𝐂𝐀𝐏𝐈́𝐓𝐔𝐋𝐎 10.     
𝐂𝐀𝐒𝐀 𝐃𝐄 𝐋𝐎𝐒 𝐂𝐔𝐋𝐋𝐄𝐍

—No sé cómo es que terminé acá. —murmuro.

—Ni yo tampoco. —escucho decir a Nico entre dientes.

—Creo que fue porque caíste en el encanto de Alice. —escucho una carcajada de parte de la mencionada.

—Y tú en la de Jasper. —me contraataca mi hermano. Me sonrojo al saber que este tenía razón. Los vampiros presentes se ríen.

—No se rían. —el auto se estaciona frente a una hermosa casa. Miro a Nico que se encontraba en la parte trasera junto con Alice —. ¿Nico, recuerdas cómo se respira?

Este niega, Alice baja demasiado feliz y espera a que enamorado baje. Jasper baja antes que yo y con su velocidad antihumana me abre la puerta del auto, me quito el cinturón de seguridad y bajo.

—Gracias. —le agradezco por su gesto. Este me agarra la mano una vez que cierra la puerta del auto.

—Tranquila, todo saldrá bien. —dice con una enorme sonoridad que me reflejaba la tranquilidad.

—Eso espero. Como no sea así, los dos tienen la culpa. —digo señalando a Alice y a Jasper.

—¡Andando! —dice eufórica mientras arrastraba a Nico hacia la entrada. Los dos eran tan opuestos.

Jasper y yo nos reímos ligeramente y caminamos hacia la entrada aun agarrados de la mano.

Entramos y la casa era totalmente envidiable. Parecía la casa que habitaba algún dios griego; salgo de mis pensamientos que se encontraban todos los Cullen frente mío.

—Es un gusto volver a verlos. Soy Carlisle Cullen, como ya lo saben. —se presenta el doctor que me había atendido el día de ayer.

—Supongo que ya sabrán quién soy, pero aun así me presentaré. Soy Diana Clifford y él es mi medio hermano, Nico Di Angelo. —señalo a Nico y este solo hace un ligero gesto sin ninguna expresión en su rostro.

—¡Qué adorable son, me alegra saber que tendré más hijos! —dice una emocionada mujer de cabello marrón oscuro, ojos y piel igual que el resto de la familia. Tan hermosa como el resto. —Soy Esme Cullen. Espero que se sientan a gusto aquí.

—Y ya conocen a Emmett, Rosalie y Edward. —dice Jasper señalando a cada uno.

Mi mirada se posa en Rosalie, no me había tomado el tiempo de verla bien. Era hermosa.

—Eres muy hermosa. —se me escapa sin intención alguna.

Los vampiros sueltan una risa ante mi comentario, Rosalie me mira con una ligera sonrisa.

—«Lo siento, se me escapó. —murmuro apenada.

—Tranquila, cariño. Algunos reaccionan así al ver a Rosalie. —Esme suelta otra risa—. ¿Tienen hambre?

—Sí, Diana no me dejó comer. —le doy un codazo a Nico. Este me mira mal por mi acción.

—Llevaré a Diana a conocer el resto de la casa. —dice Jasper.

—Y yo a Nico también. —dice Alice antes de arrastrarlo a otro lado de la casa.

—Creo que a Alice se le está haciendo costumbre de arrastrar a Nico. —dice Edward entre carcajadas.

Jasper y yo subimos lentamente para que yo pudiera apreciar las fotografías que se encontraban pegadas en los pasillos. Hasta el doctorado de Carlisle.

—Esta es la habitación de Rosalie y Emmett. —Señala a la primera puerta del tercer piso. —La de Alice, la mía y la última es la de Edward.

Jasper abre la puerta de su habitación y se hace a un lado para que yo entrase primero. Su habitación era tan hermosa, tenía un estante repleto de libros, otro de videojuegos, un sofá grupal y otro individual con una mesa con adornos en el centro de estos. Un gran ventanal que daba al bosque como el mío.

—Supongo que no hay cama es porque no duerme, ¿no? —este asiente ante mi pregunta.

—Estas en lo correcto, señorita. Algún día compraré una para que descanses aquí para cuando quieras quedarte. —dice Jasper, por tercera vez en el día me sonrojo.

—Eso sería muy lindo de su parte, señor Hale. —digo mientras agarraba un libro del estante —. Crimen y Castigo, Fedor Dostoievski. —susurro—. Es un libro muy interesante, recuerdo leerlo cuando apenas tenía catorce años. Es mi favorito.

—El mío igual. —murmura Jasper con una sonrisa encantadora.

Este, tenía más libros que un hijo de Atenea.

—«Sé que tienes preguntas, hazla sin vergüenza alguna.

—¿Cuántos años tienes? —le pregunto sentándome en el sofá grupal. Esta recuesta en una pared cruzándose de brazos mientras me veía con toda la atención del mundo.

—Cronológicamente, 177 años y biológicamente, 17. —me responde.

—¿Se alimentan de sangre humana?

—Animal, aunque esta no llene en absoluto, pero nos quita la sed. Nos consideramos veganos.

—¿Poseen algún don?

—Sí. Edward lee las mentes, Alice el futuro, Emmett la fuerza, Rosalie la belleza extrema, Carlisle el autocontrol y Esme el cariño.

—¿Y tú? —mi curiosidad me mataba.

—Manipulación de emociones. —me sorprendo ante eso.

—Así que eras tú que me calmaba cada vez que me ponía nerviosa por algo. —este asiente con una sonrisa, ¿no le dolerán las mejillas de tanto sonreír? No importa, me encanta su sonrisa.

—Lo siento por eso, te prometo que no lo volveré hacer.

—Tranquilo, solo hazlo cada vez que me toque exponer. —le guiño el ojo—. Ahora la pregunta más importante, ¿se convierten en murciélagos como en Hotel Transilvania?

Esta suelta una carcajada ante mi pregunta.

—Por supuesto que no, es pura ficción y mentira de los humanos.

—Bien, al menos ya me quité todas las dudas que tenía encima. No, espera. —este me mira curioso —. ¿Edward ha leído mi mente todo este tiempo?

Mi pregunta era más importante que la anterior, puede que ya sepan el secreto mío y de Nico.

—No, dice que tu mente es un enredo total. Un momento estás pensando en comida y al instante piensas en si tu mamá no se le olvidó regar las plantas. Desde allí no le quedaron más ganas de volver a meterse en tu mente.

Uff, no alcanzó a saber de qué era semidiosa.

—«Tengo algo que confesarte, Diana.