𝐭𝐫𝐞𝐢𝐧𝐭𝐚 𝐲 𝐨𝐜𝐡𝐨

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𝟐𝟏 𝐝𝐞 𝐣𝐮𝐥𝐢𝐨 𝐝𝐞 𝟐𝟎𝟎𝟔

Cuando Emma abrió sus ojos, la sensación que notó en todo su cuerpo fue muy extraña y desconocida para ella.

Sentía su cabeza a punto de explotar, los ojos le dolían horrores y también creía estar a punto de vomitar ahí mismo.

Pero lo que más la sorprendió fue la manera en que su cuerpo se movía, porque se estaba moviendo. No estaba tumbada en una cama o incluso en el suelo, estaba tumbada boca abajo de manera muy extraña sobre algo que andaba, o mejor dicho trotaba.

Ella abrió los ojos por completo mientras se ubicaba. Soltó un grito cuando se dio cuenta del vehículo en el que viajaba, y se sujetó con fuerza a las cuerdas que el animal tenía para que ella no cayese.

Miró a todos lados tragando saliva con los ojos abiertos como platos, sin poder creer la situación en la que se encontraba. ¿Cómo había llegado hasta ahí? Lo último que recordaba era estar en una discoteca al aire libre con un montón de gente, pasárselo bien y beber. Pero no sabía cómo había llegado hasta allí.

Era ya de día y viajaba en lo que parecía ser una mula de color marrón por estrechos pasajes entre árboles y tierra. La tierra iba cuesta abajo y estaba algo resbaladiza. Pero lo más extraño –sí, más extraño que levantarte sentada en una mula– era que iba acompañada. Detrás y delante de ella iban cuatro niños montados en dos mulas. Parecían emocionados y no paraban de gritarle cosas. Emma les miró con horror mientras se agarraba con fuerza a las cuerdas de la mula, esperando no caerse.

No sabía a dónde la llevaban, no entendía nada, y tampoco veía la manera en la que pudiese comunicarse con ellos. ¿La estaban secuestrando? Si así fuera no la dejarían ir en una mula ella sola, ¿no?

Aún llevaba el vestido blanco de la noche anterior. Se asustó mucho porque no sabía qué había sido del resto y cómo ella había acabado allí. ¿Estarían todos buscándola? ¿Cómo estarían sus padres? ¿Preocupados? ¿Enfadados? ¿Preparando una búsqueda o un funeral? Estaba pensando demasiado para la resaca que llevaba encima.

—¿Dónde me estáis llevando?preguntaba ella en inglés, haciendo que los niños que la guiaban se preguntasen qué demonios estaba diciendo.

Είναι ξύπνια —decía un niño, lo cual quería decir "Está despierta". Pero eso Emma no lo sabía.

—¡Ayuda!— gritaba Emma, desesperada.

El camino seguía y Emma se debatía entre tres opciones; bajar de la mula y salir corriendo, intentar manejar la mula de manera que pudiese huir con ella, y seguir el camino que los niños le hacían continuar a pesar de no saber a dónde se dirigía.

Teniendo en cuenta las náuseas y la jaqueca que tenía en ese momento, pensó que la última opción era la mejor. Sí, era una superviviente pésima, pues ni siquiera ponía resistencia, pero no tenía fuerzas ni mente para hacer otra cosa.

Los cuatro niños seguían hablando de sus cosas y ella estaba tan mal que acabó hablando con la mula y le comenzó a contar su vida mientras escuchaba las risas y las conversaciones de los niños.

—Estoy en Grecia y no tengo ni idea de dónde estoy —se lamentaba ella, acariciando el pelaje de la mula.— Y... no hablo griego, estoy montada en ti, me emborraché y no tengo una maldita idea de cómo he llegado hasta aquí. Nadie habla mi idioma, así que... no saben qué estoy diciendo. —suspiró— no sé a dónde estoy yendo, solo sé que tú me llevas.

Comenzaron a pasar por tierra cada vez más mojada donde algunos charcos se podían apreciar. Además el siguiente camino era más empinado y estrecho, y Emma pensó que había llegado su fin. Quién le habría dicho que aquel viaje sería su fin. ¡En qué momento se le ocurrió ir a Grecia!

—No sé quiénes son esos niños y no sé qué me quieren decir.

Emma hablaba sola como si la mula pudiese comprenderla a la perfección. Los niños le gritaban cosas mientras la señalaban y le indicaban que le siguieran con las manos. Parecían advertirle de algo, pero ella no podía entender nada y decidió tomárselo con la máxima calma posible.

Κορίτσι προσέξτε είναι ολισθηρό —seguían diciendo los niños, preocupados por ella. Esto quería decir; "Chica, ten cuidado, está resbaladizo".

—Estoy asustada porque no se montar en... —entonces comenzaron a bajar de manera muy empinada y Emma puso una mueca— ¡Oh, no! ¡No, no, no!

Κρατηθείτε. —"sujétate fuerte".

—¡Oh, no! ¡Tengo miedo!

Emma comenzó a sollozar, a pesar de que los niños parecían amables y no parecían tener malas intenciones. Le hablaban con calma y en realidad se comportaban como si acabasen de rescatar un cachorro callejero. La miraban con dulzura como si fuese un alien o algo parecido, trataban de explicarle lo que tenía que hacer. Uno de ellos pensó que debía ser retrasada, porque literalmente se estaba balanceando en la mula y lloraba.

Entonces dejó de sollozar cuando vio que llegaban a una choza de color blanco. Estaba hecha de piedra y había una mujer sentada en un banco mientras metía ropa en un barreño de madera lleno de agua. Emma pensó que estaba metida en algún lío que ella desconocía y que seguramente desconocería hasta su muerte aquel día, pues ni siquiera podía entender lo que ellos decían.

¿Estaba si quiera aún en Folégandros?

—Quiero llegar a los dieciocho, por favor Dios —rogaba ella en silencio.

La mujer se levantó al ver que llegaban personas a su casa. Los niños eran seguramente sus hijos, pero frunció el ceño al ver a una muchacha desconocida vestida de blanco mientras se balanceaba sobre una mula.

[...]

Horas más tarde, Tricia y Thomas hablaban con la policía griega de la isla. Tricia lloraba y Thomas trataba de no hacerlo mientras intentaba calmar la situación y buscar un poco de tranquilidad en ese caos.

Estaban todos en el hotel, estaban muy preocupados y Anna lloraba desconsoladamente pensando en todas las cosas horribles que podrían haberle pasado a Emma.

—No quiero ni pensar en dónde estará ahora mismo, o con quién estará —decía la muchacha.

Ben la abrazaba de lado y acariciaba el brazo de su novia en un intento de consolarla, aunque él también necesitaba apoyo, pues pensaba que le daría algo de pensar en lo que le podría haber pasado a su hermana pequeña. Los ojos se le cristalizaban mientras trataba de ser positivo mentalmente. No podía pasarle nada, era Emma Barnes, ella podía con todo.

—No deberíamos haber venido -decía Skandar una y otra vez, andando de un lado para otro.

Georgie se abrazaba con fuerza a William. El rubio llevaba llorando horas desde que se dio cuenta de que realmente habían perdido a Emma, de que no había ni rastro de ella. Tampoco ayudó a la situación que una anciana del pueblo les gritara en griego que allí habían desapariciones de jóvenes todos los años y que nunca aparecían. La policía se encargó de traslucirles las palabras de la encantadora vieja.

—Estará bien— murmuraba Georgie abrazando a William, aunque no sonaba muy convencida.

— Si le pasa algo, yo... —William negaba con la cabeza mientras pasaba sus manos por su cara y su cabello, sin saber qué más hacer para dejar de ponerse nervioso— De verdad que no sé qué pasará conmigo. No puede pasarle nada. Simplemente, no...

—Tranquilo, tranquilo...—susurraba la pequeña de once años.

Georgie había crecido bastante y ahora su cabello era algo más largo. Su cara había madurado ligeramente y se estaba transformando en una chica preciosa y con mucha personalidad. Todos la querían y solía hacer el ambiente más liviano con sus chistes y su personalidad tan abierta.

Por alguna razón, la relación entre Georgie y William era muy unida. Actuaban como hermano mayor y hermana menor. Era como si hubiesen adquirido aquel rol a pesar de no tener tanta relación con los demás hermanos de sus amigos. Georgie conectaba con el rubio de manera que se sentían protegidos el uno por el otro. A Georgie le pasaba lo mismo con Emma, por eso siempre deseaba verlos juntos, porque sentía como si sus dos personas favoritas pudiesen cuidar el uno del otro y amarse mutuamente. Pensar que algo le podía pasar a Emma le hacía sentir tremendamente triste, sobre todo por William, porque sabía lo mucho que sufriría él.

—Ya verás que todo acabará en un susto —murmuraba ella.

—Ojalá llegase sana y salva ahora mismo -repetía él con lágrimas en los ojos.

—Seguro que lo hará –trataba de calmarlo la pequeña.

—Georgie, te juro que si la tuviese delante le diría todo lo que siento —susurraba William, de manera que solo ella le podía escuchar— He sido un estúpido por aguantarme tantas cosas por miedo. Debería haberle dicho todo... soy un estúpido.

—No lo eres, Will. Simplemente temías al rechazo de Emma. Pero ahora sabes que hay que ser valiente.

—Ya no sirve de nada... Yo no cuidé de ella.

—Ha pasado y ya está —A William le seguía sorprendiendo mucho lo madura que aquella niña podía llegar a ser—. Pero acuérdate de las palabras que estás diciendo si la vuelves a ver, que no sean sólo porque estás desesperado. Quiero que las tengas en cuenta cuando la tengas frente a ti.

—Eso quisiera yo, tenerla frente a mi.

— ¡Hola! — gritó alguien con emoción entrando en el patio del hotel.

Todos miraron hacia la persona que acababa de decir eso, preocupados. William levantó la cabeza con los ojos muy abiertos al reconocer esa voz, ¿se la había imaginado?

No, no se la había imaginado. Era Emma. Emma acababa de entrar en el patio con la misma ropa del día anterior, un poco manchada de barro, con cara de no haber dormido y de estar con resaca y con su cabello despeinado.

—¡Emma! —el grito de Tricia fue ensordecedor.

Tanto sus padres como sus hermanos corrieron a abrazarla. Tricia sollozaba ahora de alivio y felicidad, Thomas se permitió que alguna lágrima pudiese salir por fin, ya no hacía falta que mantuviera la calma por el resto. Jack abrazaba a su hermana con los ojos muy cerrados, claramente dolido por la situación. El resto jamás se habría imaginado así a Jack por cualquier persona, les había sorprendido.

—¿Qué pasa? ¡Estoy bien!

—¿Sabes el susto que nos has dado? –Tricia cogía la cara de su hija con ambas manos para mirarla muy de cerca– ¡Pensábamos que... que tenía había pasado de todo!

—Ha sido muy extraño, pero es una historia muy larga.

—Tenemos todo el día —respondió Juliette apareciendo, y abrazó con fuerza a Emma, aún con expresión preocupada—. No sabes lo mal que los hemos pasado, Emma, nos has dado un susto de muerte.

Peter también se acercó y la abrazó diciéndole más palabras para hacerle saber lo muy preocupados que habían estado. Ciertamente, Daisy en muy pocas veces había visto a su padre de esa manera, y jamás se imaginó que lo llegase a ver así de preocupado por Emma. Se dio cuenta de lo mucho que le importaba también ella.

Cuando se separaron; Anna, Daisy y Rachael corrieron como nunca para ir a abrazar a su amiga. Casi la tiraban al suelo del impacto del abrazo. Emma estaba muy conmovida ante tantas muestras de afecto por parte de sus seres queridos. Detrás, Thomas y Peter hablaban con la policía diciendo que esa era la chica a la que habían estado buscando, la policía decidió que el caso estaba resuelto y se marcharon sin hacerle preguntas a Emma. Skandar pensó que eso no habría sido así en Londres.

—Gracias al cielo que estás bien —Decía Anna con lágrimas en los ojos— ¡Por poco me pongo a planear mi álbum solista!

Emma rió ante aquella broma, y después las demás chicas siguieron acaparando la atención de Emma. Georgie no aguantó más y corrió a abrazar también a Emma. Emma se agachó mientras correspondía el abrazo de la pequeña. Georgie murmuraba cosas y Emma besó el cabello castaño rojizo de la niña.

—Está bien, Georgie, estoy aquí.

Se levantó y finalmente miró a Skandar y William, que la miraban con dos increíbles sonrisas. Emma no se podría haber imaginado nunca lo mal que estuvieron cuando pensaron que algo le podía haber pasado. Skandar fue el primero a correr a abrazarla, y todos jadearon y soltaron gritos ahogados, pues era algo bastante sabido que Skandar no abrazaba nunca porque odiaba esas muestras de afecto. Pero ahora mismo había sido él el que había ido a abrazarla. Emma le correspondió el gesto con más ganas que nunca, pues a ella tampoco le había pasado inadvertido aquello.

Después, William anduvo hasta ella con paso lento, Emma pensó que le daría un apretón de manos o simplemente le diría cosas bonitas con algo de timidez. Pero no se esperaba que la estrechase con tanta fuerza contra él como lo hizo el rubio. La apretaba contra su pecho de manera que ella acabó posando sus brazos en la espalda de William para poder sujetarse. Apoyó su cabeza en su pecho y cerró los ojos mientras William posaba sus labios en la cabeza de Emma. Se quedaron de esa manera durante un minuto, y no querían separarse. El carraspeo por parte de Benjamin los hizo volver a la realidad.

Se separaron y Emma miró a los ojos a William, que no sabía qué hacer ahora que la tenía delante.

— No vuelvas a asustarme de esta manera, idiota.

—¿A quién llamas idiota, idiota? —preguntó ella en broma. Él sonrió con la boca cerrada, achicando sus ojos.

—Por favor, Emma cuéntanos ya qué ha pasado — le pidió su padre.

Emma asintió y decidió que no debía demorar más la historia ahora que ya había pasado el momento sentimental. Había sido un momento demasiado dramático para ella, pues su experiencia no había sido traumática o algo por el estilo, de hecho se llevaba una buena anécdota a Inglaterra.

Todos se sentaron alrededor del patio del hotel en sillas y en columnas de piedra. Ella se sentó en una silla larga de madera que estaba frente a todos para que pudieran verla. William se sentó al lado de ella y agarró una de sus manos para acariciarla y poder tocarla sin miedo a que los demás estuvieran presentes. Georgie se sentó al otro lado de Emma y la abrazaba de lado.

A Emma le gustaba toda la atención que le estaban dando, como buena Leo.

—Bien, esta mañana me desperté en una mula —todos fruncieron el ceño— Sí, en una mula. Literalmente no me acordaba de nada de lo que había pasado hasta llegar allí. Pero era muy raro, porque iba en una mula por una especie de bosque o jungla, no sé qué era. Y habían cuatro niños montados en dos muelas también que me guiaban, y me tenían vigilada desde atrás y delante.

—¿Niños en mulas? -se extrañó Rachael.

Theodore, el novio de Soumaya, cada vez estaba más impresionado por aquella chica llamada Emma. Cuando conoció a aquella familia de amigos siempre escuchaba que Anna y Emma estaban en Estados Unidos porque se estaban haciendo famosas, y ahora que la veía en persona, les contaba aquella experiencia tan rara. Definitivamente Emma estaba como una cabra de loca para él.

—Sí, en mulas. No paraban de gritarme cosas en griego y yo solo lloraba y me ponía a hablar con la mula. Yo no quisiera sabía montar en ella, y estaba muy nerviosa. Además, no sabía ni el tiempo que había pasado hasta estar ahí, ni a dónde me llevaban ni nada. Y entonces llegamos a una choza donde había una mujer lavando ropa, me bajaron de la mula y gracias a todos los santos que aquella mujer sabía hablar en inglés, porque si no creo que ahora mismo no estaría aquí porque no habrían sabido qué hacer conmigo.

»Cuando entré en la choza la mujer comenzó a regañar a sus hijos por traer a una desconocida a su casa, y en especial a una inglesa, porque se ve que nosotros tampoco somos muy queridos allí. Yo solo decía que quería ir a casa, que no contaría nada, como si me fuesen a secuestrar. La mujer me preparó un té riquísimo que hizo que la resaca me desapareciese y después me dio de comer junto a sus hijos, que resultaron ser muy majos. Me miraban como admirados, o algo así.

»La mujer comenzó a explicarme que estaban a una hora del centro de la isla, y que ellos vivían allí. Normalmente se alimentaban de comida que veían cerca entre los árboles, así que yo me quedé súper impresionada con ellos. Me contó que los niños me habían encontrado cerca de los clubs de la isla comiendo algo mientras me balanceaba y reía sola. No estaba con nadie así que pensaron que sería mejor ayudarme, me montaron en una mula para que yo no me cayese y pensaron que lo mejor sería llevarme a su choza para ayudarme.

—Qué niños más majos —comentaba Daisy.

William miraba y escuchaba a Emma con atención mientras seguía jugando con los dedos de la mano de la chica, Emma a veces le lanzaba cortas miradas mientras seguía relatando su historia. Georgie pensó que ojalá haber conocido a aquellos niños tan extraños.

—Y al parecer, cuando la mujer quería llevarme de vuelta con mi familia, los niños comenzaron a pedirle que si se podían quedar conmigo, como si fuera un perro callejero —Emma reía al contar esto— Literalmente le estaban diciendo una y otra vez, "¿Nos la podemos quedar?". Yo les prometí que luego nos podíamos volver a ver en el pueblo, pero que mi familia estaría preocupada.

»Así que me monté en la mula del infierno de nuevo, (la he llamado Padmé) e hicimos el viaje de vuelta hasta que hemos llegado a la puerta del hotel y la mujer se ha despedido.

—Qué fuerte —fue lo que dijo Laura.—¿A ti te pasa de todo, no es así?

Emma se encogió de hombros, pensando que quizá era hora de acostumbrarse a que esas cosas le pasaran.

— Esto pasa por beber cuando uno no debe hacerlo —Thomas negaba con la cabeza.

—Tranquilo, creo que en lo que queda de días no voy a volver a probar una sola gota de alcohol.

—Me habría gustado poder conocer a esa mujer —se lamentó Tricia.— Me habría gustado darle las gracias.

—Menos mal que estás bien —dijo Tricia, muy alterada—. Pensábamos que... ¡te podrían haber encontrado otro tipo de personas, Emma Blair Barnes!

—Pero no ha sido así, Tricia —trató de tranquilizarla Debra—, Emma está bien. Creo que será mejor que la dejemos ducharse y asearse. Estarás cansadísima.

—La verdad es que sí. Una buena ducha y una siesta me vendrían de maravilla.

Georgie miró rápidamente a William con los ojos muy abiertos, dándole a entender que era el momento. William asintió y miró a Emma sin soltar su mano mientras los demás comenzaban a levantarse y a hablar entre ellos.

—Oye, Emma, me gustaría hablar contigo sobre algo...

Emma lo miró, dispuesta a escucharlo, pero Daisy, Rachael y Anna se acercaron a ella.

—Tienes que lavarte y descansar —le dijo Rachael, agarrándola de la otra mano y obligándola a levantarse.

William miró con apuro a Emma, pues quería hablar de verdad con ella cuanto antes.

—¿Me lo dices luego más tranquilamente?— preguntó ella con una sonrisa.

William asintió y le sonrió levemente mientras ella se alejaba y Ben y Skandar se acercaban.

—Te lo juro, Ben —comenzó a decir Skandar—. Tu hermana está muy loca.

—Créeme, me he dado cuenta.


Holaa, aprovecho para recomendaros mi novela "Moonshadow" es un  fanfic de Narnia y Peter Pevensie, por si os interesa.

Espero que la novela os este gustando y agradecería infinito si los lectores fantasma me regalaran aunque fuera algún voto :( no sabéis lo mucho que nos anima ver que hay gente que la lee y que le gusta.

Gracias a todos los lectores que me comentáis de vez en cuando, os leo a todos y os quiero mucho, mucho. También os agradezco a los que seguís aquí después de tantos capítulos y seguís leyéndome, no sabéis lo mucho que lo aprecio.

¡Muchos besos! ❤️

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