —musitó, y cerró el ordenador. Se bebió el Gin Tonic que le ofrecía el camarero de un sorbo y se fue a la barra.

No volvió a mirar a Dawn en toda la noche, excepto cuando se subió a la mesa de los dados y empezó a bailar y a revolverse el pelo. Pero no la había detenido. De hecho, la había vitoreado, había ordenado otra copa al barista y había seguido hablando con el bombón francés que le había invitado a la copa.

Dawn fue retada entonces a beberse un jarra enorme de cerveza de un tirón por una mujer vestida de un Valentino rojo y, coreada por las voces de la multitud que rodeaba la mesa de los dados, empezó a beber y beber. La cerveza le manchó la barbilla y el vestido y cuando terminó de beber, levantó la jarra en el aire y escuchó los gritos emocionados de su público.

Cuando Dawn decidió que había tenido suficiente baile se bajó de la mesa con la ayuda de un hombre de pelo castaño claro, similar al color de la miel, que le ofreció la mano y luego tuvo que rodearle la cintura con el otro brazo cuando el tacón se le enganchó en la madera de la mesa. Dawn, ya demasiado borracha para ser consciente de sus acciones, tiró de las solapas de la chaqueta del esmoquin de aquel hombre y le plantó un beso en los labios.

—Gracias, guapo —le dijo cuando se separó. El hombre parecía confuso, y no solo por el repentino beso.

—¿Te conozco de algo?

—Lo dudo —Dawn levantó un poco la voz para que la escuchara por encima de la música y las voces del gentío —. Mi vida se ha ido a la mierda por culpa del cabrón de mi ex, la gente me odia y nadie me quiere como actriz en sus películas —alzó los brazos en el aire y se rió —. ¡Pero no me importa, porque todavía soy el alma de la fiesta!

Y las personas que habían a su alrededor empezaron a gritar a la par.

—¿Quieres beber algo? —preguntó Dawn al desconocido, quién la seguía sujetando de la cintura porque veía que se caía en cualquier momento.

Él titubeó.

—No creo que sea lo mejor. Estás muy borracha.

—¡No estoy borracha! —respondió —. Solo estoy un poco ebria. Venga, vamos a la barra.

Dawn tiró del desconocido hacia la barra y se sentaron en los taburetes de una esquina. El ambiente ahí era más relajado, silencioso e íntimo. La música y el tintineo de las fichas de póker que se movían en la mesa de al lado todavía se escuchaban. Mujeres con preciosos vestidos y joyas brillantes colgando de sus cuellos y hombres con trajes y corbatas se paseaban por el salón de color dorado.

De repente, Dawn empezó a llorar.

—¿Qué...? ¿Estás bien? —le preguntó el hombre al que había llevado hasta allí.

—Sí, sí, no pasa nada —contestó, y se sorbió la nariz. Dawn le miró. El pelo rojo alborotado le rodeaba la cara pecosa y resaltaba sus ojos azules —. Es que me he acordado de por qué estoy aquí. Estoy muy feliz. Me han ofrecido un trabajo, ¿sabes? Un trabajo que me puede cambiar la vida de lo perfecto que es.

—Eso es genial, ¿no?

—¿Genial? Es maravilloso —corrigió, lloriqueando más fuerte. El desconocido sacó un pañuelo de tela color ocre del pequeño bolsillo que tenía su chaqueta en el lado derecho del pecho y se lo ofreció —. Gracias. Es que... Tengo miedo. No quiero arruinar nada. Hannah me echa mucho la bronca, pero es porque me lo merezco.

—¿Quién es Hannah? —interrogó el hombre, tratando de entender la conversación.

Sin embargo, Dawn siguió hablando y secándose la máscara de pestañas que se le había corrido con el pañuelo de tela.

—Siempre acabo metida en problemas, ¿sabes? Y no solo me jodo la vida a mí, sino que a ella también. Lleva conmigo desde el inicio de mi carrera, todos saben que es mi manager. Si la cago esta vez, las dos estaremos acabadas.

—Pues no la cagues —respondió el hombre con simpleza, encogiéndose de hombros. Tal vez no estaba tan borracho como Dawn, pero sí llevaba unas cuantas copas encima.

Dawn sacó la cara del pañuelo y se quedó mirándolo mientras asentía lentamente con la cabeza. Aquel consejo le había sonado cómo las palabras más sabias que había escuchado en un mucho tiempo.

—Que buen consejo.

Y, cuando todo parecía haberse relajado y haber hecho entrar en razón a Dawn, una idea le vino a la cabeza.

—¿Nos tomamos unos shots de tequila?

ISI'S NOTE. . .

SE HAN CONOCIDO. REPITO, SE HAN
CONOCIDO.

Dawn es el alma de la fiesta, period.

siento que el capítulo no sea muy largo,
pero creo que es una buena introducción
para el siguiente, que es donde todo se
va prácticamente a la mierda.

quería agradecer el inmenso apoyo que
le estáis dando a la historia, la verdad es
que no me lo esperaba para nada.
muchas gracias 🫶🏻

espero que os haya gustado.

os adora,

𝓘𝓼𝓲

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