00: Emus maximus

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—¿Escuchaste la noticia del último hijo de los Huang? ¿Renjun? 

—Giselle, obviamente que lo escuché, ¿Crees que vivo en una cueva?

—Ohhh, Rina, siempre tan mala onda. Pero, enserio, ese Renjun me trae fascinada.

—No eres la única.

—Digo, un lindo y adorable omega, que además, es un cambiaformas, ¿No es la cosa más linda y especial que has escuchado?

—Es una maquina expendedora no un micrófono, vete a hablar a otro lado.

Ambas jóvenes betas miraron al joven hombre frente a ellas, el flequillo de su pelo rubio casi blanco tapaba parcialmente sus ojos pero su expresión de molestia era clara.

Las dos chicas hicieron una mueca de confusión, no habían sentido un mínimo olor de la presencia de aquel chico, sino hubieran seguido su paso como si nada. 

Giselle rodó los ojos, separándose de la máquina expendedora donde estaba apoyada, tomando la mano de Karina, las dos betas se fueron, caminando por el pasillo del edificio de la universidad ignorando al rubio.

Jaemin por fin pudo pedir su gaseosa a la máquina, disfrutando el silencio que había provocado la ausencia de las dos chicas, tantas voces le hacían doler los tímpanos, y ese día todos estaban hablando de lo mismo.

En verdad, él había escuchado acerca de ese caso tan especial llamado Huang Renjun; siendo un joven omega de una familia rica de puros alfas, su condición de omega ya era bastante especial, pero no fue conocido hasta hacía unos días, cuando el mundo se enteró que el chico de diecinueve años era un cambiaformas; pasando de ser un muchacho enano y bonito a un majestuoso lobo blanco.

Por muchos años, se creían a los cambiaformas como un mito, algo propio de las películas de Hollywood, sabían que en la antigüedad existieron y hasta había fotos viejas donde aparecían cambiaformas, pero siempre estaba la duda si en verdad era un humano en forma de lobo o un perro muy grande, Jaemin siempre optaba por creer la segunda.

Pero Jaemin tenia tanto interes de hablar de Renjun y los cambiaformas como lo que le importaba hablarle bien a la charlatana de Giselle. Un menos diez porciento, para ser mas exactos.

Con su refresco en la mano, volvió a la biblioteca, lugar donde de dedicaba a hacer las únicas dos cosas que hacía en la universidad: estudiar o dormir. Aunque siempre tuvo la costumbre de terminar haciendo la segunda cosa.

Dejando a sus pies la lata media vacía, se acostó en el sillón del fondo de la biblioteca.

La bibliotecaria era una joven alfa de poco más de veinte años que sabía de las siestas de Jaemin, pero no le molestaba en lo absoluto, por otro lado, despertaba al chico sólo cuando un profesor o el mismo director entraba para corroborar el buen uso de la biblioteca; por esa razón, el rubio dormía con un libro entre las manos, así que cuando se despertara, solo fingirá leer.

—Buenas tardes —saludó Jaemin a la castaña tras el largo escritorio.

Él podía considerar a la joven alfa como la persona que más apreciaba de toda su universidad, y la única que elegiría como amiga si tuviera algún interés en hacer uno, que no tenia, por supuesto, él estaba demasiado tranquilo solo y socializar con la gente lo agotaba.

—Hola, Na.

A pesar de que la chica sabía su nombre, Jaemin nunca se había molestado en fijarse el nombre de ella ni en la placa en su pecho o en la que descansaba sobre el escritorio.

En su cómodo trono, echó la cabeza hacia atrás para cerrar los ojos y dormir, tenia el don de dormir en cualquier lado y en cuestión de minutos, como un gato.

Rápidamente, la oscuridad de sus párpados se transformó en la de una calle, las luces públicas apagadas, las casas en total oscuridad e incluso los semáforos sin sus colores le dijeron del corte de luz.

Se vió caminando por las calles, rumbo hacia su casa, cuando una sensación muy fuerte lo inundó.

Tenía que encontrar algo, urgentemente.

Algo que era suyo.

Su algo estaba en peligro.

El rumbo a casa quedó olvidado y comenzó a caminar rápido hacia el lado contrario; corriendo cada tanto.

Esa sensación provenía de lo más profundo de su pecho, lugar del que creía que nunca iba a volver a sentir algo... Su lobo.

Su lobo interno había muerto hacía mucho tiempo, o eso creía, desde hacia mas de dos años que no tenia rastro de él, y volverlo a sentir en su pecho lejos de ser una sensación agradable solo le dio mas pánico.

El lloriqueo de un animal lo hizo detenerse para escuchar de dónde provenía, todos sus sentidos se enfocaban en aquel ruido.

Su lobo comenzó a correr en su interior, y Jaemin, siguiéndolo sin tiempo a preguntarse cómo era que había regresado, llegó hasta un callejón oscuro.

Vió la basura junto a las paredes, los charcos de agua sucia.

Escuchó el completo silencio del mundo.

Su lobo había desaparecido, de nuevo; dejándolo solo frente a aquella montón de nada, confundido, soltó un suspiro creyendo que estaba volviéndose loco..

Se giró para volver hacia su casa.

Fue cuando escuchó el llanto de nuevo, esta vez muchísimo más cerca.

Volvió a entrar en el callejón, mirando una pila de basura un poco más al fondo; y por más que su lobo le pedía correr hacia allá, se acercó despacio y con cautela.

Al tomar la bolsa de basura para correrla, un golpe en la cabeza lo hizo despertarse.

—El director, Jaemin —el susurro de la bibliotecaria, a su lado, hizo que tomara el libro, lo abriera en una página al azar y comenzara a fingir que leía.

Vió al hombre de traje que entró a la sala, con una sonrisa; y comenzó a hablar con la joven bibliotecaria no muy lejos de él, así que hizo su mejor esfuerzo para ver las paginas, aun agitado por el sueño no podía concentrarse en las palabras.

Sólo podía recordar la extraña sensación que tuvo cuando su lobo interno pareció volver a él, cosa que creía que era imposible.

Para el mundo, Jaemin era otro beta del montón, malhumorado, invisible y solitario; sin instintos, sin olor, sin celo; pocas veces salía de su silencio, y sólo para dedicarle unas palabras bruscas a alguien (casi siempre a Giselle, porque esa chica la sacaba de quicio).

Casi todo su vestuario era negro, odiaba estar al sol porque le daba mucho calor asi que era muy pálido y con el pelo rubio platino, parecía otro chico emo de esos grupitos de la universidad.

Sólo que Jaemin no se juntaba con ese grupo; por más que varias veces lo habían invitado a unirse.

Eso hacía que lo vieran como 'El emus maximus'.

Claro que ninguno sabía la verdad acerca de Jaemin.

El joven había dejado su pasado, a su lobo, y a su posición en Daegu, donde el alfa había nacido, se había presentado, había hecho una cagada importante, y había muerto, para después huir de la ciudad y de todo lo conocido.

El Jaemin de Busán era un delta solitario que fingía ser un beta común y corriente para no vivir avergonzado.

Perder a su lobo, y por lo tanto, sus instintos, su celo y su olor; era algo que había superado, o algo así, prefería no hablar al respecto, y se había resignado a vivir en la monotonía.

Se había concentrado en los estudios, ya que no tenía interés en nada más.

Meterse en la carrera de medicina fue posiblemente su más grave error, pero aún seguía ahí, estudiando salvajemente un día antes de los exámenes, asistiendo a las clases donde era totalmente ignorado, y durmiendo en la biblioteca cuando debería leer los libros de anatomía.

Pero eso era mucho mejor que ser la vergüenza de toda su familia, y de Daegu.

El director miró hacia él en cuanto terminó de hablar con la joven alfa, Jaemin lo vió acercarse y le dedicó una sonrisa leve.

El hombre de unos cincuenta años se dirigió hacia él, con una sonrisa dura pero amable, aunque su aura de alfa y su fuerte olor a... Algo que Jaemin nunca pudo describir (nunca había sido bueno reconociendo olores), daban una presencia mucho más fuerte de la que en realidad quería.

—Buenas tardes —saludó el hombre, Jaemin sólo bajó el libro para mirarlo—. En verdad, aprecio mucho a los estudiantes que vienen a ocupar la biblioteca; y no lo estoy juzgando, pero déjeme informarle que su libro está al revés.

Jaemin lo volteó para ver las portada, y el director no estaba mintiendo.

Al alzar la vista para decirle algo, sólo vió al director marcharse y cómo la bibliotecaria se reía en silencio tras el escritorio.

Jaemin suspiró, dejó caer el libro de golpe sobre el sillón al levantarse.

—Gracias por decirme que estaba quedando como un idiota —dijo Jaemin a la castaña.

La joven alfa suspiró, rodando los ojos.

—La próxima vez te haré señales de humo, Na Jaemin.

El rubio sólo rodó los ojos y salió de la biblioteca, no sin antes escuchar el gruñido malhumorado que le dedicó la bibliotecaria; pero sin inmutarse.

Jaemin lo atribuía a su lobo interior muerto, las amenazas de los alfas no hacían un mínimo de efecto en él, tal como tampoco le atraía la presencia de un omega. Él, simplemente, había dejado de sentir absolutamente todo.

Al ver la luz cálida del atardecer desde las ventanas del edificio, se recordó que debía regresar a su casa, el camino era algo largo, el mejor departamento que se pudo pagar quedaba a poco más de treinta minutos a pie, con la duración del día típica de principios de invierno, llegaba a su casa de noche.

Cargando sus cosas con molestia porque ya le dolía la espalda, a poco más de un kilómetro de su casa, las luces de las calles se apagaron, algo que era típico del barrio porque vivía a las afueras, siempre había cortes de luz.

Mirando con un poco más de atención hacia la oscuridad, Jaemin aceleró más el paso para llegar lo mas rápido posible a su hogar.

Fue pocas cuadras antes que la sensación volvió a atacarlo, y su lobo inquieto volvió a despertar, solo que esta vez, él estaba consiente que lo que estaba pasando era real.

Vivió un deja vu.

Su sueño se estaba repitiendo.

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