𝐭𝐫𝐞𝐢𝐧𝐭𝐚 𝐲 𝐜𝐢𝐧𝐜𝐨

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—¿Qué ha pasado? —preguntó Emma con preocupación mientras los dos entraban en su casa.

Al escuchar los sollozos de alguien y las palabras de Emma, William rápidamente subió las escaleras para ver qué pasaba. Se sorprendió al ver que la que lloraba desconsoladamente era Rachael, pues nunca la había visto fe esa manera.

—Rach, ¿qué pasa? —Preguntó el rubio con el ceño fruncido.

—¿William? —Skandar, que estaba bien, se percató de lo extraño que era que William estuviese allí solo con Emma— ¿Qué haces aquí?

Tampoco se le pasó las miradas que William y Emma se dirigieron durante un segundo, ahí el moreno pareció entender algunas cosas y decidió que aparte del tema de Rachael también debían hablar de otras cosas.

Sentaron a Rachael en un sofá mientras que Emma le daba una caja de pañuelos y se agachaba frente a ella.

William y Skandar se sentaron ambos lados de Rachael para consolarla mientras Emma trataba de ayudarla a hablar.

—Yo... —Rachael sorbió su nariz— Soy... soy una estúpida.

Y comenzó a llorar más aún. Emma miró con preocupación a ambos chicos, acariciando la rodilla de su amiga con calma y con dulzura. Estaba muy nerviosa y no sabía cómo ayudarla.

— Tranquila —William posó su mano en el brazo de Rachael y le habló con ternura—. Tranquila. Está bien, ¿vale? Estás con nosotros.

Rachael negaba con la cabeza, devastada.

—No sé con quién hablar sobre esto ya— se lamentaba.

—Con nosotros -respondió Emma rápidamente.

Pero la castaña seguía negando con la cabeza, aún muy afectada por algo que ellos desconocían y que ella evitaba decir.

—No entiendo nada —Emma miró con desesperación a Skandar, que la había traído hasta allí.

—Estaba llorando en la calle y yo venía hacia aquí, prácticamente la he obligado a venir —les explicó el chico—. No me ha dicho nada, pero ha dicho que teníamos que saber algo.

—No, da igual -Rachael trató de levantarse, pero todos la obligaron a sentarse-. ¡Dejadme en paz! No quiero hablar.

—Si de verdad piensas que nos vamos a quedar de brazos cruzados sin escuchar una explicación es que no nos conoces —respondió Emma frunciendo el ceño—. ¿Crees que me voy a quedar tan tranquila después de verte así? Necesito saber quién te ha hecho esto.

—Nadie me ha hecho nada.

—Pues lloras como si así fuera.

—Puedes hablar con nosotros —trató de convencerla William.

—No... —Rach negó con la cabeza mientras trataba de no estallar en lágrimas de nuevo—. Me vais a juzgar.

—Nunca haríamos eso -aseguró Emma haciendo un puchero.

—Bueno... —Skandar puso una mueca— Si has matado a alguien...

—¡Skandar! —Gritaron William y Emma a la vez, regañándole. Él levantó las manos con inocencia.

Emma miró con dulzura a su amiga mientras trataba de calmarla.

—Vamos, Rach. Puedes contárnoslo, seguro que no es para tanto.

Emma sabía más o menos a donde se dirigía esa conversación, y realmente pensaba que no era para tanto lo que les quería contar. Sabía que a ella le podía parecer algo muy grave y que ellos no entenderían, pero para ella era como cualquier cosa. Que a Rachael le gustaran las chicas no era algo que tuviese demasiada importancia, era igual de grave como el hecho de que a ella misma le gustaran los hombres.

—Emma, ¿re...recuerdas lo que me preguntaste en Navidad?

Emma asintió con una sonrisa calmante, sabiendo que, efectivamente, Rachael estaba así por lo que ella pensaba.

—Lo recuerdo.

—Tiene que ver con eso.

Emma sonrió enternecida, feliz de poder por fin hablar de ese tema con ella. Skandar y William parecían muy confundidos, sin saber de qué demonios hablaban ambas chicas.

—¿De qué habláis?— preguntó William.

Emma miró a Rachael pidiéndole permiso para hablar. Rachael asintió lentamente, claramente dando a entender que ella no estaba preparada para hablar. Prefería que Emma lo soltase. Era más fácil para ella.

—Creo que Rach... intenta decirnos que ella... —miró a los dos chicos— Creo que intenta decirnos que le gustan las chicas. ¿No es así?

Rachael asintió sin mirar a ninguno de los tres. La expresión de Skandar era de asombro, pero no dijo nada. William sonreía y parecía incluso contento, como si hubiese entendido algo.

— ¡Lo sabía!

Todos lo miraron sin comprender por qué reaccionaba así.

—¿De qué hablas? -preguntó Rachael mirándolo con el ceño fruncido y la voz tomada por el llanto.

—De que lo supuse desde que te vi mirar a Gabrielle.

Emma recordó entonces la mirada que cruzó con el rubio cuando ella pensó lo mismo en el pasado día de Navidad en el parque mientras nevaba. Estaba claro que William también lo sospechó en ese momento, Emma no sabía por qué olvidó hablar de eso con él.

— Es cierto —dijo Emma— Lo pensamos a la vez.

—¿Soy tan obvia? —Rachael parecía horrorizada y los ojos se le cristalizaron de nuevo.

—No es eso, es que te conocemos muy bien -intentó tranquilizarla Emma.- Escúchame. Nos da igual si te gustan las chicas, los chicos o nada. O todo. Eres Rachael, y siempre te querremos.

—Exacto —habló William—. ¿Por qué nos iba a importar eso?

—Pues... —Rachael se encogió de hombros mientras limpiaba su rostro—. Porque es algo extraño. ¿Vale? No entendéis lo difícil que es crecer en un ambiente donde te hacen creer que una cosa es correcta y tú sientes lo contrario. Estoy acostumbrada a escuchar comentarios que discriminan lo que yo siento. Nunca sé de qué manera se lo podría tomar cada persona.

—Mira... –Skandar habló por primera vez desde que Emma les dio la noticia– si nosotros nos espantáramos por algo así no seríamos tus amigos de verdad.

—Pero mi familia...

—Tu familia debe aceptarte tal como eres —la interrumpió el moreno—. Y si no lo hacen, es su problema, no el tuyo.

—No le haces daño a nadie por sentir lo que sientes —prosiguió William, Emma los miró sonriendo, contenta de sus respuestas.

Rachael también estaba conmocionada y se sentía muy liberada. Era la primera vez que le confesaba algo así a ellos, o a cualquier persona. Llevaba mucho tiempo guardándoselo para ella misma, y sentía que jamás podría soltarlo como si nada. Pensaba que la mirarían raro y que la juzgarían. Pero no fue para nada así.

—Dinos —comenzó a decir Emma. William la miró con una pequeña sonrisa—, ¿por qué estaba así? ¿Qué ha pasado?

—Yo... —Rachael suspiró y pasó sus dedos por su cabello para echarlo hacia atrás. Había dejado de llorar, pero aún así todavía parecía consternada— Creía que una chica de mi clase me lanzaba señales, no me lo podía creer. Nunca había recibido un comportamiento así por parte de otra chica, y realmente pensaba que yo le gustaba. De verdad fui tan estúpida para creer que le gustaría a alguien tan increíble como ella.

Rachael hizo un silencio mientras negaba con la cabeza. Los demás le dejaron unos segundos para pensar y para seguir hablando.

— Habíamos quedado hoy. No os lo he contado antes porque yo no la veía como una amiga y tampoco quería contaros eso. Hemos estado en un bar hablando durante una hora y media o así, y yo de verdad pensaba que le gustaba. Me lanzaba miradas y no paraba de tocar mi brazo y mi pierna cuando reía. Entonces, cuando nos hemos despedido, la he besado. Ella parecía no querer irse y yo he malinterpretado las señales. La he besado. Y ella se ha apartado.

Emma formó una mueca mientras veía cómo las lágrimas volvían a acudir a Rachael. Los demás no sabían qué decir, pues ser rechazado era una de las peores cosas que se podía sentir en aquellos años. Y sobre todo si estabas en la situación de Rachael, donde era difícil saber si a una persona le interesaba alguien del mismo sexo. Emma se sintió terrible por Rachael porque estaba claro que no lo tenía fácil.

—No llores, Rach... es normal. Esto os debe pasar a la mayoría.

—Ni siquiera me gustaba tanto —respondió la castaña con dolor—. Para mi es peor el hecho de que se haya enterado de lo mío, y encima así, de esa manera.

—No se lo dirá a nadie -Skandar trató de ser positivo.

—Y si lo dice no pasa nada —siguió William.

—Sí que pasará —contestó Emma con seriedad—. Si se lo cuenta a los demás le quitará a Rachael la libertad de poder ser ella la que lo diga. Es algo muy fuerte que personas como ella no están preparadas para afrontar. La gente no lo tomará bien, porque no está normalizado. Debemos acostumbrarnos a eso aunque sea injusto.

Después miró a su amiga, que la miraba con dolor. Pero Emma quería ser honesta con ella, prefería que supiese lo que se venía encima en caso de que aquella chica se lo contase a más personas. Era preferible que Rachael estuviese preparada para lo "peor".

—Pero siempre nos tendrás aquí -terminó diciendo Emma con una sonrisa-. Esas personas al final del día no son importantes para ti, y después se olvidarán de ti. Lo único importante es que tú seas feliz tal y como eres. Lo importante es no hacer caso a los demás. Tienes que vivir sin escuchar a las personas que no te competen. ¿Vale? Te lo digo porque cuando estás en el punto de mira debes aprender a escuchar opiniones buenas y malas. Se debe aprender a pasar de los comentarios no constructivos.

Rachael sonrió un poco al escuchar las palabras de su amiga. Aunque era muy fácil decirlo, no era fácil hacerlo después. Estaba claro que aceptar quién era sería difícil y sobre todo después de ver las reacciones de personas de mentes cerradas; pero debía luchar contra todo eso. En especial si quería no darle más importancia de la que realmente tenía.

—Eso sí —Skandar habló con una mueca—. Si de verdad no quieres que la gente se entere por ella, quizá deberías hablar con esa chica. Podrías decirle que sientes haber malinterpretado sus acciones o haberla hecho sentir incómoda, y también pedirle que no se lo cuente a más personas.

—Lo haré —Rachael asintió repetidas veces.

[...]

Emma no podía dejar de pensar en lo ocurrido con anterioridad aquel día. Cuando ya era de noche y estaba todo a oscuras, la familia de Emma decidió ver una película esa noche.

Sus padres estaban viendo la película sentidos en el sofá, y Jack y ella estaban tumbados en la alfombra que había frente a la televisión. Tenían unos cuantos cojines en ella para poder apoyarse y estar cómodos. Disfrutaban de una comedia romántica llamada "Mi Gran Boda Griega". Era una película que habían visto bastantes veces, pero parecía que no se cansaban de repetirla una y otra vez.

Su familia reía y hacía comentarios a cada escena graciosa, pero Emma tenía sus pensamientos muy lejos de la trama que veían. Su mente le hacía divagar hacia otros acontecimientos a pesar de sus intentos de alejarlos de su cabeza.

William Moseley parecía no querer marcharse de su mente, o de su corazón. Por más que lo intentaba, aunque quisiese prestar atención a la película, William y sus besos llegaban para quedarse y no marcharse.

Incluso se descubrió imaginándose que era la protagonista y que William era el interés amoroso. Eso produjo unas molestas mariposas en su estómago. No podía estar sintiéndose así de nuevo. No podía pensar de nuevo sobre él de esa manera tan intensa. No otra vez.

Podía recordar con perfección cómo besaba sus labios horas atrás en el sofá del garaje, cómo la tumbaba con él encima, cómo besaba su cuello con una lentitud y dulzura que la volvía loca. Aún sentía sus manos por sus piernas y por su cuerpo, cómo la miraba y cómo rozaba su nariz con la de ella. Eran pequeños detalles que la volvían loca sin poder evitarlo. William sabía exactamente cómo hacerle perder la cabeza.

Si no fuese por la llegada de Rachael y Skandar después seguramente habrían perdido el control por completo, y odiaba saber que en el fondo ella deseaba que nunca los hubiesen interrumpido. ¿Qué estaba mal con ella?

Literalmente había estado saliendo con el guapísimo Landon Graves, había conocido a chicos atractivos con cuerpos de miedo, con sonrisas perfectas, caras esculpidas por los mismos dioses; en general, chicos californianos de ensueño. Pero ninguno de ellos parecía llegar a la altura de aquel rubio británico que se había ganado su corazón años atrás. Parecía que daba igual a cuantos muchachos increíbles conociese, porque Will siempre estaría por delante de ellos. No sabía si eso no acabaría siendo peor para ella, porque sus dudas sobre todo eran sobre si él se sentía de la misma manera. Siempre podía estar la opción de que William simplemente sintiese aquella tensión evidente, pero que no pasase más de la atracción. Había pasado mucho tiempo desde que lo dejaron y Emma se esperaba cualquier cosa.

— Estás seria —murmuró Jack con sus manos detrás de la cabeza, mirándola de reojo.

—¿Quién? ¿Yo? Qué va.

—Sí.

Emma se encogió de hombros.

—Si tú lo dices...

Jack la conocía demasiado bien para saber que algo le pasaba. Pero como un chico en la pubertad, decidió dejar pasar el tema como si no tuviese importancia.

—De verdad que cada día que pasa más ganas tengo de ir a Grecia —comentó Tricia con un suspiro.

— Siempre estás hablando de Grecia —respondió su marido.

—Es que es mi sueño frustrado, ir allí.

Emma recordó la gran cantidad de veces que escuchó a su madre repetir que quería ir a aquel país que tanto la llamaba. Emma comprendía ese deseo, Grecia era preciosa y podía ser un buen lugar al que ir como turista. A ella no le parecía mala idea.

Mientras miraba la pantalla de la película, entrecerró los ojos mientras su cerebro ataba hilos. Entonces, como si una bombilla se encendiese en su cabeza, se incorporó de golpe mientras miraba a su familia con los ojos muy abiertos.

—¿Qué mosca te ha picado? —Preguntó su hermano.

Emma sonrió ampliamente.

¿Cómo no lo había pensado antes? Literalmente era famosa y había ganado mucho dinero en los últimos meses, y era posible que fuese a ganar más. El dinero se tenía para algo, ¿y qué mejor manera de gastarlo que viajando?

—Podemos ir a Grecia este verano —su voz mostró lo emocionada que estaba ante la repentina idea.

—¿Qué? —Thomas frunció el ceño.

—¡Sí! —Emma se apoyó en sus rodillas en el suelo doblando las piernas, y sonrió sin más—. No he gastado casi nada del dinero que he ganado, y Anna tampoco, ¡podemos invitaros a un viaje a Grecia!

—No, Emma, sería demasiado dinero —Tricia negó con la cabeza.

—¿Qué más da? Nos lo podemos permitir— replicó Emma haciendo aspavientos con los brazos.

Ahora que tenía esa idea en mente sería difícil quitársela de la cabeza, era demasiado testaruda y algo en ella se había encendido. Era un plan estupendo. Y estaba segura de que Anna coincidiría con ella.

—Sería increíble —siguió hablando con emoción—. Podríamos ir todos a un lugar distinto de Londres, podemos pasarlo genial.

—Sería muy precipitado -respondió Thomas con calma-. Esas cosas necesitan más tiempo para planearse, sería muy rápido.

—No pasa nada —coincidió Jack, dándole apoyo a Emma—. No hace falta un año de planificación, con un mes tenemos más que suficiente.

Emma le sonrió a su hermano, agradeciendo el apoyo.

—Vamos, papá... mamá, es tu sueño. Si no lo hacemos ahora que podemos, ¿cuándo?

Tricia y Thomas se miraron y después no pudieron evitar sonreír un poco al pensar en unas vacaciones en Grecia. En la increíble Grecia.

Después miraron a sus hijos y sonrieron.

— ¿Cuando dices todos te refieres a...?

—A todos -respondió Emma rápidamente, aún más contenta que antes, pues sabía que los estaba convenciendo-. A nosotros, a los Popplewell, a los Moseley, a los Henley...

—Podemos intentarlo.

La euforia que en ese momento sintió Emma fue inmensa. Después de todo un año fuera, quería aprovechar su compañía de siempre al máximo. Aquel viaje podía significar recuperar todo el tiempo perdido con ellos, aunque fuesen unos días. Gastarse tanto dinero no le importaba, no si era con ellos. Además, había sido responsable mientras lo organizaba y no se lo gastaba en cosas innecesarias. No pasaría nada por invertirlo en aquel capricho que todos disfrutarían.

Solo hacía falta hablar con Anna de aquello y la conocía lo suficiente como para saber que aceptaría.

Desde esa noche supo que había una nueva meta: Grecia.

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